La ultraderecha de Le Pen, el seguro de vida del Gobierno macronista

Pauline Graulle (Mediapart)

Ahora no, todavía no. Mientras los diputados del Nuevo Frente Popular (NFP) —así como varios ex socialistas del grupo Liot (Libertades, independientes, ultramar y territorios) y un no inscrito— votaron a favor de la moción de censura (197 votos), los diputados de la Agrupación Nacional (RN) se negaron a votar a favor del texto presentado por la izquierda contra el gobierno de Michel Barnier. Gracias a la extrema derecha y a sus 125 votos, el primer ministro de Los Republicanos (LR) permanecerá por tanto en Matignon al menos hasta el final de lo que prometen ser unos turbulentos debates presupuestarios.

En la tarde del martes 8 de octubre, el diputado de RN Guillaume Bigot, elegido en julio en la región de Belfort, tuvo dificultades para explicar por qué su grupo no iba a censurar a este gobierno nombrado por un presidente al que Marine Le Pen acusó este mismo fin de semana de haber “arruinado a Francia y haber mentido a los franceses”.

“¿Nuestro grupo va a censurar? Le voy a responder sin rodeos por qué nuestro grupo está deseando votar a favor de la censura, pero también por qué no vamos a votar con el NFP”, comenzó el ex columnista de CNews, Europe 1 y Sud Radio. “Este Gobierno es un poco el vuestro”, dijo a continuación dirigiéndose a la izquierda, metiéndola así en el mismo saco de los macronistas y la derecha: “Os retirasteis unos en favor de otros. Y ahora queréis censuraros los unos a los otros, ¡vaya fraude!”.

Bigot, el otrora chevènementista (fiel a Jean-Pierre Chevènement, fundador del movimiento centrista MRC y varias veces ministro, ndt) , que se pasó a la extrema derecha con armas y bagajes, ha decidido, no sin grandilocuencia, erigir su nuevo partido en “la única alternativa creíble”. Insistió en que la RN decidirá con majestad “el día y la hora” en que pulsará el botón para expulsar al primer ministro de su sillón de Matignon.

Mientras, afirmó, ante la complaciente mirada de Marine Le Pen, que había abandonado excepcionalmente el banquillo de los acusados del tribunal de París para incorporarse a su escaño en la Asamblea, “no censuramos, porque un solo tuit de Marine Le Pen basta para cambiar la posición del primer ministro sobre la desindexación de las pensiones”. Así pues, prosiguió, “nos negamos a aceptar un vacío, una paralización. No queremos una crisis de régimen. Por el momento, preferimos un gobierno menos malo a ningún gobierno”.

Un gobierno de prestado

Unos minutos antes, Olivier Faure, primer secretario del PS, defendía la moción de censura en nombre del NFP con una melodía muy distinta. Criticando a un Gobierno “que nunca debería haber sido nombrado” y que se ve “bajo la tutela de la extrema derecha cuando dos tercios de los franceses votaron en su contra”, se burlaba ante un Michel Barnier silencioso en la bancada de ministros, y ante las risitas incómodas de los diputados de la RN, de esa extrema derecha “que, con Barnier, ha decidido asumir la continuidad del macronismo”.

“Su Gobierno lleva en sí el germen de una contrarrevolución conservadora”, dijo, antes de que la presidenta de la Asamblea Yaël Braun-Pivet le cortara el micrófono: “Señor diputado, por favor, abandone la tribuna”, diciéndole, contrariada, que se había excedido en su tiempo de uso de la palabra.

Pero la acusación estaba lejos de terminar, ya que la insumisa Clémence Guetté no veía en este gobierno “ilegítimo”, otra cosa que “una cohorte de reaccionarios”, y la ecologista Cyrielle Chatelain recordaba la composición de este ejecutivo, que incluye “cinco ministros que no votaron a favor de la constitucionalización del aborto y [...] seis que votaron en contra del matrimonio igualitario”.

La presidenta del grupo de Los Verdes también esbozó lo que habría sucedido si Emmanuel Macron hubiera nombrado primera ministra a Lucie Castets: “La reforma de las pensiones estaría ahora derogada. Tendríamos un secretario de Estado para la Transición Ecológica que ya habría decretado una moratoria sobre los proyectos de autopistas. Nuestro ministro de Educación habría dedicado el dinero gastado en uniformes para contratar profesores. Habríamos condicionado la apertura de clínicas privadas a la asistencia permanente, prohibido los contaminantes permanentes...”.

Luego, dirigiéndose a la bancada macronista casi vacía, dijo: “Ahí están ustedes, aguantando la vela entre la derecha radicalizada y la extrema derecha. Aceptar eso es traicionarse, es traicionar la decisión popular del 7 de julio”.

Todo un muro de indignación que Michel Barnier no fue capaz de contrarrestar, tras su declaración de política general con frases vacías y declaraciones de intenciones sobre el diálogo social, el presupuesto, el medio ambiente, la seguridad y la inmigración.

Los aplausos ocasionales de los diputados de LR no sirvieron para despejar el ambiente. Tampoco la intervención de Laurent Wauquiez, que se enredó en un discurso apático en el que contrapuso “el caos a la responsabilidad” y “el espíritu de Francia” a los “intereses políticos”. “Vociferar, censurar, destituir, es lo único que saben hacer ustedes”, les amonestó, entregándose a continuación a la caricatura para señalar a una “extrema izquierda” acusada de querer “aumentar los impuestos en 150.000 millones de euros, regularizar masivamente a los inmigrantes ilegales, tratar a los policías como asesinos y presentar a los terroristas de Hamás como resistentes”.

Lecciones de izquierdas que fueron moderadamente apreciadas por el NFP, que acompañó el discurso del campeón de LR con expresiones como “¡A la mesa!”, “Un buen restaurante, Laurent?” y otros como “¡Vuelve al comedor!”, en referencia al asunto de sus suntuosas cenas a costa de la región Auvernia-Ródano-Alpes.

Por parte del grupo macronista, que mantiene unas relaciones notoriamente tensas con Michel Barnier, el discurso de Pierre Cazeneuve también estuvo menos dedicado a apoyar al primer ministro que a vapulear a la izquierda. Fue como si faltara inspiración al comienzo de una legislatura que ya parece asfixiada.

La RN (también) salva a Macron de la destitución

No se producirá la destitución del presidente de la República. Tampoco tendrá lugar el debate que debía organizarse en la Asamblea antes del 15 de octubre. Este martes 8 de octubre, la conferencia de presidentes de la Asamblea Nacional paró en seco el procedimiento de examen de la resolución presentada por La France insoumise. Eso ocurrió porque la Agrupación Nacional se abstuvo durante la votación de los presidentes de los 11 grupos organizados bajo la dirección de la presidenta de la Asamblea Nacional, Yaël Braun-Pivet, situando así a la mayoría en el bando contrario.

“La RN demuestra una vez más que es el seguro de vida del Gobierno macronista”, señaló Mathilde Panot, presidenta del grupo LFI en la Asamblea, en referencia al anuncio esa misma tarde del partido de Marine Le Pen de que su grupo no votaría a favor de la moción de censura al Gobierno.

En cualquier caso, esta alianza circunstancial muestra, una vez más, los claros intereses existentes entre la extrema derecha, que no tiene motivos para derribar al Gobierno en pleno juicio a los asistentes al Parlamento Europeo, y una coalición presidencial acorralada, ansiosa por no abrir un debate explosivo –que, por otra parte, habría tenido una cobertura mediática especialmente alta si se hubiera celebrado en sesión pública– sobre el ejercicio del poder de Emmanuel Macron y su negativa a nombrar a un primer ministro salido de las filas de la coalición que resultó vencedora en las elecciones legislativas.

La semana anterior, Florent Boudié, presidente macronista de la Comisión Legislativa, había declarado que si Los Verdes, los comunistas y los socialistas tenían la intención de llevar el texto al pleno, no había ninguna razón para bloquearlo, aunque hubiera sido rechazado por los diputados en comisión. Sobre todo porque los debates en comisión habían sido, según sus palabras, "de buen nivel".

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Sin embargo, Yaël Braun-Pivet ya había expresado una opinión diferente. En declaraciones a los periodistas parlamentarios, afirmó que la inclusión de la propuesta de destitución del presidente no tenía nada de “automático” y que el texto, aunque fuera considerado admisible por la Mesa de la Asamblea, debía pasar también por la conferencia de presidentes. ¿En virtud de qué norma? Es imposible saberlo, ya que el procedimiento de destitución no tiene precedentes en la V República.

 

Traducción de Miguel López

Ahora no, todavía no. Mientras los diputados del Nuevo Frente Popular (NFP) —así como varios ex socialistas del grupo Liot (Libertades, independientes, ultramar y territorios) y un no inscrito— votaron a favor de la moción de censura (197 votos), los diputados de la Agrupación Nacional (RN) se negaron a votar a favor del texto presentado por la izquierda contra el gobierno de Michel Barnier. Gracias a la extrema derecha y a sus 125 votos, el primer ministro de Los Republicanos (LR) permanecerá por tanto en Matignon al menos hasta el final de lo que prometen ser unos turbulentos debates presupuestarios.

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