En las reflexiones sobre las reformas de la eurozona para garantizar la supervivencia de la moneda única, a menudo no se menciona un elemento: el de la moderación salarial alemana pese a que se trata de un asunto clave. Varios estudios han subrayado que esta moderación salarial había desempeñado un papel más decisivo que las reformas Hartz a la hora de mejorar la competitividad alemana y de empeorar la de muchos de sus socios de la eurozona. Esta situación desembocó en la crisis de 2010.
Sin embargo, esta cuestión no ha quedado resulta. Cierto es que la mayoría de los países de la Unión monetaria, a excepción de Francia, tienen superávit corriente que rondan el 8% del PIB, pero la diferencia con respecto a Alemania no se ha reducido: el país ha registrado excedentes récord, próximos al 8% del PIB.
Un estudio reciente del Centro Francés de Estudios y de Investigación en Economía Internacional (CEPII), que lleva por título Quelques éléments désagréables d’arithmétique en zone euro [Elementos desagradables de aritmética en la zona euro], de Vincent Vicard y Guillaume Gaulier, así lo recuerda. Después de la crisis de la zona euro y pese a los esfuerzos de los países en crisis, las diferencias en términos de competitividad son muy importantes. Así, el tipo de cambio efectivo alemán es, de media, inferior al 15% al tipo medio de la zona euro, mientras que en el caso de Francia sería superior al 11%. Dicho de otro modo, Alemania puede estar infravalorada en un 15% y Francia, sobrevalorada en un 11%. O lo que, en la práctica, supone que la diferencia es superior a la existente antes de la crisis...
Este resultado no sorprende en la medida en que se optó por salir de la crisis de la zona euro aplicando ajustes unilaterales, al tiempo que Alemania proseguía sus políticas de moderación salarial y de consolidación presupuestaria. “El aumento de los excedentes fue parejo a la reducción de déficits, de manera que los desequilibrios en el interior de la zona euro no se han reducido, pese al fin de dichos déficits”, apuntan los autores. Y esto tiene consecuencias graves. Vincent Vicard y Guillaume Gaulier recuerdan que “en una unión monetaria, el reequilibrio exige ajustes de precio por diferencias de tipos de inflación”.
Si Alemania mantiene, mediante la moderación salarial, un tipo de inflación baja, el reequilibrio sólo será posible a cambio de una inflación extremadamente baja, incluso negativa, en los países menos competitivos. Estas políticas, que en realidad es la que proponen los defensores de las reformas estructurales, es muy arriesgada en el plano económico y en el plano social: lleva a mantener la presión sobre los salarios y a reducir la demanda interior. En resumen, se pone en juego la viabilidad del euro con el fin de que la moneda única no sea sinónimo de austeridad salarial. Por eso, la supervivencia del euro también pasa por unas políticas de reducción de la competitividad alemana mediante un apoyo a la demanda interna que implica una aceleración notable de los salarios.
Para generar inflación, los salarios tienen que aumentar más rápidamente que la productividad del trabajo. Hay regla que dice que la inflación tiende a la diferencia entre el crecimiento de la productividad y el crecimiento nominal de los salarios. Durante 15 años, los salarios nominales alemanes crecieron con la productividad. Alemania funcionó como si su objetivo de inflación fuese nulo, mientras que sus socios evolucionaban a ritmos de inflación más importantes.
Con el paso de los años, la brecha ha ido a más y se encuentra en el origen del actual desequilibrio. Entre 1999 y 2007, el coste unitario del trabajo (coste del trabajo tras el ajuste, en función de la evolución de la productividad) permanecía estable, mientras que el de Francia era del 2% anual, aproximadamente. Dicho de otro modo, contrariamente a lo que se suele decir en Francia y como han subrayado dos economistas, Heiner Flassbeck y Costas Lapavitsas en su obra Against The Troïka en 2015, es la devaluación alemana lo que ha hecho crecer las divergencias y no la sobrevaloración francesa. El problema no era que los socios de Alemania hubiesen vivido por encima de sus posibilidades, sino que Alemania vivía ya por debajo de las suyas.
¿La situación ha cambiado? En realidad, no. Bien es verdad que Alemania conocía hace varios años una progresión mayor de sus salarios nominales. En 2017, los salarios nominales crecieron un 2,5% y un 2,2 % en 2016. Pero el crecimiento de los costes unitarios del trabajo es inferior al 2% desde 2013. Dicho de otro modo, los salarios alemanes suben menos de lo que exigiría el objetivo de inflación del BCE para el conjunto de la zona euro, ¡pese a que deberían crecer mucho más rápido! Pero hay algo más preocupante: Alemania no parece determinada a comprometerse en una política de reequilibrio mediante los salarios. La aceleración de la inflación y el pleno empleo no condujeron en 2017 a una aceleración notable del salario nominal.
Todo esto supone la prueba de que existe en Alemania una moderación salarial que obliga a los que quieren mejorar su competitividad a mantener un muy débil crecimiento salarial. La diferencia en inflación en 2017 entre Francia y Alemania confirma que la convergencia es demasiado lenta. Los precios al consumo aumentaron un 1,8% al otro lado del Rin, frente al 1,2% en Francia. A este ritmo, harían falta 43 años para que el tipo real de cambio entre los dos países se equilibrase tomando el nivel medio de desequilibrio. De ahí que una de las ambiciones del Gobierno francés sea, a través de las reformas, llevar a cabo una deflación salarial.
Impacto del acuerdo salarial alemán
¿Habrá cambios en 2018? Tras un conflicto abierto muy duro, el sindicato IG Metall del Estado de Baden-Wurtemberg firmó en febrero con la federación patronal de la industria electrónica y metalúrgica Gesamtmetall un acuerdo que muchos han presentado como muy generoso. La patronal alemana las definió como concesiones “dolorosas”. La cifra de la que se habla es la del aumento de los salarios en un 4,3% en abril. En 2017, las subidas salariales negociadas en este sector fueron del 2,5%, es decir, el nivel de los salarios nominales para todos los asalariados. Dicho de otro modo, existe la esperanza de una verdadera aceleración de los salarios nominales que puede reducir los desequilibrios en la zona euro.
Sin embargo, esta cifra del 4,3%, sólo traduce una parte de la realidad. El acuerdo abarca en realidad varios elementos. En primer lugar, la subida del 4,3% en abril será la única de los próximos 27 meses. Los sindicatos han aceptado congelar los salarios durante todo 2019 y la mitad de 2020. Esto lleva a reducir singularmente el efecto de la medida ya que el alza anual correspondiente a esta recuperación de abril sólo es del 1,91%. No obstante, a este incremento, hay que sumarle varias revalorizaciones puntuales de los salarios: una prima de 100 euros en marzo de 2018, otra de 400 euros en julio de 2019, a los que se añadirá un pago único en ese mismo mes de julio de 2019 del 25,5% del salario mensual. Para más inri, hay ajustes que resultan difíciles de evaluar, relativos al tiempo de trabajo, tanto al alza como a la baja...
A fin de cuentas, este acuerdo ¿se enmarca en una aceleración o no de los salarios al otro lado del Rin? Las opiniones están muy divididas en ese sentido en Alemania. El economista Thorsten Schulten, del instituto WSI, cercano a los sindicatos, publicó un artículo en la web makronom.de donde calculaba que el salario nominal de un empleado medio del sector se revalorizará en un 4% en 2018 y 2019. En su opinión, este nivel representa “no sólo un fuerte aumento del salario real”, sino también “un reequilibrio del valor añadido a favor de los asalariados”.
Por su parte, otros dos economistas, Heiner Flassbeck y Michael Paetz en un artículo publicado en makroskop.eu, estiman que el efecto será mucho más débil. Heiner Flassbeck, contactado por Mediapart, socio editorial de infoLibre, afirma que el cálculo de Thorsten Schulten es exacto, pero se apoya en un nivel de ingresos bastante bajo en el sector, lo que acentúa el impacto de las primas. Además, el cálculo sólo tiene en cuenta 24 meses integrando en su comparación los tres primeros meses de 2017, cuando eran más bajas, ya que en abril de 2017 el aumento fue del 0,5%. Considera que “para el ingreso medio de la industria metalúrgica y electrónica cabe esperar un aumento anual del 3,1%”. Lo mismo opinan los equipos de Bank of America Merrill Lynch que prevén un crecimiento del 3% de los salarios anuales en el sector.
Hay que reconocer que este acuerdo dibuja una aceleración del salario nominal en Alemania, al menos en la industria. Como se calcula que el incremento de la productividad ronde el 1% este año, el coste unitario del trabajo alemán puede superar el 2% por primera vez desde 2013. No obstante, conviene moderar este elemento. El acuerdo firmado por IG Metall de Baden-Wurtemberg es una referencia, pero sólo eso, una referencia. Muchos sectores, sobre todo en el sector servicios, negocian acuerdos menos favorables. Los jefes de empresa de la industria pueden presionar a sus prestadores de servicios para compensar el sobrecoste.
No obstante, pese al pleno empleo hay margen: el pleno empleo se consigue en Alemania gracias al reparto del trabajo, lo que reduce la capacidad de los asalariados a la hora de influir en sus remuneraciones. Sólo la mitad de los asalariados alemanes ahora están cubiertos por acuerdos sectoriales. En resumen, la traducción del acuerdo al conjunto de la economía carece de fundamento. Por último, en 2019 y hasta finales del 2020, no habrá aumento salarial para los empleados de la industria electrónica. La presión al alza de las remuneración sobre los demás sectores se reducirá por tanto mecánicamente.
Sea como fuere, Heiner Flassbeck considera que estamos aún lejos de lograr el objetivo. “Con este acuerdo, los costes unitarios alemanes aumentarán cada uno el 2% en Alemania, pero deberían aumentar mucho más para alcanzar el objetivo europeo de inflación”, remarca. Incluso si Alemania practica políticas dirigidas a un nivel próximo del objetivo de inflación del BCE, mantiene, habida cuenta de la devaluación de su tipo de cambio real, la presión sobre los socios de la eurozona. “Francia y la mayoría de los demás países van a tener que mantener políticas deflacionistas para disminuir la brecha con Alemania”, precisa Heiner Flassbeck, que considera que un alza del 4% al 5% de los salarios nominales sería “el buen camino” que se habría de seguir. Y concluye: “Para que los demás países puedan exportar de nuevo con normalidad, Alemania debe aceptar perder un poco de competitividad, pero los sindicatos no están dispuestos a aceptarlo”. En la misma línea, economistas de Bank of America Merrill Lynch consideran las subidas salariales derivadas del acuerdo de “insuficientes”.
La presión sobre los salarios franceses es más preocupantes en la medida que el tipo de inflación francés también tiende a acercarse al de su homólogo alemán (la previsión es de una tipo de inflación del 1,6% para mediados de año y de un crecimiento salarial del 1,8%). Dicho de otro modo, cualquier moderación del salario nominal para ganar competitividad se traducirá en Francia en una debilidad del crecimiento real de los salarios, un menor poder de compra. Ahora bien, con la reforma laboral que favorece la flexibilidad, los empleadores franceses disponen de medidas de presión para exigir esta moderación. El riesgo radica en que Francia lleve a cabo un devaluación interna para tratar de acelerar la convergencia con Alemania. Con todos los riesgos que acompañarían a unas políticas similares... Las cifras recientes publicadas por el Dares confirman el riesgo: los salarios nominales franceses aumentaron un 1,3% en el cuatro trimestre, lo que equivale a un estancamiento del salario real...
Esa situación debe llevar a preguntarse sobre el funcionamiento de la eurozona y las reformas necesarias. Mantener un objetivo de inflación global del 2%, sin tener en cuenta las diferencias nacionales parece no tener mucho sentido. Al contrario, esta posición alienta las devaluaciones internas unilaterales cuando los países más competitivos mantienen una política de moderación salarial. Ahora bien la devaluación interna conduce globalmente a tensiones sociales, a ajustes dolorosos (el PIB a puesto diez años a borrar la crisis, por ejemplo) y resultados muy contrastados en el plano productivo. Estas políticas ponen en peligro el euro.
Una verdadera coordinación de las políticas económicas llevarían a equilibrar más los tipos de cambio reales evitando las políticas competitivas agresivas y privilegiando estrategias coordinadas. Dicho de otro modo, cualquier reforma de la zona euro debe pasar por un abandono de las estrategias de ajuste unilateral. Es un proyecto más realista que financiar el reequilibrio de la unión monetaria mediante transferencias masivas y mucho más realistas que el proyecto defendido por Emmanuel Macron que se apoya en la idea de una compensación no garantizada del ajuste unilateral por inversiones procedentes de un pequeño presupuesto de la zona euro. Este proyecto se basa todavía en la idea, muy del agrado del presidente francés, que hay “buenos” y “malos” alumnos en la eurozona. En realidad, la crisis de la moneda única se explica sobre todo en esta forma de mercantilismo alemán presentado como una virtud y que se ha convertido en el veneno del euro.
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Traducción: Mariola Moreno
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En las reflexiones sobre las reformas de la eurozona para garantizar la supervivencia de la moneda única, a menudo no se menciona un elemento: el de la moderación salarial alemana pese a que se trata de un asunto clave. Varios estudios han subrayado que esta moderación salarial había desempeñado un papel más decisivo que las reformas Hartz a la hora de mejorar la competitividad alemana y de empeorar la de muchos de sus socios de la eurozona. Esta situación desembocó en la crisis de 2010.