La sequía extrema y una eficiencia cada vez mayor impulsan las desaladoras en toda la costa mediterránea

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El Gobierno redobla su apuesta por la desalación de agua. Barcelona y su área metropolitana tendrán a finales de esta década otras dos desaladoras para asegurar el abastecimiento de agua para los vecinos y los turistas, según anunció este lunes Transición Ecológica. También está prevista la construcción de otras dos en Málaga y Almería, y se ampliarán al menos cinco más en la península. Esta tecnología, durante años demasiado cara e infrautilizada, ha pasado a ser una de las herramientas para luchar contra la sequía en el mediterráneo, y según los expertos será cada año más indispensable.

La mayor sequía jamás registrada en Cataluña ha precipitado el acuerdo para construir las desaladoras Tordera II (Blanes) y Foix/Cubellesm, que se espera que comiencen a funcionar el 2028 y 2029, respectivamente. La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, anunció también este lunes que a partir de junio comenzarán a trasladar agua en barco desde Sagunto (Valencia) si continúa la escasez de precipitaciones alrededor de Barcelona, de forma que los vecinos y los turistas tengan garantizada el agua de boca. La que llegue desde Sagunto también será desalada, ya que la desalinizadora valenciana apenas se utiliza en este momento, y si se pone a funcionar a pleno rendimiento no afectará al abastecimiento de agua local, según afirmó Ribera.

La planta de Sagunto es uno de los muchos ejemplos de desalinizadoras españolas que se encuentran infrautilizadas. Según el último informe de Acuamed, una empresa pública que gestiona once macrodesaladoras en España, la de Sagunto produjo en 2022 el 2% de su capacidad total de agua, la de Castellón el 21%, la de Marbella el 31% y la de Moncofa (Castellón) el 0,2%.

El motivo es que la desalación es un proceso caro que no puede competir con el resto de fuentes de obtención de agua, y solo se utiliza en situaciones de emergencia o para sectores económicos muy rentables, principalmente la agricultura intensiva bajo plásticos. Las plantas desalinizadoras tienen un consumo energético muy elevado que encarece la producción porque se necesita aplicar mucha presión en el proceso de filtrado del agua, y no ha ayudado que en los últimos años haya subido el precio de la electricidad a raíz de la guerra en Ucrania.

Daniel Prats, catedrático de Ingeniería Química en la Universidad de Alicante, cifra el precio del agua desalada hoy entre los 0,80 y 1,00 euros por metro cúbico (1.000 litros), una cantidad en la que está incluida el coste de generación y la amortización de la construcción de la planta. Sobre el coste total, la energía representa entre el 30-40% del total del coste.

De esta manera, los ayuntamientos o empresas que tienen contratos de suministro de agua con las desaladoras suelen tener un consumo intermitente que solo se activa en situaciones de emergencia. La agricultura es en realidad el gran consumidor de agua desalada y en 2022 compró el 60% de la producción de Acuamed debido al endurecimiento de la sequía y la disminución de los permisos de riego por pozos que conceden las comunidades autónomas y las cuencas hidrográficas.

No obstante, el precio al que acceden al agua desalada los agricultores está subvencionado para mantener la competitividad de las explotaciones, y sobre todo para evitar protestas en el campo, como las que ocurren a menudo por el precio y el acceso al agua del trasvase Tajo-Segura. El Ministerio de Transición Ecológica tiene establecido un canon de venta de agua desalada de entre 30 y 40 céntimos por metro cúbico, aunque sigue siendo bastante superior al agua de embalse o pozo, que se sitúa por debajo de los 10 céntimos.

En todo caso, Prats defiende que el agua es ahora mucho más accesible para ayuntamientos y profesionales que en el pasado, ya que la tecnología es mucho más eficiente. De media, producir un metro cúbico de agua desalada consume unos 3 kilovatios hora de electricidad, mientras que hace una década eran unos 5 kilovatios, y hace cuatro décadas podía alcanzar los 30 kilovatios, diez veces más. Su coste también se reduce drásticamente si esa energía se obtiene de fuentes renovables, y en zonas de mucho sol como Alicante o Murcia las desaladoras podrían funcionar prácticamente con coste cero durante varios meses del año mediante paneles solares.

El gran salto tecnológico en el sector se dio a partir de los años 80, cuando se pasó de un sistema de desalación por evaporación a uno de filtrado por membranas. La nueva técnica, llamada ósmosis inversa, redujo enormemente el consumo de energía porque pasó de emplear calor a usar presión. El problema es que alrededor del 60% del agua no terminaba de atravesar las membranas desaladoras y la energía consumida se perdía, pero recientemente se ha avanzado todavía más y ahora es posible recuperar la energía aplicada sobre el agua no filtrada, incrementando aún más la eficiencia. Lo que todavía no se ha logrado resolver es qué hacer con la generación de salmuera que produce la desalación, una pasta de agua mezclada con minerales que se vierte al mar y perjudica el medioambiente.

En España se desalan hoy unos cinco millones de metros cúbicos de agua al día, y en algunas ciudades se ha convertido en imprescindible. Según la Asociación Española de Desalación y Reutilización (AEDyR), la organización de empresas del sector, el 33% del agua consumida en Barcelona durante la primera mitad de 2023 fue desalada. El porcentaje aumentó hasta el 58% si se incluye el agua reutilizada, la que se regenera en las depuradoras para regar jardines y limpiar las calles. En Canarias la desalinización también ha sido un pilar del abastecimiento desde hace décadas, y en Lanzarote y Fuerteventura llega a superar el 80% del total. En Ibiza y Formentera también se utiliza hoy más agua desalada que dulce, y en prácticamente todas las huertas de Almería el agua desalada se usa todo el año para regar cultivos, mezclada con agua de pozos y regenerada.

Jesús Vargas, investigador de la Universidad de Málaga y miembro del Observatorio de la Sequía Ciudadana, explica que esta tecnología sin duda formará parte del futuro de España, pero critica que se espere a situaciones extremas para anunciar su construcción, como ocurre ahora en Barcelona. "Es una tecnología fundamental porque nos da independencia de la climatología, pero hay que planificarla cuando las cosas van bien, no corriendo y sin los procesos de participación adecuados", opina.

María José Polo, catedrática de Ingeniería Hidráulica de la Universidad de Córdoba, coincide en que la desalinización es indispensable para garantizar el acceso al agua en las ciudades, mientras que su uso en el campo a pequeña escala solo funcionará para cultivos de alto valor. Pero recuerda que el proceso también produce el vertido de sales en el mar. "Cuando viertes la salmuera se termina diluyendo, pero ese proceso no es instantáneo, sino que deja una estela de minerales que afecta a la fauna y la flora que a largo plazo es difícil de revertir", dice la investigadora.

El Gobierno redobla su apuesta por la desalación de agua. Barcelona y su área metropolitana tendrán a finales de esta década otras dos desaladoras para asegurar el abastecimiento de agua para los vecinos y los turistas, según anunció este lunes Transición Ecológica. También está prevista la construcción de otras dos en Málaga y Almería, y se ampliarán al menos cinco más en la península. Esta tecnología, durante años demasiado cara e infrautilizada, ha pasado a ser una de las herramientas para luchar contra la sequía en el mediterráneo, y según los expertos será cada año más indispensable.

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