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“Está claro que le han golpeado. Se pueden ver marcas de golpes en el rostro. Tiene la nariz rota, deformada. El lado izquierdo de la cara tiene base de maquillaje. No son sus palabras, no es su tono. Se nota que está nervioso”.
En estos términos comentaba Dmitri Protassevitch, el pasado martes 25 de mayo, el breve vídeo difundido la víspera por el Gobierno bielorruso. En él se puede ver a su hijo, Roman, diciendo en tono monocorde: “El personal me está tratando de forma correcta y conforme a la ley. Sigo cooperando con los investigadores y he confesado haber organizado disturbios masivos en Minsk”.
Al joven de 26 años le grabaron en un plano medio, detrás de una mesa, en la prisión preventiva número 1 de Minsk. Presentado como un trofeo de caza, pasa por el ritual de confesión, un gran clásico de la propaganda soviética. Le encarcelaron tras ser detenido el domingo 23 de mayo, cuando el avión de Ryanair en el que viajaba a Vilna desde Grecia fue secuestrado por las autoridades bielorrusas, que utilizaron una amenaza de bomba como excusa para obligarle a aterrizar en Minsk.
Roman Protassevich se suma a los cientos de periodistas y miles de bielorrusos que se encuentran en estos momentos encarcelados. Casi 35.000 han sido detenidos desde agosto de 2020. Entrevistado el pasado otoño por Current TV, el periodista de Nexta Live, bloguero y activista explicó: “Si en este país se manda a la cárcel a cualquiera que exprese una opinión diferente, qué podemos esperar cuando se trata de los principales medios de comunicación bielorrusos...”.
El 5 de noviembre de 2020, el régimen lo incluyó en la lista de “terroristas” buscados por “desórdenes masivos, actividad criminal, violación del orden público e incitación a la hostilidad social” y lo amenazó con condenarle a quince o veinte años de prisión. Polonia, donde vivía exiliado desde 2019 antes de trasladarse a Lituania, había rechazado su extradición.
Su familia también se vio obligada a huir a Varsovia hace ocho meses. Su padre, un teniente coronel que sirvió en el Ejército durante 29 años antes de retirarse en 2019, fue declarado “traidor” por decreto presidencial el 4 de mayo. Su madre, profesora de matemáticas en una academia militar, fue despedida en agosto de 2020.
“Hubo amenazas, vigilancia, escuchas telefónicas. Empezaron a llamar a mis amigos para convencerme de que influyera en mi hijo. Un agente del KGB [servicio de seguridad bielorruso] se entrevistó con mi marido. Le instaron a convencer a nuestro hijo de que regresara a Bielorrusia”, explica la madre del joven, Natalia Protassevitch, al sitio web independiente ruso Meduza.
Desde el domingo, Roman Protassevitch ha vivido probablemente en sus carnes algunas de las innumerables escenas emitidas durante meses por el canal Nexta, que él mismo condujo hasta el pasado otoño. Las imágenes bajo estas líneas, por ejemplo, muestran a la Policía y guardianes golpeando a los manifestantes al entrar en la prisión de Minsk:
Ya le propinaron una paliza durante una detención en 2017, tras un primer arresto en 2015. Dirigía un grupo en la red social VKontakte llamado “Estamos cansados de Lukashenko”. Entonces estudiante de periodismo en la Universidad de Minsk, había retransmitido en directo por las redes sociales protestas violentamente reprimidas e ignoradas por los medios de comunicación estatales. Esta cobertura le valió la beca de periodismo Vaclav Havel unos meses después.
En 2018, Roman Protassevitch conoció a Stepan Putilo, de 22 años, también en el punto de mira de las autoridades. Estudiante de cine en Polonia, se instala en Katowice y luego en Varsovia. Apasionado de los vídeos, Stepan Putilo creó un canal en YouTube llamado Nexta (pronunciado Nekhta, significa “alguien” en bielorruso, pero también es una alusión al inglés next, siguiente), dedicado sobre todo a la música y las parodias. En 2015, publicó un vídeo parodiando una canción en la que se burla de Lukashenko y de su campaña presidencial para la reelección. “Lleva veinte años y su retrato sigue en las paredes”, dice la letra.
Siguen otros vídeos, más documentados, que denuncian el régimen de Lukashenko. En 2018, un documental acumula tres millones de visualizaciones en YouTube. “Cuenta cómo Lukashenko robó a nuestro país, nuestros sueños, nuestra libertad, nuestro futuro y 25 años de nuestras vidas”, dice Stepan Putilo a la BBC.
Un tribunal declaró la película “extremista” y el régimen pidió a YouTube que eliminara el canal Nexta, lo que se hizo en parte porque no se respetaron las normas de derechos de autor de YouTube.
Putilo y Protassevitch decidieron entonces recrear Nexta y desarrollar la información. Será en el sistema de mensajería encriptada Telegram, con un canal, luego dos (Nexta TV), y sus versiones en las redes sociales, Instagram, Twitter, YouTube cuando sea posible (el canal tiene 640.000 suscriptores). No tiene página web, casi todo sucede en Telegram, que el Gobierno no puede controlar. “¿Quién, en 2020, necesita un sitio que cualquier oficial puede bloquear con un clic?”, explica Putilo.
“Somos pioneros en el ciberperiodismo, damos lo que los medios estatales nunca muestran”, dice Roman Protassevich, que se convierte en redactor jefe de los canales de Telegram y, en particular, de Nexta Live, donde se publican cada día decenas de vídeos, fotos y relatos cortos, mientras que Putilo se centra en hacer vídeos más largos.
Durante los primeros meses de 2020, Nexta contaba con algunas decenas de miles de suscriptores en Telegram. El 8 de agosto, la víspera de las elecciones presidenciales en las que Lukashenko fue reelegido con el 80% de los votos tras un fraude masivo, el canal tenía unos 340.000 abonados. Tres días después, sumaba 1,2 millones. El Gobierno cometió el error de bloquear durante tres días los sitios web de noticias y muchas redes sociales, pero no Telegram, y de reducir drásticamente la capacidad de internet.
El pequeño equipo de Nexta –cuatro personas en Polonia– entiende que ha llegado su momento. “Si no hubiésemos sido nosotros, nadie lo habría hecho”, diría más tarde Roman Protassevich. Nexta pide a sus abonados que hagan accesible su WiFi, que utilicen proxies, multiplica las instrucciones para utilizar internet al máximo. Y se convierte estos tres días en el único lugar de información, de intercambios, de coordinación para la revolución ciudadana que estalla.
Stepan Putilo y Roman Protassevitch. © Captura de pantalla Mediapart.
Unas semanas después, Nexta cuenta con más de dos millones de abonados, de una población bielorrusa de 9,5 millones. El principio es sencillo: noticias breves, fotos y vídeos publicados por los manifestantes o en las cuentas de particulares en otras redes. Además, hay mucha información práctica: ¿dónde está la Policía, qué calles están libres para huir, qué trayectos para las manifestaciones?
En gran medida, a través de Nexta, los bielorrusos descubrirán el alcance de la represión, la violencia de las fuerzas de seguridad y las parodias de juicios que envían a miles de personas a la cárcel. Y también a través de Nexta descubrirán que esta insurrección silenciosa y pacífica no sólo afecta a Minsk, sino a todas las ciudades del país donde, por barrios o bloques de edificios, se organizan redes de solidaridad y colectivos ciudadanos.
Muy rápidamente, los canales de Telegram reciben cientos de mensajes. “Hasta 1.000 mensajes o informaciones, fotos y vídeos al día”, explica Roman Protassevitch al sitio web independiente ruso Meduza. Es imposible comprobarlo todo, ordenar, priorizar, recordar las fuentes. El pequeño equipo con sede en Polonia asume la responsabilidad. Se cometen errores, las cifras son erróneas. “No quiero saber quiénes son mis fuentes, porque si me detienen y me torturan, no tendré nada que decir”, explica Stepan Putilo. “¿Me siento responsable de lo que publicamos? Sólo para saber si eso acercará a la gente a la victoria y al fin de la dictadura”, asegura Roman Protassevitch a la BBC.
Nexta cometió algunos errores graves, al anunciar que los manifestantes habían sido asesinados por la Policía y luego negarlo. Pero sus canales se han erigido en el epicentro del actual levantamiento ciudadano, dando voz y mostrando por primera vez a una población que se sacude el yugo de un régimen vigente desde 1994 con demandas fundamentales de libertad, democracia y solidaridad.
En septiembre y octubre, se inició un nuevo ciclo a medida que Nexta ganaba popularidad. El canal publicó documentos de los círculos de poder, de los Ministerios o de la alta administración, y lanzó una campaña para identificar a los responsables de las fuerzas de seguridad que habían llevado a cabo las represiones más brutales. Se publicaron listas de miles de miembros de las fuerzas de seguridad con sus identidades, direcciones, funciones y la violencia que habían cometido u ordenado, lo que enfureció al régimen.
El medio de comunicación fue declarado “terrorista”, pero las autoridades no pudieron silenciarlos y siguieron siendo un lugar de encuentro obligado para todos los que protestaban o querían seguir la situación del país. En septiembre, Roman Protassevitch abandonó Nexta y Varsovia para trasladarse a Vilna, donde se encontraban Svetlana Tikhanovskaya, la principal figura de la oposición, y su equipo. Allí se hizo cargo de un nuevo canal de Telegram, BGM, que contaba con varios cientos de miles de suscriptores.
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El martes 25 de mayo, Nexta Live publicó unas cuantas docenas de mensajes, cada uno de ellos con entre 300.000 y 600.000 visitas, así como miles de comentarios. El mismo día, los tribunales del presidente Lukashenko condenaron a siete opositores a penas de entre cuatro y siete años de prisión. El día anterior, firmó un nuevo decreto presidencial que otorga al Ejecutivo la facultad de prohibir cualquier medio de comunicación que amenace los “valores nacionales” sin esperar a una decisión judicial.
La semana pasada, otro sitio web de noticias independiente, Tut.by, que tiene fama de fiable y es muy popular, fue prohibido, acusado de evasión fiscal. Se registraron los domicilios de sus periodistas y se detuvo a su directora. Se espera que el Gobierno apruebe un proyecto de ley que le permita bloquear el 4G e internet y que prohíba a los periodistas cubrir las concentraciones no autorizadas y a quienes publiquen imágenes de ellas en las redes sociales.
Traducción: Mariola Moreno
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