Berlín lloriquea y Baviera sonríe. Ésa es la primera impresión que da Alemania tras la toma de posesión, el lunes 18 de diciembre en Viena, del nuevo canciller austriaco Sebastian Kurz (ÖVP, conservador) y de su vicecanciller Hans-Christian Strache, presidente del Partido de la Libertad (FPÖ, extrema derecha).
Aunque Angela Merkel es la jefa de los conservadores, y por ende “amiga política” de su homólogo austriaco, la canciller se ha mostrado tan prudente como desconfiada frente a la nueva alianza vienesa. El mensaje de felicitación remitido a Sebastian Kurz consta de las seis líneas protocolarias mínimas habituales en este tipo de acontecimientos. Además, la canciller alemana, que ha invitado a Kurz a Berlín, ha declarado que esperaba con impaciencia conocer “la orientación europea” del nuevo Gobierno austriaco.
En realidad, Berlín no está contento, en lo más mínimo, con el giro de los acontecimientos políticos en Austria, tanto por razones europeas como de política interna. El ascenso político de Sebastian Kurz ha hecho soñar, en los últimos años, tanto a la extrema derecha alemana (AfD) como a una parte del ala derecha del partido demócrata-cristiano de Merkel (CDU) y la mayor parte de los conservadores bávaros (CSU). O lo que es lo mismo, el grupo de los que se podría calificar de los “anti-Merkel de derechas”. Estos últimos la consideran desde hace tiempo demasiado de izquierdas. También consideran que no ha tenido mano firme para frenar la llegada de refugiados.
Y es precisamente lo que convierte a Sebastian Kurz en héroe, o al menos en aliado, a ojos de una parte de la derecha alemana “disidente”. Kurz no sólo ha construido su victoria sirviéndose tanto del programa de los socialistas como del de la ultraderecha. También ha elegido hacer campaña con su nombre y no con el de su partido. Y ha conseguido la proeza de ser elegido criticando a los Gobiernos de los que él mismo ha formado parte. Por último y sobre todo, se ha opuesto frontalmente a la política migratoria de Angela Merkel, convirtiéndose en el alter ego del oeste europeo del húngaro Viktor Orbán. “Deseo una política más sincera para toda Europa. Deseo que nosotros en Europa, y en primer lugar Alemania, llamemos por fin a las cosas por su nombre. Necesitamos poner término a estas políticas de invitación. Estamos desbordados. Viene demasiada gente”, declaraba en octubre de 2015.
La visión desde Baviera
Esa transformación también se vive en Alemania. El ministro presidente de Baviera, Horst Seehofer, invitaba a Viktor Orbán a Múnich a finales de septiembre de 2015. Y mientras que el entonces partido moribundo Alternativa por Alemania (AfD) recupera rápidamente los colores, la derecha conservadora alemana se divide profundamente. “Los conservadores bávaros como Horst Seehofer y su sucesor Markus Söder están completamente en línea con Kurz. Y coinciden tanto en la cuestión migratoria como en la idea de que, para recuperar a los electores que han votado por la ultraderecha, no hay que dudar a la hora de recuperar algunos de sus asuntos y endurecer el tono”, asegura Albrecht Meier, especialista en cuestiones europeas en el diario berlinés Der Tagerspiegel.
“Sebastian Kurz representa en Austria la ruptura con un sistema político perdido y neurótico. La política austriaca está paralizada desde hace años. Esto ha cansado a la gente, pero él ha conseguido imponer un proyecto nuevo y unitario al Partido Popular austriaco. Sebastian Kurz dice las cosas a las claras, tanto en lo que respecta a cuestiones migratorias, sobre política europea o la paralización de las negociaciones entre la UE y Turquía”, decía con entusiasmo el eurodiputado conservador bávaro Manfred Weber, al frente del grupo del PPE (derecha) en el Parlamento Europeo, un día después de la victoria del ÖVP.
De este modo, Angela Merkel se encuentra con una parte de su partido alineado con las posiciones de Kurz, de alguna manera, su rival. Además, a la derecha, son muchos los que piensan que la elección del austriaco y sus buenos contactos con los países del grupo de Visegrad pueden llevarlo a asumir una mediatización positiva para Europa: “Es poco probable. En la última cumbre europea, Merkel precisó que seguía siendo partidaria del principio solidario de cuotas, aunque no sea más que una pequeña parte de su dispositivo, mientras que Kurz se opone. Queda demostrar que éste sea un aliado europeo”, dice Albrecht Meier.
El hecho de que Sebastian Kurz haya optado por una “técnica” para la cartera de Asuntos Exteriores (Karin Kneissl, próxima al FPÖ) y situado la mayor parte de los asuntos europeos bajo control de la Cancillería federal tampoco es garantía de paz para Berlín. “Defensa, Asuntos Exteriores y la Policía están en manos del FPÖ. Sobre todo el ministro del Interior Herbert Kickl es un ideólogo histórico del partido y un conocido provocador. En ese cargo, puede intervenir en cuestiones migratorias y europeas”, añade el analista berlinés. En estas condiciones, se entiende mejor por qué la nueva alianza derecha/ultraderecha en Viena no alegra al Ejecutivo en Berlín.
Y eso no es todo. La llegada del FPÖ al Gobierno de Viena puede pesar en la trayectoria del AfD alemán, que en septiembre logró una entrada magistral en el Bundestag. En la sede del partido y en las redes sociales, los dirigentes del AfD aplauden, por supuesto, la llegada al poder de sus “hermanos mayores” del FPÖ, porque el nuevo curso de las políticas de asilo en Austria marca un hito en la historia europea”, según explicaba Alexander Gauland, copresidente del partido y del grupo parlamentario del AfD. Pero tal y como declaraba el presidente del FPÖ Hans-Christian Strache en septiembre, “el AfD debe evolucionar aún, tanto para buscar la unidad como por su saneamiento interno”. El nuevo vicecanciller comparó al partido hermano alemán con “los dolores del parto” de su propia formación en… ¡1949!
“Por supuesto, en Alemania, estamos aún muy lejos de la situación austriaca. Y los conservadores, CDU y CSU, han descartado cualquier alianza con el AfD a nivel nacional, pero el AfD va a hacer todo lo posible por conseguirlo. En el land de Sajonia, donde la ultraderecha se ha convertido en la primera fuerza política, por delante de la CDU, han prometido que en las próximas elecciones, estarán en el Gobierno regional. Y en el Bundestag, van a esforzarse por encontrar posiciones y votos comunes con la derecha”, predice Albrecht Meier.
Sin sorpresa, los mayores temores, a falta de protestas virulentas, proceden de las filas del SPD. “Austria-Hungría está de vuelta. Junto con el canciller Kurz, el estudiante nacionalista Strache y el pirómano Orbán, se dirigen en tres tiempos a la derecha. Adiós, feliz Austria”, decía el vicepresidente del grupo Parlamentario del SPD Achim Post. El socialdemócrata se refiere al trío de dirigentes que se oponen a las políticas de acogida y de reparto de refugiados en la Unión Europea y alaban las “políticas de defensa de las fronteras exteriores de la UE”.
Para el presidente del SPD, Martin Schulz, en cualquier caso se trata de una razón adicional para hacer “más Europa” y negociar con Angela Merkel un verdadero proyecto de reforma europea, en respuesta a las propuestas del francés Emmanuel Macron, en el marco de construcción de una nueva “gran coalición”. Sin embargo, el vicepresidente del SPD, Ralf Stegner, opina que el ejemplo austriaco “enseña una vez más que el abrazo prolongado de los grandes partidos entre sí no hace sino reforzar los extremos”. Para Stegner, el escenario austriaco demuestra a la perfección los peligros de una gran coalición entre socialdemócratas y conservadores cuando se prolonga de manera casi permanente, como sucedió en Austria. ____________
Traducción: Mariola Moreno
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Berlín lloriquea y Baviera sonríe. Ésa es la primera impresión que da Alemania tras la toma de posesión, el lunes 18 de diciembre en Viena, del nuevo canciller austriaco Sebastian Kurz (ÖVP, conservador) y de su vicecanciller Hans-Christian Strache, presidente del Partido de la Libertad (FPÖ, extrema derecha).