Librepensadores
Hispanofonia y antiespañolismo
En el otoño del 2017 recibí el ensayo histórico Imperiofobia y leyenda negra, de María Elvira Roca Barea, pertenecía a su duodécima edición. Este libro fue publicado por primera vez en octubre de 2016 y encuentro muy alentador que tantos ciudadanos estén intentando acercarse a la verdad histórica. El ensayo consta de tres partes, dieciséis capítulos, casi 500 páginas y 716 notas en bajo de pagina, sin embargo su bibliografía nos ofrece la cantidad modesta de 14 libros de otros tantos autores.
El texto es tan denso que me abruma bastante pero sacando cositas intentaré construir un hilo argumental y de vez en cuando manifestaré alguna que otra opinión personal. Al utilizar la palabra antihispanismo me quiero referir a la hispanofobia expresada desde fuera del ámbito hispánico mientras que emplearé el termino de antiespañolismo para señalar la aversión contra España desde el seno mismo del Estado español.
La historiadora Roca Barea diferencia el modelo imperial del modelo colonial. Apunta que en el segundo caso es esencial el mantenimiento de la diferencia entre colonia y metrópoli y esta segregación se manifiesta en una multitud de aspectos entre los cuales está la libre circulación de personas que es extremadamente limitada para las personas no metropolitanas. En cambio define el modelo imperial como mucho más inclusivo porque avanza replicándose a sí mismo integrando territorios y poblaciones convirtiéndose en una meritocracia. A modo de ejemplo, varios emperadores de Roma nacieron en la Península Ibérica, siendo Adriano el primero de ellos. Como modelos de construcciones más meritocráticas que colonialistas la historiadora estudia los imperios romano, español, ruso y estadounidense y las manifestaciones fóbicas subsiguientes hacia esos imperios.
La imperiofobia es un racismo “hacia arriba” que necesita entre otros condicionantes un fuerte poder local donde apoyarse. En un mismo sitio pueden darse los dos racismos, hacia arriba y hacia abajo. Pienso que en la actualidad esto ocurre en algunos Estados del Este de la Unión Europea cuando unas veces manifiestan un racismo hacia abajo construyendo barreras para impedir la llegadas de refugiados sirios mientras que otras veces expresan el racismo hacia arriba de la imperiofobia al promover una política agresiva contra Rusia con el fin ultimo de desmembrarla.
La definición de leyenda negra que la autora prefiere es la del historiador estadounidense William S. Maltby, este la define como “la opinión según la cual en realidad los españoles son inferiores a los otros europeos en aquellas cualidades que comúnmente se consideran civilizadas”. La acuñación de este término se atribuye al políglota, escritor y funcionario progresista Julián Juderías que con el objeto de refutarla publicó un libro titulado La leyenda negra en 1914. Pero la primera persona que la utilizó en publico fue Emilia Pardo Bazán durante una conferencia en París en 1899.
Es el profesor de la Universidad de Gotemburgo Sverker Arnoldson quien situó la primera manifestación de la leyenda negra antiespañola en Italia. Esta hipanofobia empieza al difundir una serie de tópicos sobre los españoles que aluden entre otros a su vertiente goda o bárbara y también a su peccadiglio de sangre semitapeccadiglio, tanto judía como mora, por lo que podían ser malos cristianos. El termino de “marrano” que hace referencia a los judeoconversos llegará a ser usado como sinónimo de español en la Italia del siglo XVI.
Comprobar, hoy en día, que en el fondo de la hispanofobia siempre anida algún antisemitismo no es complicado.
No obstante la autora sostiene que hubo en Italia una ambivalencia de sentimientos hacia España en la que cabía también cierta hispanofilia. Observa que el Imperio español y los Estados italianos mantuvieron una relación de alianza que duró más de dos siglos hasta el tratado de Utrecht en 1715. Durante este tiempo miles de italianos se integraron en la maquinaria imperial española llegando a puestos de gran relevancia y muchos españoles emigraron a Italia, por ejemplo en torno a 1600 un tercio de la población de Roma era española. Desde Benedetto Croce a Thomas James Dandelet numerosos estudiosos de esta época destacan que fue gracias al paraguas protector español que pudo tener lugar la maravillosa Italia Renacentista. Además destaca que si bien en Italia hubo prejuicios hacia lo hispano estos procedían del malestar en un pueblo culto y rico que se consideraba heredero del imperio romano pero que, a diferencia de las leyendas negras procedentes de los países protestantes y de Inglaterra, en ninguno de los Estados italianos hubo nunca un taller especialmente dedicado a la propaganda antiespañola.
Erasmo de Róterdam (1466-1536), cuyo nombre original era Geert Geertsen, fue un humanista, filosofo y teólogo neerlandés autor de importantes obras escritas en latín. Erasmo pensaba que Carlos V tenía la competencia suficiente para desarrollar un imperio europeo basado en la religión católica (universitas christiana) y le dedicó su Institutio principis christiani donde expone este ideario político opuesto al de Maquiavelo. Carlos V era emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (1520-1558) y con el nombre de Carlos I también fue rey de la España recién unida (1516-1556). Según Marcel Bataillon y José Luis Abellán la influencia de Erasmo fue enorme en España pero cuando el cardenal Cisneros le propuso ocupar una cátedra en Alcalá de Henares él no aceptó la invitación. La razón de este rechazo es que Erasmo era profundamente antisemita y había asumido el prejuicio esparcido por los italianos de que la sangre y la cultura españolas estaban demasiado mezcladas con lo moro y lo judío.
Después, el protestantismo fue la carga principal de dinamita con que se voló el proyecto erasmista. Opuestas a la idea de unidad europea triunfaron las monarquías absolutistas y las razones de Estado de las diferentes naciones el continente quedando fragmentado. Antes en la iglesia había habido guerras, fracturas con varios papas simultáneos pero al final siempre se había podido salvaguardar la unidad de la cristianos. Entonces: ¿por qué con el cisma de Martín Lutero no se pudo hacer lo mismo? Porque el rechazo de la Universitas Christiana del emperador Carlos pasaba necesariamente por el cisma religioso. Ya durante el siglo XV en los territorios germánicos tuvieron lugar múltiples revueltas sociales de campesinos pobres que identificaban el catolicismo romano como un poder extranjero e ilegitimo. En 1520 en su A la nobleza cristiana de la nación alemana Lutero identifica el Papa con el anticristo. En 1524 estalló la guerra de los campesinos que fue hasta la revolución francesa la revuelta popular más importante habida en Europa. Al final Lutero dio su apoyo a los señores germanos ligando así su destino a unas oligarquías locales que tenían un problema por arriba (Carlos V) y por abajo (el campesinado rebelde). Lutero expresó en panfletos que el catolicismo representaba un poder extranjero y pidió que los bienes de la iglesia fueran restituidos a los alemanes (germanos). Entonces los príncipes alemanes comprendieron que podían utilizar el malestar de los campesinos empobrecidos contra el emperador Carlos V y estaban también plenamente conscientes de que nada podía hacer más daño a la Universitas Christiana que un cisma religioso. Es por eso que la iglesia no pudo reconducir el cisma de Lutero como había ocurrido con las escisiones anteriores... Cuando se firma la paz de Augsburgo el 25 de setiembre de 1555 el imperio se queda dividido en dos partes una con un poder luterano y otra bajo la autoridad católica.
El himno de los Países Bajos que los niños aprenden en las escuelas comienza como así sigue: “Juro ante Dios y su gran poder/que nunca he repudiado a mi rey/pero hube de obedecer a Dios, Su Alta Majestad,/y acatar sumiso su justa voluntad. […] Mi alma se atormenta, pueblo noble y fiel,/viendo cómo te afrenta el español cruel”.
Es un texto en el que el héroe nacional Guillermo de Orange jura ante Dios exactamente lo que necesita jurar para dar legitimidad a su causa.
Según la versión universalmente aceptada la rebelión de los Países Bajos comenzó en 1566 y duró hasta el tratado de Munster en 1648. Esta sucesión de guerras ha sido presentada unicamente como un conflicto entre flamencos y tropas reales españolas, cuando en realidad era en primer lugar una guerra civil en los Países Bajos. En las tropas realistas había más flamencos que españoles y a menudo había más extranjeros en los regimientos de la rebelión que españoles en los regimientos de la corona española, por ejemplo en 1638 Richelieu envió 18.000 infantes y 6.000 de caballería. Francia también financió a los rebeldes pero este dato se ha ocultado para magnificar la vertiente flamenca de la rebelión contra la corona española. Con Guillermo de Orange la labor de desacreditación de los españoles alcanzó su apogeo, utilizó toda una maquinaria bien engrasada para difundir exageraciones, mentiras y bulos. Por ejemplo la propaganda convirtió al duque de Alba (1569-1573) en un monstruo elevando el numero de 1073 ejecuciones a 200.000 muertos. En 1570 Alba propuso leyes nuevas para humanizar el derecho criminal que fueron rechazadas por las oligarquías locales por ser demasiado igualitarias y blandas. Sin embargo sus Ordenanzas Criminales supusieron la introducción de un código que eliminó muchas practicas abusivas y corruptas en la administración de la justicia de proximidad. Según el historiador belga Gustaaf Janssens “el hecho de que las leyes penales del duque hayan constituido la base practica del procedimiento penal y del Derecho Penal en los Países Bajos durante dos siglos y medio aproximadamente demuestra que fueron ejemplares en su momento”.
La hispanofobia nació en Inglaterra en 1534 cuando Enrique VIII se proclamó cabeza de la Iglesia anglicana. Allí el antihispanismo no se fue desarrollando como un mero prejuicio al modo italiano sino que conllevaba una campaña de propaganda stricto sensu como en los casos alemán y holandés. Enseguida se desarrolló una demonización de la iglesia y de su defensora, España, calificada de ramera de Babilonia (the whore of Babylon). Luego el odio antihispano siguió desarrollándose sin discontinuidad a través de piezas de teatro como El alguacil mayor Blurt (1602), El alquimista (1612), El juego de ajedrez (1624), entre muchas otras. En cambio, en la obra de Shakespeare no hay rastro alguno de anticatolicismo o hispanofobia y ya no hay duda que el gran dramaturgo era católico como su padre y su hija Susanna ambos recusantes declarados. El visitante del parque temático que constituye hoy su pueblo natal, Stratford upon Avon, no encontrará ninguna mención que avale esta condición del gran dramaturgo. Este hecho mantenido oculto no ha sido oficialmente reconocido hasta 2011 cuando el primado de la Iglesia anglicana Rowan Williams admitió oficialmente que Shakespeare era católico.
En Inglaterra como en los Países Bajos el triunfo de la religión de Estado mandó a las catacumbas durante siglos a los católicos ingleses que vivieron bajo la sospecha de traición.
Entre 1845 y 1849 hubo la denominada gran hambruna irlandesa con más de dos millones de fallecidos y otros dos millones emigrando principalmente a Estados Unidos sobre una población de poco más de siete millones. Oficialmente esta hambruna tuvo lugar por culpa del escarabajo de la patata pero en realidad fue por falta de alimentos, la patata no siendo lo único que se puede comer. En Escocia y Finlandia hubo la misma plaga y ni de lejos ocurrió la misma catástrofe humana que en Irlanda. Además la población protestante de la isla no sufrió hambruna ni se vio mermada. Desde el puerto de Cork se sacaban diariamente 247 sacos de trigo y las exportaciones de alimentos por los puertos irlandeses crecieron entre un 30 y 40 por ciento. El ejercito británico desplegó unos 200.000 hombres para garantizar el flujo de las exportaciones de alimentos y evitar estallidos de violencia. En 1848 Nassau William Senior, economista de su majestad, expresó su miedo de que la política llevada a cabo en Irlanda “no matará más que un millón de irlandeses en el año y esto difícilmente será suficiente”. Resulta evidente que con los silencios cómplices de una parte de la jerarquía católica y de sectores católicos bien posicionados en el Imperio británico un genocidio tuvo lugar y la proporción de fallecimientos en relación a la población fue literalmente polpotiana. Entre los historiadores que han trabajado sobre esta gran hambruna (An Gorta Mór, en irlandés) está el estadounidense Tim Pat Coogan que publicó The Famine Plot en 2012.
En la conquista de México Hernán Cortés tenía muy pocos hombres (unos 500) y tuvo que encontrar el apoyo de pueblos indios como los tlaxcaltecas sojuzgados por los Aztecas. Roca Barea no habla de ello pero señalo que el historiador francés Christian Duverger atribuye la autoría de la conocida obra de Bernal Díaz del Castillo Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España al propio Hernán Cortes.
El estatuto jurídico del Nuevo Mundo es de la unión real con la Corona de Castilla. Los nuevos territorios no pertenecen a Castilla sino que están unidos a ella a través de la persona del rey y de los órganos gubernamentales que comparten. Jurídicamente hablando el Nuevo Mundo no fue nunca colonia de España y sus habitantes indígenas fueron tan súbditos de la Corona como los españoles peninsulares. Para esos territorios el término usado era reinos de ultramar. El uso de la palabra colonia vino de Francia con sus estatutos jurídicos diferenciados entre metrópoli y colonias. Ya he señalado que según la historiadora el imperio se distingue del colonialismo porque avanza replicándose a sí mismo e integrando territorios y poblaciones.
Los Reyes Católicos fueron los primeros en Europa en separar el ejercicio de la profesión medica de la caridad religiosa y negaron validez a los grados médicos dados por la iglesia con el fin de orientar la salud y la gestión de los hospitales hacia la competencia del Estado. La medicina es la primera profesión en España que es sometida a riguroso control jurídico. Entre 1500 y 1550 se levantan en las Indias (América) unos veinticinco hospitales grandes, además es raro que una población de más de 500 habitantes no tenga centro medico.
Se fundaron allí más de veinte centros de educación superior. Hasta la independencia salieron de ellos aproximadamente 150.000 licenciados de todos los colores, castas y mezclas.
La administración de los reinos de ultramar estuvo sometida desde el principio a sistemas cruzados de control y los funcionarios públicos desde virrey a alguacil estaban sometidos a los juicios de residencia.
Desde que llegaron al Nuevo Mundo los dominicos tomaron sobre sí la defensa de los indígenas y la denuncia de las injusticias que se cometían con ellos. En 1511 es fray Antonio de Montesinos quien inicia este movimiento de defensa de los derechos humanos.
También hay que destaca al jurista jesuita Francisco Suárez (1548-1617) autentico precursor de los derechos humanos cuando escribió “Todos los hombres nacen libres por naturaleza, de forma que ninguno tiene poder político sobre el otro” y añadía: “Toda sociedad humana se constituye por libre decisión de los hombres que se unen para formar una comunidad política”.
Es evidente que se estuvo estableciendo un cuidadoso ninguneo de los logros de España y de la América hispánica tanto por parte del protestantismo como luego de la intelectualidad ilustrada. Otro ejemplo entre innumerables casos de este ninguneo: un manto de silencio estuvo ocultando la labor de la escuela de Salamanca que desde el siglo XVI activa en los más diversos campos de estudio. Roca Barea cita al “Manual de confesores y penitentes” con 92 ediciones entre la mitad del siglo XVI y el primer cuarto del siglo XVII. El “Comentario resolutorio de los cambios” es uno de los cuatro apéndices que acompañaban al Manual y pronto tuvo vida propia con varias traducciones y durante décadas fue editado en los principales centros editoriales europeos. En este apéndice Martín de Azpilicueta ofrece un análisis de la realidad económica donde se desarrollan por primera vez conceptos como el fenómeno de la inflación...
Por mi parte, intentando aprender, suelo escuchar debates de economía en la radio y muy frecuentemente se menciona la famosa crisis de los tulipanes holandeses con el precio subiendo una barbaridad; esta crisis se cita tan a menudo que a veces veo tulipanes hasta en la sopa. Sin embargo nunca he oído mención alguna del “Comentario resolutorio de los cambios” en esos debates radiofónicos y televisivos. Atisbo una conjura de silencio de siglos.
Volviendo al ensayo de María Elvira Roca Barea me entero de que en la decisiva “History of Economic Analysis”, publicada en 1953 por suerte, Schumpeter dedica bastantes paginas a Azpilicueta y otros maestros de Salamanca.
Entre 1775 y 1783 Bernardo de Gálvez colaboró muy activamente a la independencia de Estados Unidos, entre sus 7.000 hombres 1.500 eran indígenas semínolas.
Al principio del siglo XIX Hispanoamérica aún cuenta con las ciudades más pobladas y las mejores infraestructuras del continente. El declive económico de América del Sur empieza después del momento de la independencia y de la década de 1830.
La Inquisición nació en 1184 en el Languedoc para luchar contra le herejía de los cátaros. Entre los tópicos de la hispanofobia la investigación histórica ha conseguido desmontar el mito de excepcionalidad de la Inquisición española casi por completo. Otra cosa es que el resultado de esta investigación no haya calado en el imaginario popular. Si bien en el siglo XVIII la inquisición fue algo más activa en Francia que en España a Lavoisier fue la Revolución que en 1794 ordenó su muerte mediante la guillotina con una excusa cualquiera. Los estudios de varios historiadores sobre las 44.674 causas abiertas por la Inquisición en España dan cifras que van de 1.346 a 3.000 personas condenadas a muerte. La cifra más alta la da Henry Kamen.
Sir James Stephen calculó que el numero de condenados a muerte en Inglaterra en tres siglos alcanzó la escalofriante cifra de 264.000 personas. Henningsen calcula que en la Edad Moderna fueron quemadas unas 50.000 brujas: la mitad en los territorios alemanes, 4.000 en Francia y 27 por el Santo Oficio. Sin embargo la propaganda antihispana ha calado tan bien que la figura del fanático inquisidor español está presente en muchísimos literatos entre los cuales se encuentran Schiller, Dostoievski, Umberto Eco y Perez Reverte.
La intelectualidad ilustrada incorpora una parte importante de los tópicos de la hispanofobia protestante pero añade otros. Esta versión nos interesa porque es la que va a perdurar hasta nuestros días. Aparta a España no ya de Dios si no de la modernidad. Es destacable que Francia siendo la ultima en producir masivamente una propaganda antiespañola a finales del siglo XVI fue también la que más influencia tuvo en consolidar antihispanismo por el continente en el siglo XVIII. La hipanofobia está en Pierre Bayle, en Montesquieu, en Voltaire que puede considerarse uno de los grandes renovadores del mito de la Inquisición. Un recorrido por la Encyclopedie muestra hasta hasta qué punto la hispanofobia es nuclear en la Ilustración francesa. Segun Raynal: “L'Espagne resta stupide dans une profonde ignorance” [España permació estúpida en una profunda ignorancia]. Sin embargo el más activo en la hispanofobia fue un escritor de “tercera” Masson de Morvilliers. Hay que decir que Francia tenía grandes problemas coloniales, una situación higiénica deplorable en París y en la atmósfera del país galo también tenían un papel muy relevante la rusofobia y el antiamericanismo. El conde de Buffon tomando el relevo del sueco Carl von Linné desarrolla una teoría racista catalogando las razas humanas de mayor a menor categoría. Por su parte Voltaire ataca con idéntica saña el catolicismo y el judaísmo.
Hubo una lucha a muerte contra contra la compañía de Jesús, en Francia los ilustrados que la llevaron a cabo habían sido educados por los jesuitas. En España fue Carlos III quien expulsó a los jesuitas del Imperio. Hubo destrucciones de bibliotecas de los jesuitas en América, sus archivos además de los en castellano albergaban textos en latín, griego, hebreo, lenguas indígenas y más... Los jesuitas habían llevado un política de protección y desarrollo educativo de los amerindios verdaderamente valiosísima y esta expulsión fue una autentica catástrofe humanitaria para las poblaciones indígenas.
Cuando en la primera parte del siglo XIX empezaba producirse el derrumbamiento del imperio, los liberales en España sintieron la necesidad de echarle la culpa a alguien de la postración nacional y la leyenda negra con todos sus tópicos entre los cuales la excepcional intolerancia religiosa española ofrecía un mecanismo inmejorable para que los contemporáneos pudieran eludir cualquier responsabilidad propia.
Según la autora la versión de la historia de Europa unánimemente aceptada y académicamente sancionada se escribió para justificar el protestantismo, los nacionalismos y el colonialismo. Esta aseveración me parece muy acertada viendo como en el siglo XIX Inglaterra, Francia, los Países Bajos, Bélgica y Alemania emprendían a la vez unas conquistas de territorios tan extendidos que resultaban unos auténticos fuegos de artificio del colonialismo. De paso apunto que el positivismo bajo su caparazón aparentemente progresista era muy pernicioso cuando servía para justificar el colonialismo.
Pero aun reconociendo en general la validez de la aseveración de la historiadora considero que la reforma protestante a pesar de sus defectos también ha traído algunos elementos muy positivos. En efecto al moverse contra un mundo católico algo apalancado por su carácter excesivamente “comunista” o comunitario los movimientos del protestantismo han impulsado de manera extraordinaria las libertades individuales en Estados Unidos y en Europa. La cuestión es el precio humanitario que se pagó por ello.
Al principio del siglo XX aparecieron en Estados Unidos unos historiadores oponiéndose al racismo hispanófobo habitual de sus correligionarios. Empezaron a valorar de manera positiva la herencia hispana presente en Estados Unidos desde Florida a California, muy especialmente su mestizaje con las poblaciones indias. Entre otros la historiadora cita a Charles F. Lummis, Edward G Bourne, Lewis Hanke, Philip W. Powell y Marc Simmons. La profundidad del cambio se nota en que en los manuales de enseñanza media se cita expresamente la leyenda negra como factor deformador de la historia. Desgraciadamente esta revaluación histórica no ha tenido lugar en Europa.
Roca Barea analiza la hispanofobia presente en gran cantidad de películas y emisiones de televisión. Algún documental arranca con la bandera española ondeando junto a la esvástica hitleriana y la belga Christiane Stallaert iguala historia de España y nazismo. A mí esto ultimo me hace recordar que apenas creada Bélgica no quería ser menos que sus potentes vecinos y para adjudicarse un enorme trozo de África central no dudó en perpetrar un genocidio de diez millones de congoleños. En 1881 la capital se bautizó Leopoldville en honor al rey de los belgas Leopoldo II. Desde 1966 la capital del actual Zaire se llama Kinsasa.
Finalmente la autora analiza la crisis que estalló en 2007 como el sometimiento por parte de un Norte imbuido de su rigor protestante de un Sur, especialmente Grecia en este caso, al que califica de derrochador y poco serio. Al descubrir el tono de sus descalificaciones en la ultima pagina me entró un vértigo: ¿después de haber coincidido en muy gran medida con la historiadora durante más de 470 páginas, iba yo a separarme irremediablemente de su conclusión?... ¿Iba ella a proponer la salida del Estado español de esta Unión Europea que de alguna manera entronca con el sueño erasmista de la España del principio del siglo XVI?...
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Uff no fue el caso... Aunque tilda la Unión Europea de monstruo de Frankenstein considera que no hay otro camino que reformarla para que funcione bien. Pero apunta a que nuestros hijos y nietos van a cargar de manera casi irremediable con los sobrecostes de la crisis y que no debemos negarles la amarga verdad: que la culpa mayor la tenemos nosotros que no fuimos capaces de defender nuestros intereses y los suyos. Yo entiendo que a través este desenlace María Elvira Roca Barea nos dice que para que se nos respete debemos primero respetarnos a nosotros mismos. Este colofón me vale y me confirma en la idea de que el antiespañolismo que proviene del interior de España es mucho más nocivo que el antihispanismo.
El 5 de mayo de 1981 cuando Booby Sands falleció después una huelga de hambre yo estaba en Londres. En el pub izquierdista de Upper street en Islington donde solía alternar se respiraba enojo pero fuera en las calles la vida cotidiana seguía su curso habitual, las ventas en Oxford street iban a pleno rendimiento. Creo que la mayoría silenciosa opinaba que eso era desagradable pero que no se debía ceder a los terroristas. Cuando me fui de Londres a principios de julio cuatro irlandeses ya habían muerto. Luego las victimas de la huelga de hambre escalonada llegaron a diez. Estoy seguro que, de haber ocurrido en el Estado español, algunos destacados antiespañolistas componentes de la “izquierda airada” se hubieran apresurado en clamar que la democracia del 1978 no era tal, que se veía a las claras que no tenía nada que ver con, por ejemplo, la democracia británica tan ejemplar. ______________
Thierry Precioso es socio de infoLibre