Cultura
El poeta de la memoria
No es una casualidad que la obra poética completa de José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926) se titule Somos el tiempo que nos queda porque la memoria y el inexorable paso de los años ha estado siempre presente en la literatura de este poeta gaditano.
Caballero Bonald ha sido, antes que nada y por encima de todo, un poeta aunque haya cultivado con brillantez otros géneros como la novela (Ágata ojo de gato) o los libros de memorias (Tiempo de guerras perdidas y La costumbre de vivir). Único superviviente, junto con Francisco Brines, de la llamada generación del medio siglo, Caballero Bonald recibe el martes en Alcalá de Henares el Premio Cervantes, máximo galardón de las letras en español.
Se incluye el poeta entre esos autores que creen firmemente que la verdadera patria de un escritor es su infancia y por ello los paisajes gaditanos, tanto del interior como de la costa, han marcado una poesía influida también por los años pasados por el escritor en Madrid, en la Mallorca de su mujer o en su exilio en Colombia durante el franquismo. A juicio de sus amigos y de las propias confesiones del autor, Caballero Bonald fue siempre un rebelde, tanto en lo individual como en lo colectivo. “No has vivido emoción igual que aquella. / Nada ha sido lo mismo desde entonces / y aún eres el recuerdo de ese hermoso / oficio pasional de clandestino”. Este fragmento refleja de un modo muy gráfico esa actitud inconformista del autor que le llevó a la persecución política e incluso a la cárcel durante la dictadura.
Mitad romántico, mitad surrealista, como se ha definido Caballero Bonald en más de una ocasión, admirador de Cervantes, Juan de la Cruz, Juan Ramón Jiménez o Federico García Lorca, el escritor premiado siempre mantuvo un profundo compromiso cívico: en la época de la dictadura, con una clara militancia antifranquista, y en los años de la democracia, con una actitud crítica hacia sus excesos o sus limitaciones. Fruto de este talante fue, por ejemplo, su libro Manual de infractores, publicado en 2005 y galardonado con el Premio Nacional de Literatura, donde expresó su indignación “con la porquería, las mentiras y la tosquedad” de los años de Gobierno de José María Aznar. Ese papel de intelectual a la antigua usanza, comprometido con su tiempo y con su país, lo ha lucido Caballero Bonald como estandarte hasta su vejez, repartida entre Cádiz y Madrid, con declaraciones recientes en las que afirmaba que “la gente ya no cree en nada ni en nadie, hay mucho gregario y mucho sumiso, los corruptos se alían con los corruptos y las ideologías se fueron al carajo”.
Hombre de izquierdas, José Manuel Caballero Bonald no ha reducido, ni mucho menos, su obra a una literatura pobremente realista o de pura intervención social. Muy por el contrario, la poesía, la narrativa o el memorialismo del Premio Cervantes han sido, en opinión de los expertos, el resultado de un proceso creador complejo y profundo. Siempre, desde luego, a vueltas con la memoria. “En el proceso creador”, ha señalado Caballero Bonald, “la invención va modificando la memoria y el que cuenta su vida fabrica historias indistintamente ficticias o verdaderas”. Se trata de una verdad personal, según el crítico Antonio Jiménez Millán, que se expresa “sin autocomplacencia y con rigor” en toda la obra poética del Premio Cervantes.
Lejos de los oropeles y de los agasajos, poco dado al exhibicionismo público al que han sucumbido otros escritores, paciente y concienzudo tejedor de una obra densa y rica, José Manuel Caballero Bonald sigue escribiendo poemas a sus 86 años aunque ha declarado recientemente que ya ha escrito suficiente. “Aunque nunca lo he hecho como esos colegas”, ha aclarado, “que fabrican un libro tras otro, les salga como les salga”.