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El enfrentamiento entre dos generales rivales sume a Sudán en el caos

Gwenaelle Lenoir (Mediapart)

Desde hace semanas, políticos, analistas, tenderos, vendedores de té, barqueros y profesores de Jartum temen despertarse con tiros de obuses, cazas en el cielo, eco de disparos automáticos... "Y aquí lo tenemos ya”, “lo esperábamos, pero es aún peor", dicen entre el fatalismo, la angustia y el horror los habitantes contactados en Jartum desde el sábado por la mañana. A medida que pasaban las horas y las informaciones eran más o menos ciertas, más o menos verificables, los sudaneses sentían como si el suelo se abriera bajo sus pies.

El domingo se intensificaron los combates en Jartum. "Las paredes tiemblan", dice Kholood Khair, analista, refugiada en su casa de un barrio cercano al aeropuerto. Otra residente, que vive cerca de uno de los puentes sobre el Nilo, describe por teléfono una situación "aterradora". Es imposible saber quién controla la zona, ya que los comunicados son muy contradictorios y la información difícil de contrastar. 

Lo único cierto es que los enfrentamientos se han extendido por todo el país. El sábado murieron en el este del país tres cooperantes del Programa Mundial de Alimentos (PMA) . “Esta es una guerra de ciudades, se combate en las calles, entre los civiles", afirmó Ahmed Gouja, activista de derechos humanos de Nyala, capital de Darfur Meridional. “Ni siquiera en 2003, cuando comenzó la guerra en Darfur, habíamos vivido esto".

Pero "no lo llaméis guerra civil, no lo es", ruega el analista político Hamid Khalafallah en la red social Twitter. Aunque su casa fue tiroteada durante la noche. Y añade, dirigiéndose a sus conciudadanos civiles: "Esta no es nuestra lucha y sólo somos daños colaterales. No os involucréis, no apoyéis ni a un bando ni al otro".

De hecho, en el momento de escribir estas líneas, los dos bandos enfrentados forman parte del estamento militar. Ni los grupos rebeldes armados, activos o no, ni los civiles han tomado las armas.

Un país con dos ejércitos y dos generales rivales

A primera vista, la responsabilidad recae en dos hombres fuertes, cuya notoria enemistad se ha convertido en odio: Por un lado, el general Abdel Fattah Al-Bourhan, comandante en jefe del ejército nacional (SAF por Sudanese Armed Forces), por otro, el general Mohamed Hamdan Dagolo, conocido como Hemetti, jefe de la Fuerza de Apoyo Rápido (RSF, Rapid Support Forces), formada por paramilitares procedentes de las filas de los "janjawid", auxiliares de Jartum durante la sangrienta guerra de Darfur. La RSF es ahora tan poderosa que constituye un "ejército bis".

"Tenemos dos ejércitos en este país. Si estos dos no consiguen ponerse de acuerdo sobre una unificación de fuerzas, iremos hacia la confrontación y la destrucción del país", declaró hace sólo unas semanas Babiker Faisal, jefe del Partido Unionista, miembro de la coalición civil Fuerzas para la Libertad y el Cambio.

Sin embargo, esos dos generales son sin embargo, para quienes no conocen Sudán, como dos dedos de la misma mano. Sirvieron al mismo líder, el dictador Omar al-Bashir, participaron en la revolución palaciega que lo derrocó hace justo cuatro años, y luego formaron parte del mismo comité militar de transición. Juntos negociaron un acuerdo de reparto del poder con los civiles y cada uno ocupó un puesto en el Consejo de Soberanía, máximo órgano de la transición democrática. Finalmente, derribaron la frágil construcción de la transición junto con el gobierno civil el 25 de octubre de 2021. Y gracias a este golpe de Estado, el general Bourhan se convirtió en el líder de facto del país, y Hemetti en su número dos.

Aunque nada salió como esperaban. Los revolucionarios no se quedaron en casa con la cabeza gacha y los comités de resistencia, organizaciones de barrio y columna vertebral del levantamiento popular de 2018, protagonizaron manifestaciones y acciones de desobediencia civil. Los principales organismos internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), los países occidentales, han suspendido los programas de asistencia financiera y técnica.

Pero sobre todo, la alianza de ambos sólo era circunstancial. Cada uno tiene su propia agenda y sus aliados regionales e internacionales. Bourhan simpatiza con los partidarios del antiguo régimen militar-islamista y cuenta con el apoyo de Egipto. Hemetti es odiado por los islamistas, que le acusan de haber precipitado la detención de Omar al-Bashir, y tiene fuertes apoyos en Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí.

Ambos tienen aliados en Israel y Rusia, pero no en los mismos círculos. Ambos tienen enormes fuentes de ingresos, principalmente del complejo militar-industrial para Bourhan, de la minería de oro para Hemetti. A lo largo de los años, aprovechándose de un régimen cleptocrático, ambos han conseguido diversificar su riqueza. Ambos tienen también mucha ambición.

Una rivalidad que va más allá de la enemistad personal 

La animadversión no se limita a esos dos hombres. El ejército sudanés ha sido moldeado por Omar Al-Bashir: muchos oficiales se adherieron a la ideología islamista del pasado régimen. Son amigos de los militares egipcios porque asistieron a las mismas academias. Las filas del ejército nacional representan a todos los grupos étnicos del país.

La RSF está compuesta principalmente por hombres de las tribus árabes ganaderas de Darfur. El propio Hemetti procede de una familia nómada y recibió una educación básica. En Jartum es habitual oír burlas de este "pastor de cabras". El ejército nacional nunca ha aceptado realmente que estos auxiliares, los janjawid temidos por sus ataques a las aldeas de Darfur, fueran declarados "fuerza regular" por Omar Al-Bashir quien, en 2018, los trasladó a Jartum.

Por su parte, Hemetti ha ido aumentando sus fuerzas, ayudado por el dinero que obtiene del envío de mercenarios a Yemen para ayudar a los saudíes. Su fuerza paramilitar tiene casi tantos hombres como el ejército nacional. Están bien pagados, bien entrenados y disponen de equipos modernos. La superioridad del ejército es que dispone de la fuerza aérea y de la artillería.

Por eso la RSF ha intentado apoderarse de aeropuertos y bases aéreas. No es de extrañar que la crisis abierta comenzara el pasado jueves en Meroe, al norte del país, donde pilotos egipcios se entrenaban con sus homólogos sudaneses. La RSF rodeó la base y ya el sábado por la mañana circularon vídeos que mostraban a oficiales egipcios prisioneros de los paramilitares, lo que agravó aún más la situación. Al parecer, los aeropuertos de varias ciudades fueron tomados por unos y retomados por los otros con el paso de las horas.

Hace varios meses, la RSF había intentado adquirir aviones y misiles antiaéreos, compras que fueron bloqueadas por el Estado Mayor. Todo el mundo se preparaba ya para la confrontación. “En los últimos tres meses, ha habido una gran oleada de reclutamiento tanto por parte de la RSF como del ejército en Darfur", explica Ahmed Gouja, de Nyala. La RSF ofrece más a los nuevos reclutas: la posibilidad de ser enviados a Yemen, que paga 50 ó 60.000 euros por una misión de nueve meses, y Land Cruisers para los líderes comunitarios. En consecuencia, el ejército nacional de Darfur es minoritario en comparación con la RSF.” El general Bourhan ha sido acusado de formar una milicia en el norte del país, de donde es originario.

"No son actores políticos, son criminales”

Los civiles llevan negociando con esos dos componentes militares desde el inicio de la revolución, en diciembre de 2018. El primer acuerdo para compartir el poder, alcanzado en agosto de 2019, se hizo añicos con el golpe de octubre de 2021. Una coalición civil más amplia, las Fuerzas por la Libertad y el Cambio (FFC), una agrupación de partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil, volvió a retomar los trabajos. Las negociaciones posteriores contaron con el apoyo de una serie de hadas buenas: un mecanismo trilateral formado por la ONU, la Unión Africana y la IGAD, una organización regional; un cuarteto, formado por Estados Unidos, Reino Unido, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos; y Unitams (la Misión de la ONU de Apoyo a la Transición ).

El resultado fue un acuerdo marco firmado el 5 de diciembre de 2022 sobre el retorno del poder a los civiles, que fue visto inmediatamente con recelo y rechazado por algunos actores políticos y sociales.

Hay que decir que, aunque se preveía un gobierno civil, hay cinco cuestiones espinosas que se dejaron para negociaciones posteriores, y la cuestión del lugar de los militares no se decidió realmente. La conferencia sobre la reforma de las instituciones militares y de seguridad fracasó. “El ejército la redujo a la cuestión de cómo integrar la RSF, pero no debería haber sido eso", exclama Amgad Farid, ex jefe de gabinete del primer ministro civil Abdallah Hamdok. “La reforma debería desembocar en un ejército unificado sin agenda política y bajo control civil, no en una discusión sobre quién, Bourhan o Hemetti, conservará más poder".

Pero este enfrentamiento no está vinculado al proceso político que preveía el regreso de los civiles al poder. “Esta guerra formaba parte del golpe de Estado de 2021", afirma Amgad Farid. "La protagonizaron a partes iguales la milicia privada que es la RSF, al servicio de Hemetti y su clan, y el ejército. No podía haber equilibrio. Lo que está ocurriendo hoy es una lucha por saber quién controlará el país.”

El Consejo de Seguridad de la ONU ha expresado su gran preocupación, y los principales actores internacionales han hecho un llamamiento a un alto el fuego... Pero, dice con rabia Amgad Farid, "todos esos dirigentes han empezado a tratar con Bourhan y Hemetti después del golpe, considerándolos actores políticos con los que negociar. No son actores políticos, ¡son criminales que dieron un golpe de Estado!”

"Si Sudán se derrumba, todos los demás países de la región sufrirán las consecuencias en materia de seguridad", declaró recientemente un diplomático occidental. El término “colapsar" puede parecer una exageración, pero el país lleva mucho tiempo desgarrado por tensiones centrífugas, y éstas se han acentuado mucho más desde el golpe de octubre de 2021. Si los "amigos de Sudán" no toman medidas rápidas y firmes, los proyectiles que silban sobre las cabezas de los civiles podrían señalar el principio del fin de este país.

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[Este martes, el Ejército de Sudán y la RSF han anunciado un acuerdo para un alto el fuego de 24 horas, después de unos combates que estallaron el sábado y que han dejado hasta ahora al menos 185 muertos y cerca de 1.800 heridos, según el último balance facilitado por Naciones Unidas. El líder de las RSF, Mohamed Hamdan Dagalo, que ha mantenido durante las últimas horas una conversación con el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, ha indicado que al hilo de estos contactos con Estados Unidos y "otras naciones amigas", las RSF han dado su aprobación a "un armisticio de 24 horas". "Desafortunadamente, las Fuerzas Armadas de Sudán no han respetado este alto el fuego y han bombardeado zonas densamente pobladas, poniendo en peligro vidas civiles", ha agregado].

Jartum vive su segundo día de bombardeos mientras los combates se extienden por Sudán

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Traducción de Miguel López

 

Desde hace semanas, políticos, analistas, tenderos, vendedores de té, barqueros y profesores de Jartum temen despertarse con tiros de obuses, cazas en el cielo, eco de disparos automáticos... "Y aquí lo tenemos ya”, “lo esperábamos, pero es aún peor", dicen entre el fatalismo, la angustia y el horror los habitantes contactados en Jartum desde el sábado por la mañana. A medida que pasaban las horas y las informaciones eran más o menos ciertas, más o menos verificables, los sudaneses sentían como si el suelo se abriera bajo sus pies.

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