Mokhiber no es el primero que utiliza el término "genocidio" para describir lo que está haciendo el ejército israelí actualmente en Gaza, pero sus palabras tienen un peso especial, sobre todo en un país que ha sido capaz de acuñar la expresión "G-word" para evitar tener que utilizar una palabra tan fuerte.
En una carta fechada el 28 de octubre, Craig Mokhiber, Director de la oficina de Nueva York de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), que dirigió varias misiones de derechos humanos, especialmente en Gaza en la década de 1990, acaba de anunciar su dimisión. El motivo de su dimisión es que "una vez más, estamos viendo cómo se desarrolla un genocidio ante nuestros propios ojos, y la Organización a la que servimos parece impotente para detenerlo".
Este abogado sabe lo que dice cuando afirma que "a menudo se ha abusado políticamente del concepto de genocidio". Pero, prosigue, "la actual masacre general del pueblo palestino, enraizada en una ideología colonial etnonacionalista, que lleva décadas de persecución y expulsión sistemáticas, enteramente basada en el hecho de que esas poblaciones son árabes, unida a declaraciones explícitas de intenciones por parte del gobierno y el ejército israelíes, no deja lugar a dudas ni al debate".
Refiriéndose al hecho de que en Gaza "se están atacando hogares, escuelas, iglesias, mezquitas e instalaciones médicas sin motivo alguno, al tiempo que se masacra a miles de civiles", llega a afirmar que estamos, en el caso de los palestinos, en un "genocidio de libro".
El término "genocidio" también es utilizado por investigadores, como los filósofos Étienne Balibar y Judith Butler (miembro de la junta directiva de Jewish Voice for Peace) o el sociólogo Didier Fassin, políticos como el presidente de Brasil o una ministra del actual gobierno español, así como organizaciones como el American Centre for Constitutional Rights o el movimiento estadounidense IfNotNow.
Y eso sin mencionar el uso del término en boca de un gran número de gazatíes, así como de los delegados oficiales de Palestina, ya sea su representante en la ONU o su embajadora en Francia, Hala Abou Hassira, quien aseguró el viernes 27 de octubre que Palestina "ni olvidará ni perdonará".
De forma más violenta, y sin utilizar específicamente el término, la intención atribuida a Israel de cometer un genocidio en Gaza ha sido especialmente visible en caricaturas, pancartas y eslóganes que comparaban a los israelíes con los nazis.
Para la organización americana Genocide Watch, que clasifica los procesos de genocidio según diez "niveles", la guerra entre Israel y Hamás ha alcanzado ya seis niveles, entre los que destacan la discriminación y la deshumanización, evidentes por ejemplo en las palabras del ministro de Defensa, Yoav Gallant, que afirmó estar luchando contra "animales humanos". Pero aún no hemos llegado a la "fase 9" del genocidio, es decir, el exterminio.
La importancia cardinal de la intención
Desde el punto de vista jurídico, aún pasará mucho tiempo antes de que la Corte Penal Internacional (CPI), competente para tipificar tal delito, se pronuncie al respecto, aunque ya está estudiando lo ocurrido en Gaza y sus alrededores en las últimas semanas, desde que su actual fiscal, el británico Karim Khan, visitara el domingo 29 de octubre el paso fronterizo de Rafah entre Egipto y Gaza.
"Genocidio" es distinto de "crímenes de guerra" y "crímenes contra la humanidad", que la CPI ya ha indicado va a investigar, tanto por parte de Hamás como de Israel. Hay que recordar que "crimen de guerra" es, según la definición de Naciones Unidas, toda acción ilegal o serie de acciones que violan el derecho internacional humanitario diseñado para proteger a los civiles en una situación de guerra.
Los "crímenes de lesa humanidad" no tienen que producirse necesariamente en el contexto de un conflicto armado para ser caracterizados como tal. No se han definido ni codificado en un tratado específico como sí lo han sido los crímenes de guerra en los Convenios de Ginebra, pero incluyen el apartheid, la esclavitud, la deportación de poblaciones y los asesinatos en masa, y tienen lugar en el contexto de un ataque sistemático contra una población civil. Se caracterizan por su violencia a gran escala contra una población o un territorio, y por la forma metódica en que se llevan a cabo.
El término genocidio fue acuñado por Raphael Lemkin, jurista polaco testigo de las masacres perpetradas por los nazis durante el Holocausto. Las Naciones Unidas lo reconocieron por primera vez como delito en el derecho internacional en 1946 y lo codificaron en la Convención sobre el Genocidio de 1948.
Al igual que los crímenes contra la humanidad, el genocidio puede estar constituido por actos de distinta naturaleza. El artículo 2 de la Convención de 1948 lo define de la siguiente manera: "Se entenderá por genocidio cualquiera de los actos siguientes cometidos con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal: asesinato de miembros del grupo; atentar gravemente contra la integridad física o mental de los miembros del grupo; someter intencionadamente al grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; imponer medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; trasladar por la fuerza a niños del grupo a otro grupo."
La principal diferencia entre los crímenes de lesa humanidad y el genocidio radica en que, para que los actos se califiquen de genocidio, deben cometerse "con intención de destruir". Debido a la importancia cardinal de la intención, que a menudo es difícil de establecer aunque la justicia internacional pueda tener en cuenta no sólo las palabras sino también los hechos, el término genocidio sólo se utiliza para la masacre sistemática de los Herero y los Namas en el suroeste de África alemana (1904-1908), la de los armenios por los turcos (1915-1916), la de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, en Camboya bajo los Jemeres Rojos en los años 70 y durante el genocidio de los tutsis en Ruanda en 1994.
Afirmar que un país creado como refugio para un pueblo víctima de un genocidio está cometiendo ahora un genocidio es cuestionar las razones mismas de la existencia de Israel.
En las esferas política y mediática, sin embargo, el término se utiliza mucho más ampliamente. El uso de este término por parte de los palestinos y sus partidarios, en el contexto del bombardeo de Gaza, tiene dos intenciones principales que siguen siendo distintas, aunque puedan solaparse en algunos puntos.
En primer lugar, puede ser un arma política con tres municiones diferentes. En primer lugar, causar una fuerte impresión destacando la magnitud de los daños y asesinatos cometidos por el ejército israelí en los últimos días. En segundo lugar, situar la actual guerra contra Gaza, que Israel presenta como una represalia por el 7 de octubre, en la larga historia de desposesión de derechos y tierras palestinas desde 1948.
Por último, recordar que el actual gobierno israelí depende del apoyo de extremistas mesiánicos judíos como los ministros Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir, que nunca han ocultado su deseo de eliminar la presencia palestina desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo.
Pero existe también otro uso del término, sin duda más explosivo y estigmatizante, que consiste en acusar a Israel, que extrae su legitimidad histórica del genocidio de los judíos de Europa, de la comisión de un genocidio mientras pretende ser el refugio de un pueblo víctima de un genocidio. Afirmar que un país creado como refugio de un pueblo que lo ha sufrido comete ahora un genocidio es cuestionar las razones mismas de la existencia de Israel.
Sea cual sea la definición jurídica de los actos cometidos hoy en Gaza, el uso del término genocidio parece por tanto inaceptable para la mayoría de los israelíes, pero también para muchas personas sensibles, directa o indirectamente, a la memoria del Holocausto.
Reactivar la memoria
En este contexto, se insiste en que la escala y la intencionalidad de la destrucción de los judíos durante la Shoah siguen siendo inconmensurables respecto a lo que está ocurriendo hoy en Gaza.
O se argumenta que el derecho de Israel a defenderse se sustenta en el hecho de que el país se fundó sobre la promesa del "nunca más", lo que justifica de antemano todos los medios desplegados para poner fuera de combate a Hamás, dado que el 7 de octubre esta organización demostró ser no sólo una organización de resistencia palestina, sino también una organización que mata judíos y no sólo colonos.
Para muchos israelíes, las masacres del 7 de octubre sirvieron para reactivar la memoria del genocidio perpetrado por los nazis. Una de las expresiones más claras de esta dimensión de la ecuación se encuentra en la obra del escritor israelí Yaniv Iczkovits.
En un artículo publicado en Le Monde el martes 31 de octubre, este hombre, que fue uno de los militares que se negaron a servir en Cisjordania en 2002, y que sigue creyendo que "la ocupación israelí es inmoral y que los extremistas israelíes quieren destruir cualquier posibilidad de reconciliación", explica por qué ha optado ahora por unirse a los reservistas del Tsahal.
Nadie pensó que un día nuestro post trauma volvería a ser trauma.
El artículo comienza así: "El día 7 de octubre cambió Israel. Lo cambió profundamente, infligiéndonos un dolor que pensábamos que nunca volveríamos a experimentar. Un dolor del que nuestros abuelos, y sus abuelos, solían hablar. Nos hablaban de los rateros que venían a quemar y saquear, de los soldados que juntaban a la gente en una fosa para acribillarla a balazos, de la barbarie inhumana y la falta total de piedad".
Y añade: "Ese dolor está profundamente grabado en todas nuestras memorias. Hemos escrito libros sobre ello, hemos compuesto canciones, nos hemos puesto en pie los días de conmemoración, lo hemos estudiado en nuestras clases de historia. Pero nadie pensaba que lo íbamos a revivir en nuestras carnes. Nadie pensó que un día nuestro post trauma volvería a ser trauma.”
Esta reactivación de la memoria es innegable, aunque desde el lado palestino, en el marco de un conflicto de memorias en proceso de reordenación en competencia con las víctimas, se señale que el desplazamiento forzoso de cientos de miles de personas desde el norte de Gaza hacia el sur sólo puede verse como una reiteración de la Nakba ("catástrofe" en árabe).
En 1948, fueron expulsados de sus tierras más de 700.000 palestinos, en concreto hacia Gaza, una zona en la que los cientos de miles de desplazados de las últimas semanas pueden considerarse legítimamente refugiados doblemente expulsados.
Se está extendiendo un paralelismo entre la situación a la que Hamás ha sometido a Israel y la que el régimen nazi infligió a los judíos, pero no está calando en el conjunto de la sociedad israelí.
Pero el hecho de que el pasado esté repercutiendo en el presente no justifica el fácil paralelismo entre Hamás y los nazis, por mucho que este paralelismo se extienda desde lo más profundo de la sociedad israelí hasta las más altas esferas del gobierno. Benjamin Netanyahu dijo, delante del canciller alemán Olaf Scholz, que los miembros de Hamás eran los "nuevos nazis".
Esta cantinela se está extendiendo como la pólvora, pero no es algo inaudito. Ya en 1982, cuando las tropas israelíes invadieron Líbano, el primer ministro israelí Menachem Begin comparó a Yaser Arafat, estando refugiado en Beirut, con Adolf Hitler en su búnker al final de la Segunda Guerra Mundial.
Se está extendiendo un paralelismo entre la situación a la que Hamás ha sometido a Israel y la que el régimen nazi infligió a los judíos, pero no está calando en el conjunto de la sociedad israelí, siempre más heterogénea y compleja que sus representantes oficiales.
Dani Dayan, presidente de Yad Vashem, el memorial israelí de la Shoah en Jerusalén, criticó al embajador de Israel ante la ONU, Gilad Erdan, por haberse colgado el lunes 30 de octubre una estrella amarilla en el pecho con la frase "Nunca más": "Ese acto deshonra tanto a las víctimas del Holocausto como al Estado de Israel. La estrella amarilla simboliza la impotencia del pueblo judío y su dependencia de los demás. Ahora tenemos un Estado independiente y un ejército fuerte. Somos dueños de nuestro destino.”
Raz Segal, historiador que dirige el programa de Estudios sobre el Holocausto y el Genocidio de la Universidad de Stockton (Estados Unidos), también criticó, en un artículo publicado en The Guardian, la tendencia de Israel a utilizar el Holocausto como arma, no tanto para mantener vivo el recuerdo como para destruir simbólica y geopolíticamente a la parte palestina.
Benjamin Netanyahu ya había intentado atribuir, contra todo rigor histórico, la idea de la "Solución Final" al Gran Muftí de Jerusalén, de quien dice que aconsejó a Adolf Hitler exterminar a todos los judíos del planeta. El deseo de establecer un paralelismo entre los palestinos y los nazis justificaba así la exoneración de décadas de antisemitismo europeo del destino de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
Ver másDimite el director del Alto Comisionado de la ONU para los DDHH en Nueva York por el "genocidio" en Gaza
Corresponderá al actual fiscal de la CPI, Karim Khan, decidir dónde y sobre qué hechos investiga, cuándo presentará una acusación y cómo se llamará. Pero para el primer fiscal de la CPI entre 2003 y 2012, Luis Moreno Ocampo, según afirma en un artículo en el diario español El País, los crímenes perpetrados por Hamás el 7 de octubre deben considerarse a priori crímenes contra la humanidad y posiblemente genocidio.
Pero Ocampo considera también que el derecho de Israel a defenderse de Hamás no le da derecho "a matar civiles en masa", y advierte contra un posible crimen contra la humanidad, o incluso genocidio, que se está cometiendo hoy en Gaza. Se atreve a trazar otro inquietante paralelismo histórico: "Israel no puede convertir Gaza en un campo de exterminio".
Traducción de Miguel López
Mokhiber no es el primero que utiliza el término "genocidio" para describir lo que está haciendo el ejército israelí actualmente en Gaza, pero sus palabras tienen un peso especial, sobre todo en un país que ha sido capaz de acuñar la expresión "G-word" para evitar tener que utilizar una palabra tan fuerte.