Cultura
La vida boca abajo
El proceso de producción de Vida perfecta, la serie de Leticia Dolera que estrenaba el viernes Movistar+, no se desarrolló sin obstáculos, precisamente. La cadena comenzó rechazando un primer esbozo de la serie y la escritura se alargó más de lo planeado. A la actriz, guionista y directora de Requisitos para ser una persona normal, conocida también por su papel combativo a favor del feminismo, le costó 4 años poner en pie el proyecto. Y en el rodaje, cuando la ficción aún se llamaba Déjate llevar, llegó la bomba: la actriz Aina Clotet hizo público que Dolera y su equipo, que la habían seleccionado para uno de los papeles principales, decidió finalmente no contar con ella cuando esta les comunicó que estaba embarazada. La reacción pública fue enorme. Pero terminó el rodaje, el proyecto siguió adelante y llegó hasta un festival como Canneseries, donde obtuvo el galardón a mejor serie y el Premio Especial del Jurado al trabajo de las tres protagonistas. Una demostración del punto de partida de la serie: la vida es impredecible, las cosas no van siempre como uno la espera, la felicidad llega de maneras insospechadas.
En la serie, todo se viene abajo por un bolígrafo. Bueno: un bolígrafo y una lavativa. Cuando María (interpretada por la propia Dolera) y Gustavo (David Verdaguer) están a punto de firmar la hipoteca, esta se muestra poco conforme con el bolígrafo que le dan para hacerlo, y su novio de toda la vida aprovecha para acusarla de inflexible, recordándole que días atrás había querido interrumpir sus relaciones sexuales para aplicarse una lavativa. En medio de la discusión, que se desarrolla parcialmente frente a los empleados de la oficina, Gustavo se va, dejando a María plantada ante el notario. Esta, es un ataque de despecho, se corta el pelo con las tijeras de la cocina, acude drogada al cumpleaños de la hija de una amiga y acaba acostándose sin protección con el jardinero, que después se descubre que tiene una discapacidad mental. El broche es, claro, que María se queda embarazada.
Si esta trama sabe a poco, Dolera está acompañada por otras dos protagonistas, Celia Freijeiro, que da vida a Cris, su amiga del alma, y Aixa Villagrán, que encarna a Esther, su hermana mayor. La primera es madre de dos hijas, trabajadora eficientísima, reina de su hogar y perfecta esposa; pero se aburre, especilmente en la cama. En un proceso de redescubrimiento de su propio deseo, llega a una web de citas para casados y empieza a mantener relaciones sexuales con desconocidos, lo que le lleva a plantearse la monogamia en sentido amplio. Esther, por su parte, tiene 40 años y es lo que los demás consideran una "eterna adolescente": no tiene casa ni pareja, suele salir con chicas más jóvenes que ella, no se dedica profesionalmente a su pasión, que es la pintura, y la fiesta juega un papel crucial en su vida. Cuando se acerca la fecha de su cumpleaños, incapaz de alcanzar la idea de éxito que los demás han preparado para ella, se hunde en una profunda crisis vital. El trío está lejos de presumir de vidas perfectas.
Dice Dolera que quizás su mayor referente para la producción haya sido Girls, la serie de Lena DunhamGirls emitida por HBO entre 2012 y 2017. Allí las amigas eran unas veinteañeras pudientes de Nueva York, pero eso no importa. "Está increíblemente bien escrita", dice la directora en mitad de una jornada promocional en Madrid. "Cuando empecé la serie, cogí los capítulos 1 y 2 y me estudié la escaleta. Te puede gustar más o menos, pero ella es honesta con lo que cuenta, que habla de su realidad y sus problemas". Además del interés por la sexualidad, que ocupa un espacio nada desdeñable en el guion, escrito junto a Manuel Burque, Dolera tomó una cierta concepción de los personajes, que en el relato de Dunham, si no eran exactamente antihéroes, sí resultaban por momentos extraordinariamente irritantes. "No tiene miedo a que los personajes caigan mal. Las protagonistas no están construidas como heroínas, no están concebidas como mujeres ideales, de éxito, sino que son mujeres protagonistas de sus vidas, y punto", cuenta. Quizás María, Cris y Esther no lleguen al nivel de Hannah, Marnie o Jessa, pero tampoco resultan aspiracionales. Quizás por eso sean más reales.
"Me sentía completamente interpelada", dice Celia Freijeiro sobre su primera lectura del guion. "Sentía que esas escenas y esas conversaciones yo las había tenido con mis amigas. Eran cuestiones que a mí me inquietaban y sobre las que yo quería hablar". Lo mismo cuenta Villagrán, y por supuesto Dolera, que asegura que gran parte del material procede de charlas con las mujeres de su entorno. Lo ha hecho, por ejemplo, para abordar la maternidad de Cris, "para hablar con ellas de su parto, de su sentimiento de culpa, de su dificultad por conciliar". Y es cierto que en la serie aparecen detalles sobre el embarazo y el parto que no suelen formar parte de la ficción, desde el masaje perineal a la epidural o el temor a la episiotomía. Pero también se habla de la insistencia en que la madre se tome una reducción de jornada, o el desequilibrio en los cuidados hasta en las parejas (aparentemente) mejor avenidas. Pero también se aborda su relación más íntima con su sexualidad, que es un camino de autodescubrimiento. "Hay poca ficción sobre esto producido desde la mirada femenina", critica la actriz. "Habitualmente se nos presenta como objetos de deseo y no como sujetos deseantes".
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También está presente el sexo en la vida de Esther, que es lesbiana, pero, como dice Villagrán, "no hace de lesbianahace de lesbiana: ella disfruta de su sexualidad, y el conflicto es otro". Dolera cuenta que este personaje se le apareció en una época en la que estaba en paro y comenzó a hacerse preguntas sobre "el éxito, el fracaso, por qué dedicarse a una profesión artística". El personaje no es más infeliz por no vender cuadros o no tener pareja estable, pero su entorno se lo señala contínuamente como un problema, algo que resolver. "A mí este personaje me ha hablado de qué pasa cuando cumples cierta edad y no alcanzas las expectativas que tu entorno te dice que tienes que alcanzar", dice Villagrán. "Porque ella se siente más vulnerable cuando es más empática con el dedo que la señala, que no es solo el de la sociedad, sino también el de su propia familia. Es algo muy duro de asumir".
Las tres insisten en que la serie "no es aleccionadora, ni paternalista, ni panfletaria". Pero ¿es feminista? "No queríamos contar una sociedad ideal en la que todo el mundo habla en femenino plural", responde la directora. "Los personajes no hablan de feminismo; ni son las feministas perfectas, son contradictorias. Lo que sí tiene es mi mirada de mujer con conciencia de género, entonces claro que está esa perspectiva. Pero con la serie no quiero explicarte lo que está bien y mal, no busco explicarte teoría feminista o qué es el machismo. Intento tender puentes de empatía entre nosotros sobre lo que son las relaciones humanas". Quizás precisamente por el asunto Clotet, Celia Freijeiro insiste en que la misma producción ha contado con una perspectiva feminista: asegura que las mujeres componen el 60% del equipo, que Dolera ha dado una oportunidad a dos directoras con poca experiencia, como son Elena Martín y Ginesta Guindal, y que hay mayoría de jefas de equipo (hay creadoras al frente de la dirección, la dirección de producción, el departamento de arte, el maquillaje, el vestuario, el sonido y el casting). "¿Qué es lo disfuncional y qué es lo perfecto?", se pregunta Aixa Villagrán sobre su personaje. Esa pregunta vale también para otros campos.