Akshat Rathi: "El mundo va a peor, pero la lucha contra el cambio climático será una historia de éxito"

Akshat Rathi, periodista y autor de 'Climate Capitalism'.

El primer examen para comprobar cuánto se calentará el mundo este siglo será en 2030, cuando vencen los compromisos verdes adquiridos esta década, y por ahora el mundo tiene un suspenso rotundo. Pero huyendo de ese pesimismo, el periodista Akshat Rathi (1987, India) ha viajado durante los últimos años en busca de empresarios y burócratas que hayan impulsado un cambio y ha recogido su experiencia en Climate Capitalism, publicado este jueves por John Murray Publishers y por ahora solo disponible en inglés. 

El escritor recoge en su primer libro decenas de historias que han pasado desapercibidas, pero que recuerdan que en muchos aspectos se avanza en la buena dirección para reducir las emisiones de efecto invernadero. En todo caso, reconoce a infoLibre que no pretendía hacer un libro positivista, sino contrarrestar el "catastrofismo" al que llevan los titulares de prensa cada día. 

"Es cierto que el mundo va a peor y tenemos que lidiar con los impactos muy graves del cambio climático, pero al mismo tiempo tenemos que ser capaces de implementar medidas rápidas y eficaces. Tenemos muchos retos por delante, pero creo que será una historia de éxito", afirma el escritor por teléfono. 

Rathi, doctor en química orgánica por la Universidad de Oxford y reportero climático en Bloomberg, cuenta los entresijos de quienes han maniobrado en los últimos diez años para levantar campos enteros de molinos de viento o paneles solares, construir megafábricas de coches eléctricos o movilizar miles de millones de dólares para investigar formas más limpias de generar y almacenar energía. Muchos de esos esfuerzos no son filantrópicos, sino que han servido para enriquecer a sus ideólogos, pero el autor defiende que son pasos necesarios para lograr las cero emisiones de CO2 en 2050. 

"Si hablas con cualquier directivo, ahora entiende que el cambio climático es un problema para el mundo, pero también para su modelo de negocio. Sabe que si quiere seguir funcionando en esa sociedad, su compañía tiene que asumir responsabilidades y tomar medidas", opina Rathi sobre la relación entre el sector privado y la contaminación.  

El ensayo, que es una recopilación de sus investigaciones y entrevistas realizadas en los últimos años, recoge por ejemplo que detrás del Acuerdo de París de 2015, el mayor compromiso climático firmado, estuvieron figuras como Fatih Birol, el director de la Agencia Internacional de la Energía —un organismo de la OCDE que se fundó en 1974 para proteger los intereses petroleros de Occidente— o Bill Gates, cofundador de Microsoft. 

Según el libro, Birol trabajó con Estados Unidos para proteger París durante la cumbre climática, que dos semanas antes había sufrido el ataque yihadista que mató a 130 personas. Paralelamente, Gates asistió a la conferencia para pedir a los gobiernos más implicación, y cuando un periodista le preguntó qué iba a hacer él, también se comprometió a hacerlo sin consultar a sus asesores. Poco después creó Breakthrough Energy Ventures, un fondo milmillonario que ha terminado invirtiendo en más de 100 empresas verdes y abrió un nicho hasta entonces inexplorado para otros magnates. Hoy se invierten en el mundo 70.000 millones al año en compañías de este tipo. "Es una idea de mierda", le dijo en 2015 su entonces administrador financiero, Rodi Guidero. 

Akshat Rathi reconoce durante el relato que el flujo de dinero de estos empresarios a las políticas verdes está casi siempre motivado por cuestiones económicas, más que por una preocupación ambiental, especialmente durante los inicios de la revolución energética, cuando el cambio climático era un problema del futuro. El origen de la investigación en energía solar, eólica y el desarrollo del coche eléctrico fue la crisis del petróleo de los años 70, cuando las grandes compañías petroleras temían que Oriente Medio pudiese modificar a su antojo el precio del combustible. 

Exxon, Mobil, Amoco y Arco (ahora concentradas en Exxon Mobil y BP), algunos de los mayores productores de combustibles del mundo, crearon sus primeras divisiones de energía solar en esa década para buscar alternativas al crudo del cartel de la OPEP, pero el precio de la gasolina se estabilizó y continuaron con su negocio habitual. Exxon también diseñóen los 70 la primera batería de ion-litio con la vista puesta en un coche eléctrico. 

Lo mismo pasó con la energía eólica. Orsted, una empresa danesa que es líder mundial en molinos de viento, era en su origen Dong, una abreviatura de Danish Oil and Natural Gas [Petróleo y Gas Natural Danesa]. La crisis del petróleo llevó al gobierno a cambiar el rumbo de la compañía y en 1978 un grupo de estudiantes construyó el Tvindkraft, un molino de 53 metros que todavía hoy es el más antiguo en funcionamiento. Ese paso motivó a un fabricante local de grúas llamado Vestas a apostar por esta tecnología y hoy es el segundo productor de molinos del mundo

El libro muestra con claridad la ironía de todos estos experimentos verdes que eran en realidad fórmulas para salvar la economía. En 1990 los expertos de las Naciones Unidas publicaron el primer informe global sobre el cambio climático, el famoso IPCC, pero las alarmantes previsiones no cambiaron nada. "A diferencia de los años setenta, cuando a las industrias de combustibles fósiles les interesaba trabajar en fuentes de energía limpias, la sobreoferta de petróleo que siguió en los ochenta dio a los productores todos los incentivos para mantener el statu quo", se lee en uno de los capítulos, y recuerda que las petroleras Shell y Exxon "financiaron generosamente una campaña de desinformación para sembrar dudas sobre la ciencia climática". 

Rathi compara el punto de inflexión que fue la crisis del petróleo de los 70 con la guerra del gas natural que comenzó en 2021 tras la invasión de Ucrania, un conflicto que ha servido a la UE para acelerar sus planes para instalar renovables. "La gran dependencia de Rusia ha hecho que sea imposible encontrar nuevos proveedores de combustibles, por eso el año pasado Europa instaló más solar que nunca antes y nunca antes había desarrollado medidas de eficiencia como en 2022”, señala el periodista.

Otro caso reciente que recuerda a la línea argumental del libro es el enfado del fabricante de coches Ford con Rishi Sunak, el primer ministro británico, cuando anunció hace unas semanas que será menos exigente con la imposición del coche eléctrico. Ford ha fabricado millones de vehículos contaminantes durante décadas, pero ahora se opone a posponer la muerte del motor de combustión.  

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"Precisamente de eso va Climate Capitalism, Lo que quieren las empresas es claridad hacia dónde va el mundo, y si los gobiernos no son claros, los fabricantes sufren porque no saben en qué dirección apuntar. Por eso vemos que en algunos lugares las compañías van por delante de los políticos", afirma el autor. 

Akshat Rathi también aborda en el ensayo otro de los puntos más controvertidos de la lucha climática, el mantra de que China e India siguen quemando carbón en cantidades ingentes mientras Occidente trata de reducir emisiones. Estos dos países ocupan el primer y tercer puesto del ranquin de países con mayor contaminación, pero el periodista defiende con datos que esa visión está sesgada. "¿Podrían hacer más? Sí, pero la realidad es que China lidera el mundo en energía solar, viento, baterías, coches eléctricos... e India está creciendo muy rápido", apunta Rathi. Y recuerda un dato clave: en las emisiones históricas totales, Estados Unidos y Europa lideran por mucho la lista por su contaminación en el siglo XX. 

Buena parte del libro analiza cómo los dos gigantes asiáticos han logrado en apenas una década crear una industria de transición energética a una escala y velocidad nunca vistas en la historia. En 2011, China vendía 1.000 coches eléctricos al año, y en 2022 vendió 7 millones, un crecimiento exponencial que ha logrado produciendo el 100% de los vehículos dentro del país, dando ayudas a la compra, vendiéndolos a precios asequibles y con políticas tan extravagantes como aquella que obligaba a ir a un sorteo o una subasta a los chinos que quisiesen tener un coche de combustión. Mientras India ha multiplicado por 12 sus paneles solares en solo siete años, hasta ser el quinto país del mundo por capacidad, mientras que en 2015 era el décimo.

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