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Los secretos de la Corte Penal Internacional
Esta es la historia de un fiscal que soñaba con cambiar el mundo. Durante nueve años, Luis Moreno Ocampo fue la cara visible de la Corte Penal Internacional (CPI). Nacida siguiendo la estela de los Juicios de Núremberg, la CPI debía poner fin a la impunidad de criminales masivos, de autores de genocidio, de crímenes contra la humanidad y de crímenes de guerra.
Este tribunal es el instrumento último de paz creado por la comunidad internacional. Su tratado se negoció en una conferencia diplomática celebrada en Roma en 1998. Al adherirse a la CPI, los Estados levantaban de facto la inmunidad de sus dirigentes en el caso de los crímenes más gravesde facto. África, América Latina y Europa abrazaron la idea; Israel, China y Rusia la descartaron; Estados Unidos la combatió.
Esta Corte no es un poder supranacional. Mediante un mecanismo sutil, insta a los Estados a juzgar a los supuestos autores de crímenes en su territorio, de no hacerlo, puede intervenir. De esta forma, ya sea ante jueces de La Haya o en los tribunales de sus respectivos países, los criminales masivos deben someterse al yugo de la Justicia. Ésa es la idea.
Luis Moreno Ocampo, primer fiscal de la CPI, puso los cimientos, pero en lugar de edificar casos sólidos, de conseguir condenas, creyó que era un ministro de Asuntos Exteriores global; emprendió una cruzada contra los que él mismo consideraba las fuerzas del mal. En esencia, los enemigos de sus propios enemigos.
Ocampo quiso ejercer toda su influencia para cambiar el mundo. Y lo único que consiguió fue inclinar la balanza de la Corte Penal Internacional, sembrando enormes dudas sobre su imparcialidad y su independencia, como revelan ahora Los secretos de la Corte.
Durante seis meses, ocho medios de comunicación miembros del consorcio European Investigative Collaborations (EIC) han analizado más de 40.000 documentos obtenidos por Mediapart, socio editorial de infoLibre, notas y telegramas diplomáticos, memorandos internos, correspondencia, datos bancarios. Se trata de la mayor fuga de documentos relativos a la Justicia internacional. Y son abrumadores.
Los secretos de la Corte revelan cómo el exfiscal Ocampo invirtió en los peores paraísos fiscales del planeta; puso en peligro la confidencialidad de los casos; se sirvió de la institución pública internacional como si de un chiringuito privado se tratase; cómo después de su salida de La Haya interfirió en los casos de la fiscal que le sucedió en el cargo, Fatou Bensouda, sumiéndola en conflicto de intereses, despreciando la que había sido su misión pasada y cierta idea de Justicia.
Cuando dejó la Corte Penal en 2012, Luis Moreno Ocampo se unió al bufete neoyorquino Getnick & Getnick para desarrollar el negocio, en plena expansión, de los lanzadores de alerta. También es profesor en Harvard. Y comenzó su labor de consultor. Con este objetivo, el argentino se autodenominará “primer fiscal” de la Corte, denominación que prefirió sobre la de “antiguo fiscal”, sin preocuparse por la confusión que podía generar con ello. En julio de 2017, el “primer” fiscal de la CPI fue contratado por la Organización de Estados Americanos (OEA) para analizar la crisis política de Venezuela. No era la primera vez que se implicaba en esta crisis. Dos años antes, trató, sin éxito, de acelerar el caso de los opositores al régimen de Maduro en la Corte Penal Internacional.
El exabogado de Maradona hizo de esta Justicia internacional el instrumento de un enorme partido de fútbol trucado, cuyos resultados se conocen antes de jugar.
Esto es lo que revelan Los secretos de la Corte:
- Mientras perseguía a los peores criminales del planeta desde la CPI –y después–, Ocampo, que en el pasado fue director de Transparencia Internacional en América Latina, tenía sociedades offshoreoffshore con sede en Panamá y en las Islas Vírgenes británicas.
- Durante la crisis post-electoral de 2010 y 2011 en Costa de Marfil, el fiscal se prestó a los tejemanejes de los dirigentes franceses dirigidos a apartar a Laurent Gbagbo del panorama político del país, construyendo incluso un caso sin base legal.
- Una vez fuera de la Corte Penal, Luis Moreno Campo se movió entre bambalinas para que se retiraran las acusaciones de crímenes contra la humanidad, proceso que él mismo había abierto, que pesaban contra el presidente de Kenia.
- En 2015, el exfiscal se convertía en abogado de Justice First, una organización creada por el multimillonario libio Hassan Tatanaki. Según documentos que obran en nuestro poder, Ocampo debía, por unos honorarios de tres millones de dólares en tres años, enviar a la CPI a los rivales del hombre de negocios vinculados con el mariscal Kalifa Haftar. Y poner en marcha una estrategia que le permitiese escapar a cualquier procedimiento de la Corte.
- El mismo año, abrazó la causa del banquero filántropo Kerry Propper a favor de los yazidis, una parte de cuya población fue masacrada y explotada por el Estado Islámico en Irak. Su acción consistió en hacer lobby en la CPI, echando mano de sus contactos, pagando funcionarios y tratando de forzar a la fiscal a tomar posición en este asunto.
Herencia envenenada
En todos estos asuntos, durante sus nueve años de mandato y después, recurrió a un mismo método al servicio de su propia visión del mundo y de su carrera. Tejer redes, poco importaba el color; cambiando su título de fiscal del mundo por un montón de amigos en el seno de la jet-set mundial, de Angelina Jolie a Pierre Omidyar.
En una visión completamente churchilliana, Ocampo quiso llevar la voz cantante, escribir la Historia, para estar seguro de erigirse como vencedor. Durante años, el exfiscal suscitó la publicación de libros, artículos, documentos e, incluso, ficción, llegando incluso a pagar a periodistas.
Sin embargo, la CPI no tiene vocación de cambiar el mundo, favorecer cambios de régimen, emprender actos políticos, estén o no a favor de la paz; negociadores, mediadores, diplomáticos han de utilizar las sentencias del Tribunal a favor de la paz. No le corresponde a su fiscal educar al planeta, mano a mano con Catar, ni siquiera aunque le muevan las mejores intenciones del mundo. Cada vez que a la CPI le movía un objetivo diferente al de hacer Justicia, perdía un poco más de crédito. En este punto, la herencia de Ocampo es bastante tenaz. Al elegir como su sucesora a la que fue durante ocho años su mano derecha, los Estados miembros curiosamente optaron por la continuidad, olvidando el balance mediocre de la jurisdicción.
Sin embargo, Fatou Bensouda reformó su oficina, tímidamente tomó distancias con el argentino Ocampo, asumió sin flaquear el fiasco de los casos mal hilados por su predecesor –entre ellos el que tenía en el punto de mira a seis responsables keniatas–, reabrió la investigación sobre Darfur, para evitar un nuevo sobreseimiento si el presidente sudanés debía acabar un día ante la Corte; abrió una investigación sobre los crímenes cometidos en la guerra de Rusia-Georgia de 2008; reabrió investigaciones preliminares (una etapa previa a las investigaciones) sobre casos cerrados por Ocampo, dirigidos contra las tropas británicas en Irak o los crímenes cometidos en los territorios ocupados y en Gaza.
Desde el principio, estaba claro que la CPI debía hacer frente a las tormentas. Sus objetivos son los señores de la guerra, ministros y jefes de Estado, despojados de inmunidad, con miras una nueva revisión en futuros juicios. Juicios en el curso de los cuales sus aliados de antaño corren el riesgo de sufrir también algunos daños colaterales. Su fiscal es un equilibrista. Necesita apoderarse plenamente de la política, parte inherente y necesaria de su mandato, pero sin perder de vista cuál es su misión: investigar y perseguir. Y sin comprometer sus principios, independencia e imparcialidad.
Luis Moreno Ocampo perdió con demasiada frecuencia el rumbo que tendría que haber seguido la Corte, empañó la confianza de sus encausados y dio armas a sus detractores. Ayer, numerosos responsables africanos se opusieron a la Corte Penal Internacional, recurriendo a las armas que les había proporcionado Ocampo. Mañana serán Estados Unidos, Israel y Rusia. Para imponerse, a la Corte le queda la fuerza del derecho. Y nada más.
La investigación periodística Los secretos de la Corte es fruto de seis meses de investigación, llevada a cabo por ocho medios de comunicación internacionales miembros del consorcio European Investigative Collaborations (EIC).
Además, de Mediapart, socio editorial de infoLibre, participan en esta investigación Der Spiegel (Alemania), NRC Handelsblad (Países Bajos), The Sunday Times (Reino Unido), El Mundo (España), Le Soir, (Bélgica), ANCIR (Sudáfrica), Nacional (Serbia) y The Black Sea, periódico digital creado por el Centro Rumano para el Periodismo de Investigación, que cubre Europa del Este y Asia Central.
Traducción: Mariola Moreno
Los crímenes de lesa humanidad y el increíble doble juego del fiscal de la Corte Penal Internacional
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