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El 29% de los combustibles renovables en España proceden de cultivos que compiten con la agricultura

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El auge de los biocombustibles para reducir las emisiones del transporte se está comiendo las tierras de cultivo de otros países del mundo. Según datos del Ministerio de Transición Ecológica, el 28,5% de los combustibles renovables que vendieron en 2023 las petroleras en España se fabricaron con restos vegetales cultivados específicamente para terminar en el depósito de los vehículos, una práctica legal, pero muy criticada porque fuerza la desaparición de otros cultivos destinados a la alimentación y fomenta la deforestación en Malasia e Indonesia, entre otros países.

Las cifras, analizadas y publicadas por la fundación Ecodes, revelan que el aceite de palma y sus derivados son utilizados por toneladas para que los coches y camiones puedan quemar biocombustibles en su motor. En concreto, el año pasado se vendieron en España 2,61 millones de metros cúbicos de biocombustibles, de los que casi un tercio, 745.000, fueron producidos a partir de maíz, aceite de palma y frutos de palma, los llamados biocombustibles de primera generación. El resto se fabricaron a partir de restos de aceite de cocina usado (551.000 metros cúbicos) y pome (510.000), un residuo graso que deja la fruta de la palma al cocerse. Estos dos últimos tipos de biocombustibles, los llamados biocombustibles de segunda generación, no se consideran dañinos para el planeta porque dan salida a dos productos que son desechos.

Los cuatro biocombustibles más usados en España son el biodiésel (para mezclar con diésel), el HVO (también combinado con diésel), el bioetanol (el sustituto de la gasolina) y el HEFA (el único válido para aviones). El biodiésel y el HVO tienen como componente principal la palma y sus derivados, cultivos que proceden principalmente de Indonesia, Malasia y China, los países donde más problemas ambientales están provocando estos biocombustibles. El bioetanol se fabrica principalmente con maíz procedente de España, Ucrania y Brasil, mientras que el HEFA se obtiene a partir de aceites de cocina usados, que son mayoritariamente de origen español, aunque también se compran a Indonesia.

La situación, en teoría, debería resolverse en los próximos años porque nuevo reglamento publicado por el Gobierno español en julio establece una eliminación progresiva del uso del aceite de palma de aquí a 2025 para evitar que la descarbonización de las carreteras acelere la deforestación de la selva. Desde Ecodes aplauden la decisión, pero añaden que el Ministerio de Transición Ecológica decidió sacar de esa normativa al aceite de soja, otro producto usado para producir combustibles renovables.

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Las compañías petroleras, especialmente Repsol —la mayor petrolera de España— han iniciado en los últimos años campañas publicitarias masivas con estos biocombustibles, que venden como una solución para el medio ambiente. Como lo que se quema en el motor son restos vegetales, el CO₂ que emite el tubo de escape fue previamente absorbido de la atmósfera por la planta cuando estaba viva, lo que provoca que la emisión neta de ese carburante sea cero. Sin embargo, los ecologistas interpretan este movimiento como una estrategia desesperada para luchar contra el vehículo eléctrico, que promete acabar con el negocio de la venta de gasolina. En 2035 entra en vigor la prohibición de vender coches con motor de combustión en la Unión Europea, pero el lobby petrolero y automovilístico intenta desde el año pasado que se posponga esta normativa con el argumento de que los biocombustibles y los combustibles sintéticos no impactan en el medioambiente.

El informe de Ecodes analiza también la capacidad de España para fabricar estos combustibles verdes en 2030, y concluye que será una cifra ínfima respecto al diésel, la gasolina y el queroseno que demandará ese año la economía. La conclusión es que las ocho megaplantas de producción de biocombustibles que en teoría funcionarán en esa fecha en España fabricarán al año 3,85 millones de toneladas, pero el país consumirá 57 millones de toneladas, principalmente en forma de diésel. La conclusión del análisis es que si la producción de combustibles renovables solo cubrirá el 3,85% de la demanda, habrá que destinarlos a los sectores que realmente lo necesitan, la aviación y los barcos.

"Como no hay biocombustibles para todos los sectores, habrá que centrarse en la aviación y los barcos, porque para descarbonizar las carreteras ya tenemos el coche eléctrico", señaló este jueves Lola Berna, técnica de Ecodes y autora del estudio, durante su presentación. La experta también añadió que los biocombustibles, una vez que están dentro del coche, no tienen diferencias con la gasolina o el diésel, y expulsan por el tubo de escape gases dañinos para la salud, como los óxidos de nitrógeno (NOx), y restos de hollín.

El auge de los biocombustibles para reducir las emisiones del transporte se está comiendo las tierras de cultivo de otros países del mundo. Según datos del Ministerio de Transición Ecológica, el 28,5% de los combustibles renovables que vendieron en 2023 las petroleras en España se fabricaron con restos vegetales cultivados específicamente para terminar en el depósito de los vehículos, una práctica legal, pero muy criticada porque fuerza la desaparición de otros cultivos destinados a la alimentación y fomenta la deforestación en Malasia e Indonesia, entre otros países.

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