Meghan Markle se recicla como 'tradwife' en Netflix y da alas al rol más rancio de la mujer dentro de casa

La verdadera felicidad se encuentra en las pequeñas cosas. Basta con poner verduras en un plato de colores degradados o esparcir un humus con flores comestibles. En cualquier caso, eso es lo que hace ampulosamente Meghan Markle, duquesa de Sussex, esposa del príncipe Harry, en un programa de ocho episodios emitido en Netflix titulado With Love, Meghan.
Encerrada en una cocina toda beige alquilada para la ocasión, muy iluminada por el sol, la actriz y duquesa, también vestida de beige, recibe a antiguas compañeras de profesión, amigas o chefs de renombre. ¿Su objetivo? Enseñar a la gente a romantizar su rutina, fabricando sus propias velas de cera de abeja, sales de baño o galletas para perros cortadas con un molde en forma de hueso.
En este programa, desprovisto de la más mínima pizca de ironía o humor, hay que reconocer el talento de Meghan Markle: el de mostrar un asombro exagerado en cada paso, incluso cuando va a recoger huevos al gallinero.
A veces, en este tutorial interminable, la duquesa obsequia a su audiencia con pensamientos de alto vuelo. Mientras prepara chips de plátano macho al horno para que no sean demasiado grasos, dice mientras pela la fruta: “La piel es sólida. Protege al plátano como una madre protege a su bebé”. O cuando explica que preparar una habitación de invitados no es un acto trivial, porque “no se recibe a una persona, es un estado de ánimo”.
Más allá de la vacuidad hipnótica de ese programa, sorprende ver a Meghan Markle resucitar en la piel de un ama de casa consagrada, una fusión perfecta entre Caroline Ingalls de La casa de la pradera y la reina del arte de recibir Nadine de Rothschild. Desde su llegada a la familia real en 2017, la que entonces era una actriz americana, negra y además divorciada, aparece como una mujer independiente, que ha sabido liberarse de todos los corsés.
Meghan Markle y Harry, hartos de los ataques racistas y del ostracismo que sufrían dentro del clan Windsor, en 2020 cortaron el cordón umbilical con la monarquía y decidieron dejar de ser “miembros activos” de la familia real. De ahí la necesidad de encontrar nuevas fuentes de ingresos, principalmente a través de la comercialización de su historia en un libro o en programas de vídeo.
¿Es por ese cambio de imagen que la serie With Love, Meghan no ha convencido y ha obtenido audiencias decepcionantes? En cualquier caso, las críticas, como la de The Guardian, se han cebado con la epopeya doméstica de la duquesa de Sussex. Incluso su propio padre denunció la desconexión de su hija y su obsesión por las flores comestibles, inaccesibles para la mayoría.
El auge de las tradwives
Este giro tradicionalista de Meghan Markle podría parecer un simple detalle, pero este programa se inscribe en un contexto más amplio y se basa en una estética de moda, especialmente en Estados Unidos. Le guste o no, Meghan Markle promueve ante una amplia audiencia, quizá en contra de su voluntad, este modelo de esposa dedicada, estas tradwives, contracción de “tradicional” y “esposas”, las esposas de toda la vida.
Las influencers Haneia, Ballerina Farm, Estee Williams o Nara Smith, que se han hecho muy famosas en redes sociales desde la pandemia, aparecen vestidas de punta en blanco o con un vestido de diseño, afanándose en preparar a sus maridos, con el niño en brazos, pan y otros platos elaborados de la A a la Z.
De este modo, defienden un repliegue a la esfera doméstica y acreditan la idea de que, dentro del hogar, los roles de género están asignados. Una postura que dista mucho de ser inocente en un momento en el que el autoritarismo avanza en todo el mundo, y con él las ideas conservadoras.
Lo interesante es la captación de este mar de fondo social y cultural por parte de la esfera reaccionaria
Cécile Simmons, investigadora del Institute for Strategic Dialogue y especialista en desinformación, radicalización y género, ha estudiado el fenómeno de las tradwives en su libro recién publicado, CTRL HATE DELETE: The New Anti-Feminist Backlash and How We Fight It (Ctrl Odio Borrar: La nueva reacción antifeminista y cómo la combatimos, edit. Bristol University Press, 2025).
Para la investigadora, la esposa del príncipe Harry ha tomado prestada claramente la estética de las tradwives. Ballerina Farm, cuyo nombre real es Hannah Neeleman, es una de las influencers más conocidas. “Tiene millones de seguidores en Estados Unidos, el New York Times ha escrito artículos sobre ella, fascina a todo el mundo”, resume Cécile Simmons. “No es abiertamente política ni tiene un discurso articulado. Suele sacar en sus vídeos a su marido y a sus ocho hijos y hace su propia mozzarella y su propio pan, pero lo interesante es la captura de esta corriente social y cultural por parte de la esfera reaccionaria”.
De hecho, Ballerina Farm se ha convertido en ídolo del Estados Unidos conservador, con los trumpistas a la cabeza. Una revista de extrema derecha, Evie, le ha dedicado artículos elogiosos. “Sobre eso, ella no dice nada”, precisa Cécile Simmons. “Hay una complicidad subyacente”.
Esas tradwives, por su existencia y el compromiso que suscitan, incluso a través de parodias, refuerzan el deseo de la extrema derecha de una distribución de género en la sociedad. La consecuencia es que se corre el riesgo de aislar a las mujeres del mundo laboral o de normalizar la violencia doméstica, advierte Cécile Simmons.
Estética neoliberal
Esas influencers llegan inclcluso a asociarse con marcas, pero el mundo de la moda sigue cerrado para ellas y no se les invita a los desfiles, señala Claire Roussel, periodista especializada en el impacto político de la moda, creadora de vídeos en YouTube y de podcasts. Pero eso no significa que este mundo sea impermeable a la estética conservadora.
Varias tendencias en boga lo demuestran, como el quiet luxury (lujo discreto), el hecho de vestirse “como la élite” sin mostrar logotipos visibles, considerados vulgares y patrimonio de los nuevos ricos. Recientemente, una minorista de moda rápida, PrettyLittleThing, decidió reinventarse y ofrecer ropa que se adapte a esta moda del quiet luxury, llevada por modelos muy delgadas, cuando la marca era conocida por ofrecer ropa sexy destinada a mujeres con curvas, lo que le valió muchas críticas.
En el mundo de la moda, esta tendencia estética se manifiesta en una vuelta a la uniformidad de líneas, cortes y colores. Y también se nota en una disminución de la inclusividad en las representaciones. Sin embargo, la industria había logrado “microprogresos” en este ámbito, señala la periodista especializada Claire Roussel. “Desde hace aproximadamente un año, esto está retrocediendo. Ya no hay modelos, como se dice, mid-size o plus-size”.
Después de cada semana de la moda, Vogue Business publica un “informe de inclusión”. El más reciente de ellos es formal. Al vincular el aumento del uso de Ozempic, un medicamento antidiabético que también es utilizado para perder peso, y “una evolución hacia ideales más conservadores”, demuestra “un nuevo declive en la representación de modelos de talla media y grande en Nueva York, Londres, Milán y París esta temporada”.
Un poco más adelante, la revista insiste: “El auge de los ideales conservadores ha puesto el énfasis en el concepto de control, especialmente en lo que respecta al cuerpo de las mujeres”.
Con el conservadurismo de valores y vuelta a la delgadez, la producción de Meghan Markle también se inscribe en la moda de las clean girls (chicas limpias), que defienden el minimalismo y un estilo de modo de vida depurado y que apenas usan maquillaje, sin esfuerzos, con toda una rutina de cuidados y deporte.
“Las clean girls promueven una forma de optimización del individuo que debe adoptar un estilo de vida que le ayude a ser mejor”, explica Claire Roussel. “Para mí, eso casa totalmente con un mar de fondo ultraconservador, ya que es un reflejo profundamente neoliberal. Y el neoliberalismo a menudo termina aliándose con los conservadores y los dirigentes autoritarios, como hemos visto con Donald Trump y Elon Musk. O con Bernard Arnault, el director general de LVMH, que asistió a la investidura del mismo Donald Trump.”
Esta uniformización no es neutral en un período en el que las minorías son marginadas y la lucha antirracista y feminista está cada vez más desacreditada. Cécile Simmons considera que el auge de las tradwives revela implícitamente el fracaso de una forma de feminismo, comercial y consensual a la hora de unirse: “Este feminismo tote bag no ha logrado incluir a las mujeres racializadas, no habla de relaciones de clase y no logra superar el horizonte del neoliberalismo. Hay como una erosión de la esperanza política muy inconsciente y muy lenta”.
Francia no se libra. Sobre todo porque los contenidos masculinistas están muy presentes en YouTube. La investigadora considera que las tradwives y los masculinistas son “las dos caras de una misma corriente y proyecto político, el ‘supremacismo masculino’, que defiende una vuelta a las normas de género y a la dominación del hombre sobre la mujer. Puede ser apoyado tanto por hombres como por mujeres”.
Un Supremo de mayoría conservadora deberá pronunciarse sobre el regreso de las terapias de conversión
Ver más
La que fuera musa de Génération identitaire (movimiento de extrema derecha blanco islamófobo francés, ilegalizado en 2021, ndt), Thaïs D'Escufon, reconvertida en asesora de seducción, es el ejemplo perfecto, explica Cécile Simmons. “Capta la ira de los hombres y habla a los hombres que quieren recuperar el control sobre el cuerpo de las mujeres, lo cual es un proyecto político. Los grupos masculinistas del foro Reddit, por ejemplo, fueron una de las claves en la elección de Trump en 2016. La ira de los hombres también permitió la elección de Milei en Argentina o de Yoon Suk-yeol en Corea del Sur”.
Traducción de Miguel López