En Transición

Si es patriarcal, no es justicia

Que cada vez tengamos que recurrir más a la expresión "justicia patriarcal" para intentar explicar lo que subyace en muchas de las sentencias sobre violencia machista es reconocer que queda un importante camino por recorrer para que esa justicia sea digna de tal nombre. Nos ha pasado en el caso de La Manada, en otros de violaciones múltiples que se han ido conociendo posteriormente o en rebajas de penas en casos de violación por encontrarse la víctima en estado de embriaguez o porque el juez no ha considerado suficientemente probada la negativa, incluso de una menor de 15 años cuando entró en estado de shock mientras era violada por su tío. Lamentablemente, la sentencia que condena penalmente a Juana Rivas, es otro ejemplo. Paradigmático, probablemente, por lo que vamos a ver.

Esta justicia patriarcal sólo se entiende inserta en una sociedad igualmente patriarcal. Como afirma la Asociación de Mujeres Juezas de España en su comunicado sobre la condena penal a Juana Rivas: "Debemos dejar de ser herederos y herederas de una justicia patriarcal que la sociedad no tolera y la comunidad internacional condena, pues solo así podremos mantener la confianza de la ciudadanía en sus instituciones".

El patriarcado es ese sistema social que consagra el poder del padre de familia sobre la mujer y los hijos. Históricamente, con este término se hacía referencia a un modelo social en el que el varón, dueño del patrimonio, era quien ejercía la autoridad sobre hijos, esposa, esclavos y bienes. Hoy encontramos definiciones más ajustadas a nuestros tiempos que describen el patriarcado como "sistema de relaciones sociales sexo–políticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante el uso de la violencia.".

Estamos hablando de poder de unas personas sobre otras, es decir, de dominación pura y dura, algo contrario a cualquier lógica democrática y de respeto a los Derechos Humanos, lo que significa que una justicia patriarcal no puede ser nunca justicia. Se trata de un oxímoron, pero que lamentablemente describe una realidad.

La parte positiva es que, como construcción social que es, al patriarcado se le puede y se le debe combatir actuando simultáneamente desde varios frentes. El judicial es especialmente trascendental tanto por las consecuencias sobre las vidas de las víctimas, como por el mensaje que se da a la sociedad. Merece la pena hacer mención a alguna de las perlas que nos ha dejado el juez Piñar Díaz en la sentencia sobre Juana Rivas para entender mejor de qué hablamos cuando nos referimos a los mensajes que se emiten desde los Tribunales. No trato de analizar desde el punto de vista jurídico la sentencia, como sí han hecho las especialistas en los comunicados a los que hago referencia, sino que me interrogo sobre cuál es el mensaje que el Juez de este caso quiere dar al conjunto de la sociedad.

En primer lugar, el juez Piñar Díaz parece desconocer la más básica sociología jurídica sobre violencia machista cuando señala que "la acusada no ha acreditado haber sufrido malos tratos entre 2009 y 2016, ni siquiera haberlos denunciado". Una correcta formación de la judicatura en violencia machista les haría conocedores de que el "70% de las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas jamás denunciaron", como recuerda la asociación de mujeres juristas Themis en este comunicado. Sabemos que los motivos son múltiples (miedo, presión del entorno, etc.), pero esto no parece ser suficiente para creer a las mujeres que, con o sin denuncia, sacan a la luz el maltrato. Mensaje: mano de hierro para quien no sea capaz de vencer los miedos y acudir a comisaría, por mucho que sepamos que son la inmensa mayoría.

Por si esto fuera poco, en la propia sentencia, a renglón seguido, el mismo juez recuerda "cierto que en 2009 el juzgado Penal 2 de Granada en sentencia (F 1780) de 26 de mayo, condenó por delito de malos tratos a Francesco Arcuri al estimar probado que estando este, junto al hijo común de 3 años, en el domicilio familiar de la Calle Aben Humeya 11 de Granada, a las 05,30 horas del 7 de mayo de 2009, llegó Juana Rivas y él le pidió explicaciones acerca de donde había estado toda la noche, lo que motivó una discusión entre ambos, en el curso de la cual, él golpeó a Juana". Es decir, la expareja de Juana Rivas está condenado por malos tratos, algo que parece ser un detalle a juzgar por cómo se desarrolla el resto de la sentencia. Mensaje: aunque haya una sentencia condenatoria, si luego rehaces la relación -algo que es bastante habitual-, es como si la condena dejara de tener efecto.

No es el único argumento que esgrime el Juez sin base científica ni evidencia alguna, como cuando afirma que "la experiencia en este tipo de sucesos, muestra que los maltratadores habituales, que efectivamente desarrollan una forma de tortura, suelen ser personas de mente atávica y primigenia, con escasos mecanismos de autocontrol y empatía, que contagian todo su entorno con un hábito de causar daño que no pueden controlar". Estamos hartos de escuchar noticias de asesinatos machistas donde todo el entorno del asesino manifiesta su sorpresa al considerarle incapaz de tal cosa, y sobran los estudios que demuestran personalidades complejas que esconden las pulsiones de los maltratadores. Nuevamente, el mensaje: si tu pareja es un hombre socialmente afable que no suele montar escándalos en la calle o en los bares, nadie te va a creer.

Otro de los momentos álgidos de la sentencia lo encontramos en la página 7, donde se puede leer textualmente: "Los hechos muestran que ella decide separarse en el verano de 2016 y por sí misma o porque alguien le asesora, se percata que hay un escollo importante con la guarda y custodia de los dos niños y para obtenerla a su favor, decide explotar el argumento del maltrato". Supongo que hablar de explotar el cuento quedaría feo en una sentencia, pero el mensaje que se manda es exactamente ese.

Juana Rivas: un caso "complejo" que lanza un mensaje de "desprotección" a mujeres en similar situación

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Y para continuar dejando claro de qué va esto, el Juez acaba escandalizándose de que Juana Rivas hiciera público su caso: "Su pretendido afán de proteger a sus hijos, entra en contradicción con sus actos, pues no ha reparado en el daño futuro que puede causar a estos, el hecho de aparecer en varios medios acusando al padre de ambos de torturador, mientras grupos de personas de forma irreflexiva y visceral, le muestran su apoyo". Es decir, si quieres proteger a tus hijos, permanece callada. De lo contrario, estás manchando el nombre de su padre.

Se podría profundizar más, pero con estos puntos es más que suficiente. ¿Qué mensaje nos da esta sentencia?: que las mujeres "explotan el argumento del maltrato" en situaciones de separación para conseguir la custodia de sus hijos mientras carecen de pruebas y ni siquiera denuncian, y además se permiten difamar el nombre de sus parejas acusándoles públicamente, mientras unas irreflexivas y viscerales feministas nos desgañitamos frente a los juzgados. Efectivamente, es patriarcal. Pero no es Justicia.

La sentencia de la condena penal a Juana Rivas es un buen ejemplo de lo que es el patriarcado y de la necesidad de desprendernos de él para poder considerarnos una sociedad democrática con una Justicia digna de tal nombre. Liberarnos de esta lacra exige luchar en muchos frentes a la vez: en el judicial, como estamos viendo, es imprescindible. Pero también el legislativo tiene deberes pendientes para acotar cualquier atisbo de duda o de interpretación patriarcal de las leyes que luego aplican los Jueces. Y todo esto sin olvidar la importancia del tratamiento de la violencia machista por parte de los medios de comunicación, la imprescindible tolerancia cero del conjunto de la sociedad denunciando cualquier hecho en este sentido, la labor fundamental de escuelas y familias educando a los más jóvenes, y un largo etcétera que nos atañe a todos y todas. Lo cual no quita para que, quien más poder tiene, tenga también mayor responsabilidad.

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