Juzgar a Putin por sus crímenes de guerra, ¿misión imposible?
¿Responderá algún día Putin por los crímenes cometidos por las tropas y milicias rusas contra miles de ucranianos tras su decisión de atacar su país el 24 de febrero de 2022, con el monstruoso pretexto de "desnazificar" el país vecino?
Por parte ucraniana, algunos descartan cualquier tipo de juicio y se inclinan por una solución drástica: la eliminación pura y simple del presidente ruso. Así lo explicaba Vadym Skibitsky, director adjunto de la inteligencia militar ucraniana, en una entrevista concedida a Die Welt el jueves 25 de mayo.
Asesinar a Putin es la "prioridad absoluta" de sus servicios, afirmó. "Está el primero de nuestra lista", asegura, con el objetivo de poner fin a la guerra en Ucrania lo antes posible. Es Putin, argumenta, quien está "coordinando" la ofensiva y "decidiendo lo que ocurre". El razonamiento tiene el mérito – y las limitaciones– de la simplicidad: se acabó el líder, se acabó el problema...
No es la primera vez que se plantea esa posibilidad, señala la jurista Mathilde Philip-Gay, profesora de Derecho Público en la Universidad Jean-Moulin-Lyon III, en su libro Peut-on juger Poutine? (¿Podemos juzgar a Putin, edit. Albin Michel). El 4 de marzo de 2022, el senador americano Lindsey Graham declaraba que "la única manera de detener esta guerra es eliminar a Vladimir Putin".
Pero, aparte de la dificultad de aplicar una solución de este tipo, prohibida por el derecho internacional –está protegida la vida de los dirigentes y de sus familias–, se trata de un "razonamiento falso", señala Mathilde Philip-Gay, "el tipo de razonamiento que puede hacerse con prisa, por miedo o por cabreo".
Para esta profesora es vital que prevalezca la ley y que Vladimir Putin no sólo responda de sus crímenes, sino que también pueda acogerse a todas las garantías que ofrece la ley, como cualquier otra persona. Porque no se trata sólo de exigir justicia, hay que prepararse para el futuro y evitar nuevas guerras; pensamos inevitablemente en Asia y en las amenazas recurrentes de la República Popular China a Taiwán. Garantizar que las generaciones futuras puedan "vivir en un mundo en el que los criminales, aunque sean dirigentes de los Estados más poderosos, nunca escapen a la justicia".
No será tarea fácil. A sus 70 años, el dirigente ruso está decidido a evitar cualquier juicio internacional aferrándose al poder y beneficiarse así de la impunidad que le otorga esa inmunidad. Pero un grupo de abogados, ex dirigentes políticos y activistas intentan escribir un escenario diferente y llevarlo ante la justicia internacional.
Mathilde Philip-Gay se ha unido a la lucha emprendida por Gordon Brown, primer ministro británico entre 2007 y 2010, y el abogado franco-británico Philippe Sands, autor de la magnífica obra Retour à Lemberg (Regreso a Lemberg, edit. Albin Michel, 2016). El 4 de marzo de 2022, en un artículo publicado en Le Monde, defendieron la creación de un tribunal especial para el delito de agresión. Aunque recordaban que ya se habían iniciado procedimientos ante la Corte Penal Internacional –se ha emitido una orden de detención contra Putin por "crímenes de guerra" en relación con la "deportación" de miles de niños ucranianos en el marco del conflicto entre Moscú y Kiev–, señalaban que había una deficiencia: la Corte no podía procesar por el delito de agresión.
Muchos países occidentales apoyan ahora la iniciativa. El próximo mes de julio se abrirá una fiscalía en La Haya, "que podrá emitir órdenes de detención", explica Mathilde Philip-Gay. “Sin embargo, existe un riesgo", señala. “Estados Unidos intenta socavar las negociaciones queriendo dar al mismo tiempo la impresión de que las apoya, y promueve la idea de una jurisdicción híbrida que concedería inmunidad a los altos cargos políticos. ¿Por qué? Para evitar que ex presidentes como George W. Bush sean procesados por crímenes cometidos en Irak o Afganistán...”
Como muestra de que la justicia penal internacional aún tiene mucho camino por recorrer antes de poder satisfacer a los más débiles y dejar de favorecer sólo a los más poderosos, Henry Kissinger celebrará el sábado su centenario, sin haber sido nunca interrogado por su implicación en los horrores de la guerra en el sudeste asiático, en particular en Camboya.
Esta semana, la web americana The Intercept publicó toda una serie de artículos basados en el trabajo de investigación, tanto sobre el terreno como en archivos, llevado a cabo por el periodista Nick Turse. "He descubierto que Henry Kissinger es responsable de más muertes de civiles en Camboya de lo que se sabía hasta ahora, basándome en archivos exclusivos de documentos militares que he reunido y en entrevistas con supervivientes camboyanos y testigos americanos", declaró Nick Turse a Mediapart (entrevista completa aquí). Su principal conclusión es que "Los expertos creen que Kissinger tiene una responsabilidad significativa en los ataques de Camboya, que mataron hasta 150.000 civiles, seis veces más de los no combatientes que ha matado Estados Unidos en sus ataques aéreos desde el 11 de septiembre de 2001". Kissinger, Premio Nobel de la Paz en 1973, al ser preguntado sobre ello, "respondió con sarcasmo y se negó a dar ninguna respuesta".
Mathilde Philip-Gay reconoce las lagunas de la justicia penal internacional, pero sostiene que "estamos en un punto de inflexión". "Es cierto que no se juzga a los más poderosos. Eso sí que es un problema. El propósito de mi libro es destacar ese punto de inflexión, el hecho de que estamos intentando construir una justicia para los más débiles.”
Los crímenes impunes del siglo pasado no deben disuadirnos de luchar contra los que se cometen ante nuestros propios ojos. En cierto modo, juzgar a Putin ofrece la esperanza de que algún día los futuros Kissinger y Bush no escaparán a sus responsabilidades criminales, y que también disuadirá a quienes puedan sentirse tentados de seguir su aventurerismo militar. En el estrecho de Taiwán o en cualquier otro lugar.
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Sobre este tema, puede leer también Vladimir Poutine, l'accusation, de Robert Badinter, Bruno Cotte y Alain Pellet (edit. Fayard), que expone los fundamentos del procesamiento del dirigente ruso.
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Con este artículo inauguramos una serie de crónicas titulada "Nuestras guerras frías", en la que nos moveremos entre la posguerra marcada por el enfrentamiento soviético-americano y esta nueva Guerra Fría que vivimos, en la que la rivalidad entre Estados Unidos y China está sacudiendo el orden mundial. La idea es evocar las disonancias, resonancias y concordancias de toda subjetividad.
Traducción de Miguel López