¿Qué queda del espíritu 'Charlie Hebdo'?

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“En lugar de una reflexión profunda sobre las bases de un contrato social renovado, menos normativo y más pragmático, se ha instalado la ideología. Je suis Charlie ha pasado a ser la etiqueta mágica que hacía bailar al son de los intereses, de sus combates de sus prejuicios; en resumen, una orden. Dicha orden, que restaba valor, como suele pasar en estos casos, al impulso inicial, variaba en función de quien echase mano al lema. Su objetivo era reagrupar tanto como excluir, reagrupar excluyendo…”.

La frase no es de un islamo-izquierdista o de un peligroso sociólogo que busca excusas en lugar de explicaciones, sino que puede leerse en un artículo de Philippe Lançon, periodista en Charlie Hebdo y Libération, gravemente herido en la matanza perpetrada por los hermanos Kouachi, que diezmó la redacción del diario mártir hace menos de tres años.

Uno de esos Je suis Charlie venido a menos, un Je suis Charlie de advertencia fue el que se dejó oír en la jornada organizada, el pasado 6 de enero, por el colectivo laico Printemps Républicain, el Comité República y la LICRA y que llevaba por título Toujours Charlie ! De la mémoire au combat [¡Siempre Charlie! De la memoria al combate]. Tal y como se encargó de sintetizar Élisabeth Badinter, en la intervención más aplaudida, “el trabajo de intimidación de los islamistas y de culpabilización de los izquierdistas ha tenido su efecto. Al apoyo inicial le siguió el “sí, pero”; una forma elegante de decir que ya no somos Charlie. A la pregunta de “¿se puede ser todavía Charlie?”, respondo por  tanto que sí, pero sobre todo que debemos ser Charlie”.

De modo que los asistentes a esta jornada repitieron la frase Je suis Charlie como un mantra, pero sin llegar a definirla en ningún momento. “Ser Charlie” ¿es llevar la memoria y el duelo de las víctimas de los atentados yihadistas que sacudieron a Francia en 2015? Por supuesto, pero ¿se puede entonces reivindicar “el derecho a dar testimonio de nuestro duelo y nuestro dolor como nos parezca”, como se reclamaba en esta tribuna, sorprendidos de que la jornada se iniciase con un estigmatizador “seguir siendo Charlie en Seine-Saint-Denis”, con un programa que daba caza a los no Charlieno Charlie, como se desprende de la presencia en esta jornada de la periodista Nathalie Saint Cricq, quien llegó a pedir “identificar y procesar a los que no son Charlie”?

¿Ser Charlie Charliees mostrar su solidaridad con un periódico cuando está amenazado a raíz de su portada sobre Tariq Ramadan o por Johny? Por supuesto, pero ¿ser CharlieCharlie es, como dijo el redactor jefe de Charlie Hebdo, Gérard Biard, prohibirse “disertar sobre el buen gusto y los límites del humor”, incluso si es efectivamente bastante anormal “que en democracia, un periódico de opinión se vea obligado a vivir con protección y en donde la redacción se reúne tras unas puertas blindadas?”.

Dicho de otro modo, ser Charlie Charlie es, por supuesto, defender la libertad de expresión, pero ¿es también hacer uso de esta libertad para criticar algunos de sus posicionamientos o de aquellos que instrumentalizan la carga simbólica del que es portador el periódico en beneficio de su propia agenda política? Y esta libertad de expresión ¿se aplica entonces también al humorista Yassine Bellatar, que ha anulado varias de sus actuaciones después de que Marianne publicara un perfil suyo que lo presentaba como el nuevo Dieudonné y antisemita por que su apoyo a Charlie no era incondicional?

Ser CharlieCharlie ¿es defender la laicidad? Por supuesto, pero ¿se habla de la neutralidad del Estado en materia religiosa tal y como recoge la ley de 1905 o del uso que puede hacerse de esta laicidad para estigmatizar a los ciudadanos musulmanes de Francia?

Ser CharlieCharlie ¿es aprobar la integralidad de la línea editorial del periódico satírico, aunque el filósofo y cronista de Europe 1 Raphaël Enthoven lograse el aplauso de los asistentes al afirmar que “lo que cuenta no es lo que se representa en Charlie, sino lo que Charlie representa” y que hay que diferenciar entre “defensa y adhesión”, ya que “cuando se dice Je suis Charlie, no se trata de decir 'Me suscribo a Charlie' o 'Apoyo todos los dibujos de Charlie Hebdo'”?

El único amago de respuesta a estas importantes cuestiones llegó con la presentación, a cargo del director de la empresa demascópica IFOP, Frédéric Dabi, de un sondeo sobre la cuestión. El sondeo, para el que se ha entrevistado a un millar de personas, pone de relieve que “tres años después de la masacre, los franceses siguen siendo Charlie,Charlie pero que ese sentimiento se diluye con relación a enero de 2016”, estudio efectuado, hay que decirlo, tras los ataques del 13 de noviembre.

Para Dabi, el hecho de sentirse o no CharlieCharlie “pone de manifiesto la existencia de dos Francias que se miran cara a cara: una Francia que va bien, que votó en el referéndum de 2005, que vive en las grandes ciudades, que se siente Charlie, y una Francia más joven, la de las categorías populares, periférica y rural, que se siente menos Charlie”. Entre los que no se sienten Charlie, cerca del 39%, además critican la línea editorial del diario satírico...

El panel monocolor que conformaban los participantes en la jornada parisina, y la ausencia de voces contrarias, no permitieron dar respuesta a todas esas preguntas, ahogadas como quedaron en el yoísmo, en las obligaciones y en la manera de apoderarse del espíritu de Charlie. Semejante panorama invitaba, al abandonar la sala, a formularse una pregunta muy infantil: ¿Dónde está Charlie Hebdo?

“Reírse de sí mismo como condición para pensar en contra de uno mismo”

Sea como fuere, la primera Francia a la que aludió Dabi fue la que llenó el sábado la sala parisina. Entre los presentes se encontraban Manuel Valls y Anne Hidalgo, entre otros, toda una señal a aquellos que "pensaban que el movimiento Printemps Republicain no superaría el invierno".

Porque la línea del movimiento Printemps Republicain, esa nebulosa surgida en la primavera de 2016, se situaba en el centro de esta jornada conmemorativa –aunque un momento para recordar a las víctimas de los Kouachi y de los Coulibaly – quedó en un segundo plano ante la necesidad de un “combate” cultural resumido en una palabra: la defensa de la laicidad. Así para Élisabeth Badinter, “mientras la ley de 1905 fue uno de los grandes combates del siglo XX, parte de la izquierda se ha convertido en cómplice más activa de los que buscan destruir esa misma laicidad. Se busca aniquilarla mediante el juego de adjetivos, debe ser abierta, positiva, calmada. Ver quién encuentra el adjetivo más simpático para distinguirse del otro, pero la laicidad no tiene necesidad de adjetivo ninguno”,

Conforme a la agenda y a las obsesiones del movimiento Printemps Republicain, en esta jornada homenaje se habló del velo, del islam, de la escuela, de los servicios públicos, de los territorios perdidos de la República, con muchos sobreentendidos y no pocos fantasmas, como cuando Élisabeth Badinter, una de las mujeres más poderosas de Francia, que va allí donde quiere estar, concluyó su intervención en estos términos: “Quiero agradecer a dos grandes cabeceras de la prensa que acompañan nuestro combate; el primero, el semanario Marianne y el segundo Le Figaro, de quien ignoro si siente o no devoción por Charlie, pero que ha abierto sus columnas a los abogados de la laicidad. Sin estos dos diarios, no se habría dejado oír nuestra voz”.

Si bien hay que escuchar la preocupación trasladada el sábado, y que podemos compartir todos, relativa a la fragilización de los valores republicanos y la amenaza yihadista, es legítimo dudar de que el combate contra la “estafa de la islamofobia”, parafraseando a Raphaël Enthoven, y la focalización unívoca sobre los defectos del islam puedan ser la respuesta adecuada contra el terrorismo. Y también es improbable que la laicidad pueda ser el único zócalo de la República, sin llevar aparejada la exigencia de igualdad, un término ausente en esta jornada, donde no se abordaron cuestiones sociales ni económicas, salvo en un momento puntual.

Si “ser Charlie”, parafraseando a la rabina Delphine Horvilleur, que parecía algo aislada en esta jornada, es saber “reírse de uno mismo, como condición para pensar contra sí mismo” o tomar la palabra a Raphaël Enthoven cuando decía paradójicamente que “ser Charlie” es “combatir por matices”, se trata de rechazar el frontismo, las falsas simetrías y las confusiones políticas en que, por desgracia, derivo esta jornada.

Éstas se pueden resumir en las palabras del periodista Brice Couturier, quien dijo que hay “una guerra cultural entre las filas laicas y republicanas y el islamo-izquierdismo, que es extremadamente poderoso y se infiltra en todas partes” o por las del periodista Alexis Lacroix, para quien existe “una batalla cultural. Hay un doble rasero con el que se presiona al universalismo republicano. Hay que resistir tanto a la plenelización como a la buissonización de los espíritus”, en alusión al fundador de Mediapart, Edwy Plenel, y a Patrick Buisson, ideólogo de Valeurs actuelles y de la fusión de las derechas.

Pero además de que no se protegen los valores republicanos caricaturizando como cómplices del islamismo a todos los que rechazan la estigmatización recurrente de los musulmanes de Francia, se alerta en contra de la buissonización de los espíritus invitando a la jornada a Pascal Bruckner, cuyas palabras se alinean sobre los combates de Valeurs actuelles y que anuló a última hora su participación en un coloquio en Budapest, organizado por el Gobierno húngaro para reflexionar sobre el futuro de Europa, junto al polémico Milo Yiannopoulos, la estrella del ala derecha americana, que preconiza un “separatismo” racial?

Definitivamente, algunos aprendices de brujo no salvarán el espíritu del 11 de enero tratando de imponer un improbable espacio político en alguna parte muy a la derecha de los escombros del socialismo francés. __________

Lo que queda tras 'Charlie'

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Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

“En lugar de una reflexión profunda sobre las bases de un contrato social renovado, menos normativo y más pragmático, se ha instalado la ideología. Je suis Charlie ha pasado a ser la etiqueta mágica que hacía bailar al son de los intereses, de sus combates de sus prejuicios; en resumen, una orden. Dicha orden, que restaba valor, como suele pasar en estos casos, al impulso inicial, variaba en función de quien echase mano al lema. Su objetivo era reagrupar tanto como excluir, reagrupar excluyendo…”.

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