La guerra comercial entre Occidente y China dio un paso enorme este martes. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció un incremento sin precedentes de los aranceles para una extensa lista de productos tecnológicos fabricados en China y enfocados en la transición energética, donde el gigante asiático amenaza con desbancar a la industria europea y estadounidense. Washington se prepara para multiplicar este mismo año los aranceles a vehículos eléctricos, paneles solares, baterías y microchips, además de productos de otros sectores estratégicos como la producción de acero o la medicina. Paralelamente, la UE se esfuerza, con menos éxito, en estudiar si los paneles solares, los aerogeneradores y los coches asiáticos son una competencia desleal para los fabricantes europeos.
El anuncio de Biden supone un antes y un después para la industria automovilística porque pretende elevar del 25% al 100% los aranceles para el coche eléctrico chino. Con este movimiento pretende expulsar fuera del mercado norteamericano a marcas como BYD que aspiran a inundar Estados Unidos con automóviles eléctricos baratos y a desplazar a marcas internas como General Motors, Ford y Stellanis. La Casa Blanca también elevará del 25% al 50% las tarifas para exportar a Estados Unidos desde China células fotovoltaicas y semiconductores; y del 7,5% al 25% los aranceles para las baterías de litio, que jugarán un papel clave no solo para mover los coches, sino para almacenar electricidad de origen renovable a gran escala. El anuncio incluye además aranceles del 25%, por primera vez, a minerales críticos como el grafeno. La mayoría de las tarifas entrarán a funcionar este mismo año, aunque algunos se retrasarán a 2025 y 2026, introduciéndose en la próxima legislatura.
La decisión ha levantado las alarmas de los defensores de la transición energética global, puesto que ralentizará la reducción de emisiones de efecto invernadero. China es en este momento el mayor productor del mundo de vehículos eléctricos y de paneles solares, y si Estados Unidos no es capaz de compensar las importaciones chinas con productos nacionales asequibles, se retrasará la desaparición del coche de combustión o de la generación eléctrica con gas natural.
Pedro Fresco, director de Avaesen, la patronal valenciana de empresas renovables, recuerda que hace una década la Unión Europea apostó por introducir unos aranceles del 11,8% a los paneles solares chinos y solo sirvieron para retrasar su instalación. "Esta vez quiero ser optimista. Poner un arancel para proteger una industria interna obsoleta [dice en referencia a la fabricación de coches de combustión] es muy peligroso, pero EE UU lleva tres años con el Inflation Reduction Act, un plan para incentivar las renovables. La realidad es que allí hay un boom de empresas de transición energética", opina Fresco.
La prensa estadounidense también ha interpretado el movimiento del presidente como una maniobra política de cara a las elecciones de noviembre, donde la guerra económica con China jugará un papel crucial. Su rival republicano, Donald Trump, fue de hecho quien inició bajo su presidencia la disputa arancelaria con Xi Jinping, el líder chino, empezando con los impuestos a la entrada del acero y el metal en 2018, que no solo han sido mantenidos por Biden, sino que ahora se van a incrementar. Los aranceles anunciados este martes alcanzarán los 18.000 millones de dólares y se espera que haya una represalia de China, que ya ha rechazado la decisión y ha dicho que afectará "gravemente a la atmósfera de cooperación bilateral".
Luis Garvía, profesor de Finanzas en la Universidad Pontificia Comillas, opina que la decisión de la Casa Blanca se ha precipitado tras el anuncio a finales de marzo del primer coche de Xiaomi, el fabricante chino de teléfonos móviles. "Presentó un coche de 30.000 dólares con acabados y tecnología de un deportivo, un ataque directo a las dos joyas de la corona de Estados Unidos, Tesla y Apple. China tiene capacidad para hacer mucho daño a la industria de Occidente", opina el experto.
Fuera de la industria energética, también se anunciaron este lunes tasas a la importación de grúas para descargar barcos, al acero y al aluminio, y a productos médicos como respiradores, mascarillas y guantes de látex. "Las prácticas comerciales desleales de China en materia de transferencia de tecnología, propiedad intelectual e innovación amenazan a las empresas y los trabajadores estadounidenses. China también está inundando los mercados mundiales con exportaciones a precios artificialmente bajos", se lee en el comunicado de la Casa Blanca.
Europa, detrás de los coches, los aerogeneradores y los paneles chinos
Paralelamente, Europa lleva meses tratando de librar su propia guerra comercial con China, pero por ahora de manera superficial. La transición energética es uno de los sectores donde se libra debido a que el mercado es inmenso, puesto que en los próximos diez años se instalarán aerogeneradores, paneles solares y baterías por todo el continente, y a partir de 2035 no se podrán vender coches nuevos de combustión.
El pasado octubre, la Comisión abrió una investigación sobre la entrada de coches eléctricos chinos para determinar si los fabricantes asiáticos incumplen las leyes de competencia y acceden a subsidios estatales, como sospecha también Estados Unidos en esta y otras industrias. Posteriormente, en abril, Bruselas abrió un proceso similar sobre la importación de aerogeneradores, puesto que, según la patronal Wind Europe, las empresas chinas ofrecen sus molinos un 50% más baratos que los fabricantes europeos, e incluso los ceden de forma gratuita hasta que el operador del parque eólico cumple tres años de operación.
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En abril, la Comisión también lanzó otra investigación contra dos compañías chinas de energía solar que aspiraban a hacerse con un contrato público de instalación de paneles subvencionado por el Gobierno de Rumanía, y este lunes las dos empresas abandonaron el concurso para evitar que la inspección continuase. Según el Reglamento sobre subvenciones extranjeras, las empresas están obligadas a notificar sus licitaciones públicas en la UE cuando el valor estimado del contrato público supere los 250 millones de euros y cuando la empresa haya recibido al menos 4 millones de euros en contribuciones financieras extranjeras de al menos un tercer país en los tres años anteriores a la notificación. Bruselas quiere evitar así que fabricantes chinos desplacen a productores europeos de paneles fotovoltaicos, que ya sufren enormemente la competencia. En este momento, según la patronal del sector Solar Power Europe, apenas se puede atender al 2% de la demanda europea de paneles solares con producción exclusivamente interna, mientras que la inmensa mayoría vienen de China.
La contestación política al dominio chino en el sector fotovoltaico contrasta con la posición de la industria española, que pide abordar con cautela la guerra comercial, puesto que China es quien en este momento abastece el mercado europeo de paneles solares y permite el desarrollo de la industria fotovoltaica. "Ahora mismo cualquier barrera y arancel perjudica al consumidor final porque no hay una alternativa. En este momento no tiene sentido porque solo encarece el producto", opina José Donoso, presidente de UNEF, la patronal fotovoltaica española, que agrupa a los productores de energía y a la industria solar.
La situación es tan crítica, añade, que en este momento no hay ni un solo fabricante de paneles solares al por mayor en España, siendo el segundo mayor mercado europeo del sector. Solo hay empresas dedicadas a producir algunas piezas del ensamblaje, como la estructura o los seguidores solares, pero ninguna fabrica las células fotovoltaicas. El mejor ejemplo de la situación se vio el pasado mes de febrero, cuando tuvo lugar en Ifema la principal feria anual de energía de España, Genera, en la que los expositores chinos dominaban de lejos a los nacionales.
La guerra comercial entre Occidente y China dio un paso enorme este martes. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció un incremento sin precedentes de los aranceles para una extensa lista de productos tecnológicos fabricados en China y enfocados en la transición energética, donde el gigante asiático amenaza con desbancar a la industria europea y estadounidense. Washington se prepara para multiplicar este mismo año los aranceles a vehículos eléctricos, paneles solares, baterías y microchips, además de productos de otros sectores estratégicos como la producción de acero o la medicina. Paralelamente, la UE se esfuerza, con menos éxito, en estudiar si los paneles solares, los aerogeneradores y los coches asiáticos son una competencia desleal para los fabricantes europeos.