El domingo 12 de mayo, cinco días después de su investidura para un quinto mandato, el presidente ruso Vladimir Putin ha llevado a cabo una remodelación del gabinete que está dando mucho que hablar. En particular, la sustitución al frente del Ministerio de Defensa del emblemático Serghéi Shoigú, en el cargo desde 2012, por Andrei Belooussov, un economista sin experiencia militar, mientras la guerra sigue haciendo estragos en Ucrania.
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, justificó la decisión de Putin como una necesidad que viene directamente del frente. "Hoy, en el campo de batalla, gana el que esté más abierto a la innovación", dijo. Según Putin, "el Ministerio de Defensa debe estar totalmente abierto a la innovación, a la introducción de todas las ideas avanzadas, a la creación de condiciones para la competitividad económica", añadió Dmitri Peskov.
Sin embargo, lo cierto es que el astuto Shoigú, que es el único miembro del Gobierno que se va de vacaciones con el dictador ruso (ambos comparten una pasión por la caza y la pesca en Siberia), parecía incombustible. Este ingeniero de formación, de 68 años, encarnaba la estabilidad de los distintos gobiernos bajo Putin, al igual que el jefe de la diplomacia, Sergei Lavrov, que conserva su puesto de ministro de Asuntos Exteriores.
En conflicto con el difunto jefe de Wagner
Serguéi Shoigú sobrevivió a los primeros meses de la guerra, cuando el ejército ruso se batía en retirada, perdiendo hombres y territorio duramente ganado. Desapareció durante doce días en marzo de 2022, no respondía a las llamadas del Pentágono y no aparecía en las ceremonias de entrega de premios y condecoraciones de su ministerio, para luego reaparecer fugazmente durante una videoconferencia. Además estuvo sometido durante un año a los ácidos comentarios de los extremistas rusos que criticaban su conducción de la guerra.
El primero de sus críticos fue Yevgeny Prigozhin, jefe de los mercenarios de Wagner, ya fallecido, que describió públicamente a los líderes militares rusos como "escoria", "fracasados" que deberían ser enviados "al frente sólo con una ametralladora", refiriéndose sobre todo a Shoigú, que solía pasearse ante las cámaras vestido de militar, aunque no lo era. Con sus crudísimas palabras, el jefe de Wagner denunciaba periódicamente la incompetencia del ministro y le acusaba de haber sacrificado a decenas de miles de soldados en Ucrania.
El roce entre el ministro de Defensa y el jefe del grupo paramilitar era tal que, el 24 de junio de 2023, Prigozhin envió a sus hombres hacia Moscú para conseguir el despido de Shoigú, para luego renunciar a su motín ante la intransigencia de Putin. Dos meses más tarde, un accidente aéreo, con Yevgeny Prigozhin y su estado mayor a bordo, terminaba con la guerra interna en el Kremlin. Los generales partidarios de Shoigú, que habían sido reprobados durante un tiempo, se encontraron de nuevo al mando.
El Consejo de Seguridad Nacional
Resulta un tanto paradójico que, tras haber resistido a lo peor, el inamovible Shoigú salga en un momento en que el ejército ruso cosecha éxitos sobre el terreno en Ucrania. El escándalo de corrupción que apunta a su ministerio, que estalló a finales de abril e implica incluso a su viceministro, Timur Ivanov, parece ser la razón más probable de su destitución. Para el ex asesor del Kremlin Abbas Gallyamov, citado por Le Monde, la lógica es la contraria: Shoigú no fue destituido por el escándalo de corrupción, sino que el hecho de que estallara demuestra que la decisión de destituirlo ya estaba tomada.
Pero, bien mirado, ¿cae realmente en desgracia?
El mismo día en que se anunció su destitución, nos enteramos de que Serguéi Shoigú había sido nombrado para el puesto de secretario del Consejo de Seguridad, que antes ocupaba Nikolái Patrushev, que había sido destituido. "Shoigú seguirá trabajando en este ámbito, que conoce muy bien desde dentro, con los colegas y compañeros de su antiguo lugar de trabajo", explicó el portavoz Dmitri Peskov.
El Consejo de Seguridad Nacional, que reúne a una veintena de hombres y una mujer, ministros, jefes de los servicios de inteligencia y presidentes de las cámaras encargadas de aplicar las decisiones tomadas por Vladimir Putin, es cualquier cosa menos una jaula dorada. En una investigación publicada el año pasado, el Wall Street Journal explicaba que la producción de toda la comunidad de inteligencia rusa llega primero a la mesa del secretario del consejo, que luego la entrega al dictador.
“No es un castigo, al contrario, Shoigú ha sido ascendido", afirma el ex coronel de infantería de marina francés Michel Goya. “Putin renueva su confianza en él dándole el control de los servicios de seguridad. Para mí la verdadera sorpresa es la marcha de Patrushev".
De hecho, la destitución de Patrushev, al frente del Consejo de Seguridad desde 2008, es el principal revulsivo de esta remodelación.
Nikolai Patrushev, oriundo de San Petersburgo como Putin y ex oficial del KGB como él, le sucedió al frente del FSB (servicio de inteligencia interior rusa), antes de nombrar a su vez a su propio vasallo, Alexander Bortnikov, que sigue en el cargo y ocupa también una silla en el Consejo de Seguridad Nacional.
Este halcón, alimentado por una visión del mundo en la que Rusia se ve necesariamente asediada por sus antiguos enemigos, encabezados por Estados Unidos y la OTAN, estaba considerado como uno de los hombres más influyentes del Kremlin. En el Washington Post, el investigador Mark Galeotti, especialista en los siloviki rusos (los hombres de los servicios de seguridad), lo describía como "el diablo sobre el hombro de Putin susurrándole veneno al oído".
En 2014, Putin, tras una reunión que duró toda la noche con Shoigú y Patrushev, decidió invadir Crimea. Ocho años después, el dictador consultó a esos dos mismos leales antes de intentar invadir el resto de Ucrania. Entonces, ¿a qué viene este juego de sillas que implica a dos de sus colaboradores más cercanos, en el que el más temido de los siloviki se encuentra por el momento sin puesto?
El futuro papel de Nikolai Patrushev se anunciará "en los próximos días", declaró Dmitri Peskov. “Es difícil imaginar a Putin deshaciéndose de él cuando no hay ninguna justificación para tal sanción, al menos por lo que podemos ver desde el exterior", opina Michel Goya. “O puede que Putin le haga pagar por el atentado de Crocus [el viernes 22 de marzo de 2024, yihadistas del Estado Islámico mataron al menos a 144 personas en la sala de conciertos de Crocus, cerca de Moscú], el único acontecimiento negativo para Rusia desde hace meses".
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Y el ex coronel francés aconseja vigilar la carrera de la "estrella emergente" Dmitri Patrushev, hijo de Nikolai, ministro de Agricultura desde 2018. Si él también fuera destituido, señalaría la caída de todo un clan, pero no hay nada seguro. En el citado artículo, Le Monde anuncia que se le ha "prometido un puesto de viceprimer ministro en los próximos días".
Traducción de Miguel López
El domingo 12 de mayo, cinco días después de su investidura para un quinto mandato, el presidente ruso Vladimir Putin ha llevado a cabo una remodelación del gabinete que está dando mucho que hablar. En particular, la sustitución al frente del Ministerio de Defensa del emblemático Serghéi Shoigú, en el cargo desde 2012, por Andrei Belooussov, un economista sin experiencia militar, mientras la guerra sigue haciendo estragos en Ucrania.