Turbulencias climáticas y la sombra de Trump en una COP29 en la que hay mucho dinero en juego

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Mickaël Correia (Mediapart)

Recientes inundaciones en España con muchísimas víctimas, riadas que devastaron territorios enteros en Francia, los huracanes Helene y Milton en Estados Unidos... el otoño de 2024 está salpicado de catástrofes climáticas en los países industrializados.

Con las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera alcanzando un máximo histórico en 2023, unos sesenta científicos actualizaron en mayo los indicadores clave del trastorno climático. Sus conclusiones son inequívocas: el calentamiento global inducido por el hombre está aumentando “a un ritmo sin precedentes”.

Desde la primavera, el Sur global ha sentido con toda la fuerza esta intensificación del caos climático. Por ejemplo, a finales de marzo, Kenia sufrió unas inundaciones excepcionales que causaron al menos 200 muertos. A principios de abril, Bamako, la capital de Malí, registró un centenar de víctimas tras una ola de calor extremo, y a finales de mayo, India se vio azotada por olas de calor sin precedentes.

Esta relación de acontecimientos dramáticos en el Norte y en el Sur recuerda lo que el último informe del IPCC subrayaba hace tres años: ninguna región del planeta se libra ahora del caos climático. Y casi la mitad de la población mundial vive ya en zonas “altamente vulnerables” a las alteraciones climáticas.

Una COP a la sombra de Trump

Además, la prolongación de la guerra en Ucrania y el conflicto en Oriente Medio en 2024 han agudizado las tensiones geopolíticas. “Estamos en un momento geopolítico muy conflictivo. Rusia está desempeñando un papel apremiante en la gobernanza medioambiental mundial al avivar la tensión entre Oriente y Occidente”, declaró Sébastien Treyer, Director General del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales (Iddri), en una rueda de prensa en octubre. “Los países del Sur son también muy reivindicativos con los países occidentales, señalando su acceso restringido a las inversiones públicas y privadas mundiales”.

En este contexto de crisis del multilateralismo y de agitación climática, Bakú, la capital de Azerbaiyán, acoge del 11 al 22 de noviembre la 29ª Conferencia de las Partes (COP29), reuniendo a casi doscientos países bajo los auspicios de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

En las conversaciones diplomáticas en Bakú planeará sin duda la sombra de Donald Trump, vencedor de las elecciones presidenciales americanas del 5 de noviembre, a pesar de que el Gobierno de Biden se encarga de las negociaciones de la COP29 en nombre de Estados Unidos.

En 2017, durante su primer mandato, Trump retiró a Estados Unidos del acuerdo climático de París, que desde 2015 compromete a casi todos los países del mundo a limitar el aumento de la temperatura media global a +1,5°C. Y en marzo de 2024, los analistas estimaron que las futuras políticas de Trump podrían aumentar las emisiones americanas en 4.000 millones de toneladas equivalentes de CO2 para 2030, equivalente a las emisiones anuales combinadas de la Unión Europea (UE) y Japón.

Aunque es muy probable que el futuro presidente de Estados Unidos vuelva a retirar a su país del Acuerdo de París, Laurence Tubiana, una de las artífices de este tratado internacional, declaró la noche de la elección de Trump que “el Acuerdo de París ha demostrado su resistencia y es más fuerte que las políticas de un solo país”. “Este tratado resiste porque la Unión Europea y China están comprometidas con él, y muchos actores económicos estadounidenses, incluso entre los partidarios de Trump, ya están desarrollando tecnologías para un mundo descarbonizado”, añadió Sébastien Treyer con el mismo optimismo.

Financiar la justicia climática

En 2009, en la COP15 de Copenhague (Dinamarca), los países más ricos se comprometieron a dedicar 100.000 millones de dólares anuales para los países del Sur, a más tardar en 2020, para apoyarles en su transición ecológica. Estos países están en primera línea del impacto del cambio climático, a pesar de ser los que menos gases de efecto invernadero emiten.

Pero el compromiso de los países industrializados no se ha cumplido, y la financiación se ha alcanzado con dos años de retraso, según la OCDE. Es más, en un momento en que el mundo invierte más que nunca en las llamadas energías limpias, Simon Stiell, Secretario Ejecutivo de ONU Clima, advirtió el 24 de septiembre: “Si no hay más economías en desarrollo que se beneficien de este creciente diluvio de inversiones climáticas, estableceremos rápidamente una peligrosa transición global a dos velocidades [en la que] todos acabaremos perdiendo”.

No es cuestión de falta de dinero, sino de falta de voluntad política

Durante esta COP29, los Estados miembros deben acordar un nuevo objetivo de financiación de la lucha contra el cambio climático a partir de 2025, para un periodo aún por determinar, conocido en la jerga de la ONU como Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado (NCQG, por sus siglas en inglés). Un grupo de expertos encargado por Naciones Unidas ha calculado que serán necesarios 1 billón de dólares anuales hasta 2030 para apoyar la acción climática en los países del Sur, excluida China.

“Este NCQG es claramente el tema número uno de esta cumbre”, señala Gaïa Febvre, responsable de Política Internacional de la Red de Acción por el Clima. “Pero la financiación en las negociaciones de la ONU son siempre fuente de tensión, porque plantean cuestiones de justicia, responsabilidad y la historia colonial que nos ha traído hasta aquí”.

Los debates de Bakú se anuncian, cuando menos, tormentosos, para averiguar cuál de los países históricamente responsables del calentamiento global, como Estados Unidos, Rusia y Francia, de los grandes emisores actuales, como China, o de las naciones con importantes capacidades financieras, como los Estados del Golfo, debe contribuir más a alcanzar el objetivo de 1 billón de dólares anuales para 2025.

También están sobre la mesa nuevas fuentes de financiación. Por ejemplo, los líderes del G20, que se reunirán en Río de Janeiro (Brasil) los días 18 y 19 de noviembre, estudiarán la introducción de un impuesto mundial del 2% sobre la riqueza de los más ricos, que podría recaudar hasta 250.000 millones de dólares al año.

“En realidad no es una cuestión de falta de dinero, sino de falta de voluntad política”, afirma Fanny Petitbon, responsable en Francia de 350.org. “Durante la pandemia del covid, sólo en 2020, las cincuenta mayores potencias mundiales consiguieron inyectar 16 billones de dólares para impulsar sus economías.”

Actuar para eliminar progresivamente los combustibles fósiles

Desde el acuerdo climático de París en 2015, cada cinco años los países deben presentar al organismo climático de la ONU su “contribución determinada a nivel nacional”, es decir, su hoja de ruta de acción climática para frenar el calentamiento global.

Los planes climáticos nacionales deben ser revisados en los próximos meses y presentados por todos los países a más tardar en febrero de 2025. Pero el 28 de octubre, el Observatorio del Clima de la ONU calculó que los planes climáticos actuales de todos los países sólo lograrían una reducción del 2,6% de nuestras emisiones de aquí a 2030 (en comparación con 2019), cuando necesitan disminuir un 43% para mantenerse por debajo del límite de + 1,5°C. La brecha entre la acción de las naciones y la realidad del clima es tal que el planeta va camino de +3,1°C de calentamiento a finales de siglo. En este sentido, la COP29 será un foro diplomático decisivo para presionar a los principales países emisores antes de que presenten sus nuevos planes climáticos.

Los pasillos de la COP estarán copados por el lobby de la industria de los combustibles fósiles, que utilizará todo su peso diplomático para frenar cualquier iniciativa encaminada a abandonar cuanto antes el petróleo, el gas y el carbón

“La cuestión de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero es una prioridad diplomática para Francia en la COP29”, aseguran en el gabinete de Agnès Pannier-Runacher, ministra francesa de Transición Ecológica. “Y para nosotros, el compromiso de mantenernos por debajo del listón de + 1,5°C fijado por el Acuerdo de París se plasmará sobre todo en la redacción de las próximas contribuciones determinadas a nivel nacional”, añadieron.

Para mantener vivo el Acuerdo de París sobre el clima, la COP29 también debe poner en marcha la salida progresiva de los combustibles fósiles. La quema de carbón, petróleo y gas es responsable de alrededor del 90% de las emisiones mundiales de CO2. Pero no fue hasta el año pasado, en la COP28 de Dubai, cuando los gobiernos “pidieron” por primera vez “una transición para abandonar los combustibles fósiles”. Una señal muy tímida a la luz de un informe de la ONU que estimaba a finales de 2023 que todos los países del mundo planean producir en 2030 el doble de combustibles fósiles de los necesarios para frenar el recalentamiento global.

“Hay un abismo entre la retórica de los ministros que se han ido sucediendo en la COP28, que juraron con la mano en el corazón que estaban a favor de eliminar gradualmente los combustibles fósiles, y lo que realmente están haciendo en casa”, dijo Romain Ioualalen, responsable de política internacional de Oil Change International. A sólo 60 kilómetros de París, en Nonville (Seine-et-Marne), hay un nuevo proyecto de perforación petrolífera, mientras Francia apoyaba firmemente el abandono de los combustibles fósiles en Dubai. Además, los Emiratos Árabes Unidos, que organizaron la COP el año pasado, Azerbaiyán, actual anfitrión de las negociaciones, y Brasil, que acogerá la próxima COP30, prevén colectivamente aumentar su producción de petróleo y gas en un tercio de aquí a 2035.

Además, es casi seguro que los pasillos de la COP volverán a estar copados por el lobby de la industria de los combustibles fósiles, que utilizará todo su peso diplomático para frenar cualquier medida que permita abandonar rápidamente el petróleo, el gas y el carbón. En Dubai, estaban acreditados al menos 2.456 lobbistas de los combustibles fósiles para participar en las negociaciones, más que todos los representantes de los diez países más vulnerables al cambio climático.

Atropello a los derechos humanos

Tras haber sido organizada el año pasado por una petromonarquía, esta cumbre de la ONU vuelve a ser acogida por un régimen autoritario adicto a los combustibles fósiles.

Desde 2003, Azerbaiyán está gobernado con mano de hierro por Ilham Aliyev, que ha descrito los yacimientos de petróleo y gas de su país como un “regalo de los dioses”, y cuya explotación supone más de la mitad del presupuesto estatal azerbaiyano.

A finales de octubre, cinco relatores especiales de Naciones Unidas y de instituciones regionales expresaron su alarma por la actual ola de represión contra los defensores de los derechos humanos en Azerbaiyán. En un informe publicado hace un mes, las ONG Human Rights Watch y Freedom Now documentaron una treintena de casos recientes de procesamiento o detención por “motivos políticos”.

“Este es el tercer año consecutivo que la COP se celebra en un país donde la libertad de expresión y de reunión pacífica están gravemente restringidas”, afirma Myrto Tilianaki, de Human Rights Watch. “Es un problema grave, porque cuando se restringe el espacio cívico, las voces de los más afectados por la crisis climática pueden quedar al margen de las negociaciones”.

El 1º de noviembre se confirmó la exclusión de Papúa Nueva Guinea de las negociaciones. Este país, extremadamente vulnerable a los impactos del caos climático, afirmó en una declaración de su ministro de Asuntos Exteriores, Justin Tkatchenko, que los pequeños Estados insulares no están recibiendo “ninguna atención ni reconocimiento” durante las COP, por lo que ha decidido no asistir a las negociaciones de Azerbaiyán, harto “de los tejemanejes y de no hacer nada en absoluto durante los últimos tres años”.

La prueba está en los hechos: desde que se celebró la primera COP en 1995, las emisiones mundiales no han dejado de aumentar. Como última señal de alarma antes del inicio de las conversaciones en Bakú, el observatorio europeo Copernicus anunció el 7 de noviembre que ya es “prácticamente seguro” que 2024 será el año más caluroso jamás medido en la Tierra. Y que también va camino de ser el primero en superar el límite simbólico de +1,5°C de calentamiento global.

Muchas ausencias y el dinero como gran objetivo en la COP29 que arranca este lunes

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Traducción de Miguel López

 

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