Cultura

"La urgencia impide concentrarse en nada": la difícil tarea de escribir en tiempos de coronavirus

Un hombre espera su turno en una frutería del Mercado de Antón Martín en Madrid.

"8 de marzo ― Como hay tanta gripe, han tenido que clausurar la universidad. Desde entonces, mi hermano y yo vivimos en casa, en Palafrugell con la familia. Somos dos estudiantes ociosos. (…) Decido empezar este dietario. Escribiré ―lo justo para pasar el rato, a la buena de Dios― lo que se be vaya ocurriendo".

Josep Pla era un joven estudiante de Derecho cuando, en 1918, la gripe mal llamada "española" le obligó a confinarse en la casa familiar. Grafómano incansable, se animó entonces a describir el día a día en El cuaderno gris que, pasados los meses, se convertiría en una memoria muy voluminosa y, pasado el tiempo, en un clásico.

Pero, ¿es posible escribir en tiempos de encierro por coronavirus? Él 26 de marzo, Manuel Vilas intentó una respuesta en Twitter: "No se puede escribir en medio de este horror. Lo intento todos los días, y no puedo, porque para escribir la vida tiene que estar entera". Pasan los días y el problema persiste, aunque… "Me está resultando muy difícil, porque no sabemos a qué nos enfrentamos, hay una urgencia que impide concentrarse en nada. Es una guerra. Toca escribir sobre esto. Eso sí que lo estoy haciendo: escribir sobre el coronavirus y el confinamiento. No tiene sentido, para mí al menos, escribir sobre otra cosa que no sea esto, porque ahora solo importa esto."

Ensayar, novelar 

Es la misma certeza que ha empujado a Paolo Giordano a publicar En tiempos de contagio, un libro que es una odisea. El germen está en un texto periodístico publicado el Il Corriere della Sera el 24 de febrero, texto cuyo enorme impacto le animó a perseverar. En seis días compiló unas 100 páginas cuyo primer avatar fue un ebook, que luego adquirió forma de audiolibro, que a mediados de abril debería salir en papel y cuyos derechos de autor financiarán dos becas para investigar la enfermedad. "Una epidemia tiene mucho que ver con las matemáticas, al principio incluso más que con la salud ―declaró el autor, antes físico que literato―. Lo que define si algo es o no epidemia es una cuestión de números, y todo en la vida puede reducirse a funciones. Pensé que dar una explicación clara de lo que pasa podía resultar útil."

Apenas días después del artículo de Giordano, el 27 de febrero, Slavoj Žižek anticipaba en la web de Russia Today la tesis de un libro, Pandemic! COVID-19 shakes the world, que salió a la venta el 25 de marzo.

Dos ensayos, pues, y habrá más. Más ensayos. "El mundo vive una emergencia. Tenía que ser un libro rápido. Lo he escrito con una mentalidad y ritmo completamente distintos de lo que hago normalmente. Quería describir cosas que fueran útiles a la gente en estos momentos", dijo Giordano, quien a la pregunta: en esta situación, ¿puede escribir? (entiéndase, ficción), contestó: "No, no. Estoy todo el día enganchado a las noticias. No me queda espacio en el cerebro para la imaginación. Demasiada realidad". Como Vilas.

Y como Nuria Barrios. "No he conseguido escribir nada". Admite que hacer cualquier cosa le cuesta, "me siento en estado de shock, esforzándome en convertir en normal lo que es absolutamente anormal". Antes de que el coronavirus asomara el hocico y nos confinara a todos en casa, recuerda, normal era salir y sentir el aire, la lluvia, el frío o el sol en la cara; normal era viajar en metro o en tren o en avión para acudir a los actos previstos para presentar su última novela, Todo arde; normal era saber que en cualquier momento podría acercarse a casa de sus padres para abrazarles. "Normal era despertar por la mañana y no pensar en retener la respiración diez segundos para comprobar que los pulmones aún están sanos. Normal era pensar en mi siguiente novela, en sus personajes, en la posible trama. Pero lo normal es ahora excepcional y lo excepcional ha impuesto su rareza como la nueva normalidad. Ya ni siquiera siento como normal leer y escribir en casa".

Es curioso constatar, así lo señala Isaac Rosa, hasta qué punto la realidad ha acabado con las ensoñaciones. "En principio, uno pensaría que la cuarentena crea las condiciones ideales para escribir, casi un regalo: desaparición de toda la agenda social que acompaña y distrae a la escritura (cancelados todos los bolos, promociones y viajes), encierro en casa, suspensión de todo lo que no sea esencial... Pero el escritor nunca escribe en una burbuja ni torre de marfil, y supongo que la mayoría de autores compartimos la ansiedad colectiva de estos momentos, y la preocupación por el corto y medio plazo". Una preocupación que es también material, pues el destrozo en un sector de por sí precario va a ser grande: publicaciones aplazadas, caída de ventas, pérdida de colaboraciones en medios que entran en economía de guerra... Por si algo faltara, existe una "brecha" entre escritores de la que nunca hablamos: tener o no tener hijos. "El escritor sin hijos puede romantizar todo lo que quiera su cuarentena, releer a los clásicos, ver tres películas al día, avanzar proyectos futuros y por supuesto escribir una novela en tres semanas. Y luego estamos los escritores con hijos pequeños, que vivimos la misma cuarentena que viven estos días tantos trabajadores con hijos".

A ráfagas y desordenado, Rosa sigue escribiendo, aunque el confinamiento le priva de un tiempo y espacio que son esenciales para su escritura: el paseo, caminar por la calle, imprescindible para pensar y escribir.

Cierto, los escritores están muy acostumbrados a no pisar la calle durante varios días cuando están muy metidos en un proyecto. Elia Barceló siempre ha desarrollado su trabajo en casa, si bien… "Claro que echo de menos dar largos paseos, y salir a cenar o reunirme con amigos, pero en mi quehacer no ha cambiado nada. También hay que decir que esto me ha pillado terminando una novela y, por tanto, no he tenido que plantearme '¿qué hago ahora?', sino que estaba muy claro que tenía que seguir escribiendo hasta acabarla".

La literatura nos lo contó, y volverá a hacerlo

En estos días, los medios se han llenado de libros que nos adelantaron o nos prepararon para lo que estamos viviendo (yo misma, aquí y aquí). Barceló, buena parte de cuya carrera literaria ha transcurrido por esos predios genéricos, destaca que los escritores de ciencia ficción, fantástico y terror han usado muchas veces el tema de la pandemia, de la epidemia global, o bien para justificar otros cambios sociales o bien para explorar la psicología humana en circunstancias extremas. "Lo que pasa es que, hasta ahora, la mayor parte del público lector pensaba que la ciencia ficción y esos otros géneros no hablan de cosas reales y no se interesaban por ellos. Estoy segura de que eso ahora va a cambiar. Lo que sí espero es que los escritores no se lancen indiscriminadamente a publicar novelas sobre virus y pandemias en los dos próximos años". Cuando uno está aún tan cerca de los hechos reales los resultados no suelen ser gran cosa y pueden resultar muy repetitivos, aparte de que, contar sin más lo que todos hemos vivido, tampoco apetece mucho, por lo menos a ella.

Lo que estamos viviendo tiene sustancia literaria, desde luego, pero Barrios cree que "habrá que esperar para filtrar lo vivido y sus consecuencias y convertirlo en literatura, porque la ficción transita por caminos distintos a la crónica. La función de la literatura, añade Vilas, "es contar lo que está pasando de una manera profunda y expresiva. Y lo que está pasando es, además, universal. El coronavirus lo es todo ahora. Lo ha cambiado todo".

Por lo que pueda venir, Isaac Rosa anuncia ya sus preferencias: "no me interesan mucho los esperados 'diarios de confinamiento', ni la autoficción que inevitablemente saldrá de aquí. Ni las novelas 'ambientadas' en el confinamiento, que seguramente saldrán también (veo venir mucho thriller desarrollado durante los días de cuarentena). Tampoco obras que me cuenten lo que ya sé, o lo mismo que ya relata el buen periodismo. Me interesan miradas laterales, esquinadas, observar lo que nos está pasando desde otros ángulos, indirectamente, representar el estado de ánimo colectivo de estos días (y a futuro) antes que narrar la crisis, el virus o el confinamiento".

Los lectores hibernados

Novelarás el sudor de mi frente

Novelarás el sudor de mi frente

Entre tanto, escritores (y editores, y libreros) confían en que, cuando despertemos, los lectores sigan allí. De momento, Isaac Rosa constata que "tiene mucho de espejismo esa idea de que la gente encerrada en casa va a leer más: yo mismo he leído mucho menos de lo habitual en dos semanas de confinamiento, sobre todo leemos noticias, mensajes de nuestra gente, redes sociales".

Entramos en ese periodo del año, abril y mayo, en el que gracias a Sant Jordi, al Día del libro y a las muchas ferias que menudean por toda España, los lectores acostumbraban a acercarse a sus autores favoritos, y viceversa. Pero tampoco. "El confinamiento me pilló en plena promoción de mi novela, así que he cambiado la presencia física de los actos que estaban programados por las entrevistas virtuales ―explica Nuria Barrios―. Ahora me reúno con los lectores en torno al fuego futurista de las pantallas de nuestros ordenadores. Es una forma de contacto paradójica: al mismo tiempo abstracta y muy cercana."

Pronto sabremos cómo salimos de esta. Y lo leeremos.

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