“El pasado diciembre, propusimos a Occidente una nueva arquitectura de seguridad. Pero no quisieron unirse a nosotros ni escucharnos”, lamentó Vladimir Putin en la Plaza Roja el pasado lunes 9 de mayo. “Una amenaza inaceptable, la de la OTAN, se cernía sobre nuestras fronteras... Esta operación [en Ucrania] era la única decisión justa y soberana que podíamos tomar".
Lejos de hacer anuncio alguno como se esperaba, Putin hizo lo clásico durante su discurso del “Día de la Victoria”. La retórica rusa se viene repitiendo desde el pasado otoño y el comienzo de la crisis ucraniana: los verdaderos culpables de la situación son Washington, la OTAN y el bloque occidental. Moscú lo único que ha hecho ha sido reaccionar al intervenir en Ucrania.
Un discurso que parece una versión condensada de la visión que se ha vuelto dominante en Rusia en los últimos años, y que podría haber sido escrito fácilmente por Nikolái Platonovich Pátrushev, el poderoso secretario del Consejo de Seguridad ruso.
Volvamos a principios de 2014. Rusia se prepara entonces para anexionar Crimea. Un punto de inflexión importante decidido por Vladimir Putin con, en ese momento, un círculo muy pequeño de colaboradores cercanos. Pátrushev ya estaba en la sala.
Respeto y confianza absolutos
Ocho años después, la situación se repite: el líder ruso, aislado y radicalizado, decidió casi en solitario intervenir en Ucrania. Un pequeño puñado de personas fueron informadas. Uno de ellos era Pátrushev, una vez más uno de los pocos civiles en medio de la cúpula militar.
Oriundo de San Petersburgo como Putin, de la misma generación (nacieron en 1951 y 1952), Pátrushev es también un oficial de inteligencia de carrera. En la región de Leningrado, el joven graduado en ingeniería naval fue rápidamente reclutado y ascendió en las filas del KGB local. Es la URSS de Brézhnev y luego de Andropov, el aburrido e intransigente primer secretario del partido, del que sería un admirador.
No se cruzó con Putin, que estaba destinado en Alemania Oriental, en Dresde. Ambos hombres no se consideran amigos. El presidente ruso no se va de vacaciones o de pesca con el discreto Pátrushev, como sí lo hace con el ministro de Defensa, Sergéi Shoigú. No lo ve tan a menudo como el magnate de la televisión oficial Yuri Kovalchuk.
Pero se tienen un respeto y una confianza absolutos, formados a lo largo de los años por el trabajo en paralelo para construir un sistema autoritario robusto y eficaz en el que el FSB -el sucesor del KGB- asumirá gradualmente una posición dominante. “¿Nikolái Plátonovich? Un chekista de línea dura, dispuesto a enviar a todo el mundo a la cárcel menos a él mismo”, dijo el exoligarca exiliado Sergéi Pugachev, refiriéndose a la Cheka, predecesora del KGB.
En 1998, Putin fue nombrado director del gigantesco servicio de seguridad interna, con 300.000 empleados, antes de marcharse al Kremlin en 1999. ¿Su sustituto? Pátrushev, que siguió siendo director del FSB hasta 2008. Pondrá al frente a su hombre de mayor confianza, Alexander Bortnikov. En opinión de muchos observadores, el “Señor Inteligencia” de Putin se ha convertido, sin duda, desde 2014, en uno de sus principales asesores en materia de seguridad y política exterior. Es quien más se ha reunido con Putin en los últimos años.
Su visión del mundo, destacada desde 2014, es de revanchismo, desilusión y desconfianza hacia Occidente. Una ideología “típica de los antiguos agentes del KGB criados durante la Guerra Fría, a los que les cuesta asimilar la desaparición de la gran URSS”, observa el investigador Mark Galeotti, especialista en siloviki rusos, esos dignatarios de las fuerzas del orden de los que Pátrushev es una de las principales figuras.
Delegado en los Balcanes
Tatiana Stanovaia, politóloga rusa y fundadora del centro de análisis R.Politik, buena conocedora del sistema, añade: “Digamos que el pensamiento de Putin ha evolucionado hasta alcanzar el de Pátrushev, que era más duro al principio. Este último es ferozmente conservador y antiliberal. Ahora están unidos contra Estados Unidos, al que Pátrushev ve como una potencia renegada que también rompe las reglas”. Para ambos -como ilustra el discurso del líder ruso el 9 de mayo-, Occidente y la OTAN, fuerzas inherentemente hostiles a Rusia, son responsables de la crisis actual.
En 2016, un rocambolesco golpe de Estado fallido en Montenegro llevó el sello de los servicios exteriores rusos y del sulfuroso empresario conservador Konstantin Malofeev. De hecho, también fue ideado por Pátrushev, según el experto en servicios rusos Andréi Soldatov.
Al año siguiente, Putin envió a su hombre de mayor confianza a la región. Este último se convirtió en el “enviado especial” ruso de facto para los Balcanes, una misión que poco tenía que ver con su función como jefe del Consejo de Seguridad. Fue a Serbia para reforzar los lazos entre Moscú y Belgrado.
Anteriormente, en enero de 2017, había criticado duramente la adhesión de Montenegro, Macedonia y Bosnia-Herzegovina a la OTAN, en la que estos países “habrían sido arrastrados por la fuerza, simplemente con el propósito de la expansión sin fin de la Alianza”.
A diferencia del “cardenal gris” original de Putin, Vladislav Surkov, delegado oficioso del Kremlin para Ucrania de 2014 a 2019, Pátrushev nunca cayó en desgracia, todo lo contrario. Y desde entonces no se ha negado la preocupante tendencia de los servicios secretos a implicarse cada vez más en la política exterior. En detrimento de la diplomacia rusa -cuyo jefe Sergéi Lavrov también se ha convertido en un halcón-, relegada a un segundo plano.
“Hace unos años, los propios servicios estadounidenses buscaban a alguien con quien hablar en Moscú, ya que Lavrov era considerado poco fiable, y Pátrushev era esa persona. También se reunió varias veces con el personal”, revela Andréi Soldatov. Su currículo le favoreció. Se dice que el FSB que ayudó a reconstruir ayudó mucho a Washington en torno a los atentados de Boston, perpetrados por los hermanos Tsarnaev, nacidos en la antigua URSS.
Dentro del sistema, Stanovaya reconoce la altiva importancia que Nikolái Pátrushev ha asumido “entre los partidarios de la línea dura del régimen y en el aparato de seguridad ruso”. “Está por encima de la contienda”, afirma. “Antes, los siloviki no podían impulsar una agenda política, todavía había competencia con el bloque liberal. Desde entonces han ganado mucho poder”.
“Toda la inteligencia producida en Rusia por las distintas agencias llega a su Secretaría, así que tiene acceso a todo”, continúa Mark Galeotti. “Se aprecia su carácter cuadrado, trabajador, sin pretensiones, humilde y leal”.
Pátrushev, con espíritu de servidor de la patria, es conocido por vivir con sencillez, sin aparente pompa, en un piso oficial de la avenida Kutuzov. Se dice que tiene una mente rápida y aguda, y que trata a sus subordinados con respeto. “Es cierto que tiene un aura misteriosa en Moscú y, sin duda, mucha influencia”, afirma la corresponsal diplomática del periódico Kommersant, Elena Chernenko, que le ha entrevistado en dos ocasiones. ¿No ha convertido el responsable del Consejo de Seguridad a su número dos, el antiguo “liberal" Dmitri Medvédev, en un halcón?
Alterar el ego
“Se ve a sí mismo en una misión y su misión es preservar a Rusia y sus intereses”, continúa Chernenko. Una soberanía que, por tanto, se vería amenazada por el bloque occidental. “Realmente cree en lo que dice”. En 2000, ya declaró que los agentes del FSB eran la “nueva nobleza” de Rusia: verdaderos servidores, fiables y patrióticos, cuyo acceso a puestos de poder político estaba justificado. “Está dispuesto a ir a la guerra contra otros, con Bielorrusia, con Kazajistán si es necesario, no sólo con Ucrania”, dijo también Pugachev.
El hombre de 70 años, que ahora es el principal halcón de Moscú, ha ido saliendo poco a poco de la sombra mediática. El hombre a quien antes era raro escuchar ha concedido nada menos que cuatro largas entrevistas a la revista Argumenty i fakty, entre mayo de 2020 y noviembre de 2021.
Fue el momento de criticar la imposibilidad de confiar en Estados Unidos, para desestimar las “revoluciones de colores” en el espacio postsoviético como fabricadas en Occidente y para señalar siempre la responsabilidad de los estadounidenses en los desórdenes mundiales. Ucrania, por su parte, se ha convertido en su marioneta.
Pero su reciente entrevista en el periódico oficial Rossiyskaya Gazeta ha dado aún más que hablar. El “hombre más peligroso de Moscú”, según Mark Galeotti, también parece haberse radicalizado.
En este “manifiesto” de los partidarios de la línea dura del régimen, Pátrushev explica que “Washington, experto en tierra quemada, ha dividido al mundo en vasallos y enemigos”. Una de ellas es Rusia, que debe ser destruida porque se niega a someterse y a abandonar su cultura. De paso: algunas acaloradas diatribas contra los refugiados ucranianos portadores de virus, el tráfico de órganos en Ucrania o las “teorías de género” en boga en Occidente.
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Los tabloides anglosajones vienen hablando en las últimas semanas del deterioro de la salud de Vladimir Putin, según fuentes de inteligencia occidentales. El sensacionalista New York Post llegó a presentar a Nikolái Pátrushev, el alter ego de Vladimir Putin, como su posible sustituto. Son meros rumores de prensa, pero el hecho es que, para perpetuar la versión actual del régimen ruso, Pátrushev sería el sustituto ideal.
Traducción: Mariola Moreno
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