El cóctel es perfecto: fútbol, política, racismo, vídeos sexuales. A la espera del comienzo de la Eurocopa, el 10 de junio, no le falta ni un solo ingrediente. En un primer momento se miró para otro lado; Benzema, por si no tuviese bastante con lo suyo, achaca no haber sido convocado para jugar con la selección al supuesto racismo de parte de los franceses. Después vinieron las reacciones de enojo. ¿Cómo se atreve? ¿Racismo?, ¿en el fútbol?, ¿ese mundo tan puro, donde se le hace un sitio a negros y árabes? Thierry Braillard, ministro de Deportes francés, lo descarta: “Rotundamente, no. En esta federación no hay racismo”.
Las autoridades del mundo del fútbol y de la política hacen como si las palabras de Benzema saliesen de la nada. Como si el terreno no hubiese estado abonado ya. El actor Jamel Debbouze y el exfutbolista Éric Cantona, desde los puestos de avanzada, parecen los iluminados, despellejados vivos, traumatizados. Porque en Francia no sólo hay 60 millones de seleccionadores, también 60 millones de árbitros. Y los más mediáticos ya han opinado: Benzema ha marcado un gol en propia meta, haciendo creer a los árabes que no triunfan que son víctimas de la discriminación.
Pocos se preguntan las razones por las que Benzema piensa así. Y por qué encuentra eco en una parte de la población francesa. En una entrevista concedida al diario Marca, Benzema explica que “una parte” de Francia es racista y que eso puede influir. Quizás el color de su piel influya, de forma consciente o no, en la opinión de una mayoría de franceses que, según los sondeos quieren su exclusión –Noël Le Graët, presidente de la Federación Francesa de Fútbol ha aludido a los correos racistas recibidos en los que se les incitaba a “echar a los árabes”–. Quizás los sondeos influyan al primer ministro Manuel Valls, que se ha posicionado públicamente en el mismo sentido. Quizás sea difícil para un seleccionador abstraerse completamente de la petición de un primer ministro.
Benzema empezó diciendo: “No creo que Didier Deschamps [el seleccionador francés] sea racista”. Pero, como siempre, el debate ha sido sesgado: “¿Cómo se puede decir que Deschamps es racista?”. Él mismo argumento empleado cuando Mediapart reveló la existencia de cuotas en los clubes: “Claro que no, ¡no es racista! Ha jugado con negros y siempre los convoca”. Si se quiere evitar el calificativo, que rara vez pone a todo el mundo de acuerdo, hablemos de prejuicios, discriminaciones.
Existen hechos. En abril de 2011 Mediapart dio a conocer el contenido de una reunión oficial de la Federación Francesa de Fútbol (FFF). El propósito era fijar, en secreto, cuotas en los centros de formación de la FFF para impedir que accediesen demasiados niños de origen extranjero. ¿La razón? No formar a jugadores que más tarde pudiesen decantarse por jugar en otra selección. Laurent Blanc, entonces seleccionador del equipo de Francia, presente en la reunión, autorizó el proyecto ilegal y añadió: “Los españoles me han dicho: 'Nosotros no tenemos esos problemas. Nosotros no tenemos negros”.
En aquel momento, Laurent Blanc se vio obligado a disculparse en el informativo de las ocho, en TF1. La ministra de Deportes Chantal Jouanno lamenta “malentendidos que muy a menudo rozan el racismo”, mientras que el presidente de la comisión de investigación de la FFF, el diputado Patrick Braouezec, abogó por destituir al técnico del equipo nacional.
Cinco años más tarde, François Blaquart, responsable del proyecto racista –aunque sólo fue amonestado por ello–, sigue en la selección nacional. Mohamed Belkacemi, que grabó la reunión, ya no está en la Federación Francesa de Fútbol. Se le arrinconó y prefirió marcharse. Preguntado por Mediapat, precisa que no quiere volver a hablar del tema, un asunto que le costó muy caro a él y a su familia.
“Nunca empatamos”
Lo que está claro es que las autoridades del mundo del fútbol nunca han entendido lo que se les reprochaba. En junio de 2013, Jean-Pierre Louvel, presidente del sindicato de clubes profesionales reconoció en un libro la existencia de “cuotas tácitas”. “Todos los clubes dosifican y en cierta manera cuentan con cuotas; no demasiado de esto o de aquello…”. La entonces ministra de Deportes argumenta que “se trata de posturas sancionables, sin lugar a dudas”.
Pero Jean-Pierre Louvel sigue en el cargo y admite a Mediapart: “Si en un club tienes un 60%, incluso un 80% de jugadores de origen africano, a priori no es nada malo, pero eso significa dejar a un lado a gente que no es de su cultura. La vida social del club deja de ser la que era […] Por ejemplo, hay jugadores que vienen de tribus dominantes y, de repente, siempre son ellos los que deciden y no los otros”. Él mismo también presenta un argumento incontestable: “Y que no me digan que soy racista, mi nuera es camerunesa”. El presidente de la FFF, a preguntas de Mediapart, responde “no tener opinión al respecto”, para acto seguido colgar el teléfono.
En el libro citado, el periodista Daniel Riolo precisa que “el número de jugadores musulmanes en el club de Rennes ahora se ha limitado” y que, en el “Saint-Étienne, el entrenador ha dicho que no quiere más jugadores africanos”. Los clubes ni siquiera se molestan en hacer desmentidos. Todo eso resulta indiferente en el mundo del fútbol.
Hay que decir que este tipo de prejuicios parecen frecuentes en el mundillo. En una investigación sobre el París Fútbol Club, en 2012, uno de los presidente del club, Pierre Ferracci, asume no querer a más negros: “Todo el mundo dirá que los negros, algunos negros, son mejores técnicamente, físicamente muy fuertes, a veces un poco relajados, algo indolentes y que, quizás, eso repercuta en la concentración”.
El otro presidente del club, Guy Cotret, lo aprueba: “Cuando en el equipo sólo hay jugadores africanos, a la hora de moverlos, se rebelan, no es fácil. Tienen un carácter que deriva en cierta laxitud”. Por esa razón quiere reducir el número de jugadores negros en el equipo: “Cuando íbamos perdiendo nunca conseguimos empatar, nunca vencimos. Sea por la razón o no, no no lo sé”.
A Guy Cotret sus palabras nunca le pasaron factura. Llegó a convertirse en el presidente del Auxerre, un club mucho más importante. La prueba de que los prejuicios no conocen clases: Pierre Cotret es exconsejero de la Caisse Nationale de las cajas de ahorro, director general delegado de Nexity, presidente del Crédit Foncier de France; Pierre Ferracci es un personaje clave en Francia.
En 2014, fue el entrenador y exjugador Willy Sagnol en el que hablaba en el diario Sud-Ouest: “La ventaja del jugador típico africano es que cuando se le contrata no es querido; es un jugador dispuesto a dar la batalla, considerado potente en el terreno… pero el fútbol es más que eso, también es técnica, inteligencia, disciplina, por lo que hace falta de todo”. Pape Diouf expresidente (negro) del Olympique de Marsella, apeló a huelga. El Partido Socialista reclamó sanciones. Pero Thierry Braillard, ya secretario de Estado de Deportes, se limitó a calificar de “torpeza” las palabras el entrenador. En cuanto el club, cree que la “interpretación de la entrevista responde más a reacciones epidérmicas y maliciosas que a un análisis objetivo de las palabras de Willy Sagnol”.
Así las cosas, está claro: Benzema vive en un mundo imaginario. A este paso, ¿no terminará por imaginarse que lo tiene más difícil un entrenador negro o árabe a la hora de encontrar trabajo? En 2004, el exjugador negro Jean Tigana explicaba que su fracaso en la carrera para convertirse en seleccionador del equipo de Francia tenía que ver con el color de su piel. Según dijo entonces, un alto dirigente opinaba que “ya había bastantes jugadores negros en el terreno de juego, como para poner a uno más en el banquillo”.
En los 90, Éric Cantonna y David Ginola eran los grandes proscritos de la selección de Francia, pese a estar entre los mejores jugadores del mundo. Y todo por sus fuertes caracteres, entre otros motivos. Ni ellos ni nadie habría pensado que se les excluía por sus orígenes. A día de hoy, si se produce el debate, es porque existen razones.
Traducción: Mariola Moreno
Leer el texto en francés:
El cóctel es perfecto: fútbol, política, racismo, vídeos sexuales. A la espera del comienzo de la Eurocopa, el 10 de junio, no le falta ni un solo ingrediente. En un primer momento se miró para otro lado; Benzema, por si no tuviese bastante con lo suyo, achaca no haber sido convocado para jugar con la selección al supuesto racismo de parte de los franceses. Después vinieron las reacciones de enojo. ¿Cómo se atreve? ¿Racismo?, ¿en el fútbol?, ¿ese mundo tan puro, donde se le hace un sitio a negros y árabes? Thierry Braillard, ministro de Deportes francés, lo descarta: “Rotundamente, no. En esta federación no hay racismo”.