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Un Partido Laborista debilitado confía en evitar la mayoría absoluta a Johnson en las legislativas británicas

El futuro del Brexit está en juego, una vez más. Más de 46 millones de británicos están llamados este jueves 12 de diciembre a votar en las elecciones parlamentarias, consideradas por los dos principales partidos como “las elecciones más importantes del Reino Unido para una generación”.

La principal incógnita de estas elecciones legislativas anticipadas es saber lo abultada que será la mayoría de los conservadores, liderados por el jefe de Gobierno saliente, Boris Johnson. En junio de 2017, los tories de Theresa May sólo consiguieron una mayoría relativa (317 escaños de un total de 650). Se vieron forzados a apoyarse en el partido DUP de Irlanda del Norte para gobernar, pero no lograron una mayoría para adoptar el acuerdo sobre la salida de la UE. De ahí el impasse político.

Si Boris Johnson lograse la mayoría absoluta (al menos 326 escaños), promete “poner en marcha el Brexit” (get the Brexit done) a partir de enero de 2020. Al nombrar a los candidatos, se aseguró de que todos apoyasen el acuerdo que negoció con la UE en otoño. Sin mayoría absoluta, el exalcalde de Londres se encontraría atrapado: no podrá contar con el apoyo de ningún otro partido en Westminster, ya que el DUP ha expresado repetidamente su oposición a la última versión del acuerdo.

Johnson, de 55 años, ha llevado a cabo una campaña rudimentaria: “Una línea clara, simplista y populista”, dice el académico Philippe Marlière. Su lema, Get the Brexit done, es el único que se ha impuesto durante los seis meses de la campaña. El partido se ha encargado de los medios; en los últimos días de la campaña, invirtió no menos de 500.000 libras esterlinas (591.000 euros) en una campaña online para retransmitir un vídeo instando a los votantes a “poner fin a los debates” sobre el Brexit.

Muchos analistas han destacado las falsedades de este eslogan. Aunque solo sea porque la aprobación en el Parlamento británico del acuerdo negociado con Bruselas será sólo una etapa de la salida. Acto seguido será necesario negociar un nuevo acuerdo comercial entre el Reino Unido y la UE, que podría durar años. Con el riesgo, una vez más, de un “no deal” caótico: la falta de acuerdo.

Pero esta fórmula engañosa parece haber seducido a muchos de los 17,4 millones de votantes que dijeron sí al Brexit en 2016. Muchos de ellos no entienden por qué el divorcio de la UE sigue sin ser efectivo. Los conservadores podrían así progresar en antiguos bastiones del Partido Laborista en el norte de Inglaterra, con una población blanca envejecida y que lucha por comprender la estrategia del Partido Laborista sobre la cuestión.

En una grabación filtrada al final de la campaña, uno de los miembros del gabinete en la sombra de Corbyn, Jonathan Ashworth, lo resumió a su manera, en una conversación privada con un amigo conservador: “No les gusta Johnson. Pero no soportan a Corbyn. Y están convencidos de que fue el Partido Laborista el que bloqueó el Brexit”. Desde entonces, la persona aludida ha asegurado que se trataba de una broma.

Más allá del Brexit, Johnson se ha comportado conforme al guión, anclado muy a la derecha. Reforzó sus propuestas de seguridad tras el atentado con arma blanca cometido en el Puente de Londres, que causó la muerte de dos personas (incluida la prohibición de cualquier reducción de penas para los detenidos por terrorismo). También prometió una reforma de la política migratoria basada en el modelo por puntos de Australia.

Johnson se ha cuidado de dirigirse al electorado del partido del Brexit de Nigel Farage. Tras no llegar a un acuerdo formal con los conservadores, el eurodiputado de extrema derecha, que acostumbra a tener salidas racistas, decidió no presentar candidatos en las 317 circunscripciones que ya contaban con un diputado conservador.

Farage, más bien invisible durante la campaña, había prometido concentrar sus esfuerzos en las circunscripciones del Partido Laborista, acusadas de haber “traicionado” a su electorado leaver (partidarios de la salida de la UE). Esta decisión táctica del partido partidario del Brexit explica sin duda en buena medida por qué Johnson en 2019 debería obtener mejor resultados que May en 2017. Al contrario, el voto de los partidarios del mantenimiento en la UE está repartido entre numerosos partidos, del Laborismo a los liberales demócratas (Lib Dem, liberales de centro derecha), pasando por los Verdes y el SNP escocés.

A pesar de que los sondeos muestran que está muy por detrás, Jeremy Corbyn, de 70 años, no ha perdido la esperanza de gobernar. Incluso dijo estar “muy contento y confiado” en una entrevista en The Guardian el martes. El diputado londinense desea liderar una coalición o un ejecutivo minoritario, con el apoyo de los independientes escoceses de Nicola Sturgeon (SNP). Que negociaría este apoyo a cambio dela celebración de un nuevo referéndum sobre la independencia de Escocia, ya en 2020, según algunos artículos.

En este escenario, no hay Brexit el 31 de enero: las negociaciones se reanudarían, si los líderes europeos lo aceptasen, antes de un segundo referéndum anunciado en otoño de 2020. El resultado del SNP será aún más crucial el jueves, ya que la formación gobernante en Escocia podría recuperar escaños que le quitó el Partido Conservador en 2017 y erosionar la mayoría de Johnson en Westminster. Esta es una de las batallas clave del jueves, en una docena de circunscripciones denominadas "marginales" en Escocia, donde el líder del partido en el poder en las elecciones legislativas de 2017 era débil.

Al igual que en 2017, Corbyn hizo campaña, no a favor del Brexit, sino en defensa de los servicios públicos socavados por años de austeridad bajo gobiernos conservadores. Centró su campaña en salvaguardar el NHS, el hospital público, prometiendo inversiones masivas. Acusó al Ejecutivo de preparar la privatización de algunos servicios después del Brexit, como parte de un acuerdo comercial con los Estados Unidos, un proyecto que Johnson desmintió.

El final de la campaña se vio envuelto en una foto en las redes sociales que mostraba a un niño de cuatro años durmiendo en el suelo de un hospital público de Leeds debido a la falta de camas disponibles. Boris Johnson se negó primero a mirar la foto, antes de confiscar el teléfono móvil del periodista, que insistió en mostrarle la foto. Antes de disculparse, sobre el alcance de la crisis. Después, los conservadores intentaron organizar una respuesta, en particular insistiendo en que esta foto fue puesta en escena por Momentum, el grupo activista pro-Corbyn, lo que resultó ser falso.

“Gran Bretaña se merece algo mejor”

Corbyn espera imponerse entre los jóvenes –el 62% de los jóvenes de 18 a 24 años votaron a Corbyn en 2017, y el 56% de aquellos entre los de 24 y 35 años, según cifras recopiladas por la investigadora Sarah Pickard en su libro sobre la juventud y la política británicas– y entre las minorías étnicas. El líder del Partido Laborista, que cuenta con el apoyo del rapero Stormzy, venció a Theresa May por 34 puntos porcentuales en el voto de la minoría étnica en 2017, según estudios del Instituto Opinium.

Otro motivo de esperanza para la maquinaria laborista, que cuenta con más de 450.000 miembros (frente a 160.000 tories) son las más de 3,8 millones de personas inscritas en las listas por primera vez para votar, dos tercios de ellas menores de 35 años (frente a los 2,3 millones de nuevos electores en 2017).

Algunos de estos nuevos votantes pueden verse seducidos por las llamadas al “voto táctico”, que se han multiplicado en la recta final de la campaña de todos los partidos. En otras palabras, votar por el candidato que parezca mejor situado para derrotar a un conservador, ya sea laborista o liberal demócrata (Lib Dem). Símbolo de esta política post-Brexit, que va más allá de la afiliación partidista, dos exlíderes de partido, Tony Blair y John Major, celebraron una reunión conjunta la semana pasada para instar a los votantes al voto “táctico”.

En Uxbridge, la circunscripción de Boris Johnson en el Gran Londres, los demócratas liberales reconocen que están llevando a cabo una campaña a minima para favorecer a Ali Milania minima, laborista y partidario del remain. En las tierras tradicionales de Canterbury, el Partido Laborista podría recurrir de nuevo a un voto táctico a candidatos lib-dem para derrotar a los conservadores. Pero la personalidad de Corbyn, caricaturizada como “marxista”–pese a que ya no lo es desde hace mucho tiempo– en muchos medios de comunicación y que sigue indignando a muchos centristas, también podría limitar el alcance de esta votación táctica.

Esta dinámica sigue siendo frágil. Las críticas sobre el antisemitismo y la complejidad de las propuestas del BrexitBrexit han lastrado la campaña laborista. El líder de la campaña sindical John McDonnell reconoció el domingo en la BBC1 que “temía que [la polémica sobre el antisemitismo] tenga consecuencias”. El juicio a Jeremy Corbyn por no gestionar con suficiente firmeza los casos de antisemitismo adquirió mayor relieve en noviembre.

La tensión alcanzó su punto más álgido con la tribuna del Gran Rabino del Reino Unido en The Sunday Times –una intervención sin precedentes en una campaña política– que calificó a Corbyn de “incapaz de ocupar un puesto de responsabilidad”. No fue hasta la entrevista ofrecida en televisión el 3 de diciembre cuando Corbyn se dignó a disculparse "por todo lo que pasó", por su gestión del asunto, después de haberse negado a hacerlo durante muchos meses. Desde que asumió el liderazgo del Partido Laborista, Corbyn simplemente ha dicho que el antisemitismo en el Partido Laborista no era sistémico. Y que todos los partidos políticos británicos estaban afectados por esta plaga.

Pero el culebrón no ha terminado. The Sunday Times publicó documentos internos del partido el 8 de diciembre, afirmando que varios responsables de la formación cuyas declaraciones antisemitas habían sido denunciadas a la dirección, seguían en el cargo. Contrariamente a lo que Corbyn y su entorno han estado diciendo durante meses, que defendían que la crisis estaba zanjada. El efecto de esta laxitud puede ser devastadora entre el electorado judío.

De ahí la conclusión sin reservas de The New Statesman, el influyente semanario de la izquierda británica, en su editorial anterior a las elecciones, titulado “Gran Bretaña merece algo mejor”: “Su negativa a disculparse por el antisemitismo en el partido, así como a adoptar una postura firme con respecto al Brexit, el mayor desafío del país, lo incapacita para convertirse en primer ministro".

Con la pérdida de confianza de la población en la clase política, acusada de no haber sido capaz de llevar a cabo el Brexit, Corbyn ha luchado, mucho más que en 2017, para convencer de sus competencias. Sobre el terreno, las quejas de los votantes decepcionados por el casting propuesto –un duelo Corbyn/Johnson– se han hecho oír con frecuencia. Un editorialista de The Guardian, confundido, se preguntaba: "Ni Johnson, ni Corbyn, ni Brexit: ¿es mucho pedir? »

“En teoría, estas elecciones eran imperdibles para el Partido Laborista, después de años de austeridad conservadora”, asegura Philippe Marlière. “El programa laborista es muy estimulante, al proponer un Green Deal a la británica y una redistribución del poder a nivel local. Pero hay un rechazo a la persona de Corbyn, que no sólo es palpable a la derecha”. La tendencia parece haber empeorado desde la dimisión en septiembre de un asesor de alto nivel, Andrew Fisher, que criticó la gestión poco profesional de la época: “He perdido la fe en nuestra capacidad de ganar”, señalaba.

En caso de una segunda derrota de Corbyn, no debería permanecer por mucho tiempo al frente del partido. McDonnell, su número dos, podría tomar el relevo hasta la celebración de un congreso en 2020 para elegir un nuevo líder. Los partidarios de Corbyn harán todo lo posible por presionar a su candidato. Rebecca Long Bailey, de 40 años, hija de un trabajador portuario del Gran Manchester, es uno de los nombres que más suenan, junto con Laura Pidcock, una feminista de 32 años nacida en North Shields, al norte de Inglaterra. ____________

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Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

El futuro del Brexit está en juego, una vez más. Más de 46 millones de británicos están llamados este jueves 12 de diciembre a votar en las elecciones parlamentarias, consideradas por los dos principales partidos como “las elecciones más importantes del Reino Unido para una generación”.

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