La guerra comercial dispara las alarmas en el gran semillero de votos de Trump

Manifestación para protestar contra las políticas del presidente Trump, este fin de semana.

Patricia Neves (Mediapart)

Bethlehem (Pensilvania) —

En la granja de la familia Koehler todos arriman el hombro. La abuela vende productos frescos en la pequeña tienda de la entrada. Su nieta de 16 años acaba de supervisar la inseminación de varias vacas, a las que se oye mugir, y con algunos toques de teléfono puede seguir el precio del maíz o la soja en los mercados. El hijo, Dennis, de 46 años, se encarga del trabajo en el campo. Pero también de los problemas.

“Mire, por ejemplo, pronto será la siembra de primavera en la mayoría de las explotaciones agrícolas americanas, pero la situación es delicada porque la mayor parte de nuestros fertilizantes son importados. Todos tenemos que comprar fertilizantes en el extranjero y ahora estamos en plena guerra comercial”, explica a Mediapart. Dennis estima que el aumento actual de los precios es de casi un 30 %. En la granja de los Koehler, la mitad de los ingresos de la familia proviene de la venta de estas semillas de soja o maíz, y la otra mitad de la cría de bovino.

Desde hace dos o tres años, es como si “los dados estuvieran echados en su contra”, confiesa el agricultor. “Cada año pasa algo”. Sin embargo, Dennis no se opone totalmente a la idea de establecer nuevos aranceles. Como muchos otros en el mundo rural estadounidense, votó por Donald Trump. Y lo hizo dos veces: en 2016 y en 2024. “Creo que el presidente toma muchas decisiones acertadas”, afirma.

Cita en particular a China, que, en su opinión, “no pagaba lo suficiente” por los productos americanos que importaba hasta ahora, en particular la soja. “Pero también creo que los aranceles excesivos no son realmente una solución. Lo que me preocupa es que todo esto acabe perjudicando a los trabajadores”, concluye. “Espero que Trump vea que los agricultores estadounidenses le han apoyado y que nos ayude a hacer frente a la situación”.

Unas horas antes, el jueves 19 de abril, el presidente americano manifestaba por primera vez su voluntad de calmar los ánimos. “No quiero que aumenten más [los aranceles]”, declaró desde la Casa Blanca ante un puñado de periodistas. “Quizá tengan que disminuir, porque en algún momento la gente dejará de comprar”. Estas declaraciones podrían dar paso a la apertura de negociaciones con China tras varias semanas de enfrentamiento.

En poco más de dos meses, mientras el resto del mundo obtenía un respiro, Estados Unidos impuso a Pekín unos aranceles de hasta el 145 % porque había anunciado, sin ceder, sus propias medidas de represalia. Como tercer mercado para los agricultores estadounidenses, por detrás de México y Canadá, los hogares chinos consumieron el año pasado casi 13.000 millones de dólares en soja cultivada en granjas como la de la familia Koehler.

China también compró carne de vacuno americano —por casi 2.000 millones de dólares—, carne de cerdo, carne de ave —sobre todo patas de pollo— y casi la misma cantidad de productos lácteos. Sin embargo, no fue suficiente para reducir el déficit comercial —un indicador al que Donald Trump concede mucha importancia— entre ambos países. Estados Unidos importa mucho más de lo que exporta a China.

Respuesta de Pekín

Decidido a plantar cara a su gran rival occidental, el presidente chino ha decidido responder de forma metódica, golpeando donde Donald Trump parece más vulnerable: a los agricultores americanos, su fiel base electoral. El 78 % de ellos votó a Trump en 2024 en los condados más rurales. Xi Jinping ha comenzado a apuntar a sus exportaciones, concretamente a la soja y el maíz, pero también a la avicultura, imponiendo a Estados Unidos, en todos los sectores, aranceles del 125 %.

“Ya habíamos visto esta estrategia durante la anterior guerra comercial [iniciada por Donald Trump durante su primer mandato, ndr]. El alcance es mucho mayor hoy en día, pero vemos una vez más que China apunta específicamente a los productos de las regiones que han votado al presidente Trump”, analiza Erica Owen, profesora de la Escuela de Asuntos Públicos de la Universidad de Pittsburgh.

Más allá del aumento de los aranceles, China ha lanzado además una serie de represalias muy simbólicas. A principios de abril, anunció la suspensión de las importaciones, entre otras cosas, de carne de ave procedente de cinco empresas americanas. La razón oficial es la presencia de bacterias o de productos químicos prohibidos.

Arancel [tariff en inglés] es la palabra más bonita del diccionario

Donald Trump

Durante la primera guerra comercial de 2018, el sector agrícola americano perdió alrededor de 27.000 millones de dólares, de los cuales el 71 % correspondía solo a las exportaciones de soja, según la American Soybean Association. Para que los agricultores pudieran “afrontar” la situación, “la administración Trump les había concedido entonces un plan de rescate de unos 25.000 millones de dólares”, recuerda Erica Owen. Y añade: “Era casi tanto como los ingresos generados por los aranceles impuestos en aquel momento”.

Esta vez, las pérdidas podrían ser aún mayores: Donald Trump sigue hoy una política comercial mucho más agresiva, invocando una ley de 1977 que aumenta su poder ante una situación de emergencia económica. “Arancel [tariff en inglés] es la palabra más bonita del diccionario”, repite el presidente americano.

Pero en las grandes cadenas de información continua, cada día, e incluso varias veces al día, van apareciendo uno tras otros analistas, como si fuera un cortejo fúnebre, que ofrecen a los telespectadores sus previsiones más pesimistas para la economía del país: aumento de la inflación, aumento del desempleo e incluso recesión. Sobre el terreno, en Pensilvania, también empiezan a surgir las dudas. Incluso entre los agricultores.

Una estrategia brutal

“Es un año realmente estresante”, resume Dennis. “El año pasado no tuvimos una buena cosecha debido a la sequía. Por lo tanto, económicamente no estamos en una situación ideal. Ahora, con los aranceles... va a ser difícil. Nos vamos a quedar sin liquidez, no sé si podré pagar mis facturas o a mis seis empleados”.

Para algunos agricultores como Dennis, los nuevos aranceles llegan en un contexto tenso. “Todo nos llega al mismo tiempo”, resume. “Yo exporto muchas semillas. Pero ahora estamos viendo que las exportaciones se están ralentizando. El precio al que vendemos nuestras semillas es más bajo. Aunque no me gusta vender a este precio tan bajo, necesito liquidez para mantener la granja en funcionamiento. Estoy obligado a vender, ¿entiende?”.

“Además de eso, está la gripe aviar”, dice el agricultor. En efecto, en Estados Unidos han muerto o han tenido que ser sacrificadas más de cien mil aves de corral. Semillas que Dennis no ha podido vender en el mercado nacional. “Podría exportar más semillas al extranjero”, añade. “Pero los aranceles me lo impiden”. Además, sus costes de producción han aumentado, lo mismo que sus tipos de interés. Obligado a operar ahora con márgenes más reducidos y dependiente de sus exportaciones de soja, Dennis espera a ver qué resultados van a tener las negociaciones sobre los aranceles.

Trump es un puto imbécil que va a arruinar el país

Un pequeño agricultor americano

Desde la Universidad de Pittsburgh, la profesora Owen también está a la espera. Afirma no haber observado “muchos indicios concretos” que apunten a una rápida evolución de estas negociaciones. “Está claro que la estrategia comercial de la Administración Trump es bastante volátil, errática y brutal”, opina. “A corto plazo, esto puede generar una pérdida de confianza en Estados Unidos, que parece dispuesto a atacar a sus aliados y adversarios sin distinción”.

En cuanto a China, “hay, sin embargo, preocupaciones legítimas”, concluye la profesora. Cuando el país se adhirió a la Organización Mundial del Comercio (OMC), la transición a una economía de mercado no permitió instaurar un régimen democrático y unas normas comerciales “justas”. Pero la actual estrategia de la Casa Blanca, con sus mensajes contradictorios, parece haber creado solo caos y confusión.

En Pensilvania, la mayoría de los agricultores con los que se ha reunido Mediapart parecen aún impermeables a los malos augurios de la televisión. Siguen apoyando a Donald Trump con fuerza y entusiasmo. Al menos en público. «”No, son las vacaciones de Semana Santa, ¡no quiero hablar de aranceles!”, exclama un pequeño ganadero en un mercado agrícola, no lejos de Bethlehem. “¿Por qué? ¿Le preocupa?”, le preguntamos. “No, ¡estoy encantado!”, responde.

Detrás de la aparente satisfacción, algunos pequeños indicios en el mercado parecen confirmar las dificultades a las que se enfrentan los agricultores. “El precio de los bocadillos ha subido un 10 %”, se lee, por ejemplo, en un pequeño cartel. En un puesto de fruta han desaparecido los productos que normalmente se venden a un dólar, sustituidos por jacintos a 7,99 dólares (7,03 euros).

En carretera, en los alrededores de la localidad, nada parece perturbar las vastas llanuras de Pensilvania, el más importante de los Estados clave, capaz de inclinar la balanza de las elecciones presidenciales en un sentido u otro. La agricultura es uno de los principales motores de la economía local, y China es un socio importante, el tercer mercado de Pensilvania.

Pero, al mirar más de cerca, en los alrededores de Bethlehem, algunas granjas parecen haberse detenido en el tiempo, en pleno apogeo de la reciente crisis del huevo. “8 dólares la docena”, anuncia un cartel del mes pasado a la entrada de un granero. En el aparcamiento, parecen como abandonadas enormes cajas de semillas de soja.

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“¿Está seguro de que no se va a publicar esto aquí?”, pregunta un pequeño agricultor del mercado. “De acuerdo, le diré lo que pienso: Trump es un puto imbécil que va a arruinar el país. Pero voy a ser sincero con usted, aquí soy minoría y mis ventas son buenas, porque mis clientes son votantes de Donald Trump y, de momento, todavía confían en él”. En la granja de los Koehler, Dennis tampoco “se arrepiente” de haber votado a Trump. “Ya hablaremos dentro de cuatro años...”.

 

Traducción de Miguel López

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