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Rusia ejecuta la amenaza de utilizar contra Europa la llave del suministro de gas

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Martine Orange (Mediapart)

La amenaza de utilizar el gas como arma se ha barajado desde el comienzo de la guerra de Ucrania y Vladímir Putin lo ha llevado a cabo este 3 de septiembre. En represalia por el plan del G7 de poner un tope al precio del petróleo ruso presentado el día anterior por los ministros de Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Italia, Japón y Reino Unido, el presidente ruso decidió cancelar por completo todas las entregas de gas ruso distribuido por Nord Stream 1, el gasoducto que abastece a todos los países del norte de Europa.

Desde entonces, los dirigentes europeos no han parado de lanzar mensajes y anuncios para tratar de tranquilizar a sus ciudadanos ante esta nueva situación, que conlleva el riesgo de escasez, racionamiento y nuevas explosiones de precios.

El Gobierno alemán anunció el 4 de septiembre un plan de 65.000 millones de euros para ayudar a los hogares a hacer frente a la subida de los precios. Incluso aceptó dar marcha atrás en un compromiso de larga data, posponiendo unos meses el cierre de los dos últimos reactores nucleares. Los Países Bajos han seguido su ejemplo anunciando un plan de 15.000 millones de euros.

Por su parte, la Comisión Europea está trabajando con empeño en la elaboración de medidas de protección –incluida la posibilidad de limitar los precios del gas– de cara a la próxima cumbre sobre energía del 8 de septiembre. Y mientras Suecia acude al rescate de sus compañías eléctricas, Suiza, Alemania y Finlandia están poniendo a punto ayudas crediticias para que sus grupos energéticos puedan hacer frente a las peticiones de margen que son disparatados en los mercados europeos.

Todo el mundo teme que esta histórica crisis energética se convierta en una catástrofe económica y social. En un año, el precio del gas se ha multiplicado por diez, el de la electricidad por veinte y el del petróleo casi se ha duplicado. En estos seis meses, la Unión Europea ha gastado unos 230.000 millones de euros más para garantizar su abastecimiento energético, según estimaciones publicadas por Bloomberg.

Después de Alemania, Suecia está hablando ya de un momento “Lehman" (la quiebra de ese banco estadounidense  es considerada el detonante de la crisis de 2008) para la energía. "El anuncio de ayer no sólo conlleva el riesgo de un invierno de guerra, sino que también amenaza nuestra estabilidad financiera", advirtió el 4 de septiembre la Primera Ministra sueca, Magdalena Andersson.

De lo que no cabe duda es de que Vladímir Putin ha entablado una prueba de fuerza con Europa. Durante meses, mientras el gobierno ruso jugaba al ratón y al gato con los europeos sobre el suministro de gas, Gazprom, el brazo gasístico del Kremlin, alegaba dificultades técnicas y necesidades de mantenimiento.

Pero ahora el Kremlin ya no se molesta en guardar las apariencias. Asume su política de agresión. "Los problemas de suministro de gas están relacionados con las sanciones occidentales contra nuestro país y varios de nuestros grupos", declaró el 5 de septiembre el portavoz de Vladimir Putin, Dmitry Peskov, afirmando que el suministro de gas ruso a Europa no se reanudará hasta que se levanten las sanciones.

Buscar un mayor apoyo internacional

Aunque no es posible evaluar las consecuencias, la guerra en Ucrania puede haber llegado a un punto de inflexión. En cualquier caso, ha cambiado de dimensión. Al adoptar un tope al precio del petróleo vendido por Rusia, los ministros de Economía del G7 pretenden internacionalizar el conflicto con Rusia. Su objetivo es que todos los países que hasta ahora han optado por apoyar a Rusia o mantenerse al margen de la guerra en Ucrania -que muchos consideran una guerra regional europea- se sumen a la política de sanciones adoptada a finales de febrero contra Rusia.

"La propuesta del G7 no debe ser vista como una iniciativa occidental contra Rusia, sino como una iniciativa global contra la guerra en Ucrania", explicó el 4 de septiembre el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, en una conferencia en Italia, aunque no ocultó que sería difícil encontrar un consenso, incluso dentro de Europa.

Aunque las sanciones contra Rusia, especialmente el embargo tecnológico, conllevan un riesgo a largo plazo de debilitamiento profundo y duradero de la economía rusa, a corto plazo no han tenido los efectos esperados. El colapso económico fulgurante, predicado a bombo y platillo por Bruno Le Maire a finales de febrero, no se ha producido.

Como señala uno de los últimos informes de la Agencia Internacional de la Energía, Rusia, aunque exporta mucho menos que antes, nunca ha ganado tanto dinero con su petróleo y su gas, gracias al incremento de los precios de la energía y al apoyo de una serie de países dispuestos a comprar sus hidrocarburos.

Porque, para sorpresa de muchos expertos en energía, el gobierno ruso ha sido capaz de encontrar rápidamente nuevas salidas para su petróleo y su gas. Al principio, ofrecía grandes descuentos para que los países compraran su petróleo. Pero, poco a poco, fue estableciendo nuevos canales, garantizando la financiación de los seguros para transportarla directamente y encontrando nuevos corredores para comercializarla. Y los descuentos han disminuido: Rusia hacía un descuento de 34 dólares sobre el precio del Brent en abril y ahora lo vende a un precio sólo 17 dólares menos.

En pocos meses, China e India se han convertido en los mayores clientes de Rusia, comprando gas y petróleo a precios inferiores a los del mercado, y a menudo revendiéndolos después, primero a Europa, con unos enormes márgenes. Más discretamente, Turquía e incluso Egipto participan en este comercio tan lucrativo.

Si Rusia ha podido eludir las sanciones occidentales es gracias a estos apoyos e intermediarios exteriores, según analizan responsables occidentales, que se niegan a hablar de fracaso y, para remediarlo, ahora buscan ampliar su posición y buscar el apoyo internacional que les ha faltado hasta ahora.

Asfixiar los ingresos por el petróleo ruso

Para convencer a todos los países indecisos, los miembros del G7 esgrimen un argumento para atraer a todos los gobiernos. Más allá del objetivo de reducir los recursos financieros de Rusia para financiar su guerra, el tope tendrá el mérito de bajar los precios del crudo, que se han duplicado en el último año, y estabilizar el mercado mundial del petróleo.

El precio máximo aún no se ha fijado pero, según las declaraciones de los ministros, debería permitir a los grupos rusos cubrir sus costes de explotación (perforación, exploración, transporte) para convencerles de que sigan suministrando petróleo al mercado mundial, pero debería limitar mucho las ganancias que podrían obtener con la venta de su crudo. Algunos sugieren un límite máximo de unos 50-60 dólares por barril, lo que supondría un descuento de más del 30% sobre los precios actuales.

Pero los ministros del G7 también hablan de medidas de represalia para perjudicar a los países recalcitrantes: planean prohibir la financiación y los seguros marítimos para los petroleros que transporten petróleo ruso a precios que no cumplan el techo fijado. Dado que el Reino Unido y Europa cubren alrededor del 80% del mercado de seguros marítimos, los ministros creen que debería ser difícil para los comerciantes y transportistas eludir la norma del G7.

Cuando Janet Yellen, la Secretaria del Tesoro de Estados Unidos, hostil a la propuesta de embargo europeo sobre el petróleo -que entrará en vigor el 5 de diciembre-, planteó la idea de poner un tope al precio del petróleo ruso, fue recibida con escepticismo, incluso dentro de la administración estadounidense. Los demás líderes del G7 acabaron por convencerse del valor de la propuesta, con la esperanza de encontrar una forma de estabilizar los precios.

Sin la OPEP, China e India

Pero siguen manteniéndose las objeciones a la propuesta de techo de precios, empezando por las relativas a la necesaria aceptación por parte de Rusia de este mecanismo.

En este punto, los miembros del G7 ya se han decidido. Apenas se había publicado la declaración de la reunión de ministros de finanzas, el Kremlin reaccionó inmediatamente. "La decisión de introducir un tope en los precios del petróleo ruso conducirá a una importante desestabilización del mercado mundial del petróleo", advirtió. Dmitri Medvédev, convertido en un firme partidario de Putin, advirtió que Rusia detendrá el suministro de petróleo a los países que acepten el acuerdo de limitación del precio del petróleo.

La interrupción del suministro de gas a Europa demuestra que no se trata de simples palabras. Decidido a ganar la guerra en Ucrania a toda costa, sea cual sea el coste humano y económico, Putin acepta ahora desperdiciar su excedente de gas, ya que su almacenamiento está a tope.

Aunque las exportaciones rusas de petróleo han disminuido notablemente (oscilan entre 4 y 5 millones de barriles diarios, frente a los más de 7 millones de antes de la invasión de Ucrania), siguen desempeñando un papel importante en un mercado petrolero muy tenso.

"Dadas las medidas adoptadas en el mercado gasístico, Rusia podría optar por tomar represalias, privar de petróleo a sus clientes del G7 y recortar la producción, haciendo subir los precios mundiales y sus propios ingresos, incluso haciendo asumir mayores costes logísticos para los países no participantes", escribe un analista de Goldman Sachs en una rápida nota al día siguiente de la declaración del G7. Algunos analistas bancarios prevén que si se reduce la producción rusa, los precios del crudo podrían superar los 190 dólares por barril. Sobre todo porque no se puede esperar ninguna ayuda de otros países productores. La reunión del cártel de la Opep + del 5 de septiembre disipó cualquier ilusión al respecto: aunque no se alinee con Rusia, su política equivale a darle un apoyo implícito.

A finales de julio, el presidente americano Joe Biden visitó Arabia Saudí. Se suponía que este viaje presidencial marcaría una flexibilización de las relaciones entre los dos países: a cambio del fin del ostracismo del príncipe heredero Mohamed ben Salmane, marginado tras el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, el presidente estadounidense había pedido un aumento de la producción de petróleo de la OPEP para bajar los precios mundiales del crudo.

Un mes después, no queda nada de eso: el cártel, liderado por Arabia Saudí, ha anunciado un recorte de 100.000 barriles diarios a partir de octubre. Las condiciones económicas mundiales, marcadas por el temor a la recesión en Europa y Estados Unidos y la ralentización de China, pueden provocar un descenso de la demanda, explicó la OPEP para justificar su decisión.

Rusia mantendrá el suministro de gas cerrado hasta que Europa no cese las sanciones

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El anuncio de esta reducción tiene una consecuencia inmediata: el precio del petróleo, que había bajado ligeramente en las últimas semanas, ha empezado a subir de nuevo. Arabia Saudí ha hecho saber que quiere alcanzar un precio de al menos 100 dólares por barril en los próximos meses. Todos los demás miembros parecen compartir este objetivo, que dista mucho de las expectativas occidentales.

Pero si el G7 no ha conseguido el apoyo de los demás países productores, tampoco ha pedido la opinión de los países importadores. La ausencia de India y China sorprende a todos los observadores. ¿Cómo podemos esperar conseguir la participación internacional sin que se impliquen?

Por lo tanto, es probable que el plan del G7 de privar a Rusia de sus ingresos para detener la guerra en Ucrania y recuperar el control de los precios de la energía se quede en nada. Esto va a marcar aún más las fracturas del mundo.

La amenaza de utilizar el gas como arma se ha barajado desde el comienzo de la guerra de Ucrania y Vladímir Putin lo ha llevado a cabo este 3 de septiembre. En represalia por el plan del G7 de poner un tope al precio del petróleo ruso presentado el día anterior por los ministros de Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Italia, Japón y Reino Unido, el presidente ruso decidió cancelar por completo todas las entregas de gas ruso distribuido por Nord Stream 1, el gasoducto que abastece a todos los países del norte de Europa.

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