Es un terremoto político para Guatemala, un país centroamericano normalmente más acostumbrado a los terremotos de verdad. Bernardo Arévalo, sociólogo y ex diplomático de 64 años, ha sido elegido Presidente de este país de 17,5 millones de habitantes con el 58% de los votos, frente al 37,5% de su rival, Sandra Torres. Tomará posesión de su cargo el 6 de enero de 2024. Se trata de un verdadero avance en la turbulenta y compleja historia de Guatemala, ya que la victoria de este candidato se consideraba improbable hace apenas unos meses.
Bernardo Arévalo es el candidato del movimiento Semilla, un movimiento anticorrupción, más bien de izquierdas para este país tan conservador, que nació en 2015 de la movilización ciudadana destinada a derrocar al entonces presidente, Otto Pérez Molina, acusado de varios casos de malversación de fondos por los que finalmente fue condenado en 2022.
Pero durante ocho años, el sistema político guatemalteco, altamente corrupto y clientelista, había logrado resistir a esa ola ciudadana. Primero con la elección del actor Jimmy Morales, oficialmente un "hombre nuevo", pero cuyo mandato, de 2016 a 2020, estuvo marcado por casos de corrupción. Luego con el actual presidente, el ultraconservador Alejandro Giammattei, también acusado de corrupción.
Un antisistema moderado
Para las elecciones de 2023, la alternancia debía producirse de nuevo dentro del sistema, pero nada ha salido según lo previsto. En la primera vuelta, el candidato del partido presidencial obtuvo sólo el 7,85% en un contexto de fragmentación electoral generalizada. Esto permitió a Bernardo Arévalo llegar a la segunda vuelta con un 11,74%. Por supuesto, la favorita en ese momento seguía siendo Sandra Torres, candidata de la Unión Nacional de la Esperanza (UNE), un partido que en su día fue de centro-izquierda pero que se ha vuelto muy conservador, que se impuso con el 15,97% de los votos.
Pero la candidatura de Bernard Arévalo suscitó una verdadera esperanza, que atrajo hacia él a una gran parte del electorado. Es cierto que Sandra Torres es la perfecta representante del sistema político guatemalteco y es normal que los grandes partidos la apoyaran en la segunda vuelta.
A sus 67 años, estuvo casada con el presidente Adán Colom, que gobernó de 2008 a 2012. En 2011, se divorció para sortear la Constitución, que prohíbe a los familiares del presidente saliente presentarse a la reelección, pero su candidatura fue rechazada. En 2015 y de nuevo en 2019, llegó a la segunda vuelta. La derrota del domingo fue, por tanto, su tercera consecutiva. En 2019, fue investigada por la financiación ilegal de su campaña, aunque el caso fue finalmente archivado.
La victoria de Bernardo Arévalo es, por tanto, una sorpresa y podría abrir una nueva página para el país, que lo necesita. Guatemala, que volvió a la democracia en 1985 tras treinta años de régimen militar, es un país atenazado por élites muy poderosas, desde el ejército a los grandes terratenientes y los políticos.
Según el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparency International, Guatemala ocupa el puesto 154 de 180 países. Aunque es algo mejor que sus vecinos Honduras y Nicaragua, sigue siendo muy alta. Esto tiene graves consecuencias en términos de desigualdad.
Entre 2000 y 2021, el número de personas nacidas en Guatemala que residen en Estados Unidos aumentó oficialmente de 320.000 a un millón.
267 familias poseen casi el 57% de la riqueza, según datos de la diplomacia francesa. Por otra parte, la tasa de pobreza por ingresos es del 58%, una de las más altas de América Latina, y el índice de desarrollo humano es el 135º del mundo de los 191 países y territorios clasificados por la ONU, el segundo más bajo de Centroamérica.
Esta situación tiene consecuencias concretas: cientos de miles de guatemaltecos emigran a Estados Unidos. Entre 2000 y 2021, el número de personas nacidas en Guatemala que viven en Estados Unidos pasó oficialmente de 320.000 a un millón.
Por ello, el candidato de Semilla ha hecho una campaña basada en el tema central de la corrupción, prometiendo que la lucha contra este fenómeno permitiría a los guatemaltecos quedarse en el país en lugar de probar suerte en el Tío Sam.
También le ayudaron los excesos autoritarios de Alejandro Giammattei, que persiguió a muchos periodistas y a jueces que investigaban casos de corrupción. Muchos de ellos se han visto obligados a exiliarse. Al mismo tiempo, la situación económica y social del país seguía deteriorándose.
Arévalo surgió como el hombre adecuado para el puesto por varias razones. En primer lugar, se benefició del aura de su padre, Juan José Arévalo, que en 1944 fue el primer presidente del país elegido democráticamente y que, siguiendo una doctrina muy antimarxista de "socialismo moral", introdujo las primeras reformas sociales en un país que hasta entonces había sido todavía muy feudal. Su sucesor fue derrocado por los militares en 1955, y su hijo Bernardo nació en el exilio en Montevideo (Uruguay). Pero su nombre evoca una época dorada para muchos guatemaltecos.
En segundo lugar, porque Bernardo Arévalo es diplomático, fue cónsul en Israel y embajador en España. Es consciente de ser muy progresista en su país, pero ha hecho todo lo posible por desactivar las acusaciones de "comunismo" que le han lanzado sus adversarios, en particular condenando sin ambigüedad al régimen nicaragüense. Pero se opone a las tentaciones de una "guerra contra las pandillas" en la línea del presidente salvadoreño Nayib Bukele, que se ha convertido en un modelo para Sandra Torres.
Obstáculos al cambio
Aunque se ha forjado una imagen de moderación, su lema de campaña "sí, se puede" ofrecía la posibilidad de un cambio radical del sistema. Y, nada más ser elegido, confirmó su prioridad en sus primeras declaraciones: "Lo que ha gritado el pueblo es: ¡basta ya de tanta corrupción!. Esta victoria es la victoria del pueblo y ahora, unidos como pueblo de Guatemala, lucharemos contra la corrupción." Pero no le faltarán dificultades.
En primer lugar, porque tendrá que gobernar en una situación de cohabitación. Semilla es un partido joven, basado principalmente en las zonas urbanas, y hemos visto que el porcentaje de votos del futuro presidente en la primera vuelta de las elecciones legislativas, fue bajo. En el Parlamento, el movimiento sólo tendrá 23 escaños de un total de 160, mientras que la UNE tendrá 28 y Vamos, el partido del presidente saliente, 39. Construir una mayoría será un verdadero reto para el nuevo presidente, sobre todo si quiere atacar los cimientos del sistema de corrupción.
Será complicado porque en este país existe un "pacto de corrupción" desde hace veinte años y será difícil deshacerlo.
Aunque muchos creen que la capacidad negociadora de Bernardo Arévalo puede obrar milagros, como señala la politóloga Gabriela Carrera en una entrevista con la BBC, "será complicado porque en este país existe un "pacto de corrupción" desde hace veinte años y será difícil deshacerlo".
Por ejemplo, tiene intención de pedir la dimisión de la fiscal general del país, Consuelo Porras, considerada "corrupta" por el Gobierno americano y que ha liderado la carga contra jueces y activistas anticorrupción. Pero sólo puede pedirla, no imponerla. Además, tendrá que gobernar con decenas de funcionarios nombrados por los partidos tradicionales, que a menudo son también corruptos. En resumen, la tarea es inmensa.
Además, y este es el segundo obstáculo al que tendrá que enfrentarse el nuevo presidente, el sistema no dejará de maniobrar contra él. Desde el inicio de su candidatura, un fiscal, Rafael Curruchiche, ha intentado que Semilla sea suspendido. Afirma que tiene pruebas de irregularidades en el proceso de recogida de firmas para crear el partido. Su petición de suspensión ha sido rechazada por el Tribunal Constitucional, pero asegura que podrá obtenerla después de las elecciones.
De triunfar, el nuevo presidente será muy débil desde el inicio. Sobre todo porque Sandra Torres ha repetido sus acusaciones durante la campaña. Pero por el momento no hay pruebas. Aunque no hay que hacerse ilusiones por el hecho de que Alejandro Giammattei haya reconocido inmediatamente la victoria de Bernardo Arévalo: las élites del país no aceptarán fácilmente un nuevo sistema.
Por último, el nuevo presidente tendrá que actuar frente al escepticismo generalizado. Las explosiones de júbilo en las calles de Ciudad de Guatemala no deben inducir a error: su elección no ha sido un triunfo. Sólo fueron a las urnas en la segunda vuelta el 45% de los votantes. Muchos, por tanto, no esperan nada de la política. Para convencerles, necesitarán hechos y, en particular, una mejora de la situación económica.
En este punto, Bernardo Arévalo defendió un programa muy "keynesiano" con grandes obras destinadas a crear empleo y mejorar el crecimiento del país. Es una buena idea en un país donde el sector privado invierte poco y prefiere colocar su dinero en el extranjero. Pero también en este caso será necesario, sobre todo, aplicarse contra las estructuras de desigualdad desmantelando el poder de las grandes familias y cambiando la política fiscal.
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El éxito de Bernardo Arévalo el 20 de agosto es, por tanto, un primer paso hacia el cambio de régimen. Lo más difícil está aún por llegar.
Traducción de Miguel López