Fue el viernes 17 de enero por la mañana. Avería en la línea de tren de cercanías RER A durante varias horas. “Accidente con víctimas personales”, se podía leer en las pantallas. Suicidio, según habrían de recoger poco después algunos despachos de agencia. N. F. se lanzó al paso de un tren por la estación de Auber. Trabajaba en Orange-France Télécom, en la división de atención al cliente, en Poncelet, en París. Tenía 42 años y sufría en el trabajo de ese malestar que carcome a la que fuera empresa pública de correos y telégrafos, tras su privatización y con la consiguiente puesta en marcha del plan de restructuración Next del expresidente ejecutivo Didier Lombard. Todo el mundo lo sabía. Su jefe responsable del supuesto acoso laboral. El comité de higiene, de seguridad y de condiciones laborales. La Inspección de trabajo que está llevando a cabo una investigación…
N.F. es el segundo trabajador de Orange-France Télécom que puso fin a su vida en 2014. El primero, R.C., directivo en la dirección técnica francesa de Arcueil, en Val-de-Marne [en las proximidades de París], se había ahorcado tres días antes, el 14 de enero. Tenía tres hijos, acaba de ser trasladado, no podía soportar el trato de sus nuevos jefes y había hablado a sus colegas, a los representantes sindicales del malestar que sentía.
Desde entonces, ochos trabajadores de Orange-France Télécom se han suicidado en Francia. En ocho de cada diez ocasiones, el suicido tiene una vinculación directa con el trabajo, aunque no suceda en el puesto de trabajo, según los sindicatos y el Observatorio del estrés y de los traslados voluntarios de France Télécom, creado a iniciativa sindical. La última de las víctimas tenía 25 años y trabajaba como aprendiz, en el área técnica de Eysines, cerca de Burdeos. Se suicidó el pasado 6 de marzo.
Diez suicidios entre el 14 de enero de 2014 y el 6 de marzo de 2014. Diez suicidios en menos de dos meses: tres mujeres, siete hombres, de todas las edades, con diferente cualificación, entre ellos asalariados “aislados”, con frecuencia separados de su puesto por razones salud (baja por enfermedad, a veces de larga duración). Prácticamente igual a la cifra que se registró en todo 2013, cuando, según las cifras del Observatorio, se contabilizaron 13 casos. “En los últimos dos años, con la llegada del nuevo presidente ejecutivo Stéphane Richard, el ambiente laboral había ido a mejor. Siempre ha habido suicidios, pero la media era de uno al mes”, rememora Patrick Ackerman, delegado sindical de SUD.
En 2008-2009, hubo en torno a una cuarentena de suicidios en apenas 24 meses, el peor momento de la crisis social que sacudió a la antigua France Télécom y que llevó en julio de 2012 a la imputación de la compañía por acoso moral (y al expresidente ejecutivo Didier Lombard y a dos de sus colaboradores, su antiguo número dos Louis-Pierre Wenes y el antiguo director de Recursos Humanos Olivier Barberot, a raíz de un informe de la Inspección del trabajo que cuestionaba la política de gestión de personal y de una denuncia de la federación sindical SUD-PTT). Los sindicatos (CFDT, CFE-CGC, CGT, FO, Sud) dieron la voz de alarma, temían una “escalada” suicida. Todavía más inquietante que la multiplicación de estos dramas es el hecho de que se producen de forma cada vez más violenta: trabajadores que se inmolan prendiéndose fuego, otros que se lanzan a las vías al paso de un tren, otro se apuñaló. La última vez que el grupo empresarial registró un aumento considerable de los suicidios fue en la época de Lombard, meses antes de dejar la presidencia del grupo en manos de Stéphane Richard. Entre enero y febrero de 2010, hubo nueve suicidios, es decir, un 180% más que en 2009.
Durante la celebración del Comité nacional de salud, higiene, seguridad y condiciones del trabajo (CNSHSCT), los sindicatos, de manera unánime, denunciaron que la salud y la seguridad de los trabajadores, en el seno del grupo, se encontraba en peligro. Reclamaron a la dirección medidas “inmediatas y correctivas” para acabar con este aumento de los suicidios que pone en evidencia que la “comunidad Orange” –en palabras de Bruno Mettling, director general adjunto del grupo–, está lejos de sentirse más tranquila, a pesar de la llegada en 2011 del nuevo presidente ejecutivo director general y de la firma de un nuevo “contrato social”, tras múltiples negociaciones.
“Inmolarse para que todo el mundo lo vea”
“No deseamos dañar la imagen de Orange, sino obligar a la empresa a que adopte las medidas adecuadas para que ponga fin a esta espiral infernal”. Philippe Méric es representante sindical de Sud en el comité CNSHSCT. Asegura estar “traumatizado, como todo el mundo, por la oleada de suicidios registrados en 2008-2009” –como consecuencia del plan Next que contemplaba la supresión de 22.000 puestos y la reubicación de 14.000 asalariados a otras tareas, todo ello llevado a cabo con gran despotismo empresarial, “por las buenas o por las malas”, en palabras de Lombard–. Ahora, Méric cree que “la empresa, después de un tiempo de calma, ha vuelto por sus fueros”.
“Con el pretexto de que la competencia es feroz y que ha caído la cifra de negocios, la empresa vuelve a presionar a sus empleados”, continúa Jean-Pierre Testi, representante sindical de CEFE-CGC. “A día de hoy nos encontramos frente a los mismos factores estructurales presentes durante la crisis de 2007-2009, pero uno de los más graves es el aumento fulgurante de los suicidios”.
Plan de supresión de empleos programados a lo largo de varios años, bajas que no se cubren, aceleración de las fusiones, restructuraciones, cierre de oficinas, cambio de puestos, cambios en el entorno laboral… Los sindicatos argumentan que los trabajadores se ven sometidos a presión por todas partes y la situación social se ha hecho más tensa desde hace 18 meses con la irrupción del operador Free en el mundo de la telefonía móvil.
En el área de salud de la empresa, departamento que se ha visto reforzado desde que surgió la crisis, dan buena fe de ello. Lejos quedan las encuestas internas de las que se desprendía que el 81% de los asalariados estaban orgullosos de pertenecer a la comunidad Orange (frente al 39% registrado en 2009), médicos, asistentes sociales, personal de prevención ven como la inquietud va ganando terreno entre el personal incluso entre los que afirman “sentirse bien en el trabajo”. “Los trabajadores a los que trato me hablan de que existe una presión comercial continua, basada en incentivos individuales (mensuales) en función del resultado, lo que deriva en malestar por las “ventas forzadas”, y que sufren tanto los que ejercen dicha presión como, con mayor frecuencia, los que la padecen en sus carnes. Ese malestar va a más debido a la situación de crisis económica por la que atraviesan los clientes, como los profesionales autónomos y las pymes, dado que los objetivos permanecen invariables mientras que las oportunidades de venta caen”, explica, una asistente social, que pide que no se revele su identidad, pero que ha conocido todo tipo de cambios en el grupo desde hace 30 años. En 2013, dos trabajadores en uno de sus momentos más bajos le confiaron su voluntad de inmolarse delante de una tienda de Orange “para que todo el mundo lo viese”…
También es testigo de cómo las reducciones de jornada de los trabajadores seniors (un total de 15.000 hasta 2015 y 30.000 hasta 2020) apenas se cubren (se prevén 4.000 contrataciones hasta 2015) causan inquietud entre los que se quedan, sobre todo en las unidades de intervención –en los servicios técnicos–, donde la tasa de suicidios es particularmente elevada “porque desconocen completamente cómo se va a organizar el trabajo y temen verse degradados nuevamente, tanto en la tarea que desempeñan como en la calidad del trabajo realizado”.
“La amortización de los puestos hace que los trabajadores no puedan plantearse un traslado, por ejemplo, para acabar con una mala situación laboral (plataforma de llamadas, venta)”, explica. “Esta ausencia de perspectivas genera una sensación de encierro y de irreversibilidad. Las personas consideradas no aptas para el puesto por existir riesgo para la salud o riesgos psicosociales tienen cada vez una peor reubicacación por las mismas razones”.
En un comunicado publicado en su página web, el Observatorio del estrés habla de “hacerlo mejor con menos” y “del regreso a los viejos métodos de gestión de personal que, a pesar de las investigaciones y de las advertencias, conducen a patologías de aislamiento del que forman parte los suicidios: traslados forzosos, evaluación individual de los resultados, puesta en competencia entre los asalariados, retos, coaching, etc.”. “Para tratar de hacer frente a las disfunciones que aparecen en todas partes, queriendo al mismo tiempo aumentar la productividad, los responsables llevan a cabo reorganizaciones incesantes y en ocasiones contradictorias, que dan como resultado un aumento de los traslados profesionales y geográficos, incertidumbre sobre la duración del trabajo”.
“Son necesarias medidas sobre el empleo, las restructuraciones, las fuentes de sufrimiento”
La dirección de la firma, por su parte, que dice actuar “respetando el convenio colectivo”, se niega a asociar el empeoramiento de la situación con las políticas llevadas a cabo en materia de empleo en Francia. En un extenso correo enviado el 11 de marzo a los miembros del CNSHSCT, Bruno Mettling, director general adjunto del grupo, desarrolla sus argumentos a este respecto.
Evoca los instrumentos de prevención puestos en marcha tras la crisis de 2008, que califica de “zócalo sólido para adelantarse a las tensiones”, “sin parangón en nuestro país”, y de su tristeza ante los recientes suicidios: “Aunque no se puede extraer ninguna conclusión, la sucesión de los mismos nos lleva a estar vigilantes y a preguntarnos sobre la eficacia de los numerosos instrumentos de prevención puestos en marcha desde hace varios años en el seno de la empresa”.
La “postura” de la empresa ante estos dramas pasa por: “El rechazo de la negación y el análisis caso a caso, bajo la supervisión del CHSCT, de las condiciones en las que se puede establecer, o no, una relación directa entre cada uno de estos dramas y el entorno laboral, enorme cautela en cuanto a la comunicación de los hechos que no se conocen de primera mano: los profesionales de la salud insisten en los riesgos asociados que puede conllevar para ciertas personas más frágiles conocer este tipo de informaciones; el rechazo de cualquier instrumentalización de estos dramas pero al mismo tiempo un compromiso fuerte y la total disposición empresarial para comprender los pormenores, sobre todo mediante el análisis con los representantes sociales”.
Las reuniones que de forma inmediata van a mantener las instancias nacionales del grupo, el Comité de salud, higiene, seguridad y condiciones de trabajo y el Comité nacional de prevención del estrés deberían confirmar, o no, este último punto. La reunión del comité CNSHSCT tendrá lugar el 21 de marzo. Jean-François Colin, presidente de acción social y de mediación lanzada por Stéphane Richard y dirigido “a ciertas personas frágiles” acudirá y presentará sus “recomendaciones”.
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“La dirección debe encontrarse en un momento crítico para enviarnos al amigo de Richard, el bombero de la dirección desde su nombramiento a finales de 2010. Goza de una buena imagen para los sindicatos por su papel en la búsqueda de soluciones para los casos más extremos, pero creer que va a solucionar la crisis es un poco inocente. Son necesarias medidas para el empleo, las restructuraciones, las fuentes de sufrimiento en el trabajo, que la dirección niega”, comenta un sindicalista que habría preferido que el Observatorio nacional de los suicidios, puesto en marcha por la ministra de Sanidad para llegar al fondo de esta situación, elaborase un estudio .
Por su parte, el Observatorio del estrés ultima la publicación de una comparativa entre el segundo suicidio de 2014, uno de los pocos que tuvieron repercusión mediática, el de N.F. que se lanzó al RER A y la investigación llevada a cabo hace cuatro años por un experto con relación a un suicidio en Annecy, el 28 de septiembre de 2009, de un agente de France Télécom, que se tiró desde un viaducto situado sobre una autopista, después de haber cuestionado su trabajo y su empresa. Según el Observatorio, existen numerosas similitudes. Se constata por ejemplo que las demandas realizadas en febrero de 2010 reflejaban una reducción drástica del número de aplicaciones informáticas (38) que han de utilizar los agentes para atender las demandas de los clientes (que son una fuente de gran estrés), no se aplicaron. En la agencia de Poncelet donde tuvo lugar la muerte de N.F. se registró un “impacto de una violencia inaudita”, la Inspección de trabajo ha contabilizado 49. Algunas de ellas de enorme complejidad…
Traducción: Mariola Moreno
Fue el viernes 17 de enero por la mañana. Avería en la línea de tren de cercanías RER A durante varias horas. “Accidente con víctimas personales”, se podía leer en las pantallas. Suicidio, según habrían de recoger poco después algunos despachos de agencia. N. F. se lanzó al paso de un tren por la estación de Auber. Trabajaba en Orange-France Télécom, en la división de atención al cliente, en Poncelet, en París. Tenía 42 años y sufría en el trabajo de ese malestar que carcome a la que fuera empresa pública de correos y telégrafos, tras su privatización y con la consiguiente puesta en marcha del plan de restructuración Next del expresidente ejecutivo Didier Lombard. Todo el mundo lo sabía. Su jefe responsable del supuesto acoso laboral. El comité de higiene, de seguridad y de condiciones laborales. La Inspección de trabajo que está llevando a cabo una investigación…