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2D | Elecciones en Andalucía

El castigo electoral a los partidos de izquierda desaloja al PSOE de la Junta por primera vez

La presidenta andaluza en funciones, Susana Díaz, recibe el aplauso de sus compañeros.

Fernando Varela

El castigo electoral a las formaciones de izquierdas desalojará al PSOE de la Junta por primera vez en la historia de la autonomía andaluza. El voto de los ciudadanos ha resultado ser inapelable: los socialistas ha retrocedido más de siete puntos y han perdido 14 escaños. Sólo tendrán 33 diputados en el nuevo Parlamento andaluz. Y su único aliado posible, Adelante Andalucía, ha caído al 16% y 17 escaños, tres menos que en 2015, cuando se presentó en dos candidaturas separadas (Podemos e Izquierda Unida). No suman más que 50 escaños, cinco menos que la mayoría absoluta.

Susana Díaz ni siquiera podrá especular con la posibilidad de un acuerdo con Ciudadanos, similar al que consiguió en 2015, porque la suma con los de Albert Rivera tampoco alcanza la mayoría absoluta.

El desastre electoral para los socialistas andaluces no tiene paliativos. Se han quedado muy por debajo de sus expectativas menos optimistas después de una campaña muy complicada, con la corrupción de los ERE como telón de fondo y la irrupción de Vox —ahora confirmada— como  principal amenaza.

La pérdida de escaños ha sido generalizada. El PSOE ha retrocedido dos diputados en Almería, Cádiz, Huelva, Jaén, Málaga y Sevilla y uno en Córdoba y Granada. En porcentaje de votos sólo ha logrado superar el 30% en las provincias de Jaén (35%) y Huelva (31%). Los peores resultados los registró en Cádiz (23,7%) y Málaga (24,2%).

Con el escrutinio al 99,92%, el PSOE había superado a duras penas el millón de votos (1.009.243), lo que representa un retroceso de nada menos que 400.000 votos en comparación con el año 2015. En porcentaje, el retroceso ha sido de 7,46 puntos porcentuales: del 35,41 al 27,95%. Muy por debajo del 30% que se habían fijado los más pesimistas.

La debacle socialista tampoco tiene precedentes y no sólo significa un terremoto político en Andalucía sino que tendrá consecuencias impredecibles en el PSOE, cuyos estrategas ni siquiera consideraban la posibilidad de un escenario como este.

Pedro Sánchez y los suyos confiaban en las elecciones andaluzas para que una victoria incontestable del PSOE parase los pies a la estrategia de la crispación puesta en marcha por PP y Ciudadanos. En vez de eso, el presidente del Gobierno acaba de perder una plaza política capital para su objetivo de ganar las próximas elecciones generales.

"Parar a la extrema derecha"

La presidenta andaluza, Susana Díaz, ya en funciones, compareció al filo de las once de la noche con semblante serio para anunciar que este lunes convocará a PP y Ciudadanos para llegar a un acuerdo que impida que Vox, una “fuerza ultraderechista”, pueda condicionar el Gobierno de la Junta. Díaz evitó la autocrítica, más allá de reconocer que el PSOE ha sufrido un fuerte retroceso que atribuyó a la abstención y del que responsabilizó al conjunto de la izquierda, pero sí hizo “un llamamiento a todas las fuerzas democráticas para parar a la extrema derecha”.

Díaz subrayó que esa es su responsabilidad como cabeza de lista de la fuerza más votada. Y si PP y Cs deciden no atender este llamamiento, subrayó, deberán asumir las consecuencias que esa alianza con un “partido xenófobo” pueda tener en el calendario electoral que se avecina: europeas, municipales, autonómicas y generales.

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José Luis Ábalos, el secretario de organización del PSOE, confirmó una hora después la estrategia socialista: denunciar la alianza de PP y Cs con Vox y la naturalidad con la que ambas formaciones han asumido que van a pactar con la ultraderecha para hacerse con la Junta de Andalucía.

Al igual que Díaz, Ábalos hizo un llamamiento “a los demócratas” frente “al populismo de extrema derecha” porque “lo que hagamos en Andalucía será una demostración de lo que algunos serán capaces de hacer en España”.

“El combate” que compete al PSOE, subrayó el responsable de Organización de los socialistas, “es liderar el frente de la democracia, batallar por la democracia frente al miedo”. Por eso “los demócratas debemos promover un gobierno constitucionalista y europeísta” y “abrir un proceso de diálogo para parar el avance de las fuerzas no constitucionalistas”. 

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