Los juicios que acaba de perder Monsanto en los Estados Unidos no sólo tienen por efecto tener que indemnizar con 80 millones de dólares en un caso y 2.000 millones en otro, ni siquiera acentuar la caída de las cotizaciones en bolsa de Bayer –que compró Monsanto en el verano de 2018– sino que ponen de nuevo de relieve las prácticas cuando menos dudosas de la empresa.
El sábado pasado, la Agencia France Presse contaba cómo una empleada de FTI Consulting, un gran despacho de asesoría y relaciones públicas, se hizo pasar por una periodista freelance que trabajaba para la BBC y The Inquirer durante el litigio de un usuario de Roundup (herbicida con glifosato) contra el grupo.
En su web, FTI Consulting presenta a la joven como una “antigua periodista tech y una excelente y hábil redactora que anima muchas de nuestras campañas”. Según FTI, de cuyos planes ha informado Le Parisien, “la misión encomendada a la empleada en cuestión era asistir al proceso con el único y específico objetivo expreso de tomar notas sobre los debates”.
Pero este no es un caso aislado. Cuando se publicaron los Monsanto Papers, revelados en octubre de 2017, el diario Le Monde informaba de que varios artículos del biólogo americano Henry Miller, publicados en la revista Forbes, en realidad habían sido escritos casi en su totalidad por empleados de Monsanto. ¿Con qué objetivo? Ir contra los trabajos del Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer (CIRC) que concluyen que el glifosato es un “cancerígeno probable” para el hombre.
Le Monde cuenta que “un directivo de la compañía le pregunta por email a Henry Miller, que ha escrito ya sobre el tema: ¿quiere usted escribir más sobre el CIRC, sus procedimientos y su controvertida decisión? Tengo la información de base y se la puedo proporcionar si la necesita. Miller acepta pero con la condición de partir de un borrador de alta calidad”. El texto finalmente publicado en la web de Forbes será el borrador enviado, apenas modificado.
Ya en 2012 el Observatorio Europeo de Empresas (CEO) había mostrado que Monsanto se había apoyado en la web Science Media Centre, con base en Londres, para tratar de desmontar el estudio sobre los OGM publicado en aquel momento por el profesor Séralini. Ahora bien, según explicó entonces el semanario digital Basta!, esa web es financiada al 70% por “grandes empresas de la industria de la biotecnología como BASF, Bayer, Novartis y CropLife International”.
Por otra parte, los periodistas, los de verdad, son blanco de la empresa, como ha revelado Le Monde y France 2 el pasado 9 de mayo. Entre las más de 200 personalidades fichadas según su posición sobre el glifosato, la mitad son periodistas. El fichero –y otro más con 80 nombres– señala igualmente a miembros de ONG, a personalidades políticas o a responsables sindicales. Han sido ya presentadas varias denuncias.
Autores fantasma
Cuando la obtención de artículos de prensa favorables no es suficiente, Monsanto a veces va más allá en sus fuentes tratando de publicar estudios amañados en revistas científicas. Se habla entonces de ghostwriters (autores fantasma), ya mencionados por Marie-Monique Robin, directora del documental El Mundo según Monsanto. Los Monsanto Papers han demostrado que la empresa había recurrido a ese tipo de fraudes científicos.
De hecho, directivos de la empresa fabrican un estudio sesgado destinado por ejemplo a probar la inocuidad de uno de sus productos. A continuación buscan un científico de prestigio y le ofrecen dinero a cambio de su firma. Según Le Monde, los propios directivos de Monsanto utilizan en su correspondencia el término de ghostwriting.
Pero, como recuerda en una entrada de su blog Marie-Monique Robin, el grupo no siempre consigue sus objetivos. “En 1999, Monsanto pide al británico James Parry que evalúe los estudios internos de la empresa y los estudios publicados en la literatura científica. Este especialista mundial en genotoxicidad concluye que el glifosato es clastógeno (es decir, que afecta al material genético). Monsanto monta en cólera, se arrepiente de haberle pagado y mete el informe en un cajón”.
Monsanto ha usado también otras técnicas para engañar al público o a los medios. El 3 de noviembre de 2018, el diario británico The Independent y Greenpeace revelaban que el grupo había creado falsos grupos de campesinos en ocho países de Europa. Les llamaban Freedom of farm (Libertad de cosechas) en Gran Bretaña, Agriculture et liberté (Agricultura y libertad) en Francia o Raum für Landwirtschaft (Espacio para la agricultura) en Alemania.
La campaña de Agriculture et liberté ha sido especialmente activa en Francia, señala The Independent. El grupo de agricultores disponía de un stand en el salón de agricultura de París, en 2018, de una página web, una página en Facebook y cuenta en Twitter. Detrás de esta operación está la agencia Red Flag Consulting, con base en Dublín, y otra agencia vinculada a la campaña de Trump en los Estados Unidos llamada Lincoln Strategy. Estas dos compañías no aparecían en la web francesa ni tampoco el nombre de Monsanto.
En su defensa, el responsable de relaciones con los medios de Bayer afirma que este proyecto “está gestionado por Red Flag y mantenido por una coalición de usuarios y fabricantes de glifosato y otros productos fitosanitarios, entre ellos Monsanto. Este esfuerzo es apoyado por miles de agricultores de diferentes países europeos que se han hecho oír a favor de un acceso continuo a esta herramienta vital para una agricultura moderna y sostenible”. Pero, prosigue más prudentemente: “Respecto al futuro de este programa, el proceso de integración de Monsanto en Bayer acaba de empezar en agosto de 2018. En este contexto, todas las iniciativas existentes en Monsanto serán examinadas y evaluadas en los próximos meses bajo los principios rectores de Bayer en materia de transparencia y de diálogo”.
Poco después de esas revelaciones, los agricultores –los de verdad– se han entregado en cuerpo y alma a defender la iniciativa Agriculture et liberté con un texto firmado por decenas de personas. Fue el caso, por ejemplo, de Denis Fumery, en una tribuna en Échos. Es el caso también de Vincent Guyot, aunque este último está ahora menos seguro de sí mismo, según lo que publica el último número de Envoyé spécial, publicado el 16 de mayo. Vincent Guyot, firmante de una tribuna en defensa del glifosato hace 18 meses, reconoce hoy no ser realmente el autor del texto que en realidad le fue enviado por Agriculture et liberté. De hecho, en la primera versión de la tribuna en la web de Échos aparece el nombre de Julie Dramard, una comunicadora. France 2 publicaba también el caso de Armelle Fraiture, igualmente firmante del texto, presentada como agricultora. En realidad no era sino una estudiante que había trabajado en el stand de Agriculture et liberté. La cadena señala además a otros firmantes que al parecer no estaban al corriente.
¿Qué hay de las instituciones? Monsanto no utiliza evidentemente falsos comisarios o diputados europeos, pero parece ser que la empresa consigue de todos modos sus objetivos en ese terreno. En julio de 2017, en pleno debate sobre si Europa renovaba o no la licencia del glifosato, la Comisión Europea se declaró favorable basándose en un informe de la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria).
Ahora bien, como revelan dos diarios, el Guardian británico y La Stampa italiano, uno de los párrafos importantes de ese informe no es más que un copia-pega de un documento presentado por Monsanto en nombre de Glyphosate Task Force, un consorcio de más de veinte empresas que comercializan productos a base de glifosato en Europa. “Las secciones del informe de la EFSA que reexaminan los estudios publicados sobre el impacto potencial del glifosato en la salud humana están copiadas, casi palabra por palabra, en el dosier presentado por Monsanto”, según La Stampa.
Europa no es la única afectada. Por los Monsanto Papers nos enteramos de que Jess Rowland, encargado de presentar el proceso de revisión del glifosato a la Agencia de Protección del Medio Ambiente en los Estados Unidos (EPA), estaba en contacto permanente con Monsanto.
En la entrada del blog citada anteriormente, que enumera, según los propios términos de Marie-Monique Robin, los “trucos sucios” de Monsanto, la periodista cita menciona también la utilización de trolls “que acosan a los oponentes en sitios web difundiendo informaciones falsas o argumentos de Monsanto”.
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A medida que Monsanto vaya encadenando costosas derrotas ante los tribunales, que conllevarán aún más costosas caídas en bolsa, es muy probable que este gigante cambie de métodos. ____________Traducción de Miguel López.
Aquí puedes leer el texto original en francés:
Los juicios que acaba de perder Monsanto en los Estados Unidos no sólo tienen por efecto tener que indemnizar con 80 millones de dólares en un caso y 2.000 millones en otro, ni siquiera acentuar la caída de las cotizaciones en bolsa de Bayer –que compró Monsanto en el verano de 2018– sino que ponen de nuevo de relieve las prácticas cuando menos dudosas de la empresa.