“Yo estuve esa noche en el Bataclan”

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Christophe N.

He dudado mucho tiempo si dar este testimonio, pero pienso que me puede ayudar, puede ayudar a otras personas, y permitir a los que no estuvieron tener una idea de lo que pasó. Una idea solamente, sin duda. Yo estaba esa noche en el Bataclan, con dos amigos: V., un amigo del instituto con el que ya había visto varios conciertos de los Eagles of Death Metal (EODM), y D., un colega. 

Llegamos sobre las 20:15 horas, cogimos unas cervezas y nos situamos en la parte derecha de la pista, donde nos encontramos por azar con una amiga de D. Los EODM llegaron sobre las 21 horas. Al principio recuerdo estar un poco decepcionado por la falta de punch de las guitarras en relación a otros conciertos del grupo. Al cabo de tres o cuatro canciones fui al baño y volví donde estaban mis amigos con otras cervezas. El sonido era mejor, los riffs más atractivos, pero comenté con V. que algunas de las canciones nuevas eran demasiado "pop", a lo que él asintió. Todavía no sabía que eran las últimas palabras que intercambiaría con él y la última vez que lo vería

Había pasado una media hora o tres cuartos de hora de concierto cuando oí un ruido como de petardos detrás de mí. Atisbé dos o tres hombres que avanzaban lentamente. Me dí cuenta enseguida de llevaban uno fusiles automáticos de los que salían pequeñas llamas. Seguí mirando, pero en ningún momento pensé que fuera un ataque, no pensaba... nada. Muy rápido, quizá enseguida, la luz de la sala se encendió, los ruidos como de petardos no paraban. Vi un movimiento sobre el escenario, era el grupo que huía. Desde entonces ya no hubo más música, sólo petardos, quizá algún grito pero no estoy seguro. 

Distinguí muy bien a uno de los dos (¿o tres?) hombres: árabe, con barba, vestido de negro o azul oscuro, con un chaleco de combate con munición. Le vi recargar el arma y tirar de nuevo, sólo le oí decir "Irak". Dos cosas me extrañaron (es una de las tres o cuatro imágenes que recuerdo): su juventud y su mirada. Parecía un robot, con el odio en la mirada. Todo esto se desarrolló durante algunos segundos, pero tengo la impresión de tener los detalles. 

Después, no sé por qué, volví la mirada hacia la pista, hacia donde los hombres que disparaban. No veía nada más que las espaldas de la gente. Me puse de cuclillas (me di cuenta en ese momento de la posición en la que estaba). Y creo que no es hasta que veo manchas rojas sobre las espaldas que había visto antes que me doy cuenta realmente de lo que está pasando. Un movimiento detrás de mí me obliga a levantarme. Los tiros continúan. Veo delante de mí una parte del escenario. Llevado por el movimiento paso por encima de gente avanzando en esa dirección. Mi pie queda atrapado entre dos personas y caigo. Me pongo de espaldas con mi mochila sobre el vientre, una chica joven se acurruca sobre mis piernas, sigo viendo espaldas de gente, y me doy cuenta también de que estoy detrás de uno de los telones. No veo a los atacantes, ellos tampoco me ven, sin duda. Pienso en quedarme ahí, pero a mi izquierda veo una puerta entreabierta sobre la que se lanza la gente. 

Todo se amontona en mi mente, entonces tengo miedo de que uno de los tiradores avance por el pasillo de uno de los extremos, donde estaba la amiga de D., y que yo esté entonces en su campo de visión. Decido en ese momento darme prisa sin darme la vuelta hacia la puerta a pesar de los tiros que continúan. Consigo pasar, con otras personas. Soy sin duda uno de los últimos. Y la puerta se cierra. O subo por las escaleras o entro un pequeño camerino que hay a mi izquierda. Por todos los lados hay mucha gente, pero no veo las escaleras y entro en esa sala. 

Comenzamos entonces a hacer una barricada en la puerta con todo lo que encontramos. Creo que las ráfagas han cesado en ese momento. La gente que está conmigo (debemos de ser una veintena, al menos) está bastante tranquila, sólo se escuchan algunos sollozos. Verificamos que la puerta que da al escenario también está bien bloqueada. Algunas personas suben por la escalera para intentar llegar a los falsos techos. No sé qué pasó con ellos, decidió no seguirles. Y ahí comienza una larga espera. 

Se oyen tiros, pero ya no en ráfagas. No parecen petardos, más bien recuerdan a los tiroteos de las películas. Aunque en realidad no estamos viendo nada, en ese momento pensamos que ya han matado a todos los que estaba en la sala. Intentamos, sobre todo, hacer el menor ruido posible y nos damos cuenta de que hay heridos entre nosotros: realmente sólo veo a uno, que está tumbado sobre una caja detrás de mí, y que está herido en el brazo izquierdo. Tiene ya un torniquete, aunque yo se lo refuerzo con mi cinturón. Le hablamos y le damos la mano. El tiempo pasa lentamente, hablamos en susurros, nos preguntamos qué hace la policía porque no escuchamos ninguna sirena. 

En esos momentos es en los que cada uno comienza a reflexionar. No tengo realmente la impresión de que vaya a morir, me pregunto solamente si los terroristas nos van a encontrar. Me pregunto si las barricadas van a aguantar, si el muro es lo suficientemente grueso en el que caso de haya nuevas ráfagas. Pero, como los demás, permanezco tranquilo. Algunos sacaron su teléfono para ver las noticias por internet o para contactar con los suyos por SMS. Pienso hacerlo, pienso en enviar algún mensaje porque eso es lo que hace la gente en este tipo de circunstancias. 

Sin embargo, aunque no soy supersticioso, me digo que hacerlo me va a traer mala suerte, y que, de cualquier manera, no cambia nada que mis allegados reciban un mensaje si muero. Sobre todo, tengo miedo de ponerlos nerviosos en el caso de que la noticia todavía no se haya divulgado. No tengo casi batería así que me digo que es mejor guardarla para llamar a mi familia y mis amigos si logro salir. Apago mi teléfono. 

El tiempo ha pasado –quizá una hora– y hay una fuga de agua en la estancia. Hace rato que no se oyen tiros, pero todos nos decimos que no nos moveremos hasta que no veamos un casco del RAID (el cuerpo de intervención de la policía francesa). De repente, oímos una explosión y, después, olor a pólvora. Creemos que es una granada, pero nos extraña que no haya más explosiones después. A través de los teléfonos tenemos noticias del exterior, sabemos que ha habido habido otros ataques, sabemos que la policía está ahí, suponemos que fuera, pero no sabemos desde hace cuánto tiempo. 

No sabemos si los atacantes todavía están ahí. Alrededor de nosotros sólo hay silencio. Tenemos miedo de que hayan puesto un explosivo o de que prendan fuego a la sala. Después nos calmamos de nuevo y, no sé cómo, una de las personas entra en contacto por SMS con el RAID, que le pregunta cuántos somos, si hay heridos, etc. Todos dudamos de la identidad real del mensajero, pero respondemos de todas formas. Leo los mensajes, veo que no hay faltas, que RAID está escrito en mayúsculas, que hay formulaciones que parecen muy "policía", tiene que ser el RAID. También nos envían consejos. Después comenzamos a oír chillidos, como si alguien estuviera dando órdenes a gritos. Nos decimos que ya está, que la policía ha asaltado la sala. Pero oímos también alaridos aterradores. 

Intentamos tranquilizarnos diciéndonos que seguramente son heridos que por fin pueden gritar, o gente aterrorizada por lo que están viendo mientras son evacuados. Pero el tiempo pasa y no hay ningún casco del RAID que asome por la puerta. Hay un silencio absoluto en el exiguo espacio en el que estamos. Creo que los demás tienen los mismos pensamientos que yo: que los asaltantes todavía están allí y están rematando a la gente o torturándola. Alguien dice entonces: "¡Aguantamos, no abrimos a nadie!"

Después, oímos voces que se gritan "¡Ludo!", "¡David!". Nos sentimos casi idiotas diciéndonos que no parecen nombres muy "yihadistas" y la esperanza renace de nuevo. Sentimos que hay alguien detrás de la puerta, parece como si hubiera mucha gente, luces que se mueven... Sin embargo, no queremos abrir cuando nos dicen de hacerlo. Nos dicen que nos pongamos para atrás, que van a abrir. Lo hacen y entonces aparecen los destellos de sus linternas: percibo el famoso casco que esperaba y oímos "¡Somos el RAID, venimos a sacaros de aquí!"

Hay gritos de alegría, la gente se echa a los brazos de los demás. Hacemos salir primero a los tres heridos, después llega mi turno. El RAID nos dice que no miremos ni alrededor ni al suelo, que caminemos levantando las manos. Pero saliendo, resbalo con un charco de sangre y mi mirada se detiene en algo blanco y fluido que hay sobre un amplificador, me digo que no quiero saber lo que es... Bordeando la sala no puedo evitar echar un vistazo al lugar donde se supone que debían estar mis amigos, pero es el único espacio vacío de la sala. En otra parte, no hago nada más que ver cuerpos en diferentes posiciones, pero avanzo todo recto hacia la salida. No puedo evitar ver cosas que habría preferido evitar, pero estoy obligado a pasar por encima de cuerpos y no quiero volver a resbalar de nuevo. Todo es una mezcla de colores, como flashes de rojo oscuro, rojo claro casi rosa, y blanco, y líquido... 

Llego por fin a la salida. Un policía registra mi mochila. Después nos conducen a un patio interior del que somos rápidamente evacuados tras escuchar unos tiros. Podemos por fin refugiarnos en otro. Llamo a mi madre, a mi amigo D., que me dice que consiguió escapar al principio y que ya está en su casa, después llamo a V., pero su teléfono suena en el vacío. Lo busco a mi alrededor, hablo con otras personas, encuentro a algunos de los que estaban conmigo en el escondite. 

Hay lloros, gritos de rabia, pero en general reina la calma. Respondo al máximo número de SMS posibles. Veo al bajista de los EODM, ileso, y me pregunto si los otros han sobrevivido. La policía judicial llega después de un largo rato y toma los datos de cada uno de nosotros y un resumen de nuestros testimonios. Veo en la calle a un grupo de tipos en traje y armados, después a Cazeneuve y a Valls; no puedo evitar gritar alto "¡Qué hacen ahí!", lo que hace reír tímidamente al policía que toma mi declaración antes de decirme que me puedo marchar. Vuelvo a llamar a mi madre para decirle que voy a ir a su casa, pero que voy a economizar la batería de mi teléfono. 

Un hombre intenta atropellar a varias personas frente a una mezquita a las afueras de París

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Paso algunas barricadas de policía y de militares, sé que no va a ser fácil encontrar un taxi. Conozco un poco el barrio, pero me encuentro por azar en la plaza de la República, e intento concentrarme para reencontrar mi sentido de la orientación e ir hacia Bastilla. El paseo es largo, me cruzo con otros viandantes y con pequeñas barricadas de policía. Acabo por encontrar un taxi y le pido que ponga la radio. Cuando llego a casa mi madre, después de un largo abrazo, le pido pasta y vino, y comienzo a poner los informativos en bucle mientras respondo a los SMS y a los mensajes de Facebook. 

Me acuesto con un calmante sobre las 6 de la mañana, pero me despierto menos de dos horas después. Paso todo el inicio de la mañana dando vueltas, viendo las noticias, esperando las noticias de V., estando en contacto con su cuñada, que está con su mujer. Después, con mi madre y un amigo voy a mi casa a coger algunas cosas. No es hasta ese momento que me doy cuenta de que mi pantalón vaquero está empapado de sangre. Pasamos algunos minutos en la casa de otra pareja de amigos antes de volver a casa de mi madre. Sobre las 18 horas me entero de que mi amigo ha muerto. En mi mochila tengo todavía su bufanda y sus guantes... 

Traducción: Elena Herrera 

He dudado mucho tiempo si dar este testimonio, pero pienso que me puede ayudar, puede ayudar a otras personas, y permitir a los que no estuvieron tener una idea de lo que pasó. Una idea solamente, sin duda. Yo estaba esa noche en el Bataclan, con dos amigos: V., un amigo del instituto con el que ya había visto varios conciertos de los Eagles of Death Metal (EODM), y D., un colega. 

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