8 de noviembre de 2016: Donald Trump logra una sorprendente victoria que, meses más tarde, se descubrió que se asentó en la desinformación generada por Cambridge Analytica. 3 de noviembre de 2020: Joe Biden se impone en un apretado recuento ante un Trump que nunca reconoció su derrota y que alentó desde su cuenta de Twitter el asalto al Capitolio dos meses después. En ambas elecciones, las redes sociales jugaron un papel fundamental como escenario de operaciones extranjeras, encabezadas por bots y trolls de Rusia e Irán, para interferir en sus resultados recurriendo a los bulos y la desinformación.
Si 2016 fue el año del Pizzagate y 2020 el de las teorías de conspiración de QAnon, los comicios de 2024 pasarán a la historia como las elecciones en las que Elon Musk jugó a eso de "miente, que algo queda" para beneficiar al expresidente, la última estrella que le faltaba en su galaxia ultra. No sólo ha acompañado al candidato republicano en un mitin, ha donado ingentes cantidades de dinero a la campaña o parece que se ha ganado ya un sillón en una futura Administración Trump, también le ha abierto las puertas y le ha puesto la alfombra roja para su regreso a su nuevo Twitter, es decir a X, después de abandonar hace cuatro años la Casa Blanca como un apestado en redes sociales.
Además, el propio Musk está difundiendo desinformación electoral dañina desde su perfil con más de 200 millones de seguidores que lo convierten en la cuenta más seguida de la plataforma. "No es cualquier usuario de Twitter y hay que entender que tiene un grado de influencia mayor porque antes era un empresario muy conocido no solamente en EEUU, sino a nivel mundial", explica Leticia Rodríguez Fernández, investigadora y profesora de Relaciones Públicas en la Universidad de Cádiz.
Según un análisis del Center for Countering Digital Hate publicado en agosto, sus afirmaciones falsas o engañosas sobre las elecciones han sido vistas casi 1.200 millones de veces en la red social. Incumple así las propias pautas de su plataforma ya que ninguna lleva una de sus famosas (y poco útiles) notas de la comunidad.
Para Imran Ahmed, director ejecutivo de esta ONG británica, el multimillonario australiano está "abusando de su posición privilegiada" para "sembrar desinformación que genera discordia y desconfianza". "Cuando compra Twitter sabe de la capacidad que va a tener para influir en la opinión pública", reconoce Rodríguez Fernández que apunta que "ahora se está aprovechando para su propia autoproyección": "Está siguiendo un poco, me atrevería a decir, el recorrido de Trump, que en su momento era una persona muy mediática por la televisión. Pues él está haciendo lo propio ahora en el entorno digital, es su oportunidad para poder dar el salto a la política". Quizás, estamos a las puertas de una candidatura republicana de Musk en 2028.
Con este objetivo en mente o no —nació en Sudáfrica por lo que es bastante imposible—, y más allá del famoso "los inmigrantes se están comiendo a nuestros perros y gatos" o de los recientes bulos sobre los huracanes Helene o Milton en los que se llega a decir que los demócratas pueden controlar el clima, las publicaciones falsas de Musk se pueden dividir en tres tipos. Solo hasta agosto, y según este análisis del Center for Countering Digital Hate, las de que los demócratas están "importando votantes" las repitió 42 veces, las de que las elecciones son vulnerables al fraude criticando el voto por correo o las máquinas de votación las publicó siete veces, y hasta recurrió a la inteligencia artificial para compartir un deepfake de Kamala Harris.
Según un análisis del New York Times de las publicaciones de Musk del 16 al 20 de septiembre, solo 20 días, en 171 tuits y retuits arremetió contra la inmigración ilegal, impulsó teorías conspirativas de fraude electoral y atacó a los candidatos demócratas. Un tercio de ellos eran falsos, engañosos o carecían de contexto y fueron vistos más de 800 millones de veces. Además, algunos de estos mensajes procedían de influencers ultras o de teóricos de la conspiración.
¿Cómo puede influir toda maquinaria de bulos en estas elecciones? "Musk es una persona que tiene, según en qué sectores de la opinión pública, mayor credibilidad que cualquier otro usuario. Si a eso le añades un efecto multiplicador de repetición, la influencia se amplía", sostiene Rodríguez Fernández que recuerda todo lo que se está exponiendo en esta campaña: "Va a activar toda la maquinaría necesaria para que este apoyo sea efectivo". Para Miquel Pellicer, experto en comunicación digital en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), es una combinación entre "el impacto de sus publicaciones y manipulaciones" y "un contexto marcado por la propia maquinaria electoral de Trump": "Ya no es solo un tema de redes sociales, también es programático".
El problema con las (no) notas de comunidad y Grok
"No sólo Musk es foco de bulos dentro de X", sostiene Pellicer señalando a todas los perfiles de influencers ultras y de pseudomedios. No obstante, hay dos factores más a tener en cuenta dentro del antiguo X.
Tal y como denuncia Imran Ahmed, la falta de notas de comunidad —que en su momento sustituyeron la moderación humana— demuestra que X "está fracasando" a la hora de contener este tipo de discursos que "todos sabemos que puede conducir a violencia en el mundo real, como pasó el 6 de enero de 2021". Además, hay otro elemento en la tecnológica a tener en cuenta: Grok, el chatbot de inteligencia artificial de la plataforma. Según publicó The Guardian en agosto,difundió información falsa sobre los plazos para registrarse para las elecciones.
"X es casi una red social con un sesgo fuerte de derecha. Está muy claro el viraje y el uso que está haciendo durante la campaña, pero ya desde antes porque ha ido preparando el terreno para esta cita electoral", reconoce Rodríguez Fernández. "La apuesta de Musk es convertirla en una plataforma más de la propaganda de Trump", explica Pellicer que apunta tres causas principales de esta deriva. Por un lado, porque "hay menos filtrado", en parte, porque el propio multimillonario despidió nada más llegar a prácticamente todo el equipo de moderación de Twitter. Por otro, porque cada vez "hay más perfiles ultras" porque "hay menos filtrados". Y, por último, porque "el propio dueño se ha posicionado totalmente".
No solo es Musk: la amenaza latente de los trolls rusos
Más allá de Musk, no hay que olvidarse de una amenaza latente que lleva acompañando a las elecciones de EEUU desde, como mínimo, 2016: los trolls rusos. Según publicó The Washington Post el pasado 1 de octubre, los intentos de Rusia por influir en esta cita a favor de Trump se están acelerando, según funcionarios federales e investigadores.
Esto se traduce directamente en una oleada de desinformación sobre migración y sobre Kamala Harris. Un portavoz de X respondió ante estas acusaciones de una posible injerencia extranjera este medio que la compañía "sigue alerta ante cualquier intento de manipulación de la plataforma por parte de malos actores y redes", y agregó que sus esfuerzos para detenerlos habían "llevado a la suspensión de más de 460 millones de cuentas durante los primeros seis meses de 2024".
Con todas las cartas sobre la mesa y los antecedentes de las pasadas elecciones de 2016 y 2020, la pregunta es evidente. ¿Es Musk una amenaza mayor que los trolls rusos durante todos estos años, que QAnon hace cuatro o que Cambridge Analytica hace ocho? "Potencialmente sí, porque los bots son una estrategia encubierta pero Musk está usando a todo pulmón su plataforma y utilizando su dinero para promocionar los discursos de odio e incluso para intentar comprar votos", asegura Pellicer.
Para Rodríguez Fernández, no es que sea una amenaza mayor sino que son "casi complementarias". "Antes eran una injerencia externa y ahora es interna o un apoyo interno muy fuerte de alguien que puede ayudar a movilizar a un determinado perfil de votante de Trump", explica esta experta.
¿Y qué pasa con Instagram y TikTok?
Sin embargo, con todos los focos puestos en Musk, X y Rusia, parece que el resto de redes sociales están pasando desapercibidas en esta carrera presidencial. Pero ni mucho menos.
Meta anunció el pasado febrero que Facebook, Instagram y Threads dejarían de recomendar contenido político de cuentas que los usuarios no siguieran para restar importancia a las publicaciones sobre campañas y candidatos. Esta configuración, unida a la supresión de las herramientas de transparencia que se usaban para monitorear los sitios hacen más difícil rastrear la desinformación en estas plataformas. Además, según publica The New York Times, Mark Zuckerberg ha delegado todos los temas electorales en Nick Clegg, presidente de asuntos globales, y Guy Rosen, jefe de seguridad de la información, y ya no se reúne semanalmente con los jefes de seguridad electoral como antes.
Por su parte, TikTok, la red social de moda entre los adolescentes a pesar de estar en el punto de mira de EEUU y la UE por ser un espía chino, parece el refugio de los demócratas ante el dominio republicano de X. Tanto Harris como su rival han abierto en los últimos meses sendos perfiles para intentar movilizar el voto joven. Una decisión aparentemente acertada, pero a su vez polémica debido a que ambos partidos defienden el cierre de la aplicación si sigue vinculada a China en 2025. No hay que olvidarse que en 2020, la plataforma, perseguida en aquel momento por Trump, acabó movilizando a la generación Z y sacándolo de la Casa Blanca.
¿Deben preocuparnos también lo que ocurra aquí? "Por supuesto. Las redes tienen un impacto negativo ante el que tenemos que abogar por un uso racional con una higiene mediática sana y una acción legislativa", sostiene Pellicer que recuerda que, al final, prácticamente todos los algoritmos premian los discursos de odio por la economía de la atención en la que se basan todas estas plataformas.
Opinión similar mantiene Rodríguez Fernández: "No se trata únicamente de las redes mainstream, sino también de aquellas que no están encriptadas o aquellos foros que no son tan conocidos pero en los que se puede". Por ejemplo, para esta experta es muy importante prestar atención a los canales de Telegram en los que "se puede echar esa gasolina de desinformación" o a la "indexación en Google" que "puede llegar a manipular los resultados de las búsquedas que se hacen en internet".
Lo peor aún está por llegar
Con todo el tablero listo para el 5 de noviembre, ¿influye toda esta desinformación? The Washington Post publicó el pasado 10 de septiembre que funcionarios electorales alertaron que las publicaciones de Musk sobre supuestos fraudes electorales coinciden a menudo con un incremento de solicitudes infundadas para purgar los registros de votantes y que aumentan su preocupación por amenazas violentas.
Según una encuesta publicada por Axios el 26 de septiembre, el 51% de los estadounidenses aseguró que su principal preocupación a la hora de hablar de desinformación son los políticos difundiendo mentiras. Además, una encuesta publicada este mismo jueves por Pew Research Center asegura que el 73% de los adultos estadounidenses afirmaron haber visto cobertura electoral que consideran inexacta al menos con cierta frecuencia, y el 52% dijo que les resulta difícil determinar qué es verdad y qué no cuando reciben noticias sobre la cita del 5 de noviembre.
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Y lo peor es que parece que lo peor aún está por llegar. El pasado 18 de septiembre, el presidente de Microsoft, Brad Smith, aseguró en una audiencia celebrada en el Senado de EEUU sobre sus preparativos para combatir las amenazas de desinformación extranjera antes del 5 de noviembre que "el momento más peligroso llegará 48 horas antes de las elecciones".
"Lo peor no será 48 horas antes, sino durante el recuento y las horas posteriores. Trump ya ha dicho que no asumirá la derrota", reconoce Pellicer que apunta que el escenario ante una victoria o una derrota republicana no será muy diferente: "Podemos ver escenas muy esperpénticas porque la radicalidad pasada del expresidente no tiene nada que ver con la actual".
Para Rodríguez Fernández, por eso es importante la jornada de reflexión en España ya que "la ley electoral dice que se puede y no se puede hacer porque somos conscientes de la influencia que se puede ejercer en el votante". "Si se inicia una campaña de desinformación, por ejemplo, en redes no encriptadas, como pueden ser Telegram o WhatsApp, y se lanza una cascada de bulos puede servir para desmovilizar o para movilizar a votantes que están indecisos y que pueden desequilibrar la balanza", concluye esta experta.
8 de noviembre de 2016: Donald Trump logra una sorprendente victoria que, meses más tarde, se descubrió que se asentó en la desinformación generada por Cambridge Analytica. 3 de noviembre de 2020: Joe Biden se impone en un apretado recuento ante un Trump que nunca reconoció su derrota y que alentó desde su cuenta de Twitter el asalto al Capitolio dos meses después. En ambas elecciones, las redes sociales jugaron un papel fundamental como escenario de operaciones extranjeras, encabezadas por bots y trolls de Rusia e Irán, para interferir en sus resultados recurriendo a los bulos y la desinformación.