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"Lo que tenéis ante vosotros es la voluntad de Dios": así avanzan los colonos israelíes en los territorios ocupados

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Joseph Confavreux et Marine Vlahovic (Mediapart)

Colonias de Elon Moreh, Goush Etzion y Hebron (Cisjordania ocupada) —

"Tras un paréntesis de dos mil años, puede que el primer judío en regresar a Samaria sea yo", es decir, a la parte norte de la Cisjordania actual. Así se presenta Benny Katzover cuando recibe a sus invitados en las alturas del monte Kabir, coronado por un antiguo mausoleo musulmán hoy inaccesible para los palestinos.

Este hombre, pionero del movimiento político y religioso Gush Emunim fundado a principios de la década de 1970 para montar asentamientos judíos en Cisjordania, se instaló por primera vez en Hebrón tras la Guerra de los Seis Días de 1967, para después trasladarse a las colinas que dominan Nablús con un grupo de unas 15 familias.

"El Ejército nos expulsó siete veces seguidas, pero a la octava fue la vencida. En aquella época no había ningún lugar judío en Samaria y sólo un puñado en Judea. Ahora hay más de trescientos asentamientos judíos. Nunca pensé que vería con mis propios ojos crecer nuestra población de cincuenta a quinientas mil personas", refiriéndose al número de colonos israelíes que viven ahora en Cisjordania, rebautizada por ellos como Judea-Samaria, en medio de una población palestina estimada en tres millones de personas. 

"Lo que tenéis ante vosotros es la voluntad de Dios, la única que puede superar la lógica terrenal. No había carreteras, ni agua, ni electricidad. Había terroristas árabes. Y tuvimos que superar la hostilidad de toda la comunidad internacional y, a menudo, de nuestro propio gobierno", prosigue con una voz suave que contrasta con sus rotundas palabras.

Este hombre de 76 años es uno de los fundadores del asentamiento de Elon Moreh, uno de los más antiguos y arraigados en territorio palestino, situado a pocos kilómetros de Nablús y de la localidad de Huwara, reciente víctima de una expedición punitiva de colonos israelíes que incluso el general Yehuda Fuchs, comandante de las fuerzas israelíes en Cisjordania, calificó de "pogromo".

Para Benny Katzover, este término es "inaceptable, es imposible comparar lo que vivieron nuestros abuelos y lo que ocurrió allí". Considera desproporcionada la indignación sobre Huwara cuando "en nuestro asentamiento de Elon Moreh hemos tenido un total de doce personas asesinadas en el pasado por terroristas y en el asentamiento vecino de Itamar la cifra es de veinticinco. No hubo ninguna reacción al respecto.”

No importa si los colonos vinieron por el paisaje, por la Biblia o para hacer vino. Lo importante es que cada vez vienen más

Este hombre reconoce, sin embargo, que el ataque a la localidad "no es algo bueno. Prender fuego no forma parte de nuestra lucha. Nunca les hemos quitado nada a los árabes, ni siquiera el fruto de un árbol", afirma contra toda evidencia en medio de un paisaje en el que florecen los asentamientos israelíes, protegidos por soldados israelíes armados, sobre localidades palestinas empobrecidas y aisladas.

¿Cómo caracterizaría el asentamiento de Elon Moreh, que hoy cuenta con dos mil habitantes? Para él, se puede estimar que "un tercio de las personas que viven en Judea-Samaria no son religiosas, un tercio son ultraortodoxos y un tercio son sionistas religiosos. Pero no me interesan las motivaciones de la gente. No importa si vinieron por el paisaje, por la Biblia o para hacer vino como el que hacemos aquí. Lo importante es que cada vez viene más gente.”

Huwara debe ser arrasada

Benny Katzover podría calificarse de "viejo de las colinas", modelo precursor de los "jóvenes de las colinas", esos colonos que se instalan en territorios cada vez más alejados de la línea verde que se supone delimita las fronteras entre Israel y un Estado palestino desde 1967, cuya existencia, incluso en el futuro, parece cada vez más comprometida. Esa proyección, a veces obstaculizada pero la mayoría de las veces tolerada por los sucesivos gobiernos israelíes, ahora es alentada por el actual gobierno de Netanyahu, dependiente de los ultraortodoxos, sionistas religiosos y supremacistas judíos dirigidos por los ministros Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich.

“Es cierto que hoy nos sentimos menos aislados que ayer", sonríe Benny Katzover. “Si este Gobierno cumpliera aunque sólo fuera la mitad de sus promesas, me sentiría satisfecho". Echando la vista atrás a medio siglo de colonización de Cisjordania, considera que "muchas cosas ya han cambiado a mejor para nosotros, aunque persistan algunos problemas, sobre todo el hecho de que los árabes no cambian. Eran nuestros enemigos y siguen siéndolo. Su principal objetivo sigue siendo matar judíos. Pero no creo que estén en condiciones de liderar una intifada como la de la década de 2000.”

Tras el ataque a Huwara, el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, declaró que había que "arrasar" el pueblo, pero precisó que correspondía al Estado israelí llevar a cabo esa labor y no a los colonos tomarse la justicia por su mano. En cuanto al primer ministro Netanyahu, volvió a referirse a los colonos que quemaron Huwara y a los manifestantes que se movilizaron de nuevo el miércoles 1 de marzo contra la revisión del sistema judicial, durante una jornada de bloqueo que desembocó en enfrentamientos con la policía. 

Por no decir que los habitantes del asentamiento de Ytzhar que protagonizaron el ataque contra Huwara –muchos de ellos seguidores del rabino Meir Kahane (1932-1990), ultranacionalista y abiertamente racista– raramente se sientan en el banquillo, a pesar de que hubo algunas detenciones administrativas después del ataque. Y suelen negarse a participar en reportajes, alegando que "la mayoría de las veces, los periodistas sólo muestran una parte muy pequeña de la historia". 

Nadia Matar, fundadora en 2011 del movimiento "soberanía" (Ribonot en hebreo), un grupo de presión inicialmente discreto pero cada vez más influyente, es una de los muchos israelíes residentes en Cisjordania que comprenden las motivaciones de los colonos de Ytzhar: "El verdadero problema son los terroristas árabes, no los hooligans israelíes. Yo sentaría en el banquillo al gobierno y al ejército por no protegernos bien antes que a los habitantes de Ytzhar. Todos los días atacan a israelíes en Huwara. La semana pasada mataron a dos jóvenes. Y cuando las víctimas se rebelan, ¡nos dicen que es un pogromo! Ya no estamos en Polonia, donde nos podían masacrar. Teniendo un ejército y una policía fuertes, ¿cómo es posible que a un bebé judío le tiren piedras y le desfiguren la cara?

Medio millón de colonos

Nadia vive en la "comunidad de Efrat, lo que ustedes llaman una colonia. Es como si tomáramos algo que no nos pertenece". Para ella, "settler" en inglés o colono son malas traducciones de la palabra hebrea que utiliza para describirlos, cuya raíz significa "herencia". "Para ustedes, soy una mujer colona, pero en realidad sólo vivo en la tierra que heredé", dice.

No quedamos con ella en Efrat, sino a unos diez kilómetros, cerca de un cruce importante de Gush Etzion, un grupo de asentamientos israelíes en el sur de Cisjordania, a unos 20 kilómetros al sur de Jerusalén. En esa intersección fue donde secuestraron y asesinaron en 2014 a tres adolescentes israelíes cuando hacían autostop.

Pocos días después del hallazgo de los cadáveres de los tres chicos, un joven palestino de Jerusalén fue quemado vivo por extremistas judíos e Israel lanzó la Operación Margen Protector contra la Franja de Gaza y Hamás, durante la cual murieron setenta y tres israelíes, en su mayoría militares, y unos 2.200 gazatíes, entre ellos 1.500 civiles y 500 niños.

Desde entonces, Nadia Matar trabaja para transformar la pequeña colina situada junto al cruce de Gush Etzion, que ha dejado de ser "principalmente un vertedero y un lugar de prostitución" para convertirse en un lugar de recuerdo y homenaje a esos tres muchachos, cuyos rostros sonrientes y juveniles saludan a los visitantes en la entrada.

“Llamé a unos amigos y me dijeron que perdía el tiempo hablando contigo", dice un enérgico hombre de 50 años. “Pero mientras no tergiverses mis palabras, asumo que soy de derechas y que puedo hablar con izquierdistas". Un grupo del que tiene una amplia definición, ya que en él incluye a la gran mayoría de los medios de comunicación o incluso a Benny Gantz, el ex jefe del Estado Mayor del ejército israelí que en 2014 se felicitó por haber "devuelto Gaza a la edad de piedra" y que luego había ocupado el puesto de ministro de Defensa con Benjamin Netanyahu para luego distanciarse de él. 

Paradójicamente, Nadia Matar cree que "las raíces de los problemas actuales se encuentran en 1967", tras la Guerra de los Seis Días, ganada por Israel contra una coalición de países árabes, que sin embargo permitió ampliar las fronteras del Estado judío más allá de lo que ella llama el "mini-Israel" de 1948, que no incluía la mitad de Jerusalén, los Altos del Golán, el Sinaí o "Judea-Samaria".

"Entiendo que el gobierno israelí haya clamado la victoria, porque hay que ponerse en el estado de ánimo de la época. Nosotros mismos pensábamos que éramos más débiles y que nos masacrarían. En previsión, se habían cavado 20.000 fosas. Sin embargo, no sólo pudimos rechazar a nuestros adversarios, sino que pudimos avanzar más lejos, de regreso a nuestra tierra. No obstante, el shock de esa victoria imprevista fue demasiado grande. Y el gobierno se negó entonces a hacer algo que nos habría evitado todos los problemas que tenemos hoy".

Es decir, "declarar la soberanía hasta el río Jordán" y anexionar así toda Cisjordania a Israel en lugar de confiar su control al COGAT, el organismo del ejército encargado de la administración civil de los territorios ocupados. Una administración que el ministro de Finanzas ultraderechista, Bezalel Smotrich, intenta ahora recuperar con la opinión en contra de una gran parte del ejército.

Desde 1967, Nadia Matar reconoce que las cosas han cambiado profundamente, con medio millón de colonos judíos instalados ahora en Cisjordania y 350.000 en Jerusalén Este. "Pero lo que no ha cambiado es el estatus", se lamenta, y opina que la derecha israelí ha cometido un error al apartarse de esta cuestión para centrarse en la multiplicación de los asentamientos más allá de la Línea Verde. "Lo que yo llamo la tragedia de 2005, la evacuación de los asentamientos de Gaza por el Estado israelí, nos recordó que un asentamiento construido a lo largo de varios años puede ser destruido en seis días.”

La historia del Estado judío ha estado marcada desde 1948 por una sucesión de compromisos y tensiones entre quienes se sienten principalmente judíos y quienes se definen sobre todo como israelíes, como la exención de los ultraortodoxos del servicio militar o la concesión del estatuto de organismo al Gran Rabinato.  

Creíamos que no íbamos a salvar Judea-Samaria plantando treinta árboles aquí y construyendo tres casas allí

Incluso muchos de los denominados "sionistas religiosos", la fusión de ideales mesiánicos y sionistas que estructura el actual gobierno, han estado desinteresados durante mucho tiempo por las instituciones del país. Pero parte de la situación cambió, sobre todo a partir de 2005 y de la decisión del entonces Primer Ministro Ariel Sharon de evacuar los asentamientos de Gaza, lo que convenció a muchos colonos de que, mientras no se anexionara formalmente un territorio ocupado, no podían oponerse a un desmantelamiento.

Eso explica tanto el creciente interés de los colonos por la política, hasta el punto de dominar el gobierno y la agenda, como el aumento de las demandas de anexión por parte de personas como Nadia Matar. "Creíamos que no íbamos a salvar Judea-Samaria plantando treinta árboles aquí y construyendo tres casas allí. Para nosotros, la solución de dos Estados que quiere la izquierda es un suicidio, así que lanzamos el movimiento por la soberanía", que exige la anexión de nuevos territorios.

Cuestión de soberanía

"Aunque hay un debate entre nosotros sobre qué parte exactamente, sólo ´la Zona C o más", dice. La Zona C, que abarca el 60% de la actual Cisjordania, se refiere a la parte del territorio bajo control del ejército israelí, mientras que las Zonas A y B, principalmente las principales ciudades palestinas, son las gobernadas por la Autoridad Palestina. 

Sin embargo, esta cuestión de la "soberanía" divide a los colonos, incluso dentro del sionismo religioso. Shlomo Ne'eman, elegido en septiembre al frente de la organización que agrupa al movimiento de colonos en Cisjordania, distingue entre "soberanía desde arriba" y "soberanía sobre el terreno". Para él, existe una soberanía del Estado de Israel que a veces es abstracta si nos fijamos en los Altos del Golán, anexionados por Israel pero donde hay muy pocos judíos, y la soberanía que siente cuando pasea por "Ma'ale Adumin, en Ariel, en parte de Gush Etzion, en Beitar Illit", que no son territorios anexionados formalmente por Israel pero donde la exclusividad judía le parece una soberanía más tangible.  

Además de que la anexión no garantiza la "soberanía sobre el terreno", ni siquiera entre los colonos más intransigentes, algunos temen que la anexión otorgue a los palestinos de Cisjordania los mismos derechos que a los palestinos de Israel, que representan el 20% de la población del país y puedan, en particular, votar para elegir representantes en la Knesset, el Parlamento israelí.

Nadia Matar es consciente de las dificultades y cree haber encontrado la solución a la tensión que atraviesa hoy el sionismo religioso. "Cuando creemos la soberanía sobre Judea-Samaria, no estaremos obligados a dar a los árabes la ciudadanía de inmediato. Podremos proporcionarles solamente el derecho de residencia como en Jerusalén, y un camino hacia la ciudadanía para más adelante. No voy a suicidarme dándoles a los árabes los medios para destruir nuestra democracia aunque sea con soluciones democráticas. Se les pueden conceder derechos privados, pero no derechos nacionales. No somos un Estado como los demás, somos un Estado judío y democrático. Si hay que inclinar la balanza hacia un lado u otro, prefiero que sea hacia el lado de un Estado judío".

En esta perspectiva, Nadia Matar está dispuesta a conceder un aplazamiento: "Nuestra posición es empezar por la soberanía sobre el valle del Jordán, sin Jericó, sobre la que existe un consenso, sobre todo en cuestiones de seguridad, y donde no hay más de quince mil árabes a los que podríamos incluso conceder la nacionalidad israelí a quienes lo deseen. Soy una mujer religiosa, por lo que pienso que Dios me dio toda esta tierra y que no es cuestión de devolver ni un centímetro. Pero mi ideología no me impide tener los pies en la realidad.”

Los colonos de Hebrón hicieron valer inmediatamente su derecho a instalarse en medio de una de las mayores ciudades palestinas de Cisjordania y a establecer una soberanía de hecho. Valérie trabaja desde hace seis años en una tienda del casco antiguo de Hebrón, en la parte ocupada por unos mil colonos, protegidos por el doble de militares, en medio de una población palestina de unas 700.000 personas, incluidos los pueblos de los alrededores. 

Su tienda está situada justo al lado de la Tumba de los Patriarcas, donde se encuentran los cenotafios de Abraham, Isaac, Jacob y sus esposas Sara, Rebeca y Lea, figuras bíblicas reconocidas y reivindicadas tanto por judíos como por musulmanes. En la tienda vende joyas, kipás, llaveros, chales de oración, camisetas I love Hebron, ejemplares de la Torá en hebreo y en inglés, pero también vino, sobre todo un Cabernet-Sauvignon Mount Hebron Reserve a 240 shekels o una cosecha Armageddon embotellada en los Altos del Golán a 480 shekels, es decir, casi 126 euros.

Entre alambradas y puestos militares

"Sé que me llamarán extremista porque me atrevo a afirmar que vivo en una tierra que me pertenece, pero no me molesta", dice. Valérie tiene 50 años y cinco hijos, entre ellos una hija a punto de dar a luz. Esta parisina que trabajaba en una agencia de viajes llegó a Israel en 1992, poco después de casarse, pero "más para pelear que por motivos religiosos", explica.

La primera vez que vio los asentamientos judíos de Hebrón fue cuando vino a ver a su hermana mayor, que vivía allí desde hacía varios años. "Me dije a mí misma que no viviría aquí por nada del mundo", explica, recordando que el autobús que la traía de Jerusalén fue apedreado. “Entonces no teníamos ventanas blindadas como ahora y la del autobús se rompió", continúa. “Me quedé traumatizada. Soy una hija de papá, crecí en el valle de Chevreuse, mi familia practicaba el judaísmo, pero no tenía ni idea de lo que estaba pasando aquí.” 

No llevaba pistola porque me daba miedo. Pero ahora la situación es demasiado peligrosa

Pero no le gusta el lugar donde ella y su marido aterrizaron en Jerusalén, en un ulpán, un lugar donde los judíos de fuera pueden aprender hebreo intensivo y hacer aliyá (llamamiento a la inmigración, ndt) en Israel. "Era un asco, estábamos rodeados de ultraortodoxos y árabes. No estábamos a gusto". Cuando su hermana se divorció y nacieron sus hijos, decidió trasladarse a uno de los asentamientos de Hebrón protegidos por alambradas y puestos militares.

Bajo su larga túnica, se distingue la forma de una pistola que lleva en el cinturón, como la mayoría de los colonos aquí. "Hace sólo seis años que me decidí. Durante años preferí no llevarla, porque es una gran responsabilidad. Tenía una pistola, pero no la llevaba porque me daba miedo. Pero ahora la situación es demasiado peligrosa.”

¿Cree que el nuevo gobierno de Netanyahu, que ha nombrado ministro de Seguridad al extremista Itamar Ben Gvir, del mismo asentamiento que Valerie, puede alejar el peligro? ¿O puede que lo intensifique? “Soy admiradora de Bibi Netanyahu y creo que tendrá éxito", responde Valérie. “Conozco bien a Ben Gvir, es mi vecino. Durante mucho tiempo bromeábamos diciéndonos que éramos perdedores y que siempre seríamos marginales. Pero ahora lo hemos conseguido, somos los que estamos en el poder".

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Traducción de Miguel López

 

"Tras un paréntesis de dos mil años, puede que el primer judío en regresar a Samaria sea yo", es decir, a la parte norte de la Cisjordania actual. Así se presenta Benny Katzover cuando recibe a sus invitados en las alturas del monte Kabir, coronado por un antiguo mausoleo musulmán hoy inaccesible para los palestinos.

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