Liz Truss, la nueva primera ministra británica que se enfrenta a una calle enfadada

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Marie Billon (Mediapart)

Trimley, Londres (Reino Unido) —

Como todos los lunes, Hailee hace sus compras en la tienda comunitaria temporal del ayuntamiento de Trimley, al Este de Inglaterra. Latas de conservas, cereales pero sobre todo pan fresco, fruta... "Esto es muy útil, porque está todo muy caro en los supermercados.” Todos los productos, la mayoría próximos a su fecha de caducidad, fueron donados por los supermercados locales la víspera a Sarah, la organizadora.

Por 2 libras, Hailee y unas 30 personas que hacen cola esa mañana pueden llenar una bolsa entera de compras. “Todo el dinero que gano es para pagar el alquiler y las facturas", explica. “Apenas me queda para las demás cosas esenciales.” Hace tres meses que Hailee necesita esa ayuda. Su marido se está curando de un cáncer y hace cinco años que no trabaja. Pero hasta hace poco, su sueldo de dependienta era suficiente para mantenerlos. Ahora ya no es así.

"No me avergüenzo de necesitar esta ayuda, pero me sorprende haber tenido que llegar a esta situación", dice. Fue "el coste de todo a la vez" lo que la llevó a esta situación: el aumento de los precios en los supermercados, la gasolina, el gas y la electricidad, explica Hailee. Vestida con un vestidito de verano, con joyas en las orejas y las muñecas, esta inglesa en la cincuentena no parece, a primera vista, alguien que necesite ayuda para comer.

Pero Sarah, la organizadora, no se sorprende. "Hay personas que parecen vivir bien, pero es porque han conservado su ropa de antes, cuando tenían más dinero.” El aumento del coste de la vida ha ido muy rápido: en abril de 2021, la inflación era del 1,5% y un año después superaba el 9%. En el mismo mes, los impuestos subían y la factura de la energía se incrementaba en un 54%. La inflación podría superar el 20% en unos meses y el gas y la electricidad van a subir otro 80% el 1 de octubre. “Entre las personas que vienen aquí", dice Sarah, "hay quienes necesitan ayuda ahora, pero también hay quienes están preocupados, los que quieren ahorrar dinero ahora porque saben que las facturas van a explotar. Se preguntan cómo van a sobrevivir, si tendrán que elegir entre calentarse o comer este invierno.”

"Heat or eat” (calentarse o comer) será el gran dilema de los próximos meses, en lo que coincide Graham Denny, fundador de Basic Life, con sede en Felixstowe, cerca de Trimley, y fue el responsable de la creación de la efímera tienda del pueblo y de una docena de otras similares en los alrededores. "Desde enero, el número de personas que vienen a comprar a nuestras tiendas temporales ha aumentado entre un 30% y un 40%. Cada vez hay más gente que, aun teniendo trabajo, no puede pagar las facturas con su sueldo.”

Graham Denny también abrió un café comunitario en Felixstowe a principios de agosto. Sirve un desayuno inglés completo por 4 libras y el té y el café cuestan menos de 1 libra. Actualmente abre de 10 a 14 horas como "lugar de encuentro para personas solitarias", pero Graham ampliará el horario este invierno. "Queremos que sea un banco de calor, un lugar donde la gente venga a pasar el tiempo para evitar encender la calefacción en casa". También tiene previsto dar "clases de cocina para mostrar cómo hacer comidas con productos de bajo coste o disponibles en nuestras tiendas comunitarias, siendo al mismo tiempo lo más eficiente posible desde el punto de vista energético".

Graham está pensando en el marketing, para que los posibles usuarios se sientan menos culpables. "Tenemos relaciones con el puerto, y la idea es que los trabajadores encarguen la comida aquí. Así, cuando vengan a recogerla, los transeúntes verán que somos un café abierto a todos, no sólo a los más necesitados.”

Esta idea de marketing tiene cierto criterio. Él considera que los estibadores de Felixstowe, el principal puerto de carga del país, que hicieron huelga del 22 al 29 de agosto para exigir un mayor aumento salarial, no tienen motivos para quejarse. “Intentan mantener su estilo de vida", dice Graham. “Todo el mundo tiene que hacer frente al aumento del coste de la vida, pero algunos ni siquiera pueden llegar a fin de mes. Así que puede que algunos tengan que recortar su estilo de vida para que otros puedan salir adelante.”

Las huelgas en el punto de mira de la nueva Primera Ministra

Graham comparte la opinión de muchos británicos que se quejan del creciente número de huelgas en muchos sectores: los ferroviarios planean volver a la huelga en septiembre, los abogados penalistas también, los profesores piensan hacer lo mismo y muchos otros igual. Todos piden aumentos salariales, si no en línea con la inflación, al menos en ciertos porcentajes. "Lo que queremos es trabajar nuestras horas y tener lo suficiente para pagar nuestras facturas con nuestros salarios, sin vernos obligados a hacer horas extras para llegar a fin de mes", explica un estibador en huelga.

A algunos de los piquetes les gustaría ver un movimiento coordinado, una "huelga general" como la ha llamado Mick Lynch, presidente del sindicato GMB y figura muy conocida en los movimientos sociales actuales. Según Mike Hubbard, representante sindical de Unite the Union en el puerto de Felixstowe, "puede que no sea imposible, pero es muy poco probable".

Desde el mandato de Margaret Thatcher en Downing Street, los requisitos para hacer huelga son cada vez más estrictos. La Ley de Sindicatos de 2016 exige una consulta formal en la que participe el 50% de los miembros de un sindicato. Liz Truss, la nueva Primera Ministra, quiere endurecer aún más estos requisitos. Al parecer, está estudiando la posibilidad de aumentar el porcentaje mínimo para que una huelga sea legal, y de imponer unos servicios mínimos en las infraestructuras nacionales para que los trenes o los autobuses no dejen de funcionar nunca. La nueva Primera Ministra se plantearía incluso introducir un periodo de carencia de 6 meses por sindicato entre cada huelga.

Pero no está claro que estas medidas sean bien vistas más allá del Partido Conservador. Aunque muchos en Felixstowe critican las huelgas, los usuarios del transporte, por ejemplo, se han mostrado más comprensivos. El origen es una mezcla de insatisfacción generalizada y una menor dependencia del transporte público después de Covid y la extensión del teletrabajo. “Algo ha cambiado", resumió Frances O'Grady, secretaria general del Trades Union Congress (TUC), ante una comisión parlamentaria el 19 de julio. “Hemos visto más simpatía pública por las huelgas recientes que en el pasado.” 

Varios interlocutores sociales ayudaron a fundar o apoyan ahora la campaña Enough is Enough! (¡Basta Ya!) contra el coste de la vida. “La gente está harta del trato que recibe en el trabajo", afirma Mick Lynch, del GMB, en un vídeo promocional. “Tenemos que convertir este espíritu en una verdadera organización en nombre de la clase trabajadora".

Ese es también el llamamiento de la campaña Don't Pay UK, que insta a los británicos a dejar de pagar sus facturas de energía el 1 de octubre si un millón de personas se comprometen a hacerlo de aquí a esa fecha. “En este país, la gente acepta el aumento del coste de la vida como un sino", dijo Daniel, coordinador del movimiento en el sur de Londres, en una manifestación el 26 de agosto. “Tenemos esta enfermedad en Gran Bretaña que dice ‘Keep calm and carry’, mantén la calma y continúa a pesar de todo. Ya no podemos hacer eso. Tenemos que enfadarnos".

Sin embargo, muchos británicos se muestran relativamente resignados: desde Graham Denny, que dirige Basic Life en Felixstowe, que cree que son los ciudadanos los que deben organizarse para ayudarse mutuamente, hasta Lee y Lyne, dos hermanas de 66 y 67 años que viven en el sureste de Londres y que conocimos en una marquesina de autobús. "Creo que deberíamos vivir juntas este invierno, porque así podríamos compartir facturas", dice Lee, que ya ha comprado dos linternas para evitar encender las luces de casa y se resigna a la idea de ponerse más jerseys para no usar la calefacción. "Si así ahorramos un poco de dinero y nos permite pasar el invierno, tendremos que hacerlo", dice Lyne, y añade: "El gobierno tiene que hacer algo para ayudarnos".

Un "invierno de descontento” 

De momento, la nueva Primera Ministra ha previsto un presupuesto de emergencia y ha prometido bajadas de impuestos. Siempre se ha manifestado en contra de las "limosnas", pero finalmente ha prometido que anunciará "ayudas" en la primera semana de su mandato. Según la prensa, está pensando en congelar las facturas de algunos hogares. Una idea que al parecer ha tomado prestada de la oposición. Keir Starmer, líder del Partido Laborista, dio algunos detalles a mediados de agosto: "No dejaré que nadie pague ni un céntimo más" por la energía este invierno. Starmer propone financiar la medida gravando los "beneficios excesivos" y a las "grandes empresas energéticas". Un informe filtrado del Ministerio de Economía estima que los productores de energía obtendrán 170.000 millones de libras de beneficios en los próximos dos años.

Esta situación es denunciada por muchos británicos. La ayuda general prometida por los laboristas a todos los hogares, incluso a los que no están al borde del abismo, podría ser un argumento electoral, según el periódico de izquierdas The Guardian. "Si eres un votante a veces tentado por la derecha, relativamente próspero -del tipo que Keir Starmer está tratando de traer de vuelta al partido- su plan de ayuda indiscriminada es muy atractivo". 

Puesto que el Partido Conservador cree más en estimular la economía que en ayudar a los necesitados, Liz Truss también quiere aumentar la capacidad de extracción de materias primas del Mar del Norte y está a favor de acabar con la moratoria de la fracturación hidráulica, el "fracking". Esto sería parte de un esfuerzo para lograr la máxima autosuficiencia energética del Reino Unido a largo plazo. Todas estas medidas son rechazadas por movimientos de desobediencia civil como Just Stop Oil. Este grupo tiene previsto llevar a cabo acciones contundentes en otoño, especialmente el 1º de octubre en Westminster, día en el que está prevista la subida de los precios del gas y la electricidad para los hogares, seguida de una "Occupy Westminster" al estilo de los movimientos de ocupación que siguieron a la crisis de 2008.

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La prensa británica habla ya de un "invierno del descontento" para la nueva Primera Ministra. Liz Truss se presenta como una persona cercana al pueblo británico, ya que se ha criado en el norte, en Escocia, y luego en Leeds, y no se ha educado en centros de enseñanza secundaria de prestigio, aunque sí hizo estudios superiores en Oxford. Pero las hermanas de londinenses, Lee y Lyne, no están convencidas. "No me fío de ningún político", dice Lee. "No creo que puedan entender lo que viven los diferentes estratos de la sociedad: la clase trabajadora, la clase media y los ricos. Creo que protegerán a los suyos sin preocuparse por la gente que tiene que trabajar duro.”

Liz Truss ha llegado al poder elegida por el 57% de un electorado que sólo representa el 0,2% de la población británica. Entre los 150.000 y 200.000 afiliados del Partido Conservador -el partido no revela la cifra exacta- se incluyen también los menores de 18 años y los extranjeros sin ciudadanía británica. Todos son personas que no tendrían derecho a voto si se cambiara al actual Primer Ministro mediante unas elecciones nacionales. 

Puedes leer el artículo original en francés a continuación:

Como todos los lunes, Hailee hace sus compras en la tienda comunitaria temporal del ayuntamiento de Trimley, al Este de Inglaterra. Latas de conservas, cereales pero sobre todo pan fresco, fruta... "Esto es muy útil, porque está todo muy caro en los supermercados.” Todos los productos, la mayoría próximos a su fecha de caducidad, fueron donados por los supermercados locales la víspera a Sarah, la organizadora.

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