La emisión de metano de la ganadería europea sigue intacta mientras baja la polución de coches y fábricas

Las medidas para reducir las emisiones del tráfico y la industria han sido la punta de lanza de la política europea contra la contaminación, pero los expertos reclaman abordar también la ganadería. El campo ha quedado hasta ahora fuera de la principal legislación para incentivar la reducción de emisiones, los créditos de carbono, de manera que el sector ha mantenido casi intactas durante los últimos 20 años las emisiones de metano, un gas de efecto invernadero muy potente que también impacta en la contaminación urbana.
La Agencia Europea de Medioambiente (EEA) ha publicado esta semana un informe en el que revela que entre 2002 y 2022 las emisiones de metano del sector agrícola europeo solo se han reducido en un 8%. Paralelamente, los otros dos grandes emisores, los residuos urbanos y la producción de energía, han hecho un esfuerzo mucho mayor, recortando un 38% y un 53% su expulsión de metano en ese periodo. En 2022, la ganadería emitió 230 millones de toneladas equivalentes de CO₂ en forma de metano, mientras que el sector residuos emitió 97 millones y la energía 45 millones.
El campo por sí solo emite el 53% del metano de Europa y la principal fuente es la cabaña ganadera. En concreto, la digestión de los rumiantes, que supone el 67% de la producción de metano de todo el sector primario, según la EEA. La fermentación de los azúcares y su transformación en moléculas simples durante la digestión de las vacas, las ovejas o las cabras genera metano que luego expulsan con eructos y flatulencias. Si se añaden las emisiones generadas por la gestión del estiércol, suman el 98% del metano agrícola del continente.
Para abordar este problema, la consultora ambiental Ricardo publicó este miércoles un informe en el que plantea aplicar un impuesto en Europa a las emisiones del sector bovino y porcino y la propuesta ha sido publicada por la Oficina Europea del Medio Ambiente. En concreto, los expertos sugieren incluir en la Directiva de Emisiones Industriales a las granjas con más de 50 unidades ganaderas o a aquellas que guarden a sus animales en establos. Una reducción del 50% de la cabaña intensiva reduciría un 18,3% de las emisiones totales de metano en Europa en 2030. Sería el equivalente a reducir ese año un 2,9% las emisiones totales de CO₂ de los 27 países. En España, la reducción de metano sería del 24,2% en 2030 si se aplicase este impuesto.
La Directiva de Emisiones Industriales ya incluye a las mayores granjas de cerdos y aves de Europa, alrededor del 30% del total, pero no empezarán a pagar por contaminar hasta 2030. Y en 2026 la Comisión estudiará incorporar también a la ganadería cárnica. La propuesta de los expertos de la consultora es incluir en la directiva a las granjas medianas y también a las explotaciones dedicadas a todo tipo de bovino (carne y leche), las principales responsables de las fugas de metano.
La Agencia Europea del Medioambiente también recoge otras medidas efectivas para reducir los gases de efecto invernadero agrícolas, como sencillamente reducir el consumo de carne en la dieta. Hay fórmulas más complejas como el uso de aditivos en la alimentación ganadera que inhiban la fermentación animal o el almacenamiento de estiércol a temperaturas bajas para ralentizar su descomposición. Otra opción es guardar los residuos agrícolas en tanques para aprovechar el metano que expulsan, introduciéndolo en la red gasista para calentar hogares y fábricas.
Un gas 84 veces más potente que el CO₂
El metano es uno de los gases de efecto invernadero más agresivos y comunes que los humanos expulsan a la atmósfera. Aunque su vida es más corta que la del CO₂, en un periodo de 100 años el metano tiene 28 veces más capacidad para calentar la Tierra debido a su eficiencia a la hora de atrapar la radiación solar. Si la comparación es a 20 años, es 84 veces más agresivo que el CO₂ para el cambio climático. En Europa solo el 12% de las emisiones de efecto invernadero son de metano, pero aun así este gas es responsable de casi el 50% del incremento de la temperatura media global.
La agencia europea advierte también de que el metano tiene un impacto indirecto sobre la salud, puesto que es uno de los precursores que incrementa los niveles de ozono (O3). Y el ozono es el segundo contaminante urbano que más muertes e ingresos hospitalarios causa tras el dióxido de nitrógeno (NO2).
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Un estudio publicado la semana pasada por el Instituto de Salud Carlos III revela que en la década pasada solo el ozono provocó 22.858 visitas a urgencias en España cada año. Reducir las concentraciones de ozono al máximo recomendado por la OMS (cuatro veces menos que el límite legal actual de la UE) "habría evitado potencialmente unas 70.000 muertes prematuras en la Unión Europea en 2022", según la EEA.
Su impacto en la salud se produce porque el ozono es un gas muy oxidante que a corto plazo genera irritación e inflamación en los pulmones y los ojos, incrementa el estrés y la ansiedad, y puede agravar otras enfermedades. A largo plazo también puede producir problemas crónicos en el sistema respiratorio, cardiovascular y endocrino, según los expertos.
La relación entre el metano y el ozono es "realmente compleja", como reconoce el consultor ambiental Fernando Follos. El ozono se forma a ras de suelo y en el extrarradio de las ciudades por la interacción del calor y la radiación solar con sustancias químicas llamadas precursores, como el dióxido de nitrógeno (NO2), que a su vez procede de los coches de combustión o las emisiones industriales. Una vez que el ozono ya se ha formado, entra en juego el metano. "La función del metano es duplicar los hidroxilos, que son precursores del ozono. Si el dióxido de nitrógeno produce los picos en los niveles de ozono, la función del metano es prolongar en el tiempo esas concentraciones", explica el experto.