Los pellets llevan en las playas de España desde mucho antes de que llegasen a la costa gallega estas navidades. De hecho, el investigador estadounidense John G. Shiber ya documentó en 1982 la presencia en la Costa del Sol de estas perlas de plástico en las 13 playas que estudió, y que su origen eran siete plantas petroquímicas que había entre Algeciras y Almería, así como los vertidos de los buques. Cinco años después, extendió su estudio a toda la costa mediterránea española, y puso el dedo en Tarragona, donde todavía hoy se vierten toneladas de pellets que acaban en el mar.
"Encontramos pellets en todos los lugares en cantidades variables, normalmente entre algas, trozos de madera y otros restos orgánicos que habían sido arrastrados hasta la orilla. Eran comunes en la mayoría de las playas y abundantes en Sabinillas, Estepona (última visita en noviembre de 1980), Puerto Banús y Torremolinos (última visita en enero de 1981). En la mayoría de los lugares en los que los perdigones eran comunes, también lo eran otros plásticos, como cuentas, trozos rotos, botellas, vasos, pajitas, etc. De hecho, los materiales plásticos constituían un gran porcentaje de los residuos observados. Muchas bolitas tenían un aspecto grisáceo, probablemente debido a los efectos del estrecho contacto con el alquitrán, que estaba presente en casi todas las playas, especialmente en las de La Línea, Sabinillas, Puerto Banús, Marbella y Málaga".
John G. Shiber, investigador del The Kentucky Community and Technical College System, publicó su estudio sobre Andalucía en la revista Marine Pollution Bulletin (Elsevier) en 1982, donde también escribió sobre la contaminación de las aguas por plásticos en el resto de España. En 1987 publicó un estudio más amplio donde estudió 18 playas, de Barcelona a Algeciras, y determinó que "los pellets de plástico eran abundantes en la mayoría de las playas, sobre todo en Sitges, Calafell y Salou, en la Costa Dorada, y en Gandía, en la Costa del Azahar".
El testimonio de Shiber pasó entonces desapercibido en un momento de despegue para la economía española y para su industria, que era sin duda la causa del desastre ambiental. "Más de 100 de las aproximadamente 190 fábricas de plásticos de España están situadas en la costa mediterránea o cerca de ella. Se cree que los residuos de estas fábricas y los vertidos durante la carga y el transporte marítimo de materias primas son las fuentes principales más probables de los pellets", se lee en su segundo estudio.
Este experto también estudió la contaminación de las playas por plásticos en Beirut y Kuwait, y el problema que mostró hace más de cuatro décadas sigue vigente hoy. Grupos activistas llevan una década persiguiendo al complejo petroquímico de Tarragona para que se haga responsable de los vertidos constantes de microplásticos en la playa de La Pineda. El Ministerio de Transición Ecológica también monitoriza las playas de Itzurun (País Vasco) y Famara y Lambra (Lanzarote) porque todos los años se encuentran restos.
Los activistas que lo denuncian coinciden en que el principal obstáculo es que el plástico no se recoge legalmente como peligroso, por eso no se investigan los vertidos por mucho que se conozcan. En Tarragona, la asociación Good Karma lleva una década persiguiendo a las químicas que vierten bolitas de colores de unos 2 milímetros alrededor del río Francolí, pero no fue hasta el pasado diciembre cuando la Generalitat abrió una investigación contra 8 empresas, entre ellas, Repsol, Dow Chemical, Basell y Schmidt. Precisamente esta semana ha ampliado el caso con cinco compañías más, y durante seis meses la administración estudiará el caso y valorará si imponer sanciones basándose en la ley de responsabilidad ambiental, aunque será por la vía administrativa, no penal.
"Los pellets llevan en el paisaje de Tarragona desde que llegó la industria del plástico; nuestros abuelos nos hablaban de ello”, recuerda Jordi Oliva, cofundador de Good Karma. Según relata, en 2018 detectaron una llegada masiva de pellets y fue entonces cuando comenzaron a recopilar información, y con dinero del programa europeo Pleamar pudieron preparar un estudio exhaustivo que presentaron en el Parlamento Europeo y la denuncia ante el Departament d'Acció Climàtica. "Fue fácil encontrar pruebas por todo el territorio", afirma. "Está aguas abajo del polígono y cuando llega una riada el plástico acaba en el mar, por eso a medida que el cambio climático hace más frecuentes las lluvias agresivas, los vertidos son más grandes", resume.
El centro petroquímico de Tarragona es mayor del sur de Europa y allí se producen el 70% de los plásticos de todo el país. Se levantó a finales de los años 60 aprovechando su salida al mar, pero la cercanía de las fábricas con el agua ha terminado provocando el desastre ambiental. Xavier Curto, de la ONG Surfriders, también ha trabajado con Good Karma en la campaña de Tarragona y pide a la Generalitat contundencia contra las empresas contaminantes: "No se trata de poner una multa astronómica, sino de que limpien lo que han ensuciado y que hagan una auditoría interna real para acabar con todas las fugas".
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Estas dos asociaciones también organizan habitualmente recogidas de estas bolas de plástico en las playas de la zona, y en su peor día llegaron a recoger 20.000 por metro cuadrado. Anna Sánchez, investigadora de la Universidad de Barcelona, también colaboró con estas ONG en el estudio de los pellets recogidos para estudiar su origen, y comenta que la gran mayoría son de polietileno, el plástico más común porque permite fabricar productos elásticos. Su principal preocupación es que ellos solo tienen capacidad para recoger y estudiar las bolitas que flotan, pero otros tantos millones se hunden y desaparecen. "No tenemos ni idea de la magnitud de la tragedia. Hemos estudiado los plásticos de la arena, pero no sabemos qué hay en el fondo del mar y que está moviéndose por el Mediterráneo. Pueden estar quinientos años moviéndose y recorriendo todo el mundo", alerta.
El debate de estos días alrededor del vertido de Galicia es si esta catástrofe ambiental repercutirá en los peces y en la pesca, uno de los pilares de la economía regional. Allí, el Instituto Español de Oceanografía todavía no ha comenzado todavía a pescar ejemplares para estudiarlos, y no esperan hacerlo hasta la semana que viene, pero los científicos ya alertan de que positivo desde luego no será: estas bolitas, sean o no tóxicas, pueden matar a los peces que las comen porque atascan sus intestinos o les generan una falsa sensación de saciedad, por lo que mueren de hambre.
La evidencia sobre el daño tóxico de los pellets en el pescado es muy escasa, aunque en Lanzarote —el punto más contaminado por microplásticos, por encima de Tarragona— llevan cinco años estudiándolo. Alicia Herrera, bióloga de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria, explica que han probado a alimentar peces durante 60 días con un 10% de pellets, y han comprobado que uno de sus aditivos más comunes, los retardantes de llama, terminaron en el hígado por la digestión.
Los pellets llevan en las playas de España desde mucho antes de que llegasen a la costa gallega estas navidades. De hecho, el investigador estadounidense John G. Shiber ya documentó en 1982 la presencia en la Costa del Sol de estas perlas de plástico en las 13 playas que estudió, y que su origen eran siete plantas petroquímicas que había entre Algeciras y Almería, así como los vertidos de los buques. Cinco años después, extendió su estudio a toda la costa mediterránea española, y puso el dedo en Tarragona, donde todavía hoy se vierten toneladas de pellets que acaban en el mar.