No hubo ninguna mención oficial al enlace ferroviario Lyon-Turín, al menos según las declaraciones conjuntas realizadas antes de su reunión. Tampoco se mencionó la posibilidad de que el empresario Vincent Bolloré regrese al grupo Mediaset tras la muerte de Silvio Berlusconi, como se preguntaba recientemente La Repubblica.
Para Roma y París, lo más importante estaba en otra parte: escenificar un reinicio de relaciones, tras meses de tensiones, cambios de opinión y aplazamientos. Giorgia Meloni y Emmanuel Macron mantuvieron un cara a cara de casi dos horas el martes 20 de junio en el Palacio del Elíseo, aprovechando un viaje de la primera ministra italiana a París para defender la candidatura de Roma como sede de la Exposición Universal de 2030.
Desde su victoria en las elecciones parlamentarias de septiembre de 2022, la líder posfascista de 46 años se ha reunido con muchos de sus homólogos en Europa: el alemán Olaf Scholz en Berlín en febrero, una oportunidad para ella de resarcirse de sus comentarios sobre su "alergia a Alemania"; el español Pedro Sánchez –un socialdemócrata con el que dijo encontrarse "en sintonía"–; y el británico Rishi Sunak en Londres, cuyo enfoque particularmente duro de la migración elogió en abril: "Estoy viendo su trabajo, estoy a favor de él, y creo que hay mucho que podemos hacer juntos", dijo.
El viaje a París se ha producido, por tanto, muy tarde, y hasta el lunes la prensa italiana ha estado especulando sobre la realidad de este encuentro. El jefe del Estado francés hizo una breve referencia a ello durante su discurso del martes, cuando habló de la "amistad" entre Roma y París, "que permite que surjan controversias y desacuerdos, pero en un marco siempre respetuoso, porque forma parte de una historia más grande que nosotros, más profunda".
Pragmatismo
En el último año ha habido tensiones periódicas. Cuando Roma se negó a acoger al Ocean Viking, con más de 200 migrantes a bordo, en noviembre de 2022, Gérald Darmanin (ministro de Interior) dijo que Italia "no se comportaba como un Estado europeo responsable". En mayo, el mismo ministro consideró a Giorgia Meloni "incapaz de resolver los problemas migratorios por los que fue elegida": el Gobierno francés tuvo que enviar a Roma a Catherine Colonna, ministra de Asuntos Exteriores, para calmar los ánimos.
Para París, estos enfrentamientos tienen un claro interés: el Gobierno se presenta como un ejecutivo progresista, comprometido con los valores de la solidaridad y el Estado de derecho. Y ello a pesar de que la política migratoria de Macron, por ejemplo en Mayotte en las últimas semanas, sugiere lo contrario.
La cena organizada por el presidente Macron en París en febrero, en presencia del presidente ucraniano Volodímir Zelensky, también dejó huella: Giorgia Meloni, partidaria de Kiev y defensora de la entrega de armas a Ucrania, no fue invitada, mientras que sí lo fue el canciller alemán Olaf Scholz. Acabó calificando la cena de "inoportuna", porque socavaba la unidad de los Veintisiete sobre Ucrania.
Y si nos remontamos un poco más atrás, a la época en la que Fratelli d'Italia, el partido de Meloni, aún estaba en la oposición, ella fue la única que se negó a ratificar el Tratado del Quirinal, el tratado de cooperación entre Roma y París, concluido en 2021. En ese momento, era el ex banquero Mario Draghi, el aliado más cercano de Macron, quien aún gobernaba la península.
Todo esto seguía en el aire el martes en el Palacio del Elíseo. Pero el encuentro, según el entorno del jefe del Estado, "permitió crear convergencias sobre temas de interés común", en un contexto de "pragmatismo". Meloni, por su parte, hizo lo estricto mínimo, hablando de una "colaboración estrecha y fructífera".
"Ninguna diferencia con las relaciones anteriores a Draghi”
Bien mirado, París y Roma defienden en Bruselas varios temas en común. Sobre Ucrania, los dos países acaban de entregar a Kiev el sistema franco-italiano de defensa tierra-aire SAMP/T, destinado a proteger a la población civil de los misiles rusos.
También piden más o menos la misma reforma del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE, frente a la ofensiva de los liberales alemanes sobre el tema, y el uso de la energía nuclear para lograr la transición energética, una cuestión que vuelve a avivar las tensiones entre París y Berlín.
Incluso en el tema de la migración, los intercambios parecen avanzar ahora con fluidez. "Estas cuestiones no llevan necesariamente a enfrentamientos políticos, pues estamos de acuerdo en que tenemos que controlar mejor nuestras fronteras", insistió la parte francesa al término de la reunión.
Lo que sí dejaron de lado fueron las discrepancias sobre la posibilidad de recurrir al presupuesto europeo para construir muros antiinmigración en las fronteras de la UE, una propuesta que probablemente resurja durante la campaña electoral europea con la derecha y la extrema derecha.
Tanto Macron como Meloni se felicitaron por el acuerdo alcanzado a principios de junio en Luxemburgo por los ministros de Interior de la UE sobre el pacto en materia de asilo y migración, que Italia reclamaba desde hace tiempo, y que, por ejemplo, había enfurecido a los Verdes alemanes, que gobiernan en coalición en Berlín.
En resumen, más allá de las poses de los distintos partidos, hay espacio para el trabajo conjunto. “Si el punto de referencia es Draghi, está claro que no es lo mismo: había una conexión personal y un apetito por Europa entre los dos hombres", nos aseguraron en el lado francés a principios de año. “Pero si se ponen las cosas en perspectiva, no hay ninguna diferencia con las relaciones anteriores a Draghi".
Es decir, cuando Italia estaba dirigida por una coalición Movimiento Cinco Estrellas (M5S) y la Liga (extrema derecha), que apoyaba públicamente, por ejemplo, la movilización de los "chalecos amarillos", provocando de nuevo agrios intercambios entre las dos capitales.
Este tête-à-tête parisino se ha producido además a menos de un año de las elecciones europeas, en las que Giorgia Meloni espera reproducir en el Parlamento Europeo el año próximo lo que ha conseguido en Roma, con la ayuda de Silvio Berlusconi: una alianza mayoritaria de la derecha y la extrema derecha. Desde este punto de vista, su viaje a Túnez a principios de junio no ha pasado desapercibido.
Meloni acudió allí junto a Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y Mark Rutte, jefe del gobierno neerlandés, y los tres se declararon convencidos de que Túnez se había convertido en un país clave para "contener" la llegada de inmigrantes a Europa. La líder posfascista, habitualmente aliada del húngaro Viktor Orbán o del polaco Mateusz Morawiecki, estuvo allí junto a dos pesos pesados proeuropeos: una heredera de Angela Merkel y un aliado liberal de Emmanuel Macron.
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Si bien el recién elegido jefe de Estado francés se vio propulsado al centro del terreno de juego en las elecciones europeas de 2019, liderando el bando "liberal" frente a los "iliberales", todo apunta a que Giorgia Meloni, figura clave en la actual remodelación política, le robará el show en la campaña del año que viene.
Traducción de Miguel López