Alaa Abou Alia clava sus dedos en el colchón mientras el médico desinfecta sus heridas en una pequeña habitación del ayuntamiento de Al Mughayyer. El centro médico está en el primer piso, pero en los últimos días ha habido demasiados heridos, más de cincuenta, muchos de ellos demasiado heridos para subir. El Dr. Iyad Naassan trató primero a algunos de ellos directamente en su casa el primer día de los ataques de los colonos israelíes a este pueblo palestino, y luego, con otros sanitarios, bajaron una cama y vendas a la planta baja de este edificio administrativo. Este médico de familia atiende a un flujo constante de pacientes, la mayoría con heridas de bala.
Alaa recibió dos disparos, una en cada rodilla, con herida penetrante. ¿Necesitará una operación? El médico termina de curar la herida, sin levantar la vista: "Esperemos que no. Podremos juzgarlo después de algunas sesiones de rehabilitación y una radiografía. Pero estas balas causan mucho daño, se utilizan para matar animales grandes. Ellos [los colonos] apuntan deliberadamente, para dejar lisiado".
El 12 de abril, último día de la festividad musulmana del Eid, cuando Alaa se enteró de que los colonos israelíes estaban atacando el pueblo, se acercó a casa de su tía. La casa está en las afueras de Al Mughayyer, un pueblecito enclavado en las colinas que, en esta época del año, están cubiertas de un verde brillante moteado de flores amarillas y amapolas, en medio de Cisjordania, entre Ramala al suroeste y el valle del Jordán abajo al este.
El adolescente agarró a su prima para sacarla de allí y se encontró con un colono que le disparó, "a quemarropa", dice el joven de 15 años. Se desplomó. Desde ese día el miedo y el dolor no abandonan su mente. A veces, más allá de su aspecto bravucón, se percibe que la infancia no ha abandonado del todo al chico del chándal. "No puedo dormir. He visto cómo disparaban a la gente delante de mí", murmura con el rostro inexpresivo.
Durante tres días, los colonos israelíes atacaron Al Mughayyer, matando a uno de los residentes, Jihad Abou Alia, de 25 años. La bala le atravesó el cráneo, según el socorrista que lo declaró muerto. Otros cuatro heridos siguen en cuidados intensivos, en estado crítico. Otros pueblos de los alrededores fueron también atacados; los colonos mataron a otros tres palestinos, entre ellos un adolescente de 17 años; los militares, en redadas separadas, mataron a cuatro personas más. El Ministerio de Sanidad palestino informó de 75 heridos en tres días.
En Al Mughayyer, el asalto se lanzó pocas horas después de la desaparición de un adolescente israelí de 14 años. Binyamin Achimair había salido de un asentamiento cercano para llevar a pastar a sus animales el 12 de abril; algunos de ellos regresaron solos unas horas más tarde. Su cadáver fue descubierto al día siguiente a mediodía, no lejos de allí. El ejército y las autoridades israelíes afirman que murió en un "ataque terrorista". Ni la policía ni el ejército respondieron a las preguntas de Mediapart.
Solos frente a los colonos
Los colonos se coordinaron entonces, probablemente a través de WhatsApp o Telegram. A Al-Mughayyer llegaron pequeños grupos como exploradores, y luego fueron creciendo. Finalmente aparecieron a primera hora de la tarde del viernes cientos de ellos desde todos los flancos y rodearon la casa de Amer Abou Alia en la ladera por la entrada norte.
“Yo estaba apostado ahí cuando llegaron", dice un padre de familia de 42 años, señalando la entrada al patio, con una buena vista sobre los olivares de fuera de la aldea. “Les tiré piedras para que se retiraran". Su mujer y sus cuatro hijos consiguieron escapar por una de las ventanas traseras. Un de los colonos le disparó. Permaneció en el hospital hasta el sábado por la mañana; cuando regresó, los colonos habían vuelto a atacar la zona. Prendieron fuego a las casas que los residentes habían abandonado para salvarse. Su hijo de 14 años, Mohammed, tiene una herida en el tobillo: según su padre, al escapar le alcanzó una bala de goma disparada por un soldado.
"La policía israelí llegó el sábado hacia las cuatro de la tarde para echar a los colonos, cuando ya todo había terminado. No tenemos nada, ni policía ni bomberos. Sólo podemos contar los unos con los otros", continúa. En este gran edificio hay muy pocos muebles y resuenan las voces. La familia regresó hace menos de un año. Gran parte de la casa quedó devastada por el fuego. Los niños escriben y hacen dibujos en las paredes de la cocina, llenas de hollín. En el dormitorio de la más pequeña, Yasmine, de 3 años, el único juguete que no se quemó es una muñeca que le habían regalado para Eid y que mira como ausente. "Durante dos días no habló", dice su padre.
El viernes, las fuerzas de seguridad palestinas advirtieron al consejo local de que los colonos se encaminaban hacia el pueblo, tras haber sido informados por los israelíes como parte de su cooperación en materia de seguridad.
"Nos dijeron que no nos preocupáramos'", dice Marzouq Abou Naim. Este teniente de alcalde, una figura endeble al final de la mesa con el rostro medio oculto por una gorra negra, hace balance con voz clara. Catorce casas completamente quemadas, quince medio quemadas, 145 animales robados y 50 muertos, más de 60 coches incendiados...". El segundo día de los ataques fue el más violento. Disparaban a todo el mundo", cuenta. “Los colonos aparecieron justo cuando los hombres se reunían para el funeral de Jihad Abu Alia, a quien habían matado el día anterior.
Tras los ataques, el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, pidió a los israelíes que no se tomaran la justicia por su mano, prometiendo detener a los asesinos del joven colono.
Estallido de violencia
Al Mughayyer ya había sufrido ataques de colonos: en 2019, mataron a un residente de 38 años, Hamdi Naassan. Un año después, un adolescente de 13 años, Ali Abou Alia, murió por disparos del ejército israelí durante una manifestación. Más abajo, fue atacada el pasado junio la localidad de Turmussayya: las fuerzas de seguridad israelíes quemaron casas y mataron a un joven. Pero nunca antes los colonos habían atacado tres días seguidos y en tal número.
Cisjordania lleva dos años devastada por una violenta campaña de represión israelí, destinada sobre todo a intentar frenar el resurgimiento de la resistencia armada palestina. Esta campaña se intensificó tras los atentados de Hamás contra Israel del 7 de octubre de 2023. En seis meses, los israelíes han matado a 468 palestinos. La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) ha registrado una media de siete ataques de colonos al día. Se trata de una cifra sin precedentes desde 2006, cuando la organización comenzó a recopilar estos datos.
Se han distribuido miles de armas a los colonos. Muchos palestinos denuncian que los colonos han empezado a vestir uniformes militares, a veces como diversión pero sobre todo porque se han integrado en equipos de reservistas en sus asentamientos. "Atacan a los palestinos en nombre del ejército. Si es cierto o no, poco importa", afirma Yasmeen el-Hasan, coordinadora internacional de la ONG palestina Unión de Comités de Trabajo Agrícola (UAWC), que ayuda a los palestinos a permanecer en sus tierras mediante programas de agricultura. “Los colonos actúan con total confianza, envalentonados por la impunidad. La impunidad que les confiere el gobierno israelí y la impunidad que ven en Gaza, donde el mundo lleva seis meses observando y participando activamente en el genocidio".
Los ataques en Al Mughayyer también forman parte de un contexto más amplio de violencia colonial. El joven adolescente israelí asesinado vivía desde 2015 en un grupo de granjas, Malakhei Hashalom, en una de las colinas circundantes. Esas pequeñas aldeas, creadas de la nada, son uno de los instrumentos más eficaces de la colonización israelí: con unos pocos colonos, animales y armas, van ganando poco a poco la tierra circundante y expulsando a los palestinos de las zonas de pastoreo.
Malakhei Hashalom "es directamente responsable del traslado forzoso de varias comunidades beduinas de los alrededores, entre ellas Ein Rashash, que fue evacuada después del 7 de octubre", tras un violento ataque a la comunidad vecina de Wadi Al Siq, donde los palestinos tuvieron que huir, dejando atrás sus pertenencias, señala Sarit Michaeli, de la ONG israelí B'Tselem. Los beduinos se marcharon "tras dos años de intenso acoso por parte de los agricultores y ganaderos de Malakhei Hashalom", explica.
Ese patrón se ha repetido en otras zonas de Cisjordania. Entre el 7 de octubre y finales de enero de 2024, fueron desplazados al menos 1.208 hombres y mujeres palestinos, casi la mitad niños, como consecuencia de la violencia colonial y las restricciones de acceso, señaló la ONU a mediados de abril.
Malakhei Hashalom, construido sin autorización, ha sido legalizado por el actual gobierno israelí, aunque el asentamiento sigue siendo ilegal según el derecho internacional. El lunes, el ejército desmanteló algunas de las estructuras, provocando la furia de los colonos. El miércoles, el ministro de Defensa, Yoav Gallant, visitó la zona, señalando a Irán como responsable del asesinato del adolescente. El ejército ha aumentado su presencia en el territorio ocupado.
Aislamiento
En Al Mughayyer, en la pequeña sala del consejo local, Marzouq Abou Naim está de pie, con su camisa a cuadros cuidadosamente arremangada. El verdadero objetivo de los colonos –señala un mapa que muestra el pueblo y sus extensas tierras de cultivo– es atrapar a los habitantes en el centro del pueblo, en la Zona B, bajo control administrativo palestino. La mayor parte de las tierras de Al Mughayyer están en la zona C, bajo control administrativo y de seguridad israelí.
En los últimos años, los campesinos del pueblo se han visto gradualmente sin acceso a sus tierras del otro lado de la carretera de Allon, que cruza parte de Cisjordania de norte a sur, por el flanco oriental. Según el edil, los palestinos poseen allí 30.000 dunums (3.000 hectáreas). Desde el 7 de octubre, no pueden acceder ni siquiera acercarse a las tierras situadas a su lado de la carretera, a la entrada del pueblo.
"Cualquiera que se aventure a salir es disparado por el ejército o, por ejemplo, le confiscan el tractor. Este año no hemos podido recoger aceitunas", explica Marzouq Abou Naim. "La gente ha vendido la mitad de su ganado", porque no hay donde pastar. La pérdida de ingresos es importante para las familias, muchas de las cuales complementan los escasos salarios que reciben de la Autoridad Palestina, disminuidos en los últimos meses por los recortes presupuestarios. Dos de las carreteras de acceso a Al Mughayyer también están bloqueadas.
OCHA ha identificado 759 obstáculos a la movilidad de los palestinos en Cisjordania –puestos de control, barreras, carreteras bloqueadas, etc.–, de los cuales 114 se implantaron después del 7 de octubre. "La fragmentación forzosa está diseñada de tal manera que los palestinos no pueden conectarse entre sí", afirma Yasmeen el Hasan, de la ONG UAWC.
Los palestinos también están perdiendo "su apego histórico a la tierra", afirma Sarit Michaeli. Esta concentración de población palestina en pequeñas zonas densamente edificadas no es culpa exclusiva de los colonos: "Es la política de la administración civil israelí [el organismo del ejército responsable de la población civil en los Territorios Palestinos Ocupados - nota del editor] que prohíbe construir en la Zona C, alrededor de los pueblos", señala, vinculando la violencia de los colonos con las políticas israelíes de desarrollo en estas regiones y la confiscación de tierras por parte del ejército para establecer polígonos de tiro. Frente a este sistema, las sanciones individuales adoptadas por algunos Estados occidentales, como Francia, contra determinados colonos no han tenido ningún efecto.
"Esta ocupación no tiene temor de Dios, ni humanidad. Incluso golpean las cabezas de los animales con piedras", replica Fadel Abou Alia, sentado, con su familia, a la sombra de unos olivos en las afueras de Al Mughayyer. Más abajo, han sido incendiadas las grandes tiendas totalmente equipadas que les servían de hogar y se llevaron el dinero y el oro que habían escondido allí; sus partidas de nacimiento, documentos y papeles oficiales han sido quemados. Fadel Abou Alia sólo pudo salvar a tiempo a sus seis hijos y a su rebaño.
La familia procede de Khirbat Jib'it, justo al lado de Malakhei Hashalom. Tres días después del 7 de octubre, los israelíes, mediante amenazas y ataques, "los trasladaron contra su voluntad". "Se llevaron todas nuestras cosas de allí y vinimos aquí", cuenta el padre, de 54 años. Pensó que estaba más seguro en Al Mughayyer y allí se va a quedar, dice. En cualquier caso, de momento no tiene otra opción.
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Traducción de Miguel López
Alaa Abou Alia clava sus dedos en el colchón mientras el médico desinfecta sus heridas en una pequeña habitación del ayuntamiento de Al Mughayyer. El centro médico está en el primer piso, pero en los últimos días ha habido demasiados heridos, más de cincuenta, muchos de ellos demasiado heridos para subir. El Dr. Iyad Naassan trató primero a algunos de ellos directamente en su casa el primer día de los ataques de los colonos israelíes a este pueblo palestino, y luego, con otros sanitarios, bajaron una cama y vendas a la planta baja de este edificio administrativo. Este médico de familia atiende a un flujo constante de pacientes, la mayoría con heridas de bala.