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El Partido Comunista de China quiere celebrar su centenario sin ningún pobre en el país

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Gilles Taine (Mediapart)

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“Estamos convencidos de que, en el plazo establecido, podremos completar la construcción de la sociedad de prosperidad moderada y sacar de la pobreza a todos los habitantes de las zonas rurales que viven por debajo del umbral de pobreza”. Este pasaje del discurso de Xi Jinping ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el pasado 22 de septiembre recibió menos cobertura en la prensa internacional que el discurso en que anunciaba la neutralidad del carbono en 2060. Sin embargo, es mucho más importante para el régimen porque lo compromete hoy y no dentro de 40 años, cuando es probable que la mayoría de los dirigentes actuales hayan muerto.

La erradicación de la pobreza absoluta y la transformación de China en una “sociedad de prosperidad moderada” (xiaokang shehui, en mandarín) para el año 2020 son los objetivos fijados por el predecesor de Xi Jinping, Hu Jintao, para ayudar a celebrar con gran pompa y boato el centenario de la fundación del Partido Comunista Chino en 2021. Desde que llegó al poder, el secretario general del partido, Xi Jinping, ha hecho de la campaña contra la pobreza una de las principales herramientas de legitimación de su Gobierno.

Según Willy Lam, profesor de la Universidad China de Hong Kong, “sin lugar a dudas, la maquinaria de propaganda del partido va a organizar una gran ceremonia antes de fin de año para celebrar otro éxito sobrehumano de Xi Jinping: situar a todos los chinos por encima del umbral de pobreza, aunque las autoridades chinas sitúen el umbral de pobreza por debajo del establecido por Naciones Unidas. Este acontecimiento forma parte del culto a la personalidad desarrollado por Xi desde que accedió al poder, y la lucha contra la pobreza forma parte de los argumentos que pretende dar para mantenerse en el poder al menos diez años después del XX Congreso, previsto para 2022. Al mismo tiempo, le permite demostrar que está poniendo en marcha el adagio maoísta de que el partido debe servir al pueblo”.

La importancia de este asunto se refleja en el lugar que le ha otorgado al aparato de propaganda. En medio de la crisis del coronavirus, el Diario del Pueblo no dudó en dedicar su portada al carácter de “hombre del pueblo” del secretario general, Diario del Pueblo publicando una serie retrospectiva sobre sus visitas a las zonas rurales cuando el país tenía otras preocupaciones. Recientemente, a pesar del aumento del desempleo y de las inundaciones que han arrasado las provincias de Hubei y Sichun, el Gobierno reiteró que se lograría el objetivo.

Sobre el terreno, en los últimos años se han desbloqueado presupuestos especiales reservados al desarrollo de infraestructuras –sobre todo viarias y ferroviarias para acabar con el aislamiento de zonas rurales y montañosas del Oeste del país–. Ejércitos de líderes locales (2,9 millones, según las cifras oficiales) en las aldeas para lograr la ambición de Xi y ayudar a la gente a superar el fatídico umbral de pobreza.

Los residentes de aldeas enteras en áreas consideradas peligrosas o demasiado remotas han sido reubicados en nuevos edificios ubicados en las afueras de las ciudades. De paso, se tiene cuidado de asegurar que se les proporcionen carteles de Xi Jinping para decorar sus nuevos hogares.

La presión ejercida sobre la base del aparato administrativo para lograr los objetivos fijados es tan fuerte como siempre. Se han elaborado listas de “familias que deben ser salir de la pobreza”, con la puerta de su casa marcada con un signo para ayudar a identificarlas. Sólo en la montañosa prefectura de Liangshan de Sichuan, que Xi Jinping visitó en 2018 después de “ver en la televisión” las duras condiciones de vida de sus habitantes, se han gastado oficialmente 115.000 millones de yuanes (14.300 millones de euros) desde 2016.

Sin embargo, sigue habiendo problemas. Aparte de la corrupción, que sigue siendo endémica, la más común está vinculada a la dificultad de definir lo que constituye una “familia pobre”. El punto de partida de la investigación suele ser el permiso de residencia (hukou) en el que suelen inscribirse los miembros de la familia que ya no viven bajo el mismo techo.

No es raro que tres generaciones de una misma familia se registren en un solo hukou, aunque los más jóvenes hayan ido a trabajar a la ciudad, a veces a miles de kilómetros de la aldea. La investigación que establece quiénes son pobres y quiénes no lo son se ha realizado a menudo al comienzo de la campaña, en 2013-2015, y va acompañada de un plazo para sacar a las personas identificadas de la pobreza. En estas condiciones, los responsables locales no tienen interés en ampliar la lista a medida que se acerca la fecha fatídica.

Sin embargo, como explica Willy Lam, “el fenómeno del retorno a la pobreza está muy extendido en las zonas más pobres de China. En años buenos, los campesinos de las provincias de Gansu, Ningxia o Guizhou pueden estar por encima de umbral de pobreza, pero sólo hace falta un descenso en el crecimiento, como este año, para que vuelvan a caer por debajo de ella”.

No menos importante es que algunos líderes del partido están tratando de moderar la visión triunfalista de la máquina de propaganda sobre la capacidad de China para lograr "una sociedad de prosperidad moderada" para finales de año. En su informe anual sobre la labor del gobierno el pasado mes de mayo, el primer ministro Li Keqiang dijo que 600 millones de personas, casi la mitad de la población de China, viven con menos de 1.000 yuanes (125 euros) al mes.

El exdirector adjunto del Comité de Asuntos Económicos y Financieros del Congreso Nacional Popular, basándose en estas cifras, consideró, unas semanas más tarde, que no se podía afirmar que se hubiera logrado una prosperidad moderada en estas condiciones y se preguntó: "Los Juegos Olímpicos de Tokio se han aplazado un año, ¿por qué no podemos declarar que hemos alcanzado nuestro objetivo en uno o dos años?”. Sus palabras, que se hicieron virales en la Internet china, pronto fueron censuradas.

Más allá de esta batalla de números, la campaña contra la pobreza plantea otros problemas más fundamentales, especialmente en las zonas habitadas por “minorías étnicas”, como el Tíbet o Xinjiang. Lejos de ser una simple política social, es un aspecto esencial de la política asimilacionista implementada por el partido-estado.

Un nuevo informe, publicado por Adrian Zenz, revela que la lucha contra la pobreza en el Tíbet va de la mano del control creciente sobre el territorio tibetano y las formas de vida de sus habitantes. Los informes oficiales sobre el progreso de la campaña afirman que “el Estado debe dejar de criar perezosos. La estricta gestión de estilo militar del plan de formación profesional debería ayudar a fortalecer la débil disciplina laboral de los tibetanos y a reformar su pensamiento atrasado”.

En la misma línea, hay planes para “alentar” a los pastores y agricultores a que donen sus tierras y su ganado a cooperativas gubernamentales y se conviertan en empleados. Bajo el pretexto de aumentar los ingresos, estas llamadas políticas de formación profesional tienen en realidad por objeto desmantelar el tejido social, lingüístico y cultural tibetano y concentrar el control de los recursos naturales más en manos de las autoridades locales.

En Xinjiang, la política de “hermanamiento” de un alto cargo con una familia pobre, característica de la campaña contra la pobreza en todo el país, ha sido un engranaje clave para extender el control del partido en las zonas rurales de la región autónoma. Es la contraparte “personalizada” de los campos de reeducación.

Como subraya un informe de Human Rights Watch sobre esta cuestión y publicado en 2018, lejos de limitarse a ayudar a las familias uigures a “salir de la pobreza”, estos responsables que viven en el seno de las familias están más ahí para vigilarlas, para asegurarse de que han abandonado las prácticas islámicas, tienen buenas prácticas de higiene o han aprendido los discursos de Xi Jinping y son leales al partido. La lucha contra la pobreza también ha servido de pretexto para obligar a los uigures a instalarse en fábricas de las provincias del interior, otro componente de la política de erradicación de las especificidades culturales y lingüísticas de este pueblo de habla turca.

A pesar de los progresos realizados en la lucha contra la pobreza, este planteamiento de “campaña, característico de la China maoísta y cuyo principal objetivo sigue siendo suscitar la obediencia y el amor al líder supremo, deja a los altos cargos libres de utilizar todo tipo de manipulación y de elusión de la realidad para alcanzar los objetivos fijados.

El Partido Comunista chino aprueba una enmienda constitucional para incluir el "pensamiento de Xi", el presidente del país

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Traducción: Mariola Moreno

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