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Xi Jinping se perpetúa en el cargo

Xi Jinping, presidente de China,

El anuncio cabe en dos líneas. El diario de propaganda chino Global Times le dedicaba apenas un breve a una noticia histórica: “El Partido Comunista va a suprimir la limitación de los dos mandatos presidenciales de la Constitución”. En resumen, el presidente chino Xi Jinping, cuyo segundo mandato de cinco años acaba en 2022, podrá permanecer en el puesto durante –al menos– otra década. La decisión se pierde en un documento que contiene una veintena de enmiendas, como con la intención de hacerla pasar desapercibida. Claro que no se contaba con las reacciones de la prensa internacional, que ve en Xi Jinping un nuevo emperador o, incluso, un “Putin asiático”.

Desde entonces, los medios de comunicación estatales chinos han hecho suya la polémica y han aprovechado la ocasión para justificarla. Afirman que China necesita constancia y estabilidad para “alcanzar la modernización del socialismo, sobre todo en el periodo crucial 2020 a 2035”. El diario Global Times llega incluso a hablar, en su edición inglesa, de la “trinidad” de Xi Jinping como secretario general del Partido Comunista, presidente de la República Popular China y jefe de la Comisión Militar Central. Un presidente omnipotente.

Si bien el cargo de presidente de la República es el menos prestigioso y el menos poderoso de los tres, el anuncio va a tener un impacto sin precedentes en el poder del líder chino. Según Jean-Pierre Cabestan, sinólogo francés y profesor en la universidad batista de Hong Kong, “el gesto es simbólico y al presidente Xi le ofrece un gran margen de maniobra; le refuerza con respecto a sus rivales y lo protege de una eventual oposición”. Porque la designación de un rival para ocuparse de la presidencia habría podido obstaculizar su influencia, aun cuando Xi Jinping conservase los puestos de secretario general del partido y de jefe de los Ejércitos, cuyos mandatos no se encuentran limitados. El Partido Comunista tiene fama de tener numerosas facciones de influencia diferentes. El hecho de que el actual líder chino consiga imponerse a todos los niveles muestra su potencia de facto.

Aunque, a decir verdad, el anuncio se veía venir, llega mucho antes de lo previsto. En el Congreso del Partido Comunista, en octubre de 2017, Xi Jinping formó un nuevo comité permanente. Entre los cinco nuevos miembros de la ejecutiva, que tiene siete, todos eran demasiado mayores para poder sucederle. El cambio constitucional, en lo que se refiere a los mandatos presidenciales, no se abordó en el Congreso ni en el plenario de enero de 2018. Según el profesor universitario, esto demuestra que Xi “es poderoso pero que se ha hecho con precaución y ha permanecido en secreto hasta el último momento”. Preguntado por Mediapart en octubre pasado, Jean-Pierre Cabestan ya decía que “sólo la muerte desalojaría a Xi Jinping”.

Los enemigos de Xi

Pese a todo, esta decisión comporta un riesgo para el líder chino, en caso de que surja una oposición en el seno del Partido Comunista. Desde el lanzamiento de la campaña de anticorrupción, que ha hecho rodar algunas de las cabezas más fuertes del partido, Xi Jinping se ha granjeado numerosos enemigos. Pese a todo “el tío Xi” sigue siendo muy popular entre la población china, que parece darle su confianza. Una tendencia que no ha tardado en recordar Hu Xijin. En un vídeo editorial publicado esta semana en la web del Global Times, el redactor jefe explica que “el pueblo chino apoya a Xi Jinping como núcleo duro del comité central” y que China “no necesita que los extranjeros le enseñen cómo gestionar el país”.

En ese sentido, Hu Xijin puede estar tranquilo. Mientras la prensa extranjera ha reaccionado masivamente, las grandes potencias occidentales no han dicho ni mú. En la rueda de prensa diaria de la Casa Blanca del pasado 26 de enero, se le preguntó a la portavoz de Sarah Sanders: “¿Cuál fue la reacción del presidente después de este anuncio del Partido Comunista?”. La respuesta fue: “Es una decisión que corresponde a China”. La salida del ministro francés de Asuntos Extranjeros ha sido todavía más sencilla: no ha hecho declaración alguna. Frente a las incertidumbres de Corea del Norte y a la personalidad imprevisible de Donald Trump, Xi Jinping se ha impuesto a los ojos del mundo como un personaje sabio y razonable. De momento, nadie corre el riesgo de llevarse mal con la segunda potencial mundial hablando de las libertades individuales o de la democracia.

Ahora sólo tienen que reaccionar 1.300 millones de chinos. Y, como sucede siempre en China, en las redes sociales se han dejado oír las protestas, a raíz del anuncio de la modificación de la Constitución. En Weibo, el Twitter chino, algunos internautas manifestaban su descontento: “Hemos conocido la avidez imperial, el miedo al poder autoritario y, 100 años después, no ha cambiado nada”, decía uno de ellos. De inmediato, como sucede en estos casos, la máquina de la censura se ha puesto a funcionar a pleno rendimiento, borrando todos los comentarios demasiado partidistas o críticos. La web China Digital Times ha recopilado una lista no exhaustiva de términos censurados tras el anuncio del domingo: “Mi emperador”, “Xi JinP” o “Winnih el oso”, expresión empleada para describir el rostro regordete de Xi Jinping. En QQ y Weibo, los usuarios no podrán cambiar su avatar ni actualizar su bio hasta finales de marzo, es decir, después de la asamblea anual del Partido Comunista. Una forma sin duda de intimidar y rastrear a los que se arriesguen a publicar opiniones disidentes.

Entre los jóvenes pekineses, algunos son conscientes, no sin resignación, del impacto de este cambio en la Constitución. Brian, nombre supuesto, un joven chino que trabaja en una empresa china en Pekín, confiesa estar sorprendido. “Sólo era cuestión de tiempo. El modelo de Xi Jinping es Mao... Hemos retrocedido”, dice por teléfono. Matilda (nombre supuesto), china que ronda la treintena, reacciona de forma más pragmática: “Voy a comprar oro para así no tener dinero en el banco”. Habla de sus amigos, que estudian francés y piensan en irse a Canadá, pero precisa que “resulta difícil para [su generación] dejar a los padres”. Las nuevas generaciones chinas le suelen deber mucho a sus padres y abuelos, que en ocasiones lo han sacrificado todo por el éxito de sus vástagos. Matilda añade, realista, que hay “una minoría de chinos que no confía en el partido. En realidad, a la mayoría de chinos les da igual”.

Efectivamente, Xi Jinping goza de una gran popularidad en el seno de la población china. La reforma anticorrupción, que ha permitido purgar el partido, también ha conseguido que el presidente atraiga las simpatías del pueblo, que ve en ello un deseo real de cambio. El gran proyecto de “nuevas rutas de la seda”, que permite a China comerciar con Europa y África, por vías terrestres y marítimas, sitúa al país en una posición de líder abierto al mundo. En octubre pasado, una gran exposición gratuita rendía homenaje a Xi Jinping y a todos los proyectos iniciados de cara a la “nueva era de un socialismo de características chinas”. Acudían a verla, con el entusiasmo propio de los escolares, militares y ciudadanos corrientes.

Hoy resulta difícil de saber hasta dónde va a querer llevar sus aspiraciones de poder Xi Jinping, de 64 años. Desde su llegada al frente del partido en 2012, el régimen chino se ha endurecido, el culto a la personalidad, abandonado con las reformas de Deng Xiaoping a finales de los 80, ha vuelto y las libertades individuales se han visto notablemente mermadas. La China de Xi Jinping, si sigue en este lance sin fecha de conclusión, puede resultar fatal para el pueblo chino. Pero Brian (nombre supuesto) ve el vaso medio vacío y positivo: “Xi Jinping no es inmortal, terminará muriéndose... ¡y nosotros somos más jóvenes!”. _____________

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Traducción: Mariola Moreno

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