Los ucranianos declaran la guerra a la corrupción

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Justine Brabant (Mediapart)

Kiev, Ucrania —

Yurii Nikolov cruzó la puerta del supermercado al filo del mediodía y se dirigió con paso seguro a la sección de frutas y verduras. En la mano llevaba una hoja de papel que los demás clientes probablemente tomaron por una lista de la compra. Se detuvo frente al contenedor de patatas. Allí miró su hoja de papel y la consultó un momento antes de exclamar: "¡Cuánta mierda!"

Era el 6 de enero y la hoja de papel que Yurii Nikolov tenía en la mano no era una lista de la compra, sino la copia de un contrato con el Ministerio de Defensa ucraniano, un documento que se suponía secreto pero que una fuente de confianza le había enviado unas horas antes. 

Una vez en casa tras la visita a su supermercado local en Kiev, el reportero escribió un artículo que conmocionó a las más altas esferas del Estado ucraniano. 

Dos meses y medio después, nos recibe con un capuchino. Este hombre de 50 años no siempre ha sido periodista. En su primera vida, este ingeniero de formación trabajó en una fábrica como reparador mecánico. Entró en la prensa por casualidad a finales de los años 90, animado por un amigo que quería rejuvenecer la plantilla de un periódico de Soumy, en el noreste del país. 

Para su primer artículo, le enviaron a cubrir una reunión organizada por la administración regional. Volvió con un artículo que no decía nada sobre la reunión, pero detallaba el origen y el precio de todos los zapatos que llevaban los funcionarios que asistieron. "Eran demasiado caros para el sueldo que se les suponía", recuerda Nikolov. 

"Tuvimos que trabajar sobre la guerra”

El joven investigador decidió hacer un seguimiento de la corrupción y su rastro. En 2005 se trasladó a Kiev y en 2010 cofundó Nashi Groshi ("Nuestro dinero" en ucraniano), una organización que pretende arrojar luz sobre los casos de malversación de fondos públicos analizando con lupa los contratos públicos adjudicados por el Estado ucraniano. 

Cuando las fuerzas armadas rusas invadieron Ucrania en febrero de 2022, Nikolov y sus colegas ni se lo pensaron: decidieron dejar de lado sus artículos sobre corrupción. "Ya no tenía sentido. Teníamos que trabajar sobre la guerra", dice. 

Los equipos de Nashi Groshi empiezan a publicar mapas de los lugares donde la gente puede refugiarse de los bombardeos, se infiltran en chats privados de militares rusos y tratan de evaluar el impacto de las sanciones económicas contra Moscú. 

"Cuando empezó la invasión, se acabó la corrupción", dice Nikolov, tomando un sorbo de capuchino. 

Señala como prueba la investigación que ha realizado sobre el precio de la harina vendida a las fuerzas armadas ucranianas. Cuando en 2021, antes de la gran ofensiva rusa, este alimento básico era comprado por el Estado a un precio anormalmente alto ("un 70% más"), señal, según él, de un probable mecanismo de enriquecimiento ilícito, la situación volvió a la normalidad "al día siguiente de la invasión". La administración empezó entonces a comprarlo "a precio de mercado", afirma.

 

Pero a medida que pasan los meses y el ejército ucraniano muestra una resistencia inesperada a la embestida rusa, empieza a volver a los oídos de los periodistas y activistas ucranianos especializados en escándalos financieros el soniquete de la malversación de fondos públicos. 

El dudoso uso del dinero público se simplificó con una medida adoptada al comienzo de la guerra: se retiraron las licitaciones estatales ucranianas, que antes eran públicas y se publicaban en una plataforma específica (Prozorro). 

En otoño de 2022, Nikolov y otros periodistas señalaron a un gobernador que había adjudicado un lucrativo contrato de construcción de carreteras a una empresa registrada a nombre de su pareja, preparadora física de profesión. Otros medios de comunicación están investigando el estilo de vida de varios diputados, entre ellos los del partido del Presidente Zelensky, Servidor del Pueblo.

 

¿Qué hacer cuando estas revelaciones afectan a la parte más sensible del Estado ucraniano en tiempos de guerra, su ejército?

Un año después del comienzo de la invasión rusa, el país ya tiene asumido que la guerra no ha puesto fin a la corrupción, la malversación de fondos y los conflictos de intereses. Pero el diagnóstico va acompañado de una segunda constatación, más grata: la guerra no ha acabado con los esfuerzos de quienes documentan y denuncian estas prácticas. 

Pero, ¿qué hacer cuando estas revelaciones afectan a la parte más sensible del Estado ucraniano en tiempos de guerra, su ejército? ¿Deben publicarse, aunque pueda desestabilizar a la institución para regocijo del ejecutivo ruso, que identifica y amplifica cualquier información susceptible de desacreditar al adversario? ¿O contenerse, permitiendo que prosperen prácticas que acaban minando los recursos humanos y financieros de ese mismo ejército? 

Yurii Nikolov no pudo evitar hacerse esas preguntas. Incluso se las encontró de frente cuando recibió un documento supuestamente confidencial en enero de 2023: la copia de un contrato en el que se detallan los precios a los que el Ministerio de Defensa ucraniano compra los alimentos suministrados a los soldados desplegados en varias regiones (Poltava, Soumy, Kiev, Jytomyr, Chernihiv y Cherkassy). Un gran contrato: 320 millones de euros. 

Chucrut, cebollas, calabacines en tarros, copos de maíz... el documento enumera decenas de tipos de productos. Los precios parecen altos, pero el periodista tiene que poder demostrarlo. Recorre los supermercados y compara los precios con los del Ministerio. El Ministerio paga dos o tres veces más por sus alimentos que en las tiendas. Los huevos para los soldados se compran a 17 jrivnias (0,42 euros) la unidad, frente a las 7 jrivnias (0,17 euros) de los supermercados; las patatas a 22 jrivnias (0,54 euros) el kilo, frente a las 8-9 jrivnias (0,20 euros) de los supermercados, y así sucesivamente. 

La empresa con la que el ministerio firmó este dudoso contrato fue investigada en 2019 bajo sospecha de falsificación de documentos elaborados en el marco de una licitación, según descubrió también Yurii Nikolov. Tras varias comprobaciones cruzadas, sobre todo a través de antiguos contratos del mismo tipo, el periodista llega a una dolorosa conclusión: algunos funcionarios del ministerio se aprovechan de la guerra para "desviar dinero destinado a la alimentación de los soldados". 

Dilema moral

¿Qué hacer con esta información? "Sabía que si publicaba el contrato tal cual, sería inmediatamente utilizado por la propaganda rusa... y malinterpretado en Occidente", recuerda. En su lugar, optó por escribir una correo oficial al Ministerio de Defensa para obtener explicaciones y advertir a los equipos del Presidente Zelensky, con la esperanza de que pusieran fin a estas prácticas. 

Su correo no tuvo respuesta, al menos al principio, afirma. Otro factor que complica la situación es que al mismo tiempo, el 20 de enero, está prevista una reunión de los aliados de Ucrania para decidir sobre el futuro de la ayuda militar a Kiev, en particular el posible envío de tanques. "Esperamos a que terminara la reunión", ha explicado hoy Yurii Nikolov, "para no poner en peligro" un posible nuevo envío de ayuda. La cumbre terminaría sin una decisión sobre los tanques. 

Al día siguiente, 21 de enero, el periodista toma la difícil decisión de publicar su artículo (aquí en inglés). Empieza con la siguiente frase: "Pido disculpas de antemano a los lectores por el dolor causado". 

El texto causó revuelo. El Ministerio de Defensa aludió inicialmente a una "manipulación deliberada" y una "difusión de información falsa que perjudica los intereses de la defensa". Pero el Presidente Volodymyr Zelensky decidió finalmente ocuparse del asunto. En un vídeo difundido al día siguiente de la publicación del artículo, alabó el trabajo de los "periodistas que examinan todos los hechos y dan una imagen completa de la situación" y anunció futuras medidas.

 

La investigación de Yurii Nikolov acabó con la destitución de seis viceministros y cinco jefes de administraciones militares regionales. Desde entonces, el precio de los huevos comprados por el Ministerio de Defensa ha bajado de 17 a 9 jrivnias la unidad, y el Presidente Zelensky ha firmado una ley sobre transparencia en la contratación pública que obliga al Ministerio de Defensa a publicar los precios unitarios de sus compras en la plataforma Prozorro - con la excepción de las compras de armas. 

El periodista es sólo una cara de un movimiento mucho más amplio. Decenas de reporteros y activistas han publicado en los últimos meses, a pesar de la guerra, investigaciones sobre la posible corrupción en el sector de la defensa. Entre ellas, el caso de 30.000 chalecos antibalas encargados en Turquía pero nunca entregados, o varias investigaciones sobre cómo algunos dignatarios locales pagan por documentos que les permiten eludir la movilización. 

Un diputado ucraniano y ex miembro del partido presidencial, Geo Leros, se ha especializado en denunciar en las redes sociales casos de presunta corrupción. En un vídeo reciente, acusa a las autoridades ucranianas de comprar munición a precios excesivos. Nos reunimos con él en Kiev. Nos propone una reunión en la discreta trastienda de un elegante café. Aunque se le ve tenso, se desenvuelve bien: “La guerra es algo terrible, pero podría haber sido una oportunidad para llevar a cabo grandes reformas, acabar con los monopolios y luchar contra los oligarcas. No se ha hecho", afirma.

 

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Desde los locales del Centro Ucraniano para la Prevención de la Corrupción, donde a veces trabaja, Yurii Nikolov añade: "Estoy convencido de que durante todos estos años Rusia nos ha controlado con dos cosas: la corrupción y el gas. Con eso nos debilitaban. Ucrania debe salir de esta guerra libre de corrupción. Tenemos que dejar de ser una mini-Rusia. Si no, ¿de qué habrá servido?

 

Traducción de Miguel López

Yurii Nikolov cruzó la puerta del supermercado al filo del mediodía y se dirigió con paso seguro a la sección de frutas y verduras. En la mano llevaba una hoja de papel que los demás clientes probablemente tomaron por una lista de la compra. Se detuvo frente al contenedor de patatas. Allí miró su hoja de papel y la consultó un momento antes de exclamar: "¡Cuánta mierda!"

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