La Campos lo hizo antes
Era el año 1986, Jesús Hermida era el rey de las mañanas de TVE y su flequillo, marca de la casa, caía sobre su cara con el mismo nonchalance con que el español que narró la llegada del hombre a la Luna se desplomaba sobre cualquier silla de aquel plató rudimentario.
A su alrededor, aquel periodista con aire de galán de cine negro tenía toda una corte de periodistas, reporteras y aspirantes con las que colonizó las mañanas de La Primera. Todas guapas, todas altas y todas pizpiretas… todas menos María Teresa Campos (Tetuán, 1941), que por entonces ya pasaba de los 45 años y no era ni muy alta, ni muy baja, ni muy fea, ni muy guapa pero sí muy lista y con un sentido natural para conectar con la cámara con un sello propio. Nunca se hizo llamar chica Hermida: ni él era su descubridor, ni ella su obra. Hubo respeto mutuo pero no servidumbre.
“Estoy un poco molesta o estoy mucho molesta porque usted sabe que estoy en este programa desde hace un montón de meses y sabe que yo no me he tomado ni unas vacaciones”, le replicó, con ese acento malagueño suavizado por años de radio, sentada en esa mesa camilla donde discurría cada mañana el Apueste por una, la sección heredada de Radio Cadena –a su vez legada de la etapa preconstitucional– en la que, junto a Patricia Ballesteros, se vino a escenificar el bipartidismo patrio de la época.
“Usted no estaba aquí al principio con nosotros. Sólo lleva siete u ocho meses en el programa, así que sus derechos son relativos”, le afeó Hermida, desde el fondo del plató, a su subalterna.
Teresa levantó la voz y, con los ojos vidriosos, le clavó la mirada a su jefe: “Mis derechos están en el estatuto de los Trabajadores y tengo derecho a un mes de vacaciones. Y yo no me he ido mi mes de agosto y porque le pido el 24 de diciembre se pone… Además ya aprovecho porque estoy lanzada: usted tiene la malísima costumbre de regañar a la gente en directo cosa que está muy fea”.
“Aquí estábamos todos el día 24, así que…”, replicó Hermida.
Airada y sin titubear resumió en un par de frases los complejísimos tratados de la teoría en la gestión de los recursos humanos: “Usted es el primero que tiene que estar que para eso cobra usted muchísimo y no vamos a entrar ahora en si se lo merece o no”.
Nunca supimos si aquella bronca fue verdad verdadera o formaba parte de un guión ya escrito pero esos dos minutos de directo, que en las últimas horas se han rescatado para ilustrar la trayectoria y el genio de María Teresa Campos, fallecida este martes en Madrid a los 82 años, lograron eso tan complicado de conseguir en la televisión, en la de antes y en la de ahora: que el espectador se frote los ojos y que conecte, de un golpe, con lo que está pasando ahí dentro, al otro lado de la pantalla.
Como en tantas otras cosas, la Campos fue la primera que le echó en directo la bronca a su jefe… y también a un exjefe, Paolo Vasile, desde su silla de Cada día en Antena 3, cuando saltó de Telecinco a la cadena amiga.
Pero también fue pionera en muchas otras, mucho antes: Maritere, hija del director de un laboratorio farmacéutico, fue la primera chica de familia acomodada que estudió en Málaga Filosofía y Letras y también Arte Dramático (ahí el origen de ese sentido de la escena y de su vis cómica tantas veces desplegado junto a su añorado Paco Valladares), la primera mujer en entrar en la radio local de Málaga, controlada por los poderes de los últimos años de la dictadura, y la primera en llegar a jefa de informativos, la primera en casarse, con José María Borrego, padre de sus dos hijas, Terelu y Carmen, y también la primera en separarse –“él tan conservador y ella tan poco”, dirían sus amigas después, entre las que se encuentra, por ejemplo, Pilar del Río, periodista y viuda de José Saramago, con la que compartió charlas, fiestas y un entorno del Partido Comunista que la acercó a las ideas progresistas de una España en proceso.
También la primera en coger la maleta, salir de Málaga y continuar su carrera en la capital, en Radio Juventud y luego en Radio Cadena, en esos años efervescentes para la información política y la construcción de un país que se sacudía la caspa a manotazos.
La misma caspa que durante años sólo había querido ver en los espectadores de la mañana una masa informe de marujas iletradas ajenas al discurrir de los cambios sociales. Fue la Campos, María Teresa, la primera que, en Televisión Española con Esta es su casa y Pasa la vida y luego, definitivamente, en su salto a Telecinco, entonces ya tratando de pasar página al gilismo y las mamachichos, la primera que acercó al público de la mañana el debate político hoy imprescindible en todas las parrillas.
Lo hizo desde un magacín matinal, en el tramo final del programa, en el que sentó a las voces de la época dando por hecho, antes que nadie, antes de que se hablara de cuotas, de listas cremalleras y de mesas paritarias, que si ellos opinaban, ellas también tenían voz propia para los temas serios, que son los de todos: César Vidal, Raúl del Pozo, María Antonia Iglesias o a Amalia Enríquez, entre otros muchos contertulios, construyeron el germen de un formato que hoy hace fortuna en todas y cada una de las televisiones, públicas, privadas y mediopensionistas.
"Sonaba creíble, se mojaba"
“Aunque había habido ensayos y pincelada en programas anteriores, ésa es su gran aportación a la televisión y lo que la hizo, y así la reconoce, como una de las voces con más credibilidad de nuestro país, el de construir un tipo de programa en el que, con secciones propias, logró la combinación perfecta para el entretenimiento, en el que cabía el corazón, el teatro y, por primera vez, la información política siempre invitando, con las llamadas de los espectadores, a dar voz a la audiencia”, subraya Juan Francisco Gutiérrez Lozano, profesor de Periodismo Audiovisual de la Universidad de Málaga sobre un tiempo que la convirtió en la reina madre de las mañanas.
“A diferencia de otros presentadores, de otros líderes de opinión, el público siempre respetó la voz de María Teresa porque sonaba creíble, se mojaba, trasladaba de forma natural sus inquietudes pero no forzaba al espectador a adherirse a una postura”, concluye. María Teresa, la Campos, con sus gafas a mitad de la nariz y los brazos cruzados bajo el pecho, tenía opinión política, pero no dirección política.
No sorprende, por tanto, que a pesar de los distintos ciclos profesionales que ha tenido, de mayor a menor éxito, los líderes de todos los partidos y de distintas generaciones, hayan querido sentarse en el programa de esta mujer, a las que los años le hicieron cada vez más coqueta –célebre es su fondo de armario y su inabarcable colección de zapatos-, más libre –reivindicó el deseo sexual en entrevistas icónicas como las que tantas veces hizo a su íntima amiga Rocío Jurado– y más dueña de un discurso en el que abogó por el papel de las mujeres en todos los ámbitos sin abandonar el humor, sin renunciar al rigor.
Todos los que mandaron o quisieron mandar en algún momento quisieron sentarse entrar en el espacio de audiencia que la Campos congregaba con ese desparpajo, con esa naturalidad y con ese oído finísimo para los temas de la calle, en un tiempo sin redes sociales ni multiplicación de canales.
Su sello está, así lo corrobora el archivo, en Su señoría es persona esa ronda de entrevistas para acercar a los políticos del Congreso a la audiencia en las que conversaba con los representantes de los partidos de la época “con los que entraba con jabón y terminaba dando leña”, recuerda Gutiérrez Lozano. Célebre fue ese momento en el que llamó bocazas a Alfonso Guerra y éste le espetó “no menos que usted”. Hay decenas de encontronazos, pero no sangre.
Y su sello está también en la rehabilitación de las figuras del universo patrio del mundo de la escena, la música y el cine de la España bicolor que pasaron por Qué tiempo tan feliz, su último gran programa, a sus setentaintantos, en un evidente reclamo de las arrugas y la experiencia, por el que también desfilaron Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias, como recordaba, cariñoso en un tuit el fundador de Podemos.
Adiós a María Teresa Campos, la primera "reina de las mañanas" de televisión
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También fue la primera en sentar en torno a sí a un universo de personajes, mucho, mucho antes de Sálvame, que el público hizo suyos para hablar de la crónica rosa, para hablar de la vida, para hablar de lo divino y de lo humano: Rosa Villacastín, Carmen Rigalt, Chari Gómez Miranda o todas las hijas de sus amigas -Lara Dibildos, Rocío Carrasco, a las que adoptó y cuidó.
También fue la primera gran estrella de la televisión, ay, que hemos visto malbaratada en unos últimos años, marcados por el amor y sus desengaños, en los que reclamaba un espacio propio en televisión con el que seguir viva.
“La vida toma conmigo hoy café”. Arrancó, parafraseando a Serrat, el discurso con el que recibió, por unanimidad, el Premio Trayectoria Profesional de los Premios Andalucía de Periodismo de la Junta de Andalucía de 2022, el último de muchos, en el que se quejó, ella que fue reina, de no seguir trabjando.