3 de abril de 2020. España llevaba encerrada en sus casas 20 días por la pandemia. En ese momento, había muchas más dudas que certezas, pero la sociedad en general, y los medios en particular, se aferraban al optimismo común para vislumbrar un final a aquella situación inédita. Ese día, en infoLibre, titulamos: No habrá un día después del covid: la salida será gradual, sin aglomeraciones y evitando con apps nuevos brotes. En este caso, y en otros muchos por aquellas fechas, se le otorgaba un papel fundamental a la tecnología como herramienta para ayudar a combatir el coronavirus: era una de las claves para el futuro y la gran esperanza blanca. Ahora, cuando se cumplen ya tres años de la declaración del estado de alarma, queda claro que no ha sido así. "Cualquier cosa que hablemos hoy del covid, queda absolutamente fuera del contexto", explica José Martínez Olmos, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública.
La aplicación desarrollada por el Gobierno, Radar Covid, pasó por nuestros móviles sin pena ni gloria. ¿La tienen aún instalada en sus móviles? Desinstálenla ya porque lleva sin funcionar desde el pasado mes de noviembre. Pero, ¿cómo hemos pasado de que las apps fueran a ser nuestra salvación a enterrarla sin casi prestarle atención?
En aquel mes de marzo de 2020, España, y Europa en general, miraba con ilusión los desarrollos que se habían producido con mucho éxito en China, Corea del Sur o Singapur. Sin embargo, cuando llegó el momento de implementar nuestras propias herramientas, en la UE se descartaron estos modelos invasivos procedentes de Asia y se apostó por aplicaciones descentralizadas. Así, y gracias al apoyo de compañías como Google y Apple, un positivo de covid-19 podía notificarlo y avisar a los dispositivos que hubiesen estado cerca por la conexión bluetooth durante los últimos días por una posible exposición al contagio.
¿El resultado? En el caso de España ha sido un completo desengaño. Aunque se llegó a descargar más de 8,6 millones de veces, solo se detectaron 124.555 contagios desde finales de verano de 2020 —aunque algunas comunidades retrasaron su implantación hasta octubre— hasta el 25 de septiembre de 2022. Esto supone menos del 1% de los casos totales, según figura en las estadísticas de la aplicación.
¿Qué falló para que no lograra triunfar? "Ni la tecnología, ni la sociedad. El problema fue que ante la extensión tan masiva de la pandemia, esta herramienta no funcionó porque perdió su capacidad de detención", explica Martínez Olmos. Este especialista en Salud Pública pone un caso práctico: "Vamos usted y yo en el metro: yo tengo el covid y la app pero no la contagio, porque llevamos mascarilla o por la distancia. Cuando se baja, se encuentra con otra persona que no tiene la aplicación, pero que la contagia".
Ximo Lizana, profesor de Comunicación en la Universidad Europea, también recuerda que para poder usar Radar Covid "hacía falta incluso tener el código de tu ambulatorio" y "no creo que las personas en esa situación pensasen en que estos requerimientos eran amigables". Asimismo, este experto también destaca "los retrasos que existían desde el momento en el que lo comunicaban hasta que avisaba a los contactos próximos". "No era eficiente", reconoce.
También falló, en parte, la sociedad. Aunque los usuarios están acostumbrados a llevar en sus móviles aplicaciones como Facebook, Instagram, Twitter o TikTok, a las que cedemos datos sin casi pestañear, cuando fue el turno de hacerlo con Radar Covid surgieron los recelos.
A mayores, Radar Covid se enfrentó a la propia dicotomía española. En España, hay 17 comunidades y dos ciudades autónomas con sistemas sanitarios independientes y no en todas se han entregado correctamente los códigos. Sólo hace falta echar un vistazo a las estadísticas para comprobar la diferencia de uso. Mientras Asturias con un 5,2% lideró el ranking de los ratios entre códigos introducidos, y casos confirmados, la Comunitat Valenciana, Canarias, Ceuta, Extremadura y Melilla cierran la tabla con un 0%. Es más, en el caso de Ceuta figura que no se introdujo ningún código en los casi dos años que estuvo en funcionamiento.
¿Fue un fracaso?
Ahora, con perspectiva y con estas cifras, ¿se puede hablar de fracaso? "Los números hablan claro", señala Lizana que, no obstante, recuerda que "normalmente estos desarrollos realizados en el ámbito público no contemplan aspectos de la usabilidad de la experiencia del usuario, por lo que suelen ser herramientas bastante hostiles". "Si existe desde el minuto 1, puede ser importante porque pueden actuar, pero cuando pasan las semanas y la pandemia se extiende tiene poco valor", defiende Martínez Olmos que insiste en que "no lo podemos mirar hoy con la misma mirada de entonces".
Además, no fue barata. El Gobierno se desembolsó durante el tiempo que estuvo activa más de cuatro millones de euros: el desarrollo costó 330.000 euros, se invirtió casi dos millones de euros en promocionarla y se firmó un contrato con Indra de 1,74 millones de euros para el mantenimiento durante dos años, según datos de Newtral.
Al precio, hay que sumarle que a Radar Covid siempre le han perseguido las sombras por su transparencia y por el tratamiento de los datos. Tanto es así que la Agencia de Protección de Datos terminó sancionando a la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial por violar ocho artículos del Reglamento General de Protección de Datos. Esta sanción, que al ser a una administración pública es un apercibimiento formal, sería una multa de entre 40.000 y 300.000 euros si fuese del sector privado.
Los primos de Radar Covid
¿Y qué pasó con el resto de apps de rastreo para vigilar el covid? China usó las aplicaciones para controlar el acceso a lugares públicos, obligando por tanto a su instalación y a la comunicación diaria de los síntomas. En Corea del Sur se empleó la geolocalización para controlar que nadie se saltase la cuarentena. Y la de Singapur, que era la más similar al modelo europeo, cayó en desgracia a principios de 2021 después de saberse que los datos comunicados, supuestamente de forma confidencial, se estaban empleando para investigar delitos. "Son países tecnológicamente mucho más avanzados", apunta Lizana que también señala que suelen ser sociedades"más solidarias" que provienen de"estructuras de pensamiento único".
En Europa, por su parte, este tipo de tecnología ha tenido trayectorias diferentes. Por un lado, la alemana y la británica siguen actualmente en funcionamiento. Según Der Spiegel, el 37% de los alemanes todavía usan Corona-Warn y, por ahora, el Gobierno de Olaf Scholz no tiene pensado deshacerse de ella. La NHS COVID-19 de Reino Unido ha cosechado, a pesar de unos inicios turbulentos que obligaron al Ejecutivo a paralizarla y cambiarle el nombre, ha terminado teniendo unos resultados mucho más exitosos que otras europeas.
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En cambio, la francesa, la italiana, la portuguesa y la irlandesa han corrido la misma suerte que Radar Covid y se han ido apagando en los últimos meses. TousAntiCovid acabó su vida útil este mes de enero, Immuni a finales del pasado diciembre y StayAway Covid en septiembre. Por su parte, Covid Tracker se apagará este mismo mes de marzo generando en Irlanda un gran malestar porque también se usa para almacenar el pasaporte covid y aún la usa un número elevado de personas.
¿Hemos aprendido algo de Radar Covid?
Ante este panorama tan desolador, ¿se ha aprendido algo de Radar Covid para el futuro? "Sí, hay que humanizar las tecnologías. Las aplicaciones deben garantizar que los datos, en este caso de salud, son correctamente anonimizados, ya que las brechas de seguridad o el acceso de terceros a datos sensibles pueden ser en ocasiones situaciones que rozan la anticonstitucionalidad y merman la confianza de los individuos hacia sus instituciones", explica Lizana.
"Este tipo de apps pueden ser útiles para situaciones parecidas, pero al principio", sostiene Martínez Olmos que matiza que se trata de una herramienta "con limitaciones" y que tampoco sería "la clave para controlar" otra pandemia provocada por un virus respiratorio como el covid-19. Este experto apunta, en cambio, que lo que se ha aprendido para otras pandemias es "la importancia de que haya mascarillas suficientes, vigilancia epidemiológica o que se declare cuanto antes el estado de alarma".
3 de abril de 2020. España llevaba encerrada en sus casas 20 días por la pandemia. En ese momento, había muchas más dudas que certezas, pero la sociedad en general, y los medios en particular, se aferraban al optimismo común para vislumbrar un final a aquella situación inédita. Ese día, en infoLibre, titulamos: No habrá un día después del covid: la salida será gradual, sin aglomeraciones y evitando con apps nuevos brotes. En este caso, y en otros muchos por aquellas fechas, se le otorgaba un papel fundamental a la tecnología como herramienta para ayudar a combatir el coronavirus: era una de las claves para el futuro y la gran esperanza blanca. Ahora, cuando se cumplen ya tres años de la declaración del estado de alarma, queda claro que no ha sido así. "Cualquier cosa que hablemos hoy del covid, queda absolutamente fuera del contexto", explica José Martínez Olmos, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública.