Formación en autodefensa, un arma para el empoderamiento femenino

Sophie Boutboul (Mediapart)

“Me ayuda a sentirme legítima, con derecho a defenderme, poderosa y mejor armada”. En este frío día de noviembre en Toulouse, Jessica, de 40 años, ha acudido a un taller de autodefensa feminista en la asociación Faire face [Hacer frente]. Ya participó en un curso de dos días en 2019. “Tras un ajuste de cuentas con un hermano incestuoso que me impidió expresar mi ira durante años, necesitaba hablar con otras mujeres, pero también poner en marcha el cuerpo, con gestos prácticos”, explica con una sonrisa serena.

La autodefensa entre mujeres es una práctica cada vez más presente en Francia. Llegó a Europa a principios del siglo XX, sobre todo con las artes marciales japonesas y la entrenadora de ju-jitsu Edith Garrud, en Londres, que daba clases de defensa personal a las sufragistas. Actualmene, existen varios métodos (Riposte, Seito Boei, Fem Do Shi, Wendo, etc.) y se difunden en Francia y en todo el mundo a través de asociaciones.

“La autodefensa feminista nos ayuda a entender que merecemos defendernos y que tenemos derecho a hacerlo”, subraya Irene Zeilinger, formadora de mujeres y niñas a partir de los 8 años, afincada en Bélgica, y autora de Non, c'est non. Petit manuel d’autodéfense à l’usage de toutes les femmes qui en ont marre de se faire emmerder sans rien dire [No, es no. Pequeño manual de autodefensa para las mujeres que están hartas de que les hagan la puñeta sin decir nada].

En el curso de tres horas, la asociación Faire Face acoge tanto a las supervivientes de la violencia o alojadas en la asociación APIAF, dirigida a mujeres que atraviesan dificultades, como a participantes que llegan por su cuenta. Faire Face reivindica “un enfoque tranaversal, una posición antiseguridad y antirracista”.

 Jen, monitora de autodefensa desde hace cuatro años, dice a las 12 presentes ese día: “Estamos aquí porque tenemos algo en común: la experiencia de la violencia sexista y de género y también tenemos diferencias: no hemos nacido en el mismo lugar, no procedemos necesariamente del mismo entorno social, no tenemos las mismas creencias, las mismas sexualidades, las mismas condiciones físicas y mentales...”. Comienza con un “turno de nombre-apellido”. “Se trata de decir cómo quieres que te llamen, especificando cómo me identifico en términos de género. Puede ser: ella, él, elle, una forma de pronombre neutro...”.

También alude a las palabras que se interponen a la hora de sentirse capaz y legítima para defenderse: “¿Has escuchado alguna vez eso de ‘si te defiendes, será peor’?”. Es un mensaje común, insiste, mientras que un estudio realizado en 1985 en Estados Unidos sobre agresiones sexuales en el espacio público demostró que en el 80% de los casos, defenderse con palabras hablando o gritando detenía la agresión. “Y les recuerdo que el espacio público no es el lugar donde una mujer corre más riesgo, salvo las personas transexuales que sufren más agresiones en el espacio público”. La mayor parte de la violencia sexual la comete alguien cercano a la víctima.

Durante los talleres, se alternan momentos de charla y práctica para aprender a poner límites, trabajar las estrategias de defensa verbal, pero también la respiración, los gritos y los golpes. Al final de las tres horas, Clarisse, de 25 años, que se define con el pronombre neutro elle, dice: “Nunca he utilizado mi cuerpo para defenderme, tenía la impresión de que era incapaz de hacerlo. Así que poder experimentarlo hoy, teniendo el testimonio de otros, me hace sentir bien. Te sientes menos solo/sola”.

Lorène, voluntaria del centro de planificación familiar y trabajadora de apoyo a los alumnos con discapacidad (AESH), participó en octubre en un curso de dos días con Faire Face. Constata: “Algunos piensan que vamos a vengarnos o a hacer corbatas con sus cojones, cuando en realidad no es así, se trata de aprender a ser poderosos. Pensar en los sitios donde puedes hacer daño es muy liberador”.

La liberación también viene de compartir los sentimientos: “El #MeToo me cambió la vida porque de repente se verbalizaba lo que había vivido. El curso es una continuación, dejar de sentir vergüenza, dejar de sentirse culpable por no haber dicho lo correcto, por no haber estado en el lugar correcto”. Jessica va más allá: “Da fuerza y valor hablar con los demás. Sería mucho más saludable que las niñas crecieran con la creencia de que es posible expresar la ira, de que tienen el derecho y el deber de protegerse”.

Para ello, los talleres están abiertos o dedicados a las adolescentes. Anahí, de 12 años, ha participado en un curso de dos días con la asociación Arcaf (Autodefensa y recursos para la elección y autonomía de las mujeres) en París, por consejo de su madre Marcela. Anahí sonríe cuando recuerda: “Aprendí a defenderme, ya sea física o verbalmente, a saber dónde duele. Era una especie de liberación; practicábamos con cojines, era genial. Me siento más segura porque antes, al no conocer necesariamente todas estas técnicas, estaba menos segura de mí misma cuando iba sola al colegio, por ejemplo”.

Pocos días después de asistir a un taller de un día de duración organizado por la asociación Paroles de femmes de Gaillac, Violette, de 15 años, que cursa el primer año de secundaria, comenta: “He ganado confianza en la gestión de conflictos, así que si alguna vez me encuentro en una situación en la que me sienta en peligro, no estaré completamente indefensa”.

Aurélia Léon, estudiante de doctorado en sociología en el Centro Max-Weber de Lyon, que ha seguido unos sesenta cursos para su tesis sobre la autodefensa feminista, analiza: “La gran mayoría de las participantes dicen sentirse empoderadas. Y esta percepción parece durar meses, a veces años, después del curso. Algunos le atribuyen incluso un efecto desencadenante de importantes cambios biográficos: trayectorias profesionales, amistades, relaciones amorosas, familia, compromiso asociativo... También parece que no sólo ‘yo’ salgo más fuerte de esta experiencia, sino también mis compañeras de formación y, por extensión, el grupo de mujeres”.

Irene Zeilinger confirma: “La autodefensa, a través del descubrimiento de la propia capacidad de acción, es útil para las mujeres en todas partes, en el trabajo, en la pareja, en la vida política... Y, personalmente, ha cambiado por completo mi relación con mi propio cuerpo, que veo como un recurso: está de mi lado”.

Karine, de 48 años, que hizo un curso en octubre con Faire Face, después de haber sufrido violencia de género, utiliza sus conocimientos en su vida diaria: “Cuando me falta un poco de energía o valor, repito los gestos que aprendí con el puño mientras utilizo el grito que nos enseñan y me hace bien. Es mi grito de poder, mi protector”. “Legitima mis sentimientos”. La exauxiliar de enfermería dijo a su hijo de 28 años y a sus sobrinas: “Con este curso, también tengo la sensación de haber hecho algo por las mujeres, por mis antepasadas, que estuvieron muy sometidas”.

Jeanne [nombre supuesto], de 40 años, educadora, también utiliza la autodefensa desde su primer taller, hace unos meses: “Por ejemplo, cuando mi expareja violento me llama, me anclo en el suelo, la posición básica en autodefensa, y mi mente se ancla, me ayuda a no dejarme invadir, estoy preparada, no a la expectativa”.

Constance Nay, voluntaria desde 2018 en Paroles de femmes, logopeda, que dirige este curso, afirma: “Como estamos en una sociedad que no respeta mucho el consentimiento, debemos recordar que las emociones no mienten. Y poder, en un ambiente no mixto, escuchar a los demás gritar, contar sus historias de vida, verlos golpear, en un clima de confianza, hacer y construir juntos, es la base del edificio de la autodefensa, es el empoderamiento”.

Élise, de 20 años, estudiante que prepara su ingreso en enfermería, se sorprendió por el efecto que el taller tuvo en ella: “No hubo vergüenza ni juicio, eso me hizo sentir muy bien. Y fue liberador; no lo esperaba, pero surgió un recuerdo, lo comenté y me sentí comprendida. Vacía. Sentí que tal vez había recuperado un poco más de control sobre mi vida al compartirla”. Su amiga My-Linh, de 19 años, añade: “Es tranquilizador saber que es accesible tanto para una persona grande como para alguien menudo, para una persona mayor, para un adolescente. Todos tenemos fuerza, poder”.

Para el acceso a este empoderamiento de todas, aún persisten las desigualdades. En cuanto a los precios, cada asociación tiene sus propias tarifas, con precios reducidos, o gratuitos, para las rentas más bajas. Sarah, de Arcaf, advirtió de las dificultades para crear cursos para mujeres con discapacidad en Francia. Ha seguido las enseñanzas de la entrenadora de autodefensa holandesa Lydia Zijdel, ella misma parapléjica.

“Es difícil resumir todos los obstáculos materiales, de validación y sistémicos que dificultan la obtención de apoyo material para organizar estos cursos”, dice Sarah. En Arcaf, el equipo consigue ofrecer “cursos con intérpretes de lengua de signos francesa (LSF) para mujeres sordas y con problemas de audición, pero también cursos accesibles para mujeres con discapacidades motrices o mujeres ciegas y con problemas de visión”. El programa europeo “No Means no” se puso en marcha en 2020 para hacer más accesible la autodefensa a las mujeres que viven con diferentes tipos de discapacidad.

 

Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

 

“Me ayuda a sentirme legítima, con derecho a defenderme, poderosa y mejor armada”. En este frío día de noviembre en Toulouse, Jessica, de 40 años, ha acudido a un taller de autodefensa feminista en la asociación Faire face [Hacer frente]. Ya participó en un curso de dos días en 2019. “Tras un ajuste de cuentas con un hermano incestuoso que me impidió expresar mi ira durante años, necesitaba hablar con otras mujeres, pero también poner en marcha el cuerpo, con gestos prácticos”, explica con una sonrisa serena.

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