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Las cuencas mineras (se) reciclan: la segunda vida de eólica y baterías impulsa la nueva industrialización

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La transición energética no va solo de poner renovables. Se trata de generar una nueva industria, con empleo estable y de calidad, que rompa la falsa creencia de que la acción climática es sinónimo de pauperización y sacrificios. Los fondos europeos y el plan de recuperación han impulsado los planes, con el protagonismo estrella del hidrógeno verde: 1.600 millones de euros de dinero público para una tecnología que propone servir de respaldo a la eólica y fotovoltaica y descarbonizar los sectores más pesados y difíciles de electricidad. Pero hay más. La revolución energética necesitará materiales, que sin el debido tratamiento se convertirán en residuos, y España sigue con graves problemas con su basura; y algunas de estas materias primas son minerales críticos, difíciles de encontrar y de extraer.

Por ello, el reciclaje está recibiendo cada vez más focos. No de los envases domésticos en el contenedor amarillo, sino principalmente de palas de aerogeneradores y baterías de litio. Las primeras son el utensilio principal de la energía eólica, y se calcula que solo en 2023 se alcanzarán unas 25.000 toneladas de residuos, ya que los primeros molinos instalados en este país están llegando al final de su vida útil. Y las segundas son parte vital del funcionamiento de los vehículos eléctricos, que se espera que sean más de la mitad de los vendidos a final de la década, con todo lo que ello implica.

"Componentes como las palas de los aerogeneradores eólicos, paneles fotovoltaicos o baterías de almacenamiento deberán integrarse en un esquema de producción y reutilización circular, en coherencia con el liderazgo de nuestro país en la generación de energía de fuentes renovables", defendió el Ministerio para la Transición Ecológica en la presentación el pasado 8 de marzo del Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) de Economía Circular, que destinará 300 millones de euros a "sectores estratégicos" como el de las tecnologías limpias.

Los planes están claros. Pero del dicho al hecho hay un trecho: ¿qué proyectos concretos hay sobre la mesa? Las cuencas mineras, las zonas que durante décadas disfrutaron de una actividad económica vinculada a la extracción y quema de carbón para generar electricidad, quieren atraer estas nuevas líneas de negocio. Hay una cuestión de justicia subyacente. El coto a las emisiones de CO2 –y la competencia de otros combustibles más eficientes– dejó miles de empleos en la estacada. Algunos se reconvirtieron, otros se rescataron, los mayores se prejubilaron... pero las comarcas quieren empleo, no migajas. Es lo que se conoce como transición justa: la acción climática no debe dejarles atrás.

En esta línea, el Gobierno lleva trabajando años, especialmente a través del Instituto para la Transición Justa, para firmar junto a empresas y sindicatos convenios que ayuden a generar nuevas oportunidades para los extrabajadores del carbón, recogiendo el trabajo de dispar resultado que se hizo con el fin de las minas en Asturias y León a principios de siglo. Y en esa línea, El Bierzo está recibiendo las primeras iniciativas para reciclar aerogeneradores y baterías, de la mano de Endesa, titular de la antigua central térmica de Compostilla.

La ministra Ribera estuvo de visita a principios de abril. "En El Bierzo, como en la mayoría de las zonas de transición justa, existe una fuerte identidad social y unos valores compartidos que no se explican sin la referencia a su pasado industrial. Hace apenas tres años en España no se hablaba de almacenamiento, ni de hidrógeno renovable ni de economía circular, y hoy son proyectos de país que apoyan la transición energética", declaró. Allí se construirá la primera planta de reciclaje de palas eólicas, bajo el plan Futur-E de Endesa y en colaboración con otras compañías renovables y de gestión de residuos. Se empezará a construir el año que viene, podrá empezar a funcionar en 2024 y podría generar hasta 30 puestos de trabajo directos.

La energética también se ha aliado con la empresa de tratamiento de residuos Urbaser para la construcción de primera planta de reciclaje de baterías de coches eléctricos del país, que estará también en Cubillos del Sil. Inversión de 13 millones de euros, 50 nuevos puestos de trabajo y comienzo de las operaciones ya en 2023. "Esta planta satisfará la demanda de reciclaje tanto en España como en Portugal, estimando una capacidad de tratamiento anual de 8.000 toneladas de baterías eléctricas", aseguró la compañía.

Los sindicatos son, por el momento, escépticos. "Evidentemente, todo proyecto es positivo", asegura Omar García, responsable de minería de CCOO en León, pero "no es suficiente", por el momento, para compensar toda la pérdida de empleo y riqueza que conllevó no solo el cierre de las térmicas, sino el cierre de las minas. "En las comarcas mineras como Laciana o Fabero, el carbón era el 20% del PIB. Hemos cerrado las minas y en los convenios de transición justa no vemos que haya proyectos suficientes para paliar esa pérdida demográfica". El sindicalista agradece los esfuerzos del Gobierno, que está implicándose y contando con los agentes sociales en la planificación, pero tras años de decadencia, CCOO quiere que las nuevas oportunidades lleguen más rápido.

En Asturias, el cierre de las térmicas no está trayendo tan buenas noticias. La central de Lada está siendo desmantelada por Iberdrola, y por ahora la eléctrica no ha confirmado que vaya a apostar por ninguna instalación de reciclaje, ni de baterías ni de aerogeneradores. La compañía espera construir cuatro fábricas para la segunda vida de las palas eólicas, pero aún no ha confirmado dónde. La central de Narcea, de Naturgy, empezó hace dos semanas a desmontarse y aún se tiene que producir una restauración ambiental que permita la fijación de nuevas instalaciones empresariales.

"No hay ninguna empresa energética que haya puesto todavía un plan efectivo sobre la mesa", explica el líder del histórico sindicato minero SOMA-FITAG-UGT, José Luis Alperi. "La primera sensación es de escepticismo, un poco derivada de que venimos de una reconversión" que tuvo luces y sombras: el fin de las minas en la Asturias alumbró muchos proyectos de construcción y de renovables –al calor del marco retributivo del Gobierno de Zapatero– que se vinieron abajo con la crisis. "No hay nada que enseñar. Nada de lo que decir: esto es de lo que nos sentimos orgullosos, que da empleo a 150 personas", lamenta el sindicalista.

"Ni Naturgy ni Iberdrola han presentado aún ningún tipo de proyecto que vaya a generar ningún empleo aquí", prosigue Alperi, que lamenta que la segunda acudió a Asturias con un "proyecto de escucha activa, uno de esos nombres rimbombantes"... y no llamó a los sindicatos. "Vienes a Asturias y no te reúnes con parte de los firmantes de los convenios de transición justa. Creo que no están cumpliendo con su responsabilidad social corporativa". El SOMA cree que hay oportunidades para la reindustrialización: minas a cielo abierto en Lada que pueden utilizarse para sembrar fotovoltaica y generar hidrógeno verde. Varios municipios se han unido para pedir fondos europeos para aprovechar los pozos mineros e instalar electrolizadores. Pero por ahora no hay capital privado que haya despertado la ilusión.

A Alperi le gusta hablar de deuda. Algunos sindicalistas llevan años diciendo que las cuencas mineras dieron a toda España calor y electricidad gracias al carbón, y ahora merecen recibir. "Bueno, otros tienen cereales, otros tienen fruta...", matiza. El secretario general de SOMA prefiere denunciar la deuda que las eléctricas tienen con el pueblo asturiano. "Estuvieron 70 años produciendo aquí con una normativa muy laxa. Vale, pagaron cánones y generaron empleo, pero tiene que haber algo más, una reparación, una responsabilidad" con los trabajadores que levantaron y sostuvieron los beneficios de las grandes empresas.

Ahora, al calor de una transición energética que necesita acelerarse y unos fondos europeos que empiezan a fluir, los representantes de los trabajadores quieren oportunidades palpables. "Tenemos que dar ese salto cualitativo de madurez" para que los proyectos se conviertan en realidad. García, de CCOO León, coincide en la impaciencia. Los eslóganes están bien, pero por ahora "ni está habiendo una transición, ni es justa".

La transición energética no va solo de poner renovables. Se trata de generar una nueva industria, con empleo estable y de calidad, que rompa la falsa creencia de que la acción climática es sinónimo de pauperización y sacrificios. Los fondos europeos y el plan de recuperación han impulsado los planes, con el protagonismo estrella del hidrógeno verde: 1.600 millones de euros de dinero público para una tecnología que propone servir de respaldo a la eólica y fotovoltaica y descarbonizar los sectores más pesados y difíciles de electricidad. Pero hay más. La revolución energética necesitará materiales, que sin el debido tratamiento se convertirán en residuos, y España sigue con graves problemas con su basura; y algunas de estas materias primas son minerales críticos, difíciles de encontrar y de extraer.

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