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Frans Timmermans: “La guerra de Ucrania ha aumentado la urgencia de la transición energética”

El vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans.

Mickaël Correia | Amélie Poinssot (Mediapart)

Después de dos años de covid, la agresión militar rusa en Ucrania ha golpeado la agenda climática de la Comisión Europea y su Pacto Verde, cuyo objetivo es lograr la neutralidad del carbono en 2050.

La estrategia “De la granja a la mesa” de la UE, una de las iniciativas clave de esta política, se ve socavada. Un mes después de la invasión rusa, las tierras en barbecho volvieron a ponerse en producción con el pretexto de que la seguridad alimentaria debe tener prioridad sobre el desarrollo de la agricultura ecológica. Lo hicieron posible los lobbies agrícolas productivistas, pero también algunos Estados miembros, entre ellos Francia.

La guerra de Ucrania también ha sido un terrible recordatorio de nuestra dependencia del gas ruso: más del 40% del gas que se consume en Europa. Muchos Estados miembros se apresuran ahora a comprar gas fósil estadounidense o catarí para alejarse rápidamente de Rusia. Sin embargo, la Unión Europea (UE) quiere acelerar el despliegue de las energías renovables y del hidrógeno verde, una fuente de energía cuyo desarrollo es todavía complejo porque consume mucha electricidad.

La UE también está revisando su mercado de carbono –un mecanismo de intercambio de emisiones de gases de efecto invernadero entre las empresas que emiten demasiado y las que emiten menos– para cumplir el acuerdo climático de París. También está desarrollando un impuesto sobre el carbono en las fronteras, cuyo objetivo es gravar los productos importados en función de su huella climática.

La lógica del mercado sigue presente, pero la urgencia ecológica exige un “cambio de sistema”. Frans Timmermans, vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea y responsable del Pacto Verde, lo explica en una entrevista con Mediapart (socio editorial de infoLibre).

PREGUNTA: ¿La guerra en Ucrania supone una oportunidad para la agenda verde de la Comisión?

RESPUESTA: La guerra en Ucrania es una tragedia. Hay una Europa antes del 24 de febrero y otra Europa después. Las heridas y las cicatrices dictarán nuestra política durante generaciones. La transición hacia una sociedad sostenible no ha perdido su urgencia, sino que se ha vuelto aún más urgente.

 P: Sin embargo, la guerra en Ucrania ha despertado las voces críticas con la estrategia “De la granja a la mesa”, que ahora piden más seguridad alimentaria en lugar de desarrollar la agricultura ecológica. ¿Qué tiene que decir a ese respecto?

R: En primer lugar, somos masivamente exportadores. En segundo lugar, desperdiciamos al menos el 20% de nuestra producción. Si redujéramos el despilfarro de grano –que supone la mitad de las exportaciones de grano de Ucrania– ganaríamos enormes cantidades. Por último, cuando vemos hasta qué punto nuestros cultivos se utilizan para alimentar a los animales, no a los seres humanos, tenemos que replantearnos este sistema.

P: ¿Hay que reducir la ganadería?

R: No digo que haya que reducir la ganadería, sólo digo que no hay que utilizar el argumento de que hay escasez de alimentos en Europa y pedir más tierras cuando se utilizan casi exclusivamente para la ganadería. ¡No hay escasez! Hay problemas con los precios, no lo niego. Pero no habrá hambre en Europa debido a la guerra en Ucrania.

 P: ¿Significa esto que la reintroducción del barbecho, decidida un mes después de la invasión rusa, no era necesaria?

R: No fue mi propuesta. Fue una decisión del Consejo Europeo y del Parlamento, y entiendo que alivia algo los temores. Lo dije ante los eurodiputados: la seguridad alimentaria y el abastecimiento de la Unión Europea no están amenazados por la invasión rusa de Ucrania. La presidenta del organismo agrícola europeo Copa-Cogeca, Christiane Lambert, me atacó por ello. Lo que dije es “vergonzoso” e “inhumano”, en su opinión. Utilizar semejantes calificaciones demuestra que no se tienen argumentos concretos.

Es interesante observar que el debate no es el mismo con el paquete “Objetivo 55” [la hoja de ruta para alcanzar el 55% de la reducción de gas de efecto invernadero antes de 2030]; todo el mundo está convencido de que con esta guerra hay que ir más rápido en la transición energética.

Mi argumento es que necesitamos aumentar nuestra soberanía alimentaria. Claro que esto sólo puede basarse en un sistema sostenible. Esto no significa aumentar los volúmenes de producción en condiciones sociales y ecológicas inaceptables, sino ser más independiente de la industria química y responder a las exigencias de los ciudadanos.

Desde hace 40 o 50 años, el entorno de Copa-Cogeca se ha acostumbrado a tener su coto privado. Todo aquel que no forme parte del sistema, que tiene la audacia de opinar sobre esto, debe callarse. En cambio, quiero comprometerme con ellos, quiero cooperar, especialmente con los agricultores, porque muchos de ellos quieren cambiar de dirección.

 P: Ya antes de la guerra, Copa-Cogeca y otros organismos del sector agroalimentario habían hecho todo lo posible para que los eurodiputados votaran en contra de la estrategia “De la granja a la mesa”, que, según ellos, provocaría una importante caída de la producción agrícola del continente. Para ello se basan en un estudio de los servicios científicos de la Comisión, que estima un descenso de entre el 10 y el 15%. ¿Está de acuerdo con esta constatación?

 R: No. También hay otros estudios [véase el cuadro comparativo de la Comisión]. La Universidad de Kiel, por ejemplo, saca conclusiones diferentes. En cualquier caso, no podemos seguir con la PAC actual: ya tenemos enormes problemas con la sequía, la pérdida de biodiversidad y la falta de polinizadores. Estamos en una situación de crisis. “De la granja a la mesa” nos ayuda a ponerle remedio a esto y conduce a una situación más favorable para los agricultores.

 P: ¿En qué sentido?

R: Por primera vez, contamos con un enfoque global que se dirige no sólo a la producción, sino también al comportamiento de los consumidores. Por supuesto, la remuneración justa del trabajo de los agricultores sigue siendo un problema, pero el aumento de la agricultura intensiva no ayudará en absoluto a este respecto.

Tenemos que darles otro papel: permitirles producir alimentos que sean reconocidos por los consumidores como de alta calidad, recompensarles por proteger la naturaleza, pagarles por capturar el CO2 en el suelo. Todo esto proporcionará otra base para su seguridad económica.

No debemos fijarnos sólo en los intereses de las grandes empresas agrícolas. Porque la agricultura será sostenible en Europa, ¡o no lo será!

Es irresponsable aferrarse a un sistema de producción que tiene dificultades para proporcionar a los agricultores ingresos suficientes, sabiendo que este sistema no puede durar. Debemos tener la audacia de proponer una alternativa.

P: No es sólo Copa-Cogeca quien ejerce presión contra el “De la granja a la mesa”. Varios Estados miembros, entre ellos Francia, se muestran reticentes. Al exministro de Agricultura de Francia, Julien Denormandie, no le gusta esta estrategia; Emmanuel Macron la criticó varias veces durante su campaña electoral... En la práctica, ¿quiénes son sus adversarios: los lobbies de la agroindustria, los Estados miembros, la Dirección General de Agricultura de la Comisión Europea... ? Ha habido una cierta resistencia desde que se intenta avanzar en esta agenda.

R: Apelo a la audacia de los dirigentes políticos para que reconozcan la crisis en la que nos encontramos. Es fácil dejar las cosas como están: ningún conflicto con las grandes organizaciones agrarias, ningún problema electoral... Lo que espero hoy es dialogar con el próximo gobierno francés para entrar en los detalles de nuestra propuesta.

“De la granja a la mesa” no conllevará un aumento de los precios ni una disminución de la producción agrícola. Al menos quiero tener la oportunidad de demostrarlo. En los últimos días de campaña, el candidato a la reelección francés volvió a declararse ecologista. Esperemos a ver qué significa esto para el programa del gobierno francés.

 P: Fue para atraer a cierto electorado...

R: Sí, pero quizás también atacó “De la granja a la mesa” para atraer a otro electorado. Veremos cuál es el equilibrio cuando conforme gobierno.

Debemos darnos cuenta de que la agricultura concierne a toda la sociedad. Por eso hemos desarrollado esta política. Los industriales utilizan el argumento del bienestar de los agricultores para obtener enormes beneficios. El reto para nosotros es ser el aliado de las explotaciones agrícolas, no sólo de quienes las representan.

P: El primer resultado concreto de esta hoja de ruta agrícola es que la Comisión Europea tiene previsto publicar en junio una nueva directiva sobre “pesticidas”. Una primera versión, que se filtró en febrero, fue muy criticada por las ONG ecologistas europeas por la falta de limitaciones y los objetivos fijados a discreción de los Estados miembros. ¿Evoluciona el texto?  

R: Sí, aún no hemos terminado el trabajo. Este nuevo reglamento es necesario porque la pérdida de biodiversidad está empezando a tener un enorme impacto, no sólo en la naturaleza sino también en la agricultura. Mi objetivo es tener una propuesta vinculante.

P: ¿Significa “vinculante” que habrá posibilidad de multas para los Estados miembros que no respeten los objetivos? ¿Cómo podemos conseguir concretamente la reducción anunciada del 50% del uso de plaguicidas en 2030 por el Ejecutivo de la UE?

 R: Es demasiado pronto para decirlo, todavía estamos trabajando en el texto en la Comisión.

 P: ¿El objetivo es que la Unión Europea prescinda completamente de pesticidas a largo plazo?

R: Tenemos que reducir los pesticidas; no podremos prescindir de ellos. También tenemos que modernizar la agricultura, orientar el uso de pesticidas con mayor precisión con la ayuda de la tecnología digital, desarrollar otros productos más cercanos a la naturaleza... No se trata sólo de definir los productos que vamos a utilizar. Estamos incubando un cambio de sistema.

P: Otro tema importante del Pacto Verde Europeo es la cuestión energética. El plan para liberarnos de las importaciones de combustibles fósiles rusos propuesto por la Comisión el 8 de marzo pretende acelerar el despliegue de las energías renovables. Pero Italia ha sugerido que podría reabrir las centrales eléctricas de carbón. En Francia, Engie acaba de firmar acuerdos con Estados Unidos para importar Gas Natural Licuado (GNL) hasta 2041 y Dinamarca ha autorizado la reanudación de la construcción de un gasoducto entre Noruega y Polonia. ¿No está dando la UE un gran paso atrás en materia de cambio climático que podría hacer descarrilar la agenda “Objetivo 55” de la UE?

R: Necesitamos un enfoque holístico para este desafío. Es imposible sustituir inmediatamente todos los hidrocarburos rusos por energía sostenible. Hay que encontrar fuentes de energía alternativas, y el GNL es una de ellas.

El GNL requiere nuevas infraestructuras: los alemanes han anunciado la construcción de nuevas terminales de GNL. También hay terminales en España que están infrautilizadas porque construir las infraestructuras necesarias en Francia sería demasiado caro, pero espero que el contexto empuje a Francia a cambiar de opinión.

Tenemos que conseguir que estas infraestructuras contribuyan a una verdadera solidaridad entre los Estados miembros, porque todavía no tenemos la posibilidad de abastecernos mutuamente dentro de la UE en caso de escasez.

Estas nuevas infraestructuras también deberían estar preparadas para el transporte de energías renovables, incluido el hidrógeno. Si lo logramos, la conversión de los gasoductos para el hidrógeno puede hacerse por solo el 25% del coste de construir una red de hidrógeno completamente nueva.

Por último, deshacerse de los combustibles fósiles rusos implica negociar con otros Estados, porque la UE no puede sustituir su dependencia de un país por otro.

EEUU ya nos ha prometido 15.000 millones de metros cúbicos adicionales de GNL, que acabarán siendo 50.000 millones de metros cúbicos en los próximos años [en 2021, la UE importó de Rusia unos 155.000 millones de metros cúbicos de gas fósil].

Y, recientemente, fui a Egipto y Turquía con una doble propuesta: en primer lugar, poder comprar su gas, y en segundo lugar, incorporarlos a nuestra estrategia europea a largo plazo para el hidrógeno verde. Estos países productores saben que el mercado de los hidrocarburos desaparecerá y que, por tanto, tendrán que desarrollarse sobre otra base económica. Y la mayoría de ellos consideran que la energía fotovoltaica, la energía eólica y la producción de hidrógeno verde son una ventaja para su economía.

Nunca podremos producir suficiente hidrógeno verde para nuestra industria. Así que la idea es crear una alianza estratégica con ellos para que tengan acceso a nuestras tecnologías de hidrógeno verde y a los mercados europeos: estos países producirán un exceso de electricidad que podrán exportar a Europa, sabiendo que esta electricidad también puede almacenarse utilizando hidrógeno verde.

P: Habla mucho del GNL y del hidrógeno verde. Pero las Naciones Unidas dicen que la producción de gas debe disminuir un 3% al año para mantener el calentamiento global en +1,5ºC en 2030, y la producción de hidrógeno en Europa sigue siendo en más de un 90% de origen fósil. ¿No se está encerrando la UE en un futuro energético basado en el gas fósil con el falso pretexto de la industria de que el gas es una “energía de transición”?

R: Siempre existe este riesgo. Pero hay otra palanca que debe utilizarse: acelerar el despliegue de las energías renovables. El potencial de la energía fotovoltaica en los tejados sigue estando enormemente infravalorado, pero podemos desarrollarlo muy rápidamente. Desde el punto de vista normativo, no es demasiado complejo de establecer.

El problema es más bien poder producir suficientes paneles solares en la UE y encontrar la mano de obra para instalarlos. Estamos trabajando en ello con Thierry Breton [comisario europeo de Mercado Interior], mientras que hoy estos productos se importan principalmente de China.

También tenemos grandes posibilidades de duplicar la producción de biometano gracias a los metanizadores agrícolas.

Por último, tenemos que consumir menos energía. No me avergüenza apelar al comportamiento individual de los europeos y dar un buen ejemplo. Una reducción de un grado en nuestros edificios equivale a ahorrar 10.000 millones de metros cúbicos de gas. Duplicar la renovación energética de los edificios nos ahorraría 20.000 millones de metros cúbicos de gas al año. Y esto también reduciría significativamente nuestras facturas.

P: Entonces, ¿la sobriedad no es una palabra tabú para usted?

R: No para mí. También es una forma convincente de movilizar a los ciudadanos europeos en solidaridad con Ucrania, ya que este dinero se queda en Europa y no va a parar a los bolsillos de Vladimir Putin [la UE desembolsa unos 700 millones de euros diarios en combustibles fósiles rusos]. Si millones de europeos dan este pequeño paso, supone un salto adelante para toda la sociedad. 

Vivimos en una sociedad individualista y pesimista y desconfiamos demasiado de los demás, pero si podemos demostrar en esta compleja situación de crisis que la solidaridad no es una palabra vacía y que puede llevarse a la práctica, puede darnos una energía increíble.

P: No todos los Estados miembros están igualmente comprometidos con el fin de los combustibles fósiles. Polonia, hoy el país europeo más expuesto a la guerra de Ucrania, sigue siendo el mayor productor de carbón del continente y depende de Gazprom para el 50% de su consumo de gas. ¿Qué propone la Comisión Europea para que Polonia abandone estos dos combustibles fósiles al mismo tiempo?

R: Los dirigentes polacos se han comprometido a dejar el carbón. Esto no cambiará. Lo que se discute es el calendario. Polonia está recibiendo un enorme apoyo de la UE para realizar esta transición.

Para salir del carbón, los polacos habían previsto utilizar el gas como energía de transición. Ahora, por razones que entendemos muy bien, prefieren limitar esta fase. Así que quieren utilizar el carbón un poco más tiempo de lo previsto. Esto es posible si vamos mucho más rápido con la introducción de las energías renovables. Podemos mantener los mismos objetivos. Estamos desarrollando modelos para ello.

 P: En los próximos días, los eurodiputados debatirán la reforma del mercado europeo del carbono en los sectores de la energía, la industria y la aviación para adaptarlo al Acuerdo Climático de París. Esto repercutirá en el precio en el surtidor, así como en el combustible y el gas nacionales. Es una reforma que afectará directamente a los hogares más precarios...

R: La subida de los precios de la energía beneficia sobre todo a Rusia y a la industria energética, que actualmente obtiene increíbles beneficios. No entiendo por qué estos beneficios no están sujetos a una imposición adicional; sin embargo, esto no es una decisión de la Comisión Europea, sino de los Estados miembros.

¿La cuestión política que hay que responder es cómo redistribuir el dinero extraído de este mercado de CO2? Con el actual mercado del carbono, los Estados miembros ya tienen la posibilidad de utilizar este dinero para ayudar a los pobres de la energía. Es una cuestión de elección política a nivel nacional.

Así es como veo también el futuro Fondo Social del Clima. Nuestra intención es ponerlo en marcha antes de introducir una ampliación del mercado del carbono a los sectores del transporte y la vivienda.

La actual subida de los precios de la energía hace que los beneficios salgan de Europa, mientras que un mercado del carbono con un sistema de distribución justo permite la solidaridad paneuropea y un apoyo financiero adicional para la transición a las energías renovables.

Algunos Estados miembros del norte presionan mucho para que el sistema de mercado del carbono se amplíe al transporte y la vivienda, pero no quieren que se cree un Fondo Social del Clima. Otros quieren lo contrario. Ambos son necesarios. Necesitamos un sistema transparente y justo para los ciudadanos que tienen que pagar facturas energéticas elevadas.

P: ¿Cuándo pondrá la UE fin a los derechos de emisión de carbono gratuitos asignados desde 2005 a la industria europea para que pueda competir con terceros países que no tienen las mismas limitaciones normativas? Entre 2013 y 2018 se perdieron 67.000 millones de euros en permisos de contaminación distribuidos gratuitamente a las industrias pesadas, según WWF. Los Estados están muy divididos en este tema.

 R: Estamos avanzando hacia una solución, tanto en el Consejo de la UE como en el Parlamento. El impuesto fronterizo sobre el carbono sólo puede funcionar plenamente si, paso a paso, se reducen los derechos de emisión gratuitos.

P: El lobby de los industriales debe ser terrible en este tema...

R: Sí, aunque estén divididos. Están los que temen por su supervivencia económica y los que lo han entendido y ya se han pasado al futuro.

Lo que pedimos es difícil pero no imposible. La ventaja competitiva en el próximo impuesto fronterizo sobre el carbono es enorme para Europa, ellos lo saben. Hace dos años, la industria del automóvil me trataba de loco. Desde entonces, todos nos hemos movido en la misma dirección: una transición completa a los coches de cero emisiones para 2035.

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Entrevistamos, en francés, a Frans Timmermans el miércoles 4 de mayo de 2022 en Estrasburgo. La entrevista fue corregida y editada posteriormente por su gabinete de comunicación antes de su publicación.

Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

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