En plena pandemia, allá por el año 2021, cuando las mascarillas eran un complemento imprescindible en nuestro día a día, los viajeros que cogían aviones durante esos meses comenzaron a ver que en algunos aeropuertos españoles comenzaban a aparecer una especie de tablets con cámara en algunas puertas del control de seguridad y de los embarques. Al calor de las medidas de seguridad sanitaria implementadas durante el covid de distanciamiento social y de reducción de las interacciones, Aena echó a volar en fase de prueba un sistema biométrico de reconocimiento facial para agilizar sus identificaciones, evitar colas de espera y permitir a los usuarios el paso por estos puntos sin necesidad de mostrar ningún documento: ni DNI, ni pasaporte, ni tarjeta de embarque, aunque esto no exime que los lleven encima por si surgiese algún contratiempo.
Es decir, la idea era, y es, llegar desde la terminal del aeropuerto al avión sin sacar las manos de los bolsillos y pasar todos los controles por la cara. Aunque no son de uso obligatorio para los pasajeros, estos dispositivos de reconocimiento facial consisten en unas puertas especiales de acceso dotadas de un sistema para la lectura de documentos y de una cámara para identificar al pasajero que se haya registrado previamente en los puntos del propio aeropuertos o a través de la app de Aena o de las aerolíneas. Si la imagen coincide con la de la documentación en vigor, la puerta del filtro de seguridad o del embarque se abre.
"Los sistemas de reconocimiento facial funcionan con bases de datos de las que se alimentan y se nutren los algoritmos. Lo que hacen es procurar una grandísima cantidad de datos e imágenes. En este caso de rostros de distintas personas con un abanico lo más amplio posible para que reconozca una variedad de rostros mayor: de distintas etnias, países, color de piel, rasgos faciales, color de ojo o vello facial", asegura Lucía Ortiz de Zárate, investigadora en Ética y Gobernanza de la Inteligencia Artificial en la Universidad Autónoma de Madrid. Esta experta explica que es clave contar con un amplio abanico de ejemplos para que los algoritmos sean capaces de "identificar, incluso, los detalles más concretos de un rostro, que son muy importantes porque nos permite no confundir una persona con otra, porque hay personas que se parecen mucho".
En siete aeropuertos españoles
Con esta misión por delante y ahora al calor del boom por la inteligencia artificial tras tres años de prueba, Aena lo convirtió entre enero y febrero en una auténtica realidad implantando estos sistemas biométricos en siete aeropuertos: Adolfo Suárez Madrid-Barajas, Josep Tarradellas Barcelona-El Prat, Palma de Mallorca, Gran Canaria, Tenerife Norte-Ciudad de La Laguna, Ibiza y Menorca. Air Europa, Binter, Iberia y Vueling son las cuatro aerolíneas que, por el momento, están adscritas a este programa que les supone una mejora para la puntualidad y una optimización de las operaciones.
Sin embargo, y a las puertas del verano, fuentes de la empresa pública y de las compañías aéreas confirman a infoLibre que este programa está "temporalmente desactivado" desde la primera semana de junio para llevar a cabo mejoras. Ante esta paralización, las aerolíneas han tenido que avisar a sus clientes con esta opción en su billete para evitarles contratiempos. Aunque, cabe señalar, que estos sistemas biométricos aún no están disponibles en todas sus rutas entre estos siete aeropuertos.
Por ejemplo, Iberia, por el momento, solo lo tiene disponible para el Puente Aéreo entre Barajas y El Prat. No obstante, fuentes de la aerolínea aseguran a infoLibre que esperan ampliar destinos ya que consideran que esta tecnología es "el futuro". Hasta la paralización de Aena de este mes de junio, confirma que tenía ya 15.000 altas en el servicio con una media de unos diez nuevos usuarios por vuelo.
En el caso de Binter, este sistema de reconocimiento facial ya está operativo para sus pasajeros que viajen desde Gran Canaria, Tenerife Norte, Palma de Mallorca, Menorca, Ibiza y Madrid. Implantado el pasado diciembre, según datos de febrero, la aerolínea contaba ya con más de mil clientes registrados.
Air Europa solo tiene activado este sistema biométrico en la ruta Madrid-Palma, aunque detallan que pronto estará disponible en más destinos. Por su parte, Vueling, que fue la primera en probar esta tecnología en la ruta Barcelona-Málaga en 2021, ya lo tiene disponible en sus embarques en los aeropuertos de Barcelona, Madrid, los tres de las Islas Baleares, Tenerife y Gran Canaria.
¿Cómo funciona este sistema biométrico?
Esta clara apuesta que están llevando a cabo Aena y las aerolíneas responde a la necesidad de delegar parte del trabajo de verificación a unas máquinas que supuestamente tienen una capacidad "hiper precisa", agilizar los procesos y evitar así errores. "Un sistema de reconocimiento facial identificaría perfectamente a la persona porque muchos incluyen identificación de datos biométricos que son exclusivos de una persona", apunta Ortiz de Zárate que señala que sería imposible, por ejemplo, viajar con el pasaporte de tu gemelo.
En principio, el procedimiento para darse de alta no es complicado. Consiste en dos partes. La primera es que el usuario dé su consentimiento al registrarse en el propio sistema registrando la cara del pasajero con un selfie, una imagen del documento identificativo y los datos personales e imagen del chip NFC del DNI o pasaporte, que contiene en su interior información biográfica de la persona como nombre, fecha de nacimiento o nacionalidad.
¿Qué ocurre si tus documentos y esa autofoto al registrarte en el sistema no coinciden con tu apariencia actual, es decir, si del último viaje al momento actual el pasajero se ha teñido o cortado el pelo, se ha puesto gafas o se hecho una cirugía estética? Según recoge The Washington Post, la Administración de Seguridad en el Transporte de EEUU, que tiene implementado este tipo de tecnología en 84 aeropuertos, funciona incluso si el peinado o la edad son diferentes a los de su fotografía de identificación. "En teoría, como tienen reconocimiento facial y también biométrico, cuentan con suficientes datos como para identificar características que son constantes o que se mantienen durante largo tiempo en la vida de las personas", explica Ortiz de Zárate que, no obstante, recuerda que hay "momentos en la vida en los que se cambia radicalmente" como de la niñez a la adolescencia o en la vejez. Por ejemplo, Binter no permite usar esta tecnología a menores de 14 años.
Una vez superada esta etapa, la segunda fase corresponde al proceso de compra del billete. Al optar por esta opción de viaje, la compañía aérea remite a Aena los datos de su tarjeta de embarque para que la asocie con su perfil biométrico, únicamente para este vuelo.
Según aclara la operadora, en los intercambios de información con las aerolíneas se descarta la información biométrica y solo se intercambian datos identificativos y de la tarjeta de embarque. Aena también matiza que no comparte datos a terceros, sólo en caso del "cumplimiento de una obligación legal", y que "no está previsto realizar transferencias internacionales de datos".
Después, el día del vuelo, el pasajero solo deberá pasar por los puntos señalizados en los filtros y puertas de embarque. Según detalla Aena en su política de privacidad, las cámaras le tomarán una fotografía, que será remitida a los sistemas de la empresa pública para realizar la verificación de su identidad. El plazo de conservación de todos los datos personales serán, como máximo, hasta que transcurra un año desde la última vez que usó el servicio. Con respecto a la información de la tarjeta de embarque se conservará hasta un máximo de 24 horas después del cierre de su vuelo.
Los aeropuertos españoles no son los únicos: Alemania, EEUU o Japón también
Aunque en España sea una novedad, lo cierto es que no es una anomalía. En Alemania, EEUU, Emiratos Árabes, Singapur o Japón, cada vez más aeropuertos ofrecen a los pasajeros estos viajes basados en el reconocimiento facial. En Francia, por ejemplo, se están probando en París-Orly y en Lyon. Ante esta expansión, el pasado mes de febrero, The New York Times aseguró que 2024 podría ser el "punto de inflexión" para la masificación de la tecnología biométrica en las terminales.
"Esto está de moda porque realmente si funcionan bien son muy eficaces y más eficientes", sostiene Ortiz de Zárate. Sin embargo, esta experta indica que muchos de estos sistemas de reconocimiento han demostrado "tener sesgos": "Identifican de forma errónea en un porcentaje mucho más elevado a las personas racializadas y concretamente a las mujeres racializadas. Esto significa que probablemente estos colectivos van a tenerlo mucho más difícil para desplazarse y que van a ser sometidos con mayor frecuencia a detenciones y a paros para comprobar su identidad".
El aviso del Comité Europeo de Protección de Datos
Ante estos riesgos que abre la inteligencia artificial, y a pesar de que podría mejorar la seguridad y agilizar el flujo de pasajeros, la balanza se inclina hacia la preocupación en torno a la privacidad y la ética. En este sentido se posicionó el Comité Europeo de Protección de Datos (EDPC), que emitió un dictamen el pasado 23 de mayo, casualmente pocos días antes de que Aena paralizase su sistema en España. Su objetivo fue poner un poco de orden en el uso de estas tecnologías. "Instamos a las compañías aéreas y a los operadores aeroportuarios a optar por formas menos intrusivas de agilizar los flujos de pasajeros, cuando sea posible", explica su presidente Anu Talus.
En su dictamen, el EDPC señala que, como no existe un "requisito legal uniforme" en la UE para que operadores y aerolíneas verifiquen que "el nombre en la tarjeta de embarque del pasajero coincide con el nombre en su documento de identidad", recomienda que cuando no se requiera esta comprobación no debe realizarse el uso de datos biométricos. "Esto daría lugar a un tratamiento excesivo de datos", asegura esta institución.
Discriminación y suplantación de identidad
Además, según este organismo, el procesamiento de estos datos puede "crear riesgos significativos para las personas" y cita en particular "falsos negativos, sesgos y discriminación". "Estos sistemas funcionan mejor identificando rostros de hombres blancos que cualquier otro", reconoce Ortiz de Zárate. Partiendo de este racismo intrínseco, el problema es que cuando se implementan estos sistemas, "estas problemáticas se pueden agravar porque su ritmo de procesamiento de información es más rápido que un humano". "Y se pueden dar los sesgos con mayor velocidad", puntualiza esta experta.
Según destaca también el EDPC, este tipo de sistemas puede tener graves consecuencias como "el fraude o la suplantación de identidad". "Y estos problemas ya se dan ahora", recuerda Ortiz de Zárate ya que ahora se puede suplantar a alguien falsificando su pasaporte o con cambios físicos para parecerse a la otra persona: "Con el uso de la inteligencia artificial, tendrán que usar técnicas más profundas como cirugías estéticas o modificaciones del iris. Te vas a tener que casi convertir en otra persona".
La privacidad: ¿cómo se guardan estos datos?
Sin olvidarse, tal y como apunta Ortiz de Zárate, de la privacidad: "Van a recoger datos biométricos y los rasgos faciales, los van a acumular y ¿qué sucede con esos datos? ¿Quién los guarda? ¿Para qué uso se dan? ¿Durante cuánto tiempo? Realmente entran en conflicto muy directo con la privacidad".
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En este sentido también expresó su preocupación el presidente del EDPC ya que insistió en que las personas "deben tener el máximo control" sobre sus propios datos biométricos porque son "particularmente sensibles". Por ello, en el dictamen se establece que la solución más segura de almacenamiento para el tratamiento de estos datos debe ser aquella que se guarde "en una base de datos central, pero con la clave de cifrado únicamente en sus manos" ya sea en el propio aeropuerto o en la nube. "Si se implementa con una lista de garantías mínimas recomendadas, son las únicas modalidades que contrarrestan adecuadamente la intrusión del procesamiento al ofrecer a las personas el mayor control", detallan.
Pero el aviso del EDPC no es una anomalía. En EEUU, un grupo bipartidista de senadores está presionando para que la Administración de Seguridad del Transporte restrinja el uso de la tecnología de reconocimiento facial ya que "plantea amenazas significativas a nuestra privacidad y libertades civiles". En una carta enviada a principios del pasado mayo, catorce legisladores pidieron a los líderes del Senado que limiten el uso de esta tecnología que pueda hacer la Administración Federal de Aviación para que el Congreso pueda establecer una supervisión "rigurosa".
Para Ortiz de Zárate el problema no es tanto hacerse un selfie y escanear la documentación ya que "es una medida de control y de seguridad suficiente". Eso sí, para esta experta, estos datos solo deberían conservarse durante el viaje: "Creo que la recopilación de datos biométricos y la acumulación de imágenes faciales a lo largo del tiempo es radicalmente contraria a nuestra idea de privacidad, al menos en Europa, y es una fuente de innumerables problemas. No deberían acumularse nuestros datos personales de ninguna forma a lo largo del tiempo".
En plena pandemia, allá por el año 2021, cuando las mascarillas eran un complemento imprescindible en nuestro día a día, los viajeros que cogían aviones durante esos meses comenzaron a ver que en algunos aeropuertos españoles comenzaban a aparecer una especie de tablets con cámara en algunas puertas del control de seguridad y de los embarques. Al calor de las medidas de seguridad sanitaria implementadas durante el covid de distanciamiento social y de reducción de las interacciones, Aena echó a volar en fase de prueba un sistema biométrico de reconocimiento facial para agilizar sus identificaciones, evitar colas de espera y permitir a los usuarios el paso por estos puntos sin necesidad de mostrar ningún documento: ni DNI, ni pasaporte, ni tarjeta de embarque, aunque esto no exime que los lleven encima por si surgiese algún contratiempo.