¿Nutella es una marca política? Una mañana de diciembre de 2018, Matteo Salvini, adepto a las redes sociales, informa al mundo de que su jornada comienza “con pan y Nutella”, y de que el ministro del Interior disfruta de ello. El hombre fuerte del Gobierno italiano espera así mejorar su imagen de hombre del pueblo, de persona normal anti-élite. Pero esa salida suya crea una polémica porque, ese mismo día, un terremoto sacude Sicilia. ¿Un líder de extrema derecha insensible? Y añade: “Confieso mi enorme error y mi defecto: adoro la Nutella”. Unas semanas antes, había publicado una foto con este comentario: “¿A quién no le gusta una crepe con Nutella?"
¿Se trata de una inversión de la tendencia? “En Italia, la Nutella es de izquierdas”, explicaba Libération en 2005. Sí, han leído bien. Primero, en Italia y en España dicen “la”, no “el” Nutella [como en Francia], lo que altera nuestras referencias. ¿Es Nutella un producto intersexual? Ferrero (grupo empresarial que lo produce) prefiere no pronunciarse.
Entonces, ¿de izquierdas o de derechas? El debate comenzó en 1985, cuando el cineasta Nanni Moretti incluyó en su película Bianca un tarro gigante de Nutella hacia el que se precipita el héroe por la noche para calmar su angustia. “Cuando salió Bianca, el director explicó que veía Nutella como una especie de pasaporte hacia el mundo”, escribe Gigi Padovani, autor de un libro sobre esta crema de untar.
Los políticos se involucran y, en 2000, Gianfranco Fini (extrema derecha) se dirige a Walter Veltroni (demócrata) con un “Basta de buenismo estilo Nutella”. El “buenismo” era entonces la política preconizada por Veltroni, una especie de rousseaunismo que Fini tachaba de ingenuo con tintes de osito. “Mi Nutella vale tanto como tus corbatas”, respondió Veltroni.
El exdirector del diario comunista Liberazione decía: “Desde hace mucho tiempo, Nutella pertenece en Italia al imaginario de la izquierda”. Y un cantante llamado Giorgio Gaber afirma: “Si el chocolate suizo es de derechas, Nutella es de izquierdas”.
¿En qué se basan esas opiniones? Gigi Padovani propone una síntesis arriesgada, que le parece “nacional popular”: “Pertenece a todos, se ha adaptado a las generaciones, a las ideologías, porque en sí mismo es una ideología, presenta el carácter de sociabilidad, bondad, tradición, pero también de transgresión, pasión y compensación”. Difícil pronunciarse.
Nanni Moretti contaba que, después de Bianca, le preguntaron en Italia: “El plano en el que se ve el gran tarro de Nutella es típicamente italiano. Sólo nosotros podemos entenderlo. ¿Quién conoce Nutella en el extranjero?”. En Francia, un periodista le habría dicho: “Esta escena es hermosa, pero ¿tienen ustedes también Nutella en Italia?”.
La ventaja de Nutella es que permite decir y hacer muchas cosas. En 2015, una familia del norte de Francia decidió llamar a su hija Nutella. Era su elección, pero al funcionario del registro civil no le gustó. Acudió a la justicia y el juez de familia de Valenciennes la rebautizó Ella, al estimar que ese nombre “contrario al interés de la niña” no puede conllevar más que “burlas o comentarios desagradables”.
Cuidado, pues, con no sobrepasar los límites. En 2015, Ségolène Royal, ministra de Ecología, Desarrollo Sostenible y Energía de Francia,lo pagó caro con una frase que dijo el 15 de junio al Petit Journal de Canal +: “Hay que plantar muchísimos árboles porque existe una enorme deforestación que ayuda al calentamiento climático. Hay que dejar de comer Nutella, por ejemplo, porque lleva aceite de palma”. La ministra de ecología lo explica: “El aceite de palma sustituye a los árboles, hace falta que utilicen otras materias primas”.
Inmediatamente estalló la ira por parte italiana. “El cierre de la frontera en Ventimiglia (para impedir a los inmigrantes entrar en Francia) no es suficiente para amenazar las relaciones franco-italianas. No era necesario que Ségolène Royal contribuyera a la tensión entre los dos países”, ironizaba La Stampa. “No se salvan los bosques boicoteando a Nutella”, titulaba Il Sole 24 Ore.
El ministro italiano de Medio Ambiente, Gian Luca Galletti, adoptó una postura guerrera: “Ségolène Royal es desconcertante: deje en paz a los productos italianos”. Y todo bravucón, anunció su menú: “Esta noche para cenar, pan con Nutella”. Por su parte, la esposa del primer ministro socialista Matteo Renzi se acercó al Nutella Concept Bar de la exposición universal de Milán con su hija, que se deleitó con una crepe de Nutella-chantilly.
¿Mensaje recibido? Dos días después, una Ségolène arrepentida entonaba su mea culpa en Twitter: “Mil excusas por la polémica sobre la Nutella. De acuerdo con poner de relieve el progreso”. Es decir, por la utilización de un aceite “sostenible”.
Hay que destacar que el WWF [Fondo Mundial para la Naturaleza] apoya al fabricante: “No es muy apropiado haber señalado al grupo Ferrero, que ha puesto en práctica una política de seguimiento de sus proveedores”, explica la ONG a la revista Challenges. La Nutella no debe ser el chivo expiatorio, dicen en WWF, para quienes hay que “desapasionar el debate” y tratar más bien de convertir en sostenibles los cultivos.
Un ataque frontal conlleva sus peligros, y así lo vio en 2012 Système U [cooperativa de minoristas francesa que integra alrededor de ochocientos hipermercados y supermercados independientes franceses]. Debido a un vídeo que denunciaba los efectos negativos de este cultivo para el medio ambiente, el grupo fue condenado el 4 de diciembre de 2012 por el Tribunal de Comercio de París, tras la denuncia de plantadores costamarfileños que consiguieron parar esa “denigración agravada”.
Système U dice que sigue actuando desde entonces para “la retirada del aceite de palma de todos sus productos”, pero modera el lenguaje, mencionando un producto “controvertido” por su “débil calidad nutricional”, su “fuerte composición en ácidos grasos saturados” (un 50% contra un 14% del aceite de oliva) y “su relación Omega 6/Omega 3 que no es óptima”.
A pesar de que Système U denuncia, con razón, prácticas de producción “cuestionadas por su impacto negativo en el medio ambiente”, lo más incomprensible es que el aceite de palma se beneficia en Francia de una tasa impositiva muy favorable: 40% menos que el aceite de oliva.
En 2015, Royal volvió a la carga al apoyar una enmienda a la ley sobre la biodiversidad que proponía aplicar más impuestos a este aceite.
Las desventuras de las “enmiendas Nutella”
En su libro Lo que puedo en fin deciros (Fayard, 2018), la exministra cuenta cómo este asunto tomó proporciones dramáticas: Indonesia, uno de los primeros productores del mundo, amenazó con ejecutar a Serge Atlaoui, un francés condenado a muerte en 2007 por tráfico de estupefacientes.
“Hace falta que Ferrero presione al Gobierno indonesio para que no ejerza tal chantaje”, escribe la exministra, sin comprobar antes que el fabricante ya intervino. El Elíseo convoca una reunión de crisis en la Asamblea y la enmienda es sustituida por otra que no presenta problemas. Barbara Pompili, secretaria de Estado de Biodiversidad, explica a su ministra que ha recibido un texto del presidente Hollande: “El grupo parlamentario socialista tenía orden de Matignon (oficina del primer ministro) y del Elíseo (sede presidencial) de suprimir la tasa”.
Royal echó pestes por el hecho de haber cedido “a este chantaje, a ese farol odioso, a esa amenaza de ejecución de un rehén” y se enfadó aún más cuando esa retirada fue seguida de una “derrota en campo abierto”: la autorización por su sucesor Nicolas Hulot para importar anualmente 300.000 toneladas de aceite de palma para la refinería de La Mède (Bouches-du-Rhône), que produce carburante desde primeros de julio de 2019.
Es difícil entonces, incluso imposible, conseguir el menor avance en esta cuestión. Entre 2011 y 2017, las “enmiendas Nutella” para tasar el aceite de palma lo mismo que otros aceites, presentadas por Alina Archimbaud, no tuvieron éxito.
“Algunos de mis colegas lo tomaban a chufla cada año: 'Ah, ahí viene ella con su enmienda aceite de palma'. Eso les hacía sonreír”, lamenta la exsenadora ecologista, que denunciaba tres aspectos: el aceite de palma contribuye a la deforestación de millones de hectáreas, su exceso de consumo por la utilización masiva en la industria agroalimentaria daña la salud y su baja tasa impositiva le hace especialmente barato.
Pero frente a esas explicaciones, “públicamente, la oposición tenía pocos argumentos: las decisiones se tomaban por encima del ministro de Sanidad, en mi opinión”. Había todo tipo de presiones: “A mi llegada, por la mañana, al despacho, me encontraba con 200 emails hostiles en todos los idiomas, con insultos y comentarios groseros”. Después llegó una explicación entre bastidores: “Pero, Aline, ¡no has entendido nada! ¡Vendemos armas a Indonesia!
Luego, añade, “han hecho correr el rumor de que nuestro conciudadano condenado a muerte va a ser ejecutado”. “Había colegas que se lo creían. Toman a los senadores por niños”, se lamenta la exsenadora.
En 2012, Aline Archimbaud consigue sin embargo el apoyo del senador socialista Yves Daudigny. Haciendo la compra con su mujer, Daudigny se interesa por la presencia en los alimentos de ácidos grasos saturados, que el aceite de palma contiene en cantidad. Consumidos en exceso, esos ácidos aumentan el riesgo de enfermedades cardivasculares y a Daudigny le hicieron un doble baipás coronario en 1995. Y así le vino la idea de aplicar una tasa adicional de 300 euros por tonelada, algo así como “enviar una señal a los fabricantes” para que elijan aceites “más respetuosos con la salud”.
De entrada, las críticas estallaron. Un grupo de reflexión nigeriano denunció una “tasa colonial” y algunos investigadores comentaron que cargar solo contra este aceite tropical parecía discriminatorio, pues su uso moderado no plantea más problemas que cualquier otro aceite.
Daudigny tiene que soportar burlas internas. El senador Alain Milon (entonces de la UMP, partido que apoyaba a Chirac) decía que sus problemas cardíacos aparecieron “no por el aceite de palma, sino más bien por la mantequilla, la leche y los quesos”. Milon proponía irónicamente tasar la mantequilla, “gravar las carreteras” en razón de los accidentes, de la misma forma que “los coches, las motos, las bicis y los peatones”, aunque esto último no se sabe bien por qué. Milon, médico, soltó además que jamás había encontrado “un solo paciente adicto al aceite de palma”, aunque no sea esa la cuestión.
En 2012, el Senado adoptó la enmienda pero la derecha y los comunistas se unieron para rechazar todo el proyecto de ley. Así es como cayó en el olvido esta “enmienda Nutella”, de cuya apelación se lamenta Daudigny. Para él, no se trataba de “penalizar” a sus entusiastas, sino de poner fin a una “ventaja competitiva que ya no está justificada” y que aún perdura. Nunca más volvió a intentarlo: “Estaba abocada al fracaso”. Y dice, riendo: “Yo era algo ingenuo entonces”.
En aquella época, el poder malayo había hecho saber que si las compras de aceite de palma disminuían, podrían comprar menos material militar o de Airbus. En una visita a Malasia en julio de 2013, para vender el Rafale [avión de combate], Jean-Marc Ayrault [entonces primer ministro] se apresuraba a afirmar que “no estaba prevista en absoluto una penalización fiscal al aceite de palma”. Eso podía tener consecuencias y el primer ministro socialista lo sabía.
De este modo, la venta por la DCN (constructor naval) y Thales de submarinos Scorpène a Malasia, en 2002, fue conseguida en parte a cambio de 234 millones de euros en compras de aceite de palma por Francia, según el diario Libération del 8 de junio de 2018, que cita un acta de 13 de mayo de 2011 de la Dirección Central de la Policía Judicial. Una venta, por otra parte, manchada de corrupción.
Según Libération, la amenaza de ejecución de Serge Atlaoui fue también esgrimida en 2016, en una “nota blanca” mostrada a algunos parlamentarios. “El Ministerio de Asuntos Exteriores y Matignon me han pedido expresamente que dé marcha atrás”, contó al periódico la ponente del proyecto de ley que preveía la tasación. “Perturbada” al saber que la vida de ese hombre “dependía” de su decisión, Geneniève Gaillard guarda de eso “muy mal recuerdo”.
Indonesia estaba entonces dispuesta a un compromiso, asegura el senador Ronan Dantec: “Yo había participado en un cara a cara con el ministro indonesio de comercio exterior. Él estaba de acuerdo con una tasación similar a la del aceite de oliva, porque pensaba que había perdido”. Luego la situación se endureció entre “el peso de los lobbies de lo agroalimentario, que son los grandes beneficiarios de esta baja tasación”, el “chantaje en la compras de Airbus y Rafale” y las amenazas de ejecución, afirma el senador de EELV (Los Verdes).
Es así cómo el aceite de palma se beneficia todavía de su nicho fiscal. En octubre de 2018 volvió la idea de aplicar una tasa aumentada al aceite de palma alimentario, gracias a la comisión de finanzas de la Asamblea Nacional, que quería incluirla en la ley de finanzas de 2019. Pero ocho días más tarde, esa enmienda de Laurianne Rossi (LREM) fue rechazada a petición del Gobierno.
El senador Dantec no la ve regresar en mucho tiempo: “Hay algunos senadores cercanos a los productores franceses de aceite vegetal que la apoyan en nombre de la lucha contra la competencia desleal. Pero tienen en frente a lobbies muy fuertes y hay mucho negocio en juego”. ___________
Ver másLos megafuegos: una catástrofe mundial y total
Traducción de Miguel López:
Aquí puedes leer el texto original en francés:
¿Nutella es una marca política? Una mañana de diciembre de 2018, Matteo Salvini, adepto a las redes sociales, informa al mundo de que su jornada comienza “con pan y Nutella”, y de que el ministro del Interior disfruta de ello. El hombre fuerte del Gobierno italiano espera así mejorar su imagen de hombre del pueblo, de persona normal anti-élite. Pero esa salida suya crea una polémica porque, ese mismo día, un terremoto sacude Sicilia. ¿Un líder de extrema derecha insensible? Y añade: “Confieso mi enorme error y mi defecto: adoro la Nutella”. Unas semanas antes, había publicado una foto con este comentario: “¿A quién no le gusta una crepe con Nutella?"