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"Por cada uno que matéis, se levantarán mil": los jóvenes se lanzan a una guerra de desgaste al régimen iraní

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Jean-Pierre Perrin (Mediapart)

Reza Haghighatneyad era periodista de Radio Farda, una emisora de radio de la oposición financiada por Estados Unidos con sede en Praga. Había huido de su país durante la represión de la revuelta de 2009 tras la reelección fraudulenta de Mahmud Ahmadineyad y desde entonces había estado investigando historias de corrupción en el régimen. Murió de cáncer en Berlín el 17 de octubre a la edad de 45 años y había expresado su deseo de ser enterrado en Shiraz, su ciudad natal, para cumplir la voluntad de su madre.

Las autoridades iraníes dieron el visto bueno y emitieron un permiso para su entierro, con la condición de que no fuera en esa gran ciudad –para evitar cualquier riesgo de manifestaciones contra el régimen– sino en un cementerio exterior.  La familia finalmente aceptó y comenzaron los preparativos del funeral.

Pero su cuerpo nunca llegó al cementerio. El 25 de octubre, cuando el avión que repatriaba su cuerpo aterrizó en el aeropuerto de Shiraz, las fuerzas de seguridad estaban esperando para hacerse cargo del ataúd y llevarlo a un destino desconocido. "Hacía seis años que no lo veía. Finalmente accedieron a dejar que su cuerpo regresara, pero los Pasdaran (Guardia de la Revolución) o la policía secuestraron su cuerpo en el aeropuerto", confirmó su madre, Beygumjan Raissi, en un vídeo publicado en Iranwire.

“¡Han llegado hasta a confiscar un cadáver!", dice indignado el abogado Karim Lahidji, fundador de la Liga Iraní para la Defensa de los Derechos Humanos (LDDHI) y vicepresidente de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH). “No respetan el luto ni la tumba. No tienen más que odio hacia todos los que no piensan como ellos. Sólo odio, incluso en la muerte. No puedo creer que sean iraníes los que hacen eso, pero son mis compatriotas".

Ahora que la revuelta de la juventud iraní entra en su sexta semana, el odio del régimen, tan salvaje como calculado, se ha convertido en una marejada que no perdona a nadie. Esto desespera al abogado, que conoce bien la represión de las autoridades iraníes, pues defendió a cientos de presos políticos tanto bajo el régimen del Sha como bajo la República Islámica, antes de verse obligado a exiliarse en París. Este es el terrible precio que han pagado los jóvenes manifestantes.  

"Todos los días hay jóvenes que caen. La edad media de los manifestantes es inferior a 24 años. Algunos no tienen más que 12, 13 ó 14 años. En las manifestaciones no se ve a nadie mayor de 40 años y hay tantos detenidos que las autoridades no saben ni dónde meterlos. Este hacinamiento en las cárceles provocó el siniestro de la prisión de Evin, cuando los presos comunes que protestaban fueron repelidos con escopetas y gas lacrimógeno, que acabaron provocando un fuego.

Según la web Iranwire, que cita un informe confidencial del gobierno, la edad media de los aproximadamente 2.000 manifestantes detenidos a mediados de octubre, de los cuales 1.700 fueron liberados, es de sólo 17 años. El 90% de ellos nunca había tenido trato con la policía.

Según la ONG Iran Human Rights (HRNGO), con sede en Oslo, que lleva un recuento muy preciso de las víctimas, hasta el 28 de octubre habían muerto al menos 253 personas. Por otra parte, es imposible contar el número de heridos, ya que tienen miedo de ir al hospital para recibir tratamiento.

Represión feroz

En cuanto los manifestantes empiezan a corear el nombre de una víctima de la represión, aparece otra. Ahora es el de la joven cirujana Parisa Bahmani, que murió el 28 de octubre a causa de las heridas sufridas durante una concentración en Teherán ante el Consejo de Médicos, que afirmó que había muerto en un accidente de coche.

Entre las víctimas había al menos una docena de adolescentes, entre ellas Nika Shahkarami, de 16 años, la heroína de las primeras manifestaciones en las que se la vio en vídeos quemando su hijab (pañuelo islámico) y gritando "¡Muerte al dictador! Secuestrada el 20 de septiembre, fue encontrada "suicidada" unos días después, según un fiscal de la República Islámica, pero su autopsia reveló múltiples fracturas en la pelvis, la cabeza, las extremidades superiores e interiores, así como las manos, los pies y las caderas.

Ahora, el lema "Todos somos Nika" es uno de los más repetidos durante las protestas, junto con el de Mahsa Amini, la joven kurda asesinada a golpes el 14 de septiembre por la policía de la moral, cuya muerte desencadenó la revuelta.

Otra desaparición ahora emblemática es la de Armita Abbasi, de 20 años, también secuestrada por los milicianos. Sabemos que fue trasladada el 17 de octubre, una semana después, al hospital Imam Ali de Karaj (en los alrededores de Teherán), a raíz de las hemorragias y lesiones internas probablemente causadas por las múltiples violaciones, y que fue secuestrada de nuevo el 20 de octubre, en su cama del hospital, poco antes de que su familia fuera a visitarla. Desde entonces no hay noticias de ella. Al parecer ahora está en la cárcel de la ciudad.

El Irán de la revuelta también llora a Mehrshad Shahidi, de 19 años, uno de los chefs más prometedores de la cocina iraní moderna. Detenido el 25 de octubre en Araq, no lejos de Teherán, fue asesinado a palos y su cuerpo devuelto a sus padres al día siguiente.

El movimiento de protesta también está muy preocupado por la dramática situación de Niloufar Hamedi y Elahed Mohammadi, las dos jóvenes periodistas que difundieron la historia de Mahsa Amini. Encarceladas desde hace unos 40 días, sus vidas corren peligro desde que los distintos servicios de inteligencia emitieron un comunicado conjunto en el que se les acusa de haber sido "entrenadas" por Estados Unidos y de estar "en misión" para la CIA.

Ni siquiera los niños se libran de la represión. Según la HRNGO, ya han sido asesinados 35. El último, de 12 años, fue tiroteado en Zahedan el viernes.

Nuevas movilizaciones con cada funeral

Sin embargo, el régimen parece seguir queriendo radicalizar su represión. El atentado del 26 de octubre contra el mausoleo chiíta de Shahcheragh, cerca de Shiraz, en el que murieron 15 personas y otras 40 resultaron heridas, le permitió relacionar el ataque -reivindicado por el Estado Islámico- con la última protesta, como hizo el presidente Ebrahim Raissi.

En la ceremonia de duelo del sábado, el jefe de los Pasdaran, general Hossein Salami, pidió a los jóvenes iraníes que "no se conviertan en una pieza de ajedrez del enemigo", haciendo referencia a Arabia Saudí, y luego lanzó una solemne advertencia: "Este día marca el final de los disturbios, no salgáis a la calle de nuevo". 

Hasta el momento, ninguna amenaza ha hecho mella en el movimiento que, aunque a veces baja de intensidad durante varios días, recupera su fuerza poco después.

De ahí la importancia de los funerales que, como en la época del Sha durante la revolución islámica, permiten reanudar las protestas, en particular para las ceremonias del thellum que marcan el cuadragésimo día de luto. Un eslogan lo deja claro: "Por cada persona que matéis, se levantarán mil más".

Eso es lo que ocurrió el 27 de octubre en Saqqez, en el Kurdistán iraní, donde la policía, a pesar del uso de armas de fuego y gases lacrimógenos, no pudo impedir que miles de personas se reunieran ante la tumba de Mahsa Amini. O en Jorramabad, al día siguiente, en la ceremonia en memoria de Nika Shahkarami, donde los manifestantes desafiaron a las fuerzas de seguridad gritando "Mataré, mataré a quien haya matado a mi hermana".

“Es una guerra de desgaste en la que ninguno de los bandos puede esperar ganar al otro y que, por tanto, continuará", afirma el historiador Jonathan Piron, coordinador de la unidad de prospectiva de Etopia, un centro de investigación independiente con sede en Bruselas, e investigador asociado del Grupo de Investigación e Información sobre la Paz y la Seguridad (Grip). “Es un movimiento de protesta de una naturaleza que yo diría un poco líquida, una acción colectiva de actores no colectivos, lo que dificulta al régimen aplastar las manifestaciones, porque no hay un líder, ni una categoría de población claramente identificada, y esa forma de fluidez permite llegar a diferentes segmentos, las universidades, los institutos, luego a Kurdistán y a Baluchistán, y de nuevo las universidades... El régimen piensa, pues, que el movimiento se va a ir apagando poco a poco porque no se trata de manifestaciones de masas, por lo que aplica las lógicas clásicas de la represión."

Aunque la figura del mártir está presente en la protesta, no tiene ninguna connotación religiosa. Es el individuo que se enfrenta a la vida, y no el individuo que se enfrenta a la muerte como en el martirologio clásico del régimen

“No es en absoluto la misma secuencia que en 2019", añade el historiador. “En aquel momento, los líderes de la protesta, Mir-Hossein Moussavi y Mehdi Karoubi, fueron detenidos y el movimiento aplastado. Hoy, sin una estructura, un liderazgo o un programa claro, el movimiento es incapaz de imponerse. Sabemos contra qué luchan los manifestantes, pero no está claro cuándo podrá el movimiento desembocar en una revolución o en una transformación. Sin embargo, hay un nuevo proceso político que está teniendo lugar con una forma de concienciación y politización que se produce a través de la fuerza de las imágenes que se comparten y también a través de la idea de que las reformas ya no pueden venir del interior del régimen.”

En un país profundamente imbuido de la cultura del martirio, el de 11 de los 12 imanes históricos del chiismo, así como el de los combatientes caídos por defender la revolución islámica y sus avatares, la muerte violenta de los jóvenes manifestantes tiene también el valor del sacrificio. “Con una diferencia esencial: aunque la figura del mártir está presente en la protesta, no tiene ninguna connotación religiosa", explica Jonathan Piron. “Es el individuo que se enfrenta a la vida y no el individuo que se enfrenta a la muerte como en el clásico martirologio del régimen -se sigue utilizando hoy con los combatientes iraníes muertos en Siria-. Así que los manifestantes se están apropiando de nuevo de ese individuo en la sociedad y nos estamos alejando de la pulsión de muerte que ha sido durante mucho tiempo la retórica del régimen, con fórmulas como "condolencias y felicitaciones" que se podía oir durante la guerra entre Irak e Irán. Estar en la vida se hace a través de nuevas consignas y esto transforma la acción de los manifestantes".

Guerra de guerrillas contra los turbantes

Salvo en la provincia de Sistán-Baluchistán, donde los manifestantes suníes cantan "Allahu Akbar", la revuelta ha adquirido un tono mayoritariamente antirreligioso. En las manifestaciones, los lemas son cada vez más insultantes hacia el clero y la religión. Estatuas del imán Jomeini y del general "martirizado" Kacem Soleimani han sido objeto de vandalismo o quemadas.

También hay numerosos vídeos que muestran a jóvenes iraníes -puede tratarse de un solo individuo- arrancando los turbantes de las cabezas de los akhounds (clérigos), a veces pisoteándolos, cuando se los encuentran por la calle. 

Dos regiones, Baluchistán y Kurdistán, ambas con una población predominantemente suní, siguen encendiendo a las fuerzas de seguridad, con la participación de los Pasdaran.

Zahedan, la capital de Baluchistán, parece estar actualmente rodeada por las fuerzas de seguridad y, según varias ONG, han muerto desde el inicio de la revuelta decenas de personas, entre ellas 90 sólo el 30 de septiembre, ahora conocido como "Viernes Negro" (leer Irán: la represión golpea las regiones más discriminadas).

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En Azerbaiyán Occidental, en particular en Mahabad, capital de un efímero estado kurdo conocido como "República de Mahabad", proclamado el 22 de enero de 1946, se pueden ver escenas de guerra, con la quema de los edificios oficiales, en los escasos vídeos procedentes de la ciudad.

Estos acontecimientos preocupan mucho a Karim Lahidji, que teme que la revuelta de las minorías, alimentada por las graves injusticias sociales y las provocaciones del régimen, sea el preludio de una fragmentación del país. "Temo que las manifestaciones se conviertan en enfrentamientos armados y que Irán se deslice por una pendiente similar a la de Siria. Los regímenes iraní y sirio tienen la misma mentalidad".

Traducción de Miguel López

Reza Haghighatneyad era periodista de Radio Farda, una emisora de radio de la oposición financiada por Estados Unidos con sede en Praga. Había huido de su país durante la represión de la revuelta de 2009 tras la reelección fraudulenta de Mahmud Ahmadineyad y desde entonces había estado investigando historias de corrupción en el régimen. Murió de cáncer en Berlín el 17 de octubre a la edad de 45 años y había expresado su deseo de ser enterrado en Shiraz, su ciudad natal, para cumplir la voluntad de su madre.

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