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El UKIP británico languidece pero sus ideas consiguen calar

El líder del UK Independence Party (UKIP), Paul Nuttall, y su exlíder, Nigel Farage.

El pasado 23 de febrero, en Stoke-on-Trent, capital del Brexit, el UK Independence Party (UKIP) sufría un importante descalabro. El sucesor de Nigel Farage, Paul Nuttall, salía derrotado en las urnas. Precisamente en la localidad donde el rechazo a la pertenencia europea había sumado en el referéndum, ocho meses antes, casi el 70% de los votos. Nuttall quedó en segunda posición al recibir el 24,7% de los sufragios; el eurodiputado no pudo destronar al Partido Laborista. El laborismo, pese a que se decía que en Stoke no gozaba de salud, tras 67 años de hegemonía electoral, cosechó el 37% de los votos, lo que le permitió conservar esta circunscripción del centro de Inglaterra.

La derrota fue aún más dolorosa porque Nuttall, en teoría, era una verdadera amenaza para el Partido Laborista. Cuando este inglés, nacido en la región de Liverpool, se puso al frente del UKIP en noviembre, el pánico se adueño de los diputados laboristas del norte de Inglaterra. “La zorra del UKIP ha entrado en el gallinero del laborismo”, dijo entonces Dan Jarvis, parlamentario por Yorkshire.

De cabeza rapada y espaldas anchas, a Nuttall, exaspirante a futbolista, no le faltan virtudes para ir a la conquista del electorado obrero en un territorio tradicionalmente de izquierdas. Ideológicamente, este eurodiputado es cercano a Nigel Farage, a quien sucede. Sociológicamente, Nuttall, hijo de la escuela pública, se sitúa en las antípodas del excorredor de Bolsa e hijo de corredor de Bolsa, educado en Dulwich College, uno de los establecimientos más selectos de la capital. El día de su elección al frente del partido, el 29 de noviembre de 2016, Nuttall espetó: “Voy a sustituir al Partido Laborista y a hacer del UKIP el órgano patriótico de los trabajadores”. Los medios de comunicación se lo tomaron en serio.

Desde entonces, la imagen de norteño sin miedo y sin mácula, que se había forjado el número 1 del UKIP, saltaba en pedazos. Porque Paul Nuttall se ha tomado más de una licencia con la verdad. En diciembre, al poco de ser elegido, tuvo que dar explicaciones sobre el doctorado en Historia que nunca tuvo pero que figuraba en su perfil de LinkedIn, un perfil que Nuttall niega haberse creado. Desde entonces, el sucesor de Farage ha multiplicado los desmentidos. En plena campaña electoral en Stoke, el aspirante a diputado reconocía con la boca pequeña que no había perdido amigos en la tragedia del estadio de Hillsborough, en la que murieron 96 aficionados en 1989. Nuttall culpó de ella a “una responsable de prensa” que supuestamente se tomó la libertad de incluir semejante información falsa en su página web y dice ser víctima de una campaña de difamación.

El traje de líder del UKIP, ¿le viene grande a Nuttall? Durante nueve años, Nigel Farage ocupó el cargo. Suceder a un personaje tan ultramediático supone una misión ardua, por no decir imposible. En septiembre pasado, el mandato fugaz de Diana James al frente de la formación sembró serias dudas sobre la capacidad del UKIP para sobrevivir a la salida de Farage: el eurodiputado había dimitido 18 días después de su elección.

La intentona, de momento fallida, de Paul Nuttall a la hora de forjarse una imagen política en todo el país no inspira confianza a los militantes. Mick Bell, concejal de UKIP en Stoke-on-Trent, hunde a Nuttall, tres meses y medio después de su nombramiento. Por contra, cuando se le pregunta si Farage hubiese ganado, la respuesta es inmediata: “¡Estoy seguro de que habría ganado!”, responde acto seguido el, a día de hoy, único representante electo del UKIP de la antigua industrial –y ahora antiguo futuro bastión del partido eurófobo y antiinmigración–.

Innegablemente, en el escenario político británico, Nigel Farage es una personalidad fuera de lo común. Según Neil Ewen, profesor en la Universidad de Winchester, se trata del prototipo de celebrity politician. “Farage es la encarnación por excelencia del político taimado, que echa mano de técnicas de la industria del entretenimiento para crear cierto vínculo con su público”, dice este especialista en medios de comunicación. “Es muy elocuente, a menudo divertido y regularmente crea polémica”, prosigue Neil Ewen.

Pese a proceder de una familia acomodada, de su mandato de eurodiputado y de sus siete tentativas fallidas para ser elegido diputado, Farage es considerado una figura antisistema. Grabado en decenas de ocasiones bajándose una pinta de cerveza en la barra de un pub o con un cigarro en la mano, el exlíder del UKIP desentona entre una élite política muy refinada. “Farage está dotado de un poder afectivo significativo. Es capaz de establecer vínculos emocionales con una parte importante de las clases populares, en particular con los que se sienten excluidos del sistema político”, insiste Neil Ewen, coautor de un libro sobre las figuras mediáticas de la ultraderecha europea.

Sin Farage, ¿el UKIP está condenado a languidecer? Farage es el primero que alimenta la duda sobre si el partido podrá recuperarse. Apenas diez días después de la victoria del Brexit, presentó la dimisión. Tras dar su misión por cumplida, el eurodiputado reivindicaba el derecho a “recuperar el curso de una vida normal”. En realidad, fiel a sí mismo, el exlíder nunca soltó por completo las riendas del UKIP y los miembros del partido siguen adulándole.

Un partido en suspenso

A mediados de febrero, en el congreso de primavera del UKIP, Farage fue recibido como una estrella. Este hombre, cercano al presidente Trump, se considera el padre de la “revolución de 2016”. En su opinión, “en 100 años o 200 años, 2016 será un año clave en los libros de historia. ¡Los niños aprenderán que entonces se produjo una revolución política y que todo empezó gracias al UKIP!”.

Por ese motivo, Farage pretende que la reina lo convierta en noble. Sin embargo, se topa con un obstáculo mayor: Douglas Carswell. El único representante electo del UKIP en la Cámara de los Comunes, conservador hasta 2014, se opone a que Farage reciba el título de Caballero de la Orden del Imperio Británico. Furioso, el exnúmero uno del UKIP recientemente pidió la cabeza de Carswell. El exdiputado tory, que tiene un discurso proinmigración que en nada coincide con el partido, está acusado de querer modificar la línea ideológica del partido. “Creo que el UKIP con [Carswell] en su seno no tiene mucho futuro”, dijo Farage el mes pasado.

Carswell or not Carswell, el futuro del UKIP está amenazado. A medio plazo, por el Brexit. El colmo de la ironía es que los 20 eurodiputados del partido representan la casi totalidad del contingente de sus representantes electos. Si el Reino Unido, que se encontrará entonces en pleno divorcio con la UE, no participa en las elecciones europeas de la primavera de 2019, la representación del UKIP quedará muy mermada. Porque pese a conseguir el 12,6% de los votos, en las legislativas de 2015 en los Comunes, el partido de extrema derecha sólo tiene un diputado en Westminster. El modo de escrutinio legislativo británico otorga una muy clara ventaja a los partidos del Gobierno. Salvo en Clacton-on-Sea, ninguna circunscripción fue a parar a manos del UKIP, pese a los esfuerzos desplegados en 2015 en el sur de Inglaterra.

Después del Brexit al que el Parlamento británico dio luz verde el pasado 13 de marzo, el UK Independence Party corre el riesgo de verse privado de visibilidad... ¡y de dinero! La victoria del partido en las elecciones europeas de 2014 sobre los conservadores y los laboristas fortalecieron sus finanzas. Cada eurodiputado recibe 23.400 euros mensuales para cubrir gastos de secretariado. Nigel Farage, Paul Nuttall y otros seis eurodiputados del UKIP están acusados de haber malversado una parte de estos fondos.

El mes pasado, el Parlamento Europeo abrió una investigación por esta supuesta malversación de dinero y que benefició al UKIP en Reino Unido. El partido puede tener que devolver medio millón de libras, una suma no despreciable para un partido en número rojos. Desde el referéndum, las donaciones que ha recibido el UKIP están en caída libre. Entre octubre y noviembre pasados, la formación percibió 33.228 libras esterlinas, una miseria comparada con los 1,3 millones de libras esterlinas del segundo trimestre de 2016.

No obstante, la obsolescencia sigue siendo el riesgo más importante para el UKIP. Instigadora de la revolución del 23 de junio de 2016, la formación política puede ser una de sus víctimas. “El partido alcanzó su objetivo y no se ha adaptado al nuevo panorama político”, opina Alexandra Philips. La exdirectora de comunicación del partido dejó el UKIP en septiembre pasado para integrarse en los tories, como militante. “Con David Cameron, el Partido Conservador había abandonado a parte de su electorado. Theresa May lo ha recuperado”, explica la exasesora de Nigel Farage.

A imagen y semejanza de Alexandra Philips, ¿cuántos militantes han dejado la nave del UKIP? La dirección rechaza hablar del asunto. El poder de atracción de Theresa May sobre este electorado, que reclama desde hace tiempo el refuerzo de las fronteras británicas, no es menos real. La lucha contra la inmigración es mucho más que una prioridad para la primera ministra: es una obsesión. Entre 2010 y julio de 2016, en el Ministerio del Interior, Theresa May endurecía los requisitos para la obtención de visados en el caso de los ciudadanos de fuera de la UE. Un ejemplo: desde 2012, los británicos casados con un ciudadano de fuera de la UE han de justificar ingresos anuales mínimos por valor 18.600 libras esterlinas (unos 22.000 euros) para que su cónyuge reciba autorización para instalarse en el Reino Unido (y más si la pareja tiene un niño). La medida penaliza potencialmente a la mitad de la población británica.

En el 10 de Downing Street, Theresa May prosigue su combate con empeño. Para hacer bajar el saldo migratorio, la sucesora de David Cameron se declara dispuesta a poner fin a la pertenencia de Gran Bretaña al mercado único europeo. ¿El objetivo? Cerrar el mercado laboral a los trabajadores del continente. Nigel Farage está extasiado. “No me lo creo. La primera ministra emplea las mismas palabras que, durante años, me han valido más de una burla”, escribía en Twitter el exlíder del UKIP el pasado 17 de enero, en respuesta al discurso de Theresa May.

Sin un líder carismático y sin su razón de ser, sin dinero y minado por los conflictos, el UK Independence Party aparece en vías de una rápida marginalización, Rob Ford, profesor en la Universidad de Manchester, alerta no obstante contra la tentación de enterrar demasiado rápidamente este partido contrario a la migración animado por la nostalgia del imperio británico: “La prensa de derechas se ilusiona con el giro que van a tomar las negociaciones con la UE”, dice el politólogo. “Piensa que habrá acabado en dos años y que el Reino Unido va a salirse ¡sin tener que pagar nada!”. En ese contexto, el idilio entre Theresa May y una parte de los electores del UKIP podría no durar.

Si el UK Independence Party termina por desaparecer, será reemplazado por otro partido ideológicamente próximo, predice Rob Ford: “Existen partidos nacionalistas en toda Europa. No hay razones para que no los haya en el Reino Unido”. ________________

Farage anuncia su dimisión como líder del UKIP tras la victoria del ‘Brexit’

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Traducción: Mariola Moreno

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